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Tres mujeres, una sarta de mentiras y la destrucción de Libia

Fuentes: Middle East Monitor [Foto: la entonces Secretaria de Estado estadounidense Hillary Rodham Clinton (D) habla con Susan Rice (I), entonces embajadora de Estados Unidos ante la ONU. Michael Nagle/Getty Images North America)]
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Hillary Clinton, Susan Rice y Samantha Power fueron las tres principales defensoras de la guerra contra Libia en 2001 que provocó desde entonces la caída libre de esta nación norteafricana. En febrero de 2011 hubo manifestaciones en algunas ciudades libias contra el gobierno del difunto Muammar Gadafi en lo que se conocería como la “Primavera Árabe” que se extendió por la zona. Sin embargo, la prometida primavera de Libia se convirtió en un otoño destructivo durante el cual Gadafi fue asesinado el 20 de octubre de 2011 y Liba quedó sumida en el caos por cortesía de las tres mujeres.

La Secretaria de Estado Hillary Clinton desplegó todo cuanto disponía el Departamento de Estado para emprender la guerra pasando por encima tanto del Pentágono como de los servicios de inteligencia estadounidenses. Los altos cargos del Pentágono y el legislador demócrata Dennis Kucinich desconfiaban tanto de Hillary Clinton que incluso abrieron un canal oculto de comunicación con el gobierno de Gadafi para tratar de detener esa innecesaria guerra contra Libia. Sin embargo, Hillary Clinton gozaba de la confianza de Barak Obama y le estaba llenando de historias infundadas sobre el conflicto en Libia para convencerle de que autorizara la actuación del ejército estadounidense. En un momento dado el presidente Obama hizo que cualquier persona que quisiera hablar sobre Libia acudiera a Hillary Clinton.

En su campaña a favor de la guerra y el cambio de régimen Hillary Clinton utilizó primero todos los medios de los que disponía en su condición de Secretaria de Estado para que otros aliados de Estados Unidos apoyaran la intervención con el pretexto de “proteger a los civiles y las zonas habitadas por civiles” de Libia que supuestamente estaban bajo el asedio del gobierno. Encargó a Susan Rice, la representante permanente de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU, que hiciera campaña para asegurarse los votos necesarios en el Consejo y garantizar la aprobación de la Resolución 1973 que autorizaba vagamente el uso de la fuerza. El Consejo de Seguridad aprobó la Resolución con diez votos a favor y cinco abstenciones, incluidos los de Rusia y China. Al mismo tiempo, Samantha Power, que ostentaba un alto cargo en el equipo de seguridad del gobierno de Obama, se ocupó de vender la guerra dentro del gobierno como una “intervención humanitaria” .

Para Hillary Clinton, que había fracasado en casi todos los trabajos que había desempeñado, promover la guerra contra Libia en 2011 significaba utilizar sus habilidades no sólo como la diplomática de más alto rango de Estados Unidos, sino también como mentirosa prolífica. Mintió al menos dos veces, al pueblo y a los legisladores estadounidenses, simplemente al falsear cuál era la situación sobre el terreno en Libia en aquel momento y al afirmar que el cambio de régimen en Libia no era desde un principio el verdadero objetivo de la intervención militar. Incluso después de que la OTAN empezara a bombardear, cerró la puerta a cualquier mediación o a que el gobierno libio explicara su posición.

Tres años más tarde Hillary Clinton siguió tergiversando lo ocurrido en Libia, incluso cuando ya no era Secretaria de Estado. En sus memorias Hard Choices, [Elecciones difíciles] publicadas en 2014, Hillary Clinton omitió el papel que había desempañado la OTAN en el cambio de régimen al afirmar que los rebeldes libios habían tomado Tripoli “para finales del verano de 2011”, sin mencionar la intervención de la OTAN. En aquel momento de la guerra en Libia los bombardeos de la OTAN sobre este país se había expandido de forma generalizada, más allá de la misión declarada de “proteger a los civiles” como exigía la Resolución de la ONU. El cambio de régimen se convirtió en el objetivo final. El propio presidente Obama mintió o fue engañado por su propia Secretaria de Estado para que mintiera. En el discurso sobre Libia pronunciado el 23 de marzo Obama afirmó que la tarea que se había asignado al ejército estadounidense era la de “proteger al pueblo libio de un peligro inmediato” estableciendo una zona de exclusión aérea, que no pretendía ampliar esa misión e incluir el “cambio de régimen” puesto que, según Obama, sería un “error”.

Foto: El Secretario de Estado John Kerry habla con la embaladora estadounidense ante la ONU Samantha Power en una reunión del Consejo de Seguridad sobre antiterrorismo en la sede de la ONU el 30 de septiembre de 2015 en la ciudad de Nueva York. [Spencer Platt/Getty Images]

Susan Rice, la diplomática estadounidense en la ONU, trató de matizar las mentiras de Clinton en el Consejo de Seguridad pronosticando una masacre en el este de Libia. El caso es que el gobierno libio estaba respondiendo en aquel momento a la rebelión armada como habría hecho cualquier gobierno. Ni siquiera a día de hoy existen pruebas que apoyen la afirmación de que Gadafi estaba planeando, y mucho menos ejecutando, masacre alguna en ninguna parte de Libia.

La mayoría de los libios todavía recuerdan a Susan Rice, una vez que el Consejo de Seguridad adoptó la Resolución 1973, abrazando al representante de Libia, que había desertado previamente. Esta escena, en la que se ve a un lloroso Abdurrahman Shalgham abrazar a una Rice de aspecto sombrío, se convirtió en objeto de sarcasmo y ridículo. Algunos partidarios de Gadafi incluso la interpretaron como una prueba más de la “conspiración” contra Libia.

Cuando Samantha Power vendió la guerra entre las filas del gobierno Obama, utilizó la baza de la historia para el presidente Obama tuviera miedo de no actuar y fracasar. Exageró lo que estaba ocurriendo en Libia e incluso lo comparó con el genocidio de Ruanda de 1994 en que fueron asesinadas casi un millón de personas. El objetivo de mencionar la experiencia de Ruanda era provocar la más firme reacción en Obama, un demócrata, lo mismo que Bil Clinton, bajo cuya mirada se llevó acabo la masacre de Ruanda. El mundo descubrió más tarde que Bill Clinton sabía lo que estaba ocurriendo en Ruanda, pero eligió ignorarlo. Al parecer, lo que quería Samantha Power al comparar Libia con Ruanda era advertir a Obama de que no ignorara Libia y fuera acusado de mentir, algo que de todos modos hizo en el caso de Libia.

Cinco años después, en 2016, Obama admitió en una entrevista que intervenir en Libia había sido su “peor” error y culpó a los británicos y a los franceses en vez de a sus propios asesores. Nunca se ha pedido a ninguna de sus tres asesoras que asumiera responsabilidades y respondiera a graves acusaciones por el fiasco de Libia. En vez de ello Samantha Power fue nombrada posteriormente embajadora de Estados Unidos ante la ONU antes de incorporarse a una de las principales universidades estadounidense, nada menos que Harvard. Susan Rice es investigadora en la American University de Washington, mientras que Hillary Clinton aspiró a la presidencia de Estados Unidos y perdió frente a Donald Trump en 2016.

Mustafa Fetouri es un académico libio y periodista independiente. Ha sido galardonado con el premio Libertad de Prensa de la Unión Europea.

Fuente: https://www.middleeastmonitor.com/20201015-three-women-loads-of-lies-and-the-destruction-of-libya/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.