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Entrevista

¿Antropoceno? Más bien «capitaloceno»

Fuentes: Sin permiso

En el debate de la crisis ecológica global, se habla cada vez más del Antropoceno, término resultante de la combinación de las palabras griegas «anthropos» (humano) y «kainos» (nuevo). Este concepto se refiere a la escala global del impacto de la actividad humana en la composición y funcionamiento del «sistema de la tierra». En su […]

En el debate de la crisis ecológica global, se habla cada vez más del Antropoceno, término resultante de la combinación de las palabras griegas «anthropos» (humano) y «kainos» (nuevo). Este concepto se refiere a la escala global del impacto de la actividad humana en la composición y funcionamiento del «sistema de la tierra». En su versión más común, la idea del Antropoceno se basa principalmente en consideraciones ecológicas. Esto apunta especialmente a la extinción acelerada de un mayor número de especies, la progresiva reducción de la disponibilidad de combustibles fósiles y el aumento de emisiones de gases de invernadero, incluidos el dióxido de carbono y el metano. Aunque se trata de un fenómeno muy reciente a escala geológica, ha quedado ya bien establecido que la actividad antrópica (es decir, de origen humano) es causa directa de estos fenómenos y ha influido profundamente en las transformaciones del medio ambiente a escala global.

La perspectiva de una «ecología-mundo», desarrollada por Jason W. Moore, no discute parte alguna de este cuadro desde un punto de vista descriptivo; logra, sin embargo, captar algunos otros aspectos que también están respaldados por algunos datos indiscutibles. El sociólogo norteamericano critica el relato «antropocénico» porque se centra sólo en los efectos de la degradación ecológica. De este modo, se está en realidad descuidando el análisis de las causas de ese deterioro, lo que hace por tanto más difícil identificar a los responsables de la crisis ecológica y buscar soluciones políticas al problema. Por el contrario, debemos ir a la raíz del asunto, reconociendo que el capitalismo, si bien no tiene disposiciones para ser un sistema respetuoso con el medio ambiente, es en sí mismo, inevitablemente, un sistema ecológico.

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