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Algarabía en el PP

Fuentes: El Otro País

Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España
Miguel Hernández

El PSOE está triste y algo alicaído, encerrado en su pequeña Moncloa de barro y estadísticas de terciopelo. Nadie le ha invitado a la algarabía que está montando el PP, también llamados Populares, por las sedientas tierras de España. Cada mañana, al ritmo marcial de la COPE y los necios tirantes de El Mundo, aprietan sus correajes de espanto, se esculpen el perfil de gomina, ajustan el refajo y se lanzan al circo máximo con un nuevo espectáculo, luz y sonido, el acontecimiento del día. Vive la derecha nacional-católica, quizá sin saberlo, en la más absurda cultura de la posmodernidad líquida, de lo liviano y sutil, de la nada que nadea, recreándose en titulares efímeros y declaraciones en fa mayor que no perduran más de veinticuatro horas. Esfuerzo baldío, tierra baldía. La ruptura de España está al caer, anuncian sin despeinarse, se ve ya la grieta por Burgos y Navarra, del mismo modo que se separaba la península ibérica de Europa en aquella novela de Saramago; la educación pública, vociferan, está en manos de rojos, masones y demás ralea pedagógica (pese a que florezcan los colegios de ideario y crucifijo que educan en valores eternos), y los inversores extranjeros escapan ante los graves momentos de inestabilidad. La gran banca oye estas campanas de sacristía y sonríe con descaro de dividendo mientras cruza por la pasarela Cibeles de sus beneficios. Mientras esto acontece sin remedio ni tregua, el personal -ajeno, en su mayoría, al trivial espectáculo- prepara la excursión de semana santa y los puentes de mayo. El electorado es así. El sensible gobierno de la izquierda -las palabras, privatizadas, han cambiado de significado- luce palmito altanero -dama antigua recién ofendida-, un No a la guerra en la solapa (será por Afganistán) y acusa al PP, también llamados Populares, de crear un clima permanente de crispación. Lo que importa, parece ser, es el clima, el ambiente. Utilizamos las palabras con total impunidad e indiferencia, como el que contempla las maletas del prójimo -incluso la propia- en una cinta transportadora. Carpe diem.

Es norma y facultad de los gobiernos -dice la mercadotecnia inventada en EE.UU., años 50- marcar la agenda política. Para eso tienen el poder y tocan las cuerdas que mejor suenan. En la actualidad, y pese a las constantes y cansinas apariciones del secretario de organización del PSOE, el ministrín Blanco, el gobierno ha perdido la iniciativa política y camina, arrastrándose, por la senda empedrada que marca la derecha montaraz. Desde Felipe II hasta hoy, sin exagerar, la agenda, es decir, qué hay que hacer y cuándo, siempre la ha marcado la derecha, todas las derechas. González, el atento alabardero de Polanco y ocasional joyero, habla de ambiente prebélico. Polanco, ex de Barreiros, declara que la derecha actual le recuerda al franquismo por el uso y abuso de la bandera. Tiene razón, él conoció bien el régimen. En aquella época labró su fortuna de papel. Rodríguez Zapatero, efecto under dog, el chico bueno apaleado, tiene suerte. Polanco ha pasado de discreto enemigo a coyuntural aliado en el tiempo que dura un consejo de administración. La actual guerra santa (católica), una verdadera yihad económica entre familias y posiciones de clase, está produciendo desgarros intestinales entre las elites. Andan de Opa´s. El PSOE está triste igual que su candidato madrileño a la alcaldía y los llamados Populares (el somatén y sus aliados) buscan todavía explicaciones a su inesperada salida del gobierno tras las bombas de Atocha. El que no corre vuela. Los estrategas del PSOE siguen confiando en la vieja máxima cuanto peor, mejor; los adalides del PP, bronceado y zumo de naranja, anuncian buenos resultados electorales gracias al desgaste gubernamental. A uno y a otros, teóricos de la nada y la sociología electoral, hacedores de lluvia ácida y cálculos porcentuales de intención de voto, quisiera yo haberlos visto en Stalingrado.

En El PP están de fiesta. En Génova, al caer la tarde, un redoble de tambores anuncia el orden del día. Al compás de Marcial eres el más grande, Rajoy con montera y capote de paso, esquivando cuchillos, abre las reuniones.