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Entrevista a Xavier Aldekoa, periodista, autor de 'Indestructibles'

«España debería sentirse tremendamente afortunada de ser el vecino prioritario de África, y por miedo lo desaprovechamos»

Fuentes: Rebelión

Oportunidad frente a miedo. Solidaridad frente a victimismo. Xavier Aldekoa (Barcelona, 1981) sigue desgranando África en su último libro, ‘Indestructibles’ (Ediciones Península). Ya lo hizo con Océano África’(2014) e Hijos del Nilo (2017). Corresponsal de La Vanguardia en África y cofundador de la revista 5W, entre otras cosas, Aldekoa charla con eldiario.es Andalucía en su […]

Oportunidad frente a miedo. Solidaridad frente a victimismo. Xavier Aldekoa (Barcelona, 1981) sigue desgranando África en su último libro, ‘Indestructibles’ (Ediciones Península). Ya lo hizo con Océano África’(2014) e Hijos del Nilo (2017). Corresponsal de La Vanguardia en África y cofundador de la revista 5W, entre otras cosas, Aldekoa charla con eldiario.es Andalucía en su primera visita a Sevilla acerca de cómo mirar de otro modo a la inmigración, de las posibilidades del continente negro y, sobre todo, de las personas que lo habitan, de esos «indestructibles» que, ganen o pierdan, no quieren conformarse con lo que el destino les tenía preparado.

¿Quiénes son los «indestructibles» de los que habla en el libro?

Gente que lo intenta. Africanos que no se definen por la herida, por la cicatriz de un trauma, sino por quienes eran y quienes quieren ser. A mí me interesa el pasado que ha producido el presente, porque creo que es una manera de darle la dignidad que tiene. Si solo la reduces a ser víctima no le das la posibilidad de ser nada más y hay cosas por descubrir que nos acercan más. Es gente que sueña igual que nosotros, que quiere a los suyos igual que nosotros. Es un intento de tender un puente que más personas se atreven a cruzar o sienten una mayor empatía.

¿Destacaría algún caso de los que se narran en el libro?

Son intentos de explicar lo ordinario a partir de lo extraordinario. Pequeñas batallas o victorias que sirven para explicar un poco el continente. Por ejemplo, Margaret, que aparece en la portada, una chica de 13 años a la que han casado, asustada y aturdida cuando la conocemos. Con los días, en las tareas cotidianas de trabajo en el campo, se fue descubriendo ante mí alguien que no tenía nada que ver con la etiqueta de víctima que yo le había colgado al principio. Tenía un discurso profundamente feminista, con lo difícil que es tenerlo en una zona rural de Uganda. Decía que sus hijas no iban a dejar de ser niñas tan pronto y se atrevió a decírselo a su marido. Eso es de tener una mentalidad revolucionaria, cuando todo tu contexto te indica lo contrario. Gente que intenta cambiar las cosas aunque lo más probable es que pierda. Personas como Margaret demuestran que el continente africano no se conforma con esa etiqueta de víctima.

¿Cómo de diversa es África?

África es un continente inabarcable. Decir «corresponsal en África» es la primera mentira porque no sólo es que sean 55 países, si contamos la República Saharaui, sino que la diversidad dentro de cada uno es enorme. En Sudán hay más de 200 etnias. Hay más de 2.000 o 3.000 lenguas. Las culturas, los códigos, son diferentes. El único antídoto ante eso es tener tiempo y escuchar para tener la pausa suficiente para comprender lo que está ocurriendo y poderlo explicar.

¿Y qué se entiende al invertir tiempo en ello?

Solo con ese tiempo surge el ser humano que hay detrás. Las preguntas que dirigimos solo a la herida son las que hemos hecho siempre. Por ejemplo, las rutas migratorias africanas, cuando empezaba a preguntar sobre la vida de aquellos que las emprenden; comprendías mucho más lo que estaban haciendo esos chicos. Me había pasado meses preguntando por las torturas, la esclavitud, las muertes en el desierto o los ahogados en el Mediterráneo. Y eso no está detrás del fenómeno migratorio africano. Se arriesgaban a todo eso por amor a los suyos. Su motivación venía no solo por querer mejorar sus vidas sino las de sus familias. Muchos quieren llegar a Europa para regresar después con los suyos porque tienen un amor profundo por su familia. Generalmente son sociedades que viven en comunidad y para ellos mejorar sus vidas significa regresar cuando hayan sido capaces de darles un futuro a su gente.

¿Por qué cree que esas razones o esa motivación no se conocen tanto aquí en Europa?

Porque estamos en la época del miedo, en la que los partidos políticos populistas, de extrema derecha utilizan el miedo como algo pivotal para justificar cualquier cosa. Por eso tiene un papel estratégico el concepto de víctima. Es el motivo por el que estos chavales que se mueren en el desierto o ahogados en el mar, o las familias enteras que vienen de Siria y que los ves empapados de barro en la frontera, se consideran agresores. «De repente nos vienen a robar la cultura, los trabajos y nos colocan en la posición de víctimas». ¡Nosotros!, que tenemos los privilegios y una historia de abuso y explotación en el otro continente… Eso no es inocente.

¿Qué se pretende generando ese miedo?

Ese miedo es un intento de crear una identidad propia desde el punto de vista de la víctima y nos garantiza inocencia: «Nosotros no hemos hecho nada, nos vienen a hacer a nosotros». No tenerse que justificar es el sueño de cualquier partido político populista. Eso nos separa. Ese miedo levanta muros al resto, y si nos fijáramos más en el componente humano, en lo que realmente nos acerca, nos entrarían las dudas y nos empezaríamos a hacer preguntas.

En todo caso, ¿son conscientes esas personas migrantes de las dificultades del camino y de que el ‘sueño europeo’ puede que no sea tal?

Me he encontrado de todo, desde chicos que creían que el Mediterráneo era un riachuelo que iban a cruzar fácilmente, a tipos que me sabían decir las estadísticas de muertos en cada tramo y que estaban dispuestos a asumir el 3%, me decían, de las muertes que se producen. También hay gente que llega aquí y no puede con la presión de tener que enviar dinero cuando aquí está viviendo fatal, pero también he visto el orgullo de la madre que presume de ser la única de su aldea que se ha podido comprar un techo nuevo con el dinero que su hijo le manda desde Italia. Y eso tiene mucho que ver con el éxito.

Como es un fenómeno tan extenso ya, creo que al generalizar ahí nos equivocamos. Verlos como que no saben dónde vienen o que cuando llegan fracasan, no es del todo correcto. Hay gente que le va bien y consigue cambiar la vida de su familia, o que regresa sacando pecho.

Recientemente, un pueblo de Córdoba reunía firmas para conservar un centro de menores inmigrantes. ¿Por qué es noticia ver la inmigración como una oportunidad?

Antes decía que ese miedo no es inocente. Ese miedo está dirigido. Es cierto que el fenómeno de la inmigración necesita soluciones complejas. Y las soluciones políticas complejas necesitan de líderes políticos valientes. Y eso no lo tenemos, porque ni vale el discurso de abrir fronteras ni el de poner muros cada vez más altos. A veces hay que enfrentarse a posiciones de los tuyos, porque al tomar decisiones hay límites. Aunque no tenga nada que ver, cuando Nelson Mandela salió de la cárcel después de 27 años, propuso en su partido negociar con el gobierno racista del ‘apartheid’ y le dijeron que no. Pero Mandela, que era un líder valiente, decidió que era el momento de negociar, dando la espalda a los suyos, pero buscando una solución para el bien común. Deberíamos intentar un bien común.

¿Qué le parece que, dentro de ese discurso alarmista, se llegue a hablar de «millones de africanos» que tratan de alcanzar Europa?

Pues que se debería ver como una oportunidad. He conocido a mucha gente que me ha dicho que le gustaría trabajar un tiempo y regresar a su país. África está siendo ya una bomba demográfica. Primero, las relaciones entre países deberían empezar a ser un poco más justas, que ya va siendo hora, y también hay que intentar entender las situaciones que tienes que afrontar, con el máximo beneficio para todos.

Porque el miedo no te va a llevar a ningún lado y cerrar las fronteras ante un continente cuya población se va a multiplicar por tres antes de fin de siglo no es tampoco una solución. Aprovechar y ver como oportunidad toda esa fuerza de toda esa gente es una decisión más inteligente, porque además te lo dice la historia: las mayores potencias mundiales modernas se fundaron gracias a sociedades muy diversas, con mucha inmigración. Puede que la llegada de gente cause algunos contratiempos en determinados sitios pero hay que afrontarlos y no atizar el miedo para ganar unos votos.

Un sondeo reciente señala que en el sur de Europa preocupa más la emigración que la inmigración, ¿qué opina de eso?

Y eso no se señala porque hay que mirar hacia arriba y no hacia abajo. Porque cuando tú mismo te tienes que ir de tu país es porque algo no se está haciendo bien o porque hay unas élites que están agrupando demasiado dinero. Y eso está ocurriendo. Cada vez los ricos son más ricos y los pobres son más pobres. Pero es más positivo para los partidos políticos atizar el miedo de los pobres contra los más pobres porque eso es un caldero de votos, pero si nos fijamos en toda esa gente que se ha tenido que ir fuera porque no hay oportunidades aquí, entonces la mirada no se dirige hacia abajo sino hacia arriba, hacia los políticos que no hacen bien su trabajo, hacia las élites que han amasado más fortuna y que hacen que las desigualdades sean más grandes.

¿Por qué cree que Europa no profundiza en conocer la realidad del África subsahariana?

Llevamos mucho tiempo fijándonos solo en la herida, en las sombras, y eso genera no solo un desconocimiento, que también, sino un cierto temor a lo que viene de allí. Por eso se producen situaciones tan absurdas como cuando hubo una gran epidemia de ébola en Sierra Leona, Liberia y Guinea, y se cancelaron viajes a Kenia o Sudáfrica. ¡Estamos más cerca en Sevilla de Ucrania que esos países unos de otros y a nadie se le ocurre cancelar una habitación de hotel en Sevilla por miedo al conflicto que pueda haber en Ucrania! Pues eso sucede en el continente africano y ese desconocimiento lo llevamos a todo. Se ve muchas veces solo lo negativo y no las demostraciones de democracia que se están produciendo o el auge de los movimientos feministas, y un montón de cosas positivas que nos llevarían a mirar al continente con más respeto y con la oportunidad de aprender.

¿Cuáles destacaría?

Son 1.300 millones de personas que llevan siglos viviendo de una manera comunitaria y tienen muy desarrolladas algunas cuestiones de la vida cotidiana. Por ejemplo, el concepto de solidaridad de los pigmeos, incluso con quienes no conocen. Si se encuentran un panal de miel en medio de la selva, cogen un poco y dejan el resto para el siguiente grupo pigmeo que pueda pasar después. Para los himba, por ejemplo, el valor de las cosas no gira alrededor del ‘yo’, si no del ‘nosotros’, del ser humano.

Y luego, otras cosas más mundanas, por ejemplo la música: la mayoría de los ritmos mundiales vienen de África. Son sociedades, además, que han abrazado la tecnología de manera totalmente pura. No les da miedo, aunque lo veamos como zonas rurales. Es un continente cada vez más educado que va a salir a la calle a reclamar sus derechos y a que cambien las cosas. Argelia acaba de sacar a Bouteflika del poder, Sudán parece que puede echar a Omar al Bashir. En Zimbabwe, aunque con los militares detrás, se sacó a Mugabe del poder. Algo se está moviendo en África, no es un continente agazapado y llorando por su suerte.

PP, PSOE, Ciudadanos y Unidas Podemos han dicho que ven posible un acuerdo para transformar la política de cooperación al desarrollo. ¿Lo ve usted posible?

Vamos a ver. Ojalá. En una época en la que nos miramos mucho más el ombligo que antes, creo, espero que se piense más en el receptor que en nosotros. Porque también ocurre que los principales receptores de la ayuda humanitaria española no tienen tanto que ver con la necesidad sino también con otros intereses, ya sean migratorios, comerciales o de otro tipo. Es verdad que lo hacen todos los países, pero podríamos dar un ejemplo de que lo que nos interesa es mejorar la vida de la gente con esa ayuda humanitaria para que el impacto sea el mayor posible. Creo que no está siendo así. La ayuda humanitaria, en tiempos en los que el miedo es pivotal en la vida de las personas, se ha dejado de lado.

Pues ahora que vienen elecciones, ¿qué le pediría a los partidos políticos en ese sentido?

Es que España debería sentirse tremendamente afortunada de ser el vecino prioritario de África: esos puentes que podría tender hacia el continente, no solo culturales, de respeto, no solo ser la mano tendida de Europa hacia África, que lo podría ser, sino todas las oportunidades comerciales. Porque China, que no tiene ningún lazo cultural, de idioma, de historia, está aprovechando esa oportunidad haciendo carreteras, presas, estadios, etc. Y de las 10.000 empresas que tiene más o menos en África, el 90% son de pequeños y medianos empresarios chinos que han visto la oportunidad de producir cosas y hacer fortuna. Y por eso en Nigeria te encuentras a un chino que está produciendo salsa de tomate, porque allí no se producía. O en Zimbabwe ves a un chino produciendo zapatos.

Todo eso nosotros, atenazados por el miedo, lo estamos desaprovechando y son nuestros vecinos del sur. Deberíamos ser los primeros en tender la mano, por una cuestión de derechos humanos, de respeto, de aprender, y también por aprovechar las enormes oportunidades económicas que tiene el continente. Es que lo tenemos aquí al lado y China lo está haciendo ya. Falta valor, falta liderazgo, falta conocimiento, y eso te define más a ti que al otro. China, es verdad que con muchos claroscuros, porque hay cosas que no hace bien, se ha atrevido. No me parece que la economía española sea tan boyante como para desaprovechar esa oportunidad.

Fuente: https://www.eldiario.es/andalucia/lacajanegra/libros/Xavier_Aldekoa-Indestructibles-libros-Africa-emigracion-inmigracion_0_887511863.html