La semana pasada Bush cometió otra de sus tropelías al nombrar a John Negroponte en el cargo de Director de Inteligencia Nacional. Había sido nombrado, hace apenas ocho meses, Embajador en Bagdad y fue el arquitecto de la opereta bufa de las elecciones fraudulentas con las que se pretendió camuflar la ocupación del territorio iraquí […]
La semana pasada Bush cometió otra de sus tropelías al nombrar a John Negroponte en el cargo de Director de Inteligencia Nacional. Había sido nombrado, hace apenas ocho meses, Embajador en Bagdad y fue el arquitecto de la opereta bufa de las elecciones fraudulentas con las que se pretendió camuflar la ocupación del territorio iraquí por tropas extranjeras. Antes había sido Embajador ante las Naciones Unidas.
Según The New York Times el principal mérito de Negroponte como Virrey de Irak fue poner de acuerdo a una parte de los sunitas, una minoría de chiítas y a los kurdos para que aceptasen la mascarada comicial. También eliminó las contradicciones entre el gobierno usurpador y la jerarquía de las tropas de sojuzgamiento de la neocolonia. Paul Bremer, anterior virrey, y el general Ricardo Sánchez, anterior jefe supremo de las fuerzas de ocupación, mantuvieron serios antagonismos durante la anterior cúspide de la satrapía. La tarea que le tocaría ahora a Negroponte, dentro de Estados Unidos, sería poner de acuerdo a Rumsfeld con la CIA y al FBI con la DEA y a todo el mundo consigo mismo.
Pese a ser una figura controversial los estimados de prensa dan por segura la confirmación de su nombramiento por el Senado. Negroponte no es un extraño para la comunidad de inteligencia. Ha trabajado para la Agencia Central de Inteligencia durante muchos años en sus diversos cargos diplomáticos. Fue embajador en Honduras de 1981 al 85. Durante su ejercicio fundó la espantosa base de El Aguacate, centro de detención y torturas, con la cooperación de la CIA y de militares argentinos. Allí se entrenaba a los contras nicaragüenses. En agosto de 2001 unas excavaciones descubrieron los restos de 185 personas, incluyendo dos norteamericanos, quienes habían sido torturados y asesinados en aquél horrendo lugar.
Negroponte, con ayuda de la CIA, contribuyó a crear el Batallón 316 que secuestró, martirizó y exterminó a cientos de patriotas. Negroponte puso en contacto a traficantes de armas con militares hondureños y logró que el presupuesto de la ayuda militar norteamericana a Honduras creciera de cuatro a setenta y siete millones de dólares anuales. Negroponte ha sido denunciado como responsable de violaciones de derechos humanos por funcionarios de su propia misión diplomática. Negroponte negó tener conocimiento sobre la suerte corrida por 32 monjas salvadoreñas que se habían refugiado en Honduras tras el asesinato del obispo Oscar Romero. Luego se supo que las monjas habían sido secuestradas, violadas y lanzadas desde helicópteros, todo lo cual era del conocimiento y probable intervención de Negroponte.
En la última audiencia senatorial para confirmar a Negroponte como embajador en Irak se realizaron numerosas manipulaciones para evitar el testimonio de siniestros malhechores como Luis Alonso Discua Elvir, quien fue dirigente del siniestro batallón 316 en tiempos de Negroponte y pudiera dar testimonios horrendos que hubiesen impedido la designación que Bush reclamaba. En aquél momento Los Angeles Times denunció que al embajador alterno de Honduras en Naciones Unidas se le había revocado su visado de manera que no pudiera ser citado a declarar ante las audiencias del Senado.
Negroponte colaboró estrechamente con el jefe del ejército hondureño, general Gustavo Álvarez Martínez en la consolidación del terrorismo de estado, de la desaparición de centenares de hondureños y salvadoreños, en la tortura, interrogatorio y asesinato de patriotas que solamente deseaban ver a su país libre del dominio extranjero y de la opresión de la oligarquía nacional.
A Negroponte se le asocia con el asesinato de cuatro monjas de la congregación Maryknoll, de Nueva York: Ita Ford, Maureen Clarke, la ursulina Dorothy Kazel y la misionera Jean Donovan hallados en El Salvador. También con el del sacerdote jesuita estadounidense James Carney, quien fuera desaparecido por los militares hondureños en septiembre de 1983. Sus restos fueron exhumados en enero de 2004 en una de las bases usadas por los contras, con el asentimiento de Negroponte.
En su nuevo cargo de Director de Inteligencia Nacional, Negroponte dependerá directamente del Presidente y coordinará las otras catorce dependencias dedicadas a la inquisición, el sabotaje y el terrorismo de Estado. El presupuesto total de estas oficinas es de 40 mil millones de dólares anuales y en conjunto disponen de 200 mil agentes. Porter Goss, el flamante director de la CIA, estará subordinado a él.
Negroponte es un vástago de la aristocracia de Nueva Inglaterra. Nació en el seno de una adinerada familia propietaria de una flota de navíos de carga. Se educó en los centros de la elite: Exeter, Yale. Comenzó su carrera diplomática en Hong Kong, observatorio para escudriñar el interior de China, donde es probable que fuese reclutado por la CIA. Lógicamente se le destinó a Vietnam en tiempos de la guerra. Tuvo desavenencias con Kissinger y pasó un período en embajadas de poca importancia pero fue rescatado en la época de Reagan y enviado a Honduras, donde organizó a los contras nicaragüenses y a la contrarrevolución centroamericana. Ese es el espantoso endriago que desde ahora va dirigir la información destinada a expandir el hegemonismo del imperio.