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La política de EEUU hacia Egipto

Antecedentes históricos y perspectivas

Fuentes: Rebelión

Cualquier estudio de las relaciones entre ambos países, nos arroja de manera concluyente, que no fue hasta después de la 2da Guerra Mundial que Estados Unidos, emergido como la gran potencia imperialista vencedora de Alemania y acreedora de sus aliados europeos de la guerra (Gran Bretaña y Francia) , comenzó desplazar a estas últimas y […]

Cualquier estudio de las relaciones entre ambos países, nos arroja de manera concluyente, que no fue hasta después de la 2da Guerra Mundial que Estados Unidos, emergido como la gran potencia imperialista vencedora de Alemania y acreedora de sus aliados europeos de la guerra (Gran Bretaña y Francia) , comenzó desplazar a estas últimas y a jugar un papel cada vez más determinante en las relaciones internacionales del área.

Desde finales del siglo XIX, exactamente en 1882 Gran Bretaña había impuesto a Egipto su «protectorado» y en las dos guerras mundiales de la pasada centuria, sus ejércitos dominaron el país y controlaron el estratégico Canal de Suez, punto estratégico fundamental en su sistema colonial de dominación. Después de la guerra y hasta 1952 el entonces Reino de Egipto continúo dependiente de los británicos, hasta la Revolución egipcia de los llamados Oficiales Libres que puso fin a la monarquía, de donde emergiera el movimiento nacionalista encabezado por Gamal Abdel Nasser.

En el año 1956, tropas israelíes, en contubernio con Gran Bretaña y Francia, invadieron la franja de Gaza y la Península del Sinaí, a la vez que los paracaidistas ingleses y franceses ocuparon Port Said. Se intentaba de esta forma derrocar al gobierno egipcio de Nasser, luego de haber nacionalizado el Canal de Suez y la agresión constituyo el último intento británico de mantener su predominio en el Cercano Oriente.

La acción concluyó con la retirada de los tres ejércitos invasores, luego que la Unión Soviética amenazó a Londres y Paris con un ataque nuclear y los Estados Unidos, no satisfechos con los resultados de la acción y la congruencia con sus propios intereses, se desentendieron con sus aliados europeos, que sin el paragua nuclear estadounidense no tuvieron otra opción que la retirada de territorio egipcio.

Se inauguraba de esta forma lo que la historia de la diplomacia estadounidense recogió con el nombre de «Doctrina Eisenhower», interpretado básicamente a partir de un conjunto de acciones yanquis en el Medio Oriente, tendentes a sustituir a las antes mencionadas antiguas potencias coloniales del área, amparados en la archiconocida «amenaza comunista». Momento que a la vez definió el inicio de una ayuda militar masiva norteamericana al Estado de Israel.

Durante la primavera de 1967 Israel lanzó un ataque, sin previa declaración de guerra, contra Egipto, Siria y Jordania, comenzando así la llamada Guerra de los Seis Días, en el que quedaron bajo dominio israelí los Altos del Golán de Siria, el Margen Occidental del Jordán y Jerusalén Este, territorios parte de un futuro Estado Palestino de acuerdo al Plan de Partición de 1948, ocupados hasta ese momento por tropas jordanas, así como la franja de Gaza y la península del Sinaí. Gaza territorio también palestino y el Sinaí de Egipto.

Las tropas israelitas ocuparon desde este momento la margen este del canal de Suez, en pleno corazón del territorio egipcio.

El Gobierno de Nasser, máximo representante de nacionalismo egipcio y árabe, muere en 1970 y Anuar El Sadat asume la presidencia egipcia.

En el mes de octubre de 1973 Egipto y Siria atacaron simultáneamente a Israel, era la festividad judía del día del Perdón. Los combates duraron tres semanas y en dos frentes distintos. El contraataque israelí cruzó, en Egipto, el canal de Suez sin recuperar la totalidad de los territorios antes ocupados a Egipto y llegó, en Siria, a 32 kilómetros de Damasco. En el mes de noviembre se firmó el alto el fuego en el kilómetro 101 de la carretera de El Cairo-Suez.

El año 1974 fue el de la firma de los acuerdos de separación de fuerzas, impulsado por Henry Kissinger, entonces Secretario de Estado, en el mes de enero entre Egipto e Israel, momento a partir del cual se intensifican las negociaciones entre ambos países, con EE.UU. como intermediario.

En 1975 Egipto e Israel llegan a un acuerdo interino que sería el presagio de un acuerdo de paz, discutido hasta nuestros días y considerado entonces, por la mayoría de los gobiernos árabes y sus pueblos como una traición a la causa palestina, a la vez que sacando a Egipto del frente directo de lucha, propiciaba los futuros ataques israelitas contra Siria y el Líbano.

El 19 de noviembre de 1977 Anuar el Sadat, presidente de Egipto, recogió el testigo de paz que le tendió el primer ministro israelí, Menajen Beguin, asistiendo a una sesión especial del parlamento israelí, Knesset. El gesto por la paz de Sadat (de traición para otros) inició un proceso de negociaciones entre Egipto e Israel que llevaron a los Acuerdos de Camp David de septiembre de 1978, bajo auspicios estadounidenses.

El 26 de marzo de 1979 en Washington, Egipto e Israel celebran el primer tratado firmado entre un estado árabe e Israel, los resultados fueron la devolución gradual de la península del Sinaí y el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países y convirtieron al Egipto, primero bajo el gobierno de El Sadat hasta su muerte en atentado perpetrado por miembros de los Hermanos Musulmanes y después en el gobierno de Mubarak, en el eje fundamental de la diplomacia estadounidense en el Medio Oriente.

Desde el punto de vista económico, diferentes administraciones estadounidenses concedieron a Egipto casi 70.000 millones de dólares a lo largo de las últimas tres décadas como compensación por su tratado de paz con Israel.

Luego de la situación revolucionaria que el pasado año 2011 culminó con el derrocamiento del Presidente Mubarak, la política estadounidense hacia Egipto logró apuntalar al Consejo Supremo de las Fuerza Armadas (CSFA) en el poder y al Mariscal Tantawi como su figura visible y a la vez comenzó a maniobrar ante las presiones del pueblo egipcio por el establecimiento de una plena democracia en el país y la salida de los militares del poder.

Según el informe del Congreso estadounidense del 1 de diciembre pasado, titulado, «Campaign and Elections», el gobierno de EEUU ha destinado «unos 200 millones de dólares, como punto de partida, a construir la democracia en Egipto», en un intento por «contrarrestar la influencia del Partido por la Justicia y la Libertad», partido político del Movimiento de los Hermanos Musulmanes.

El propio informe señala que grupos tales como el Instituto Republicano Internacional, uno de los tanques de pensamiento de los neocon estadounidenses, «estaba dedicado a impulsar en el país nuevos partidos políticos de línea occidental».

Teniendo en cuenta lo anterior, por una parte, EEUU pretende apoyar la supuesta transición a la democracia egipcia, aunque desprecia la anticipada victoria de los partidos islámicos. Por otra quiere preservar sus relaciones históricas con el ejército egipcio sin que se le vea apoyando abiertamente las tácticas del CSFA para corroer las verdadera transición democrática y a la vez mantenerse de una u otra forma a la sombra del poder.

El informe por otra parte advierte que muchos egipcios son «muy críticos del anterior apoyo estadounidense al régimen de Mubarak» y que el Egipto revolucionario muestra (su pueblo evidentemente) «resentimiento hacia Israel».

Por otra parte, las continuas declaraciones del Congreso, de mayoría republicana, han consolidado el prisma israelí a través del que se contemplan las relaciones entre Egipto y EEUU. Recientemente, el Comité de Asignaciones del Congreso votó para que se aprobara un paquete de ayuda para Egipto de 1.550 millones de dólares para el próximo año, aunque dependiendo de que el presidente certifique que el gobierno egipcio «no está controlado directa ni indirectamente por una organización terrorista extranjera» (en clara referencia a los Hermanos Musulmanes) y que «está aplicando plenamente el Tratado de Paz entre Egipto e Israel», así como que «está detectando y destruyendo la red de contrabando de armas por los túneles entre Egipto y la Franja de Gaza».

En su discurso en el Consejo de Relaciones Exteriores en Washington DC, la congresista Kay Granger (republicana por Texas), presidenta del Subcomité de Asignaciones para las Operaciones Estatales en el Exterior en el Congreso, que fue de quien partió el proyecto antes mencionado, declaró que «se sentía orgullosa de las disposiciones contenidas en el proyecto de ayuda» y que «si los Hermanos Musulmanes formaban el futuro gobierno de Egipto, entonces Egipto iba a estar gobernado por una organización terrorista». Cuando un miembro de la audiencia afrontó a esa declaración señalando que los HM no estaban en la «lista de terroristas» del Departamento de Estado, su respuesta fue que pronto estarían en ella «ya que los HM se oponen al tratado de paz con Israel».

Hoy es una realidad que el Partido por la Justicia y la Libertad, brazo político de los Hermanos Musulmanes ha obtenido la mayoría de los escaños en la Asamblea Legislativa Egipcia y junto con otro partido islamita, Al Nur, copan una proporción de escaños que les permitiría gobernar si las fuerzas armadas egipcias finalmente como han prometido entregan el poder.

Tenemos entonces que hacernos las preguntas obligadas: ¿Continuará la política de EEUU en Egipto y en todo el Oriente Medio al servicio de Israel? ¿Respetará la administración Obama la voluntad democrática del pueblo egipcio a favor de los movimientos islamitas? O se abre una vez más esa máxima imperial que afirma «Estados Unidos no tiene amigos, solo intereses».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.