Recomiendo:
0

Algunas reflexiones sobre las jornadas del 25 y el 26 de septiembre

Fuentes: Rebelión

Las jornadas del 25 y 26 de septiembre definen con claridad las condiciones del inicio de las movilizaciones de este otoño que ha comenzado caliente. La convocatoria del 25S «Ocupa el Congreso», con sus sucesivas versiones y manifiestos, ha hecho correr ríos de tinta entre las diversas organizaciones de la izquierda y ha sido objeto […]

Las jornadas del 25 y 26 de septiembre definen con claridad las condiciones del inicio de las movilizaciones de este otoño que ha comenzado caliente.

La convocatoria del 25S «Ocupa el Congreso», con sus sucesivas versiones y manifiestos, ha hecho correr ríos de tinta entre las diversas organizaciones de la izquierda y ha sido objeto de una criminalización previa por parte del PP rayana en el delirio.

El miedo jugó su papel e hizo que muchas personas se quedaran en casa; en otras – entre ellas asambleas populares y organizaciones de diferente perfil ideológico – la desconfianza acerca de los contenidos y las formas de la convocatoria primó en la decisión de no asistir. A pesar de todo ello, no menos de 25.000 nos agolpamos en la Plaza de Neptuno y aledaños, mostrando varias cosas con claridad:

– El acierto al identificar al poder político como responsable directo de los ataques al pueblo. Hecho éste que, en sí mismo, deja reducido a hojarasca el discurso «antiglobalizador» de la desaparición del Estado y de lo innecesario de tomar el poder.

– El nivel de confrontación con el poder de sectores crecientes de la población – incluyendo a personas desorganizadas y que han adquirido conciencia en poco tiempo – es lo suficientemente grande como para ir superando el temor a la represión.

– Que la misma convocatoria. realizada con mayor claridad política y con la participación de las organizaciones y colectivos que hubieran compartido los contenidos, habría tenido mayor seguimiento.

El Ministerio del Interior y la Delegación del Gobierno habían preparado una inmensa encerrona y un montaje de provocación para «justificar» una violencia policial propia de los años más duros de la Dictadura. La brutalidad era parecida, pero se produjeron algunas novedades: por dos veces, sendas filas de antidisturbios de a dos en fondo (no más de 30) y con todos sus pertrechos, atravesaron por el medio de la plaza, entre la multitud congregada que – atónita – se desgañitaba gritando: ¡Fuera, fuera! La provocación no cuajó, nadie les tiró una botella, ni les agredió, pese a que estaban literalmente rodeados. Esa vez falló, pero había otras que no podían fracasar porque los provocadores y los supuestos provocados eran todos policías. Afortunadamente ahora hay medios de comunicación en poder del pueblo que desenmascaran las burdas farsas preparadas para desencadenar la represión. Algunas de las manifestaciones del salvajismo de la policía pueden verse en este video:

A pesar de las inútiles maniobras policiales para evitar ser grabados en situaciones «incómodas», como sucedió cuando los antidisturbios llegaron a los mismos andenes de la estación de Atocha para continuar su orgía de golpes, pelotazos y salvas de pólvora apoyados por los «compañeros» de la seguridad privada de la estación.

Entre la multitud de escenas de solidaridad ante la barbarie prodigadas a lo largo de la noche, una emergió del anonimato: la del dueño de un bar que protegiendo con su cuerpo a las personas que allí se habían refugiado, se enfrentó a la policía y les impidió la entrada[1].

Las treinta y cinco personas detenidas y las 64 heridas dan cuenta de la monumental masacre y, también, de la valentía y capacidad de resistencia de sectores importantes de este pueblo.

El balance en la calle es nítido. Es el de un Gobierno acorralado, un Estado corrupto en descomposición, un Presidente que, mientras su país se hunde, no tiene mejor ocurrencia que hablar en la Asamblea de la ONU de Gibraltar, una oligarquía económica y financiera que, mientras protagoniza una gigantesca fuga de capitales, impone a los gobiernos el mayor expolio a las clases populares, no tiene más lenguaje que el del terror, ni más instrumento de gobierno que la represión. Pero ni aún eso lo controla. El intento del Ministerio del Interior de imputar a las personas detenidas por delitos contra altos organismos del Estado – castigados con penas de entre tres y cinco años e cárcel – ha sido rechazado por la propia Audiencia Nacional que a través del juez Santiago Pedraz informa que no observa delito alguno que sea de su competencia.

Todo indica que al Gobierno le ha salido el tiro por la culata. La violencia desmedida de la policía no ha servido para amedrentar, sino para hacer subir varios grados la indignación popular. Las pruebas de la burda provocación se han difundido masivamente y deben formar parte de las denuncias que deben realizarse, junto con las de las personas masacradas – asistentes o no a la concentración.

Al día siguiente empezaba la huelga general convocada por la mayoría sindical vasca (todos los sindicatos de clase y la ausencia de CC.OO. y UGT). Los datos ofrecidos indican que ha sido todo un éxito y que las manifestaciones convocadas han sido multitudinarias. Pero además se han producido dos hechos de gran significación que, obviamente, no aparecen en los medios de manipulación masiva:

– El día 26 de septiembre también había convocatoria de huelga general en Grecia – con un seguimiento masivo – que fue precedida por un importante Comunicado conjunto del PAME y LAB. En él, junto al llamamiento a los pueblos de Europa a la lucha, se destaca: «Es necesario igualmente impulsar un sindicalismo de clase, que tenga en la lucha su mayor seña de identidad, rechazando de plano el modelo sindical pactista y claudicador que se ha dado de forma mayoritaria en Europa durante los últimos años, desideologizando a amplios sectores de la clase trabajadora, y que a través discurso sobre el «diálogo social» ha intentado dar un «rostro humano» al capitalismo, algo que se ha demostrado que es imposible».

– Mientras el descrédito de los partidos institucionales avanza imparable y el Congreso de los Diputados era tratado de «Cueva de Alí Babá!» por las personas concentradas a sus puertas, Sabino Cuadra, diputado de Amaiur, era golpeado por la policía – a pesar de exhibir su credencial – mientras participaba en un piquete de huelga junto a lxs trabajadorxs de su pueblo. El poder sabe muy bien por qué centra sus mejores esfuerzos en mantener separados al pueblo vasco del resto de los pueblos del Estado. El Financial Times recogió la imagen[2].

En varios lugares del Estado el sindicalismo de clase realizó de forma unitaria manifestaciones en solidaridad con la huelga de la clase obrera vasca. En Madrid la manifestación convocada conjuntamente por los sindicatos del Bloque Unitario y la plataforma «Hay que pararles los pies» reunió al menos 10.000 personas. En la marcha se unieron miles de jóvenes que entendieron la necesidad de la unidad y la coincidencia de objetivos con la convocatoria realizada en protesta por la brutalidad policial y exigiendo la libertad de las personas detenidas la noche anterior. Se producía, de forma espontánea, la unidad del movimiento obrero combativo y el movimiento popular convocado a «rodear el Congreso» el 25 de septiembre.

Pero no todo fue confluencia y unidad. El intento del sindicalismo alternativo de realizar el 26S huelgas parciales en el transporte (metro, autobuses y RENFE) coincidiendo con la huelga vasca, se encontró con la negativa absoluta de los sindicatos de CC.OO. y UGT presentes en el sector, a que se produjera la coincidencia en las fechas.

Por otra parte, se dio la paradoja de que, a la llegada de la manifestación sindical a Neptuno, mientras una parte de lxs allí congregadxs – convocadxs por el 25S – se unían de forma natural al cortejo y coreaban las consignas, otra parte permanecía ajena y separada de la manifestación. Este hecho insólito, por cuanto se compartían de forma general los objetivos y los lemas, solamente puede explicarse desde las posiciones de algunas organizaciones que, si bien convocaban a la concentración del 25S, mantienen la defensa a ultranza de CC.OO. y consideran al sindicalismo alternativo como un enemigo a batir.

Algunas conclusiones:

Las movilizaciones del 25 y el 26 de septiembre marcan el ascenso de la lucha de clases en el Estado español. La brutal represión no ha conseguido su objetivo de sembrar el terror y acobardar a la gente.

La identificación del Congreso de los Diputados con la usurpación de la soberanía popular, debe conectarse con la ilegitimidad del sistema político surgido de la Transición, heredero de la Dictadura, con el rey a la cabeza. La respuesta a la crisis de una oligarquía corrupta y parasitaria contra las clases populares pone en primer plano del escenario político a las dos grandes tareas pendientes de los pueblos del Estado español: la emancipación de clase y sus derechos nacionales.

Los avances en la unidad de acción del sindicalismo de clase marcan un proceso que debe profundizarse con mayor grado de coordinación en las luchas. La coincidencia del sindicalismo de clase es necesaria pero no suficiente para que la clase obrera recupere su independencia del poder, secuestrada por las burocracias sindicales. El fortalecimiento de la conciencia y la organización obrera exige potenciar las asambleas como fuente del poder y la unidad de lxs trabajadorxs.

Tras el tortuoso proceso seguido por la convocatoria del 25S, la importante respuesta popular y la brutal (y previsible) represión policial, para las organizaciones que sabemos que nos encaminamos a una lucha larga y dura de confrontación política con el capitalismo aparece más necesario y urgente que nunca caminar en un doble sentido:

– Redoblar las fuerzas para construir poder obrero y popular desde la base y ello supone promover formas de organización que den respuesta a los problemas más acuciantes del pueblo. Ante un poder político que se desmorona, a todos los niveles, es preciso construir o reforzar experiencias organizativas en las que el pueblo asuma soberanamente la necesidad de dar respuesta a su propia supervivencia. Experiencias como la ocupación de tierras de Somonte o las de edificios enteros como los de las Corralas «La Utopía» y la «Alegría» en Sevilla, marcan el camino.

– Avanzar decididamente en los esfuerzos dirigidos a la construcción de un referente político, que necesariamente debe partir de cada pueblo, y que partiendo de la negativa radical al pago de la deuda y de sus intereses, defina el programa de ruptura con el régimen de la Transición, la expropiación de la banca, las grandes empresas y sectores privatizados, la planificación democrática de la economía con el objetivo prioritario de satisfacer las necesidades sociales, la salida de la OTAN y de la UE.

No hay atajos. Las manifestaciones, por masivas que sean, son sólo un termómetro del grado de indignación social. Avanzar en la construcción de la Alternativa al sistema exige organizar la fuerza social. Y la acumulación de fuerzas es imposible sin bases sólidas en cada centro de trabajo, en cada barrio y en cada pueblo y sin un marco político capaz de catalizar y articular ese poder.

[1] http://ecodiario.eleconomista.es/interstitial/volver/acierto/politica/noticias/4275879/09/12/Foto-Con-porra-no-entras-un-hostelero-se-enfrenta-a-los-antidisturbios.html

[2] http://zuzeu.com/2012/09/27/financial-times-egunkariak-sabino-cuadra-diputatuaren-argazkia-darama-azalean/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.