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Al Qaeda en Siria: el enemigo perfecto, la amenaza real

Fuentes: Fortress Europe

Traducido por Lucía Alba

ALEPPO – «Policía de infieles, esperad alauíes, venimos a cortaros el cuello. chiíes, ¡venimos a degollaros!». El que canta no es un joven sirio. Por el acento podría ser saudí. Barba frondosa, camisa a cuadros y chaquetilla morada. Sujeta el micrófono frente a la multitud y canta lo que ya se ha convertido en todo un éxito: el himno contra los chiíes de las brigadas de Al Qaeda en Siria. » Nuestro jefe es Bin Laden. Nuestro jefe es el mullah Omar. Hemos destruido América. ¡Un avión comercial redujo a polvo las torres gemelas!». Es un video rodado en Taftanaz, en la provincia de Idlib, y subido a Youtube. Wassim lo pone en pausa y me llama la atención sobre un fotograma en el que se leen eslóganes de solidaridad con Al Qaeda en Mali. Vuelve a darle a play. Alrededor del cantante se ven decenas de jóvenes y chiquillos que hacen ondear las banderas negras de Al Qaeda y repiten a coro los eslóganes: «Nos llamáis terroristas, pero así solo nos honráis». Y de nuevo, «¡os degollaremos, chiíes, os cortaremos el cuello!».

Hay una gran diferencia entre los eslóganes del 2011 del movimiento no-violento sirio y las palabras del odio que ha infectado la Siria en guerra. Wassim es uno de los pocos activistas del movimiento civil sirio que quedan en Aleppo. Durante un rato aún bromea canturreando la canción, después apaga el ordenador, enciende un cigarrillo y se pone serio. «Cuando empezó la revolución cantábamos «uno, uno, uno. El pueblo sirio es uno». Hoy eso se ha acabado. Los activistas desde fuera dirán que no es cierto, que la sociedad siria es moderada y tolerante y que el sectarismo, al cual el régimen se ha aferrado para salvarse, no obtendrá la victoria. Puede que eso todavía sea cierto para nosotros los civiles, pero no para quien ha tomado las armas. Al menos un tercio de los combatientes del Ejército Libre cree que está luchando en una guerra contra los alauíes y en general contra los chiíes, cómplices de las alianzas de Bashar con Irán y Hezbollah. Son chicos sencillos, de las clases más pobres, no están instruidos y las armas les han hecho perder el norte, se han vuelto feroces. Matar se ha convertido en algo banal. Solo quieren la sangre del enemigo».

Es como si el régimen hubiera activado una bomba de relojería. Desde el principio de las protestas, Assad ha jugado a dividir a la población, bombardeando los barrios suníes desde los barrios alauíes y enrolando entre los alauíes a sus escuadrones de la muerte. Y ha bastado poco para que volviera a surgir un odio secular, hijo de las muchas guerras del pasado entre suníes y chiíes. Y si la guerra sectaria representa la deriva de una parte de los jóvenes del Ejército Libre, para las milicias de los islamistas radicales es una orden, una certeza, una doctrina. Para ellos, alauíes y chiíes son el enemigo, los infieles, son aquellos cuya sangre debe lavar la sangre de los 150.000 martines suníes, masacrados durante estos dos años por las fuerzas del régimen. Lo dicen sus canciones. Y lo dicen los jóvenes que han luchado a su lado.

Abu Abed es uno de ellos. Hace dos años era solo un estudiante de ingeniería con una gran pasión por el fútbol. A las primeras manifestaciones iba junto a Wassin. Después tomaron caminos distintos. Wassim continuó con el activismo civil. Abu Abed pasó a las armas. Y lo mismo hicieron sus hermanos. Una familia entera en armas: cinco hijos, todos en el frente. Él con su brigada, que montó con una decena de amigos. Los otros cuatro con las dos principales formaciones de Al Qaeda en Siria: dos con la Dawla al-Islamiya fi al-Iraq wa-l-Sham(Estado Islámico en Iraq y en la Gran Siria) fiel al emir Abu Bakr Al Baghdadi en Iraq, y dos con la Jabhar al Nusra (El frente de la salvación) dirigida por Mohammad al Julani y fiel a Ayman Al Zawahiri. En competición y conflicto entre sí, las dos formaciones tienen sin embargo en común el proyecto de crear un califato islámico en Siria. Por eso no reconocen la autoridad de la oposición siria, ni tanto menos la cúpula del Ejercito Libre, aun colaborando con ellos sobre el terreno en algunas operaciones militares.

Aún siendo fuerzas minoritarias (se estima que entre las dos no alcanzan el 10% de las fuerzas armadas de la oposición) los qaedistas en Siria están dando mucho de que hablar por los éxitos militares obtenidos gracias a la experiencia de sus veteranos de guerra y al uso de atentados suicidas contra los emplazamientos del régimen. Aún así no hay duda de que entre las dos, Jabhat al Nusra goza de una mayor popularidad entre los civiles. Tanto porque cuenta entre sus filas con más sirios que extranjeros, como porque tiene una presencia sobre el territorio a través de actividades sociales y humanitarias, así como tribunales islámicos que han devuelto el orden y la seguridad a las zonas que controlan. Al contrario, la Dawla Islamiya es vista con terror por buena parte de los civiles sirios, tanto porque está compuesta mayoritariamente por combatientes extranjeros que no conocen el país, como por el fanatismo con que administra sus territorios en la ciudad de Raqqa y en las campañas de Aleppo y Idlib, donde cada sospechoso de colaborar con el régimen es pasado a cuchillo sin el más mínimo proceso.

Abu Abed ha participado en muchas operaciones militares con los hombres de la Dawla Islamiya. «Son casi todos extranjeros, la milicia más importante es la de los Kavkaz, los chechenos, pero hace justo una semana se retiraron de la brigada, acusándoles de ser demasiado extremistas, y ¡si lo dicen ellos! Los demás son sobretodo libios, tunecinos, argelinos, y luego muchos jóvenes de Pakistán, Australia y Europa. Controlan la zona y la frontera de Atma, desde la que introducen clandestinamente las armas y los voluntarios que llegan de fuera. Muchos son buenos chicos. Vienen aquí con la idea de defender la comunidad suní y crear el califato islámico. Pero entre ellos hay de todo. Conocí a un tipo de Daghestan que todavía tiene un gran tatuaje de la cruz en el antebrazo. Me dijo que hace un año estaba en la calle en Moscú, alcoholizado. Luego conoció a un checheno, dejó de beber, se convirtió y vino aquí a luchar. Otro, un tajiko, un hombre de 50 años pero que aparenta del doble, empezó a luchar hace 30 años, cuando solo tenía 19. Treinta años en la Yihad. ¿Te lo imaginas? Estuvo en Afganistán, en Iraq, Chechenia, Somalia, y antes de venir aquí estaba en Mali. Con gente así, tienen experiencia militar de sobra. Son los más fuertes en la batalla. Y además tienen un montón de armas, no sé de donde les llega tanto dinero».

Abu Abed lo dice sonriendo. Dice que no hay de que preocuparse, que son fanáticos, sí, pero que todo acabará cuando acaben con el régimen. «Nosotros los sirios somos un pueblo moderado. Yo también soy islamista, pero islamista moderado, ¡estamos en el siglo XXI! Y además debes saber que muchos chicos sirios se enrolan en la Dawla Islamiya o en la Jabhat al Nusra solo para tener las mejores armas. Son los mejor abastecidos, te pagan también un sueldo mínimo, más o menos 5000 liras (20 euros) al mes. Conozco a un grupo de amigos que está con ellos y luego fuma a escondidas, porque para ellos también los cigarrillos son haram. Para muchos sirios esto del islamismo se ha convertido en una especie de moda, no tienes que preocuparte».

Y sin embargo, en los diez días que llevo en Aleppo, Abu Abed ha rechazado presentarme a sus amigos de la Dawla Islamiya. Por miedo a que pudiera pasarme algo. «Están un poco paranoicos. Basta que piensen que eres un espía para que te maten». Los que más miedo les tienen son los activistas del movimiento civil. En Aleppo los hombres de la Dawla Islamiya no se ven por la calle casi nunca, o nunca. Y sin embargo los chicos con los que yo me muevo tienen miedo continuamente. De ser parados por la calle, detenidos y tal vez de acabar frente a una corte islámica por la simple sospecha de tener algo que ver con el régimen, puede que por el solo hecho de ser kurdo, cristiano o alawita. Y para los traidores solo hay una pena: la muerte. Y la muerte por espada, cortándote la cabeza.

Al principio pensaba que sus miedos eran exagerados. Cambié de idea el día en que vi ponerse pálido a Bushkin, cuando nuestro taxi pasó frente a un checkpoint de la Dawla Islamiya. Diez jóvenes, la cara oculta bajo pasamontañas negros y con los kalashnikov apuntando a nosotros. El taxista ralentizó y frenó. En el coche se hizo el silencio. Con la boca seca y el corazón en un puño, vimos a uno de los milicianos observarnos lentamente y luego dar un golpe en el capó con la mano, haciendo gesto al conductor para que se volviera a poner en marcha. Nos salvamos por un pelo. Si nos hubieran pedido la documentación, muy probablemente nos habrían secuestrado y puede que matado. Ya les ha ocurrido a decenas de activistas sirios y cientos de civiles, ajusticiados por una sospecha, una apostasía o la pertenencia a la minoría equivocada. El último que acabó en sus manos fue el padre Paolo dall Oglio. En la ciudad de Raqqa, donde tiene su sede el cuartel general de la Dawla Islamiya, los secuestros y ejecuciones son tantos que desde hace meses las manifestaciones de los ciudadanos ya no son contra el régimen sino contra los islamistas.

A pesar de ello, entre las brigadas del Ejército Libre parece prevalecer una injustificada actitud optimista. Khaled Hayani es un ex pescadero. Hoy está al mando de la milicia Shushada Badr. Circula en un suv negro de la BMW robado en algún concesionario de Aleppo. Gafas de sol Rayban y dos pistolas encajadas en el cinturón. De los islamistas dice «sí, los chicos a veces exageran, pero nos están ayudando mucho en las batallas gracias a sus atentados suicidas contra los checkpoints del régimen. En cuanto acabemos con Assad, nos encargaremos nosotros de ponerles la cabeza en su sitio».

Pero entre tanto tienen vía libre en el país. Gracias a sus atentados suicidas están conquistando muchos cuarteles militares, armas y municiones. Y en las montañas que hay sobre Ladhiqiya son los principales protagonistas de la batalla más importante. La que se lleva a cabo en las regiones costeras de los alauíes, la minoría a la que pertenece el presidente Bashar, la cúpula del ejército y buena parte de la mafia que controla el país desde hace 40 años. Según fuentes fidedignas, en agosto los islamistas consiguieron avanzar en algunos pueblos alauíes y, antes de batirse en retirada, cometieron masacres y tomaron prisioneros entre los civiles, causando al menos un centenar de víctimas. Esta es la gente de la que tendrá que desembarazarse la Siria libre cuando el régimen caiga, si cae. Y no todos están convencidos de que vaya a ser algo fácil.

Bassam es uno de ellos. Es un señor de unos cuarenta años, padre de dos hijos. Viste de camuflaje y lleva gafas de lectura. Y en el bolsillo lleva un bolígrafo junto con una pistola. Es parte de la oficina política de la milicia kurda Komala del Ejército Libre. Como laico y ex-dirigente del Partido Comunista Sirio, Bassam ve todos los riesgos de la islamización de la revolución. «Eramos un movimiento laico, interconfesional, democrático, no-violento. De ese movimiento no ha quedado nada. Nada. Miles de los nuestros fueron asesinados en las manifestaciones, miles han sido detenidos y miles han huido al extranjero como refugiados. Hoy en el Ejército Libre los laicos no llegan al 1%. ¿Pero que podíamos hacer? ¿Dejarnos matar, hasta el último hombre? ¿Avanzar con rosas contra los tanques? Han matado a mujeres, niños, ancianos, no tienen piedad. ¡Y qué vamos a pretender del pueblo! Nuestros combatientes son chicos pobres, campesinos, no tienen educación. Y frente a la ferocidad del régimen, se aferran a la única ideología que conocen: la religión. Durante 40 años, Siria ha sido mantenida lejos de cualquier idea política. La única palabra para definir lo que están haciendo es Yihad. Y esto tanto por la fuerza de los hombres de religión, como por la debilidad del estado laico. Esto es lo que más me duele…»

Bassam se interrumpe durante un instante. Tiene un nudo en la garganta. Me mira con una mezcla de rabia e desazón. Sabe que pase lo que pase, habrá perdido. Y con los ojos llenos de lágrimas añade: «Mi destino está escrito. Moriré en la batalla. Tal vez mañana, tal vez en un mes. Pero moriré feliz, pensando que mi muerte habrá servido para darle un futuro mejor a mi hijo. Y sin embargo mi hijo me traicionará. Estará solo cuando llore sobre mi cuerpo. Y algún imam irá a consolarle, y poco a poco le volverá ciego, hasta que lo convenza de ir a Italia a hacerse estallar por el bien del mundo. Y cuando tu hija muera en ese atentado, no podrás quejarte a nadie. Porque los únicos responsables de esta tragedia sois vosotros, que durante dos años permanecisteis impasibles ante la masacre de nuestro pueblo, vosotros que no apoyasteis al frente laico y liberal de la oposición, vosotros que permitisteis que los únicos que llevaran las de ganar fueran los islamistas radicales y sus financiadores ocultos».

Pero, ¿cómo se ha llegado a todo esto? Abu Faisal tiene las ideas claras. Es un comandante de una de las brigadas más fuertes del Ejército Libre, la Liwa Tawhid, islamistas moderados financiados por Qatar y bien vistos por los americanos. Para él hay un solo responsable, y es el régimen. «Durante seis meses, en 2011, nos manifestamos pacíficamente, con la policía disparando sobre nosotros. En junio de ese año, el régimen ordenó una amnistía para los prisioneros políticos. Parecía una apertura, pero de hecho sirvió para poner el libertad a cientos de hombres de Al Qaeda, que el régimen había maniobrado en los años anteriores por los atentados en Iraq. Sus milicias aún son minoritarias, y aún así en estos dos años han crecido mucho. Me pregunto quien los financia. Me pregunto si es casualidad que les llegue tanto dinero y tantas armas. Me pregunto si es casualidad que entre sus muhajirin la mayor parte sean precisamente chechenos, los enemigos de Putin. Hay a lo mejor un millar en Siria. ¿Quién los controla? Es legítimo preguntárselo, después de todo el régimen es el principal beneficiario de su presencia. Necesitaba un enemigo para cerrar filas. Necesitaba un monstruo para decirle al mundo: o ellos, o yo. Y debo decir que le está saliendo bastante bien. Porque en este momento nosotros no tenemos fuerzas como para luchar en dos frentes. Y tenemos que concentrar nuestros esfuerzos contra el régimen. Pero en cuanto tomemos Damasco, por fuerza tendrá que empezar una segunda guerra contra ellos. Siria nunca será gobernada por estos fanáticos».

Fuente: http://fortresseurope.blogspot.it/2013/09/al-qaeda-in-siria-il-nemico-perfetto-la.html