La reciente salida de Colin Powell de la dirección del Departamento de Estado norteamericano ha desatado toda una serie de comentarios y especulaciones en torno al rumbo que puede seguir la política exterior de Estados Unidos en los próximos cuatro años, bajo la presidencia de George Bush.Llaman poderosamente la atención algunos comentarios que presentan la […]
La reciente salida de Colin Powell de la dirección del Departamento de Estado norteamericano ha desatado toda una serie de comentarios y especulaciones en torno al rumbo que puede seguir la política exterior de Estados Unidos en los próximos cuatro años, bajo la presidencia de George Bush.
Llaman poderosamente la atención algunos comentarios que presentan la figura de Powell como la cara más amable de la anterior política exterior norteamericana, presentando su dimisión como un gesto de desacuerdo ante los planes del presidente y su círculo de estrechos colaboradores, todos ellos los arquitectos del pensamiento neoconservador.
Sin embargo, la salida airosa que parece haber dado Powell no es sino eso, una actuación para la galería. Su actitud durante la campaña electoral, permaneciendo alejado de los mítines y no ofreciendo un apoyo público y decidido al candidato republicano, dejaba entrever su partida en caso de que Bush fuese reelegido, tal y como ha sucedido.
Sus enfrentamientos con dos de los personajes claves del mundo neoconservador, como el vicepresidente Dick Cheney y el Secretario de Defensa Ronald Rumsfeld, han acabado con su carrera política dentro de la administración Bush, pero ese enfrentamiento no debe ocultar la defensa de posiciones militaristas por parte de Powell hace algunos años. La llamada «doctrina Powell» no rechazaba el uso de la fuerza militar, tan sólo matizaba «que ésta debe producirse con un objetivo político claro y cuando la actuación del ejército garantice una rápida victoria».
La elección de Condoleezza Rice como su sustituta también ha estado envuelta en un importante número de interpretaciones erróneas en buena parte. Con su nombramiento, el presidente norteamericano ha buscado colocar al frente del Departamento de estado a una persona que siga la política exterior diseñada en Washington, y al mismo tiempo superar los enfrentamientos entre el Departamento de estado y el Pentágono, éste último dominado por los neoconservadores. A estos movimientos o cambios habría que añadir las dimisiones dentro de la CIA y la de algunos miembros del equipo de Bush, con todos estos movimientos se busca hacer pública una única visión de la política exterior estadounidense.
Complejidad
La política exterior de EEUU está planeada desde los círculos neoconservadores, que llevan años planeando esas directrices, y que probablemente durante los próximos años asentará aún más su poder e influencia en la esfera exterior.
La figura central de esa política exterior es el presidente de EEUU, sin embargo son sus asesores y el Consejo de Seguridad Nacional (NSC)los más influyentes a la hora de tomar decisiones. No obstante en torno a estos también se encuentran otros actores como el Departamento de estado, el Pentágono, las diferentes agencias de inteligencia y otras agencias ejecutivas. Y finalmente, el Congreso, la opinión pública, los diferentes lobbyes o grupos de interés y los medios de comunicación, también juegan sus bazas en torno al diseño de la política exterior de Washington.
La fotografía actual, al menos en torno al círculo más próximo al presidente, refleja claramente el triunfo del pensamiento neoconservador en esa pelea entre los diferentes actores. En estos momentos, la mayoría de los puestos clave han sido copados por personas que se encuadran en la estrategia neoconservadora, lo que hace ver que el futuro de la actuación de Estados Unidos en el mundo, lejos de cambiar el rumbo de los cuatro años anteriores, tenderá a enderezar todavía más el mismo.
Ante todos estos datos es claro que la política exterior de EEUU no deparará nada nuevo, será más de lo mismo. Bastante significativo ha sido el artículo publicado por Frank Gaffney, presidente del Centro para la Política de Seguridad, el día cinco de noviembre. En el mismo, este ideólogo neoconservador, señala las directrices y pasos que debe dar la administración Bush en los próximos años. En primer lugar insiste en continuar la «campaña iraquí, en Fallujah y otras ciudades, para librar al pueblo iraquí de los enemigos de la libertad». A continuación apuesta por el «cambio de régimen» en países como Irán o Corea del Norte. También alienta una transformación dentro del mundo militar, a través de más inversiones económicas e investigaciones, todo ellos para «defender la patria norteamericana».
Apela a continuar también con el apoyo a la política de Israel en Oriente Medio, y se muestra favorable a una cierta apertura o búsqueda de consenso con Alemania y Francia, pero siempre y cuando no obstaculice el camino de EEUU. En último lugar llama a contener el crecimiento e influencia de China, el papel de Rusia en Asia Central, el islamismo político, al que define como «islamofascismo», así como a contrarrestar la emergencia de regímenes «anti-americanos» en Latinoamérica.
Para Gaffney esta «lista» es lo que «el mundo espera que el presidente y sus subordinados lleven a cabo».
Futuro
Todos estos episodios en torno a los cambios en la Administración refuerza una vez más las tesis que apuntan a la diversidad de familias ideológicas que conviven en lo que se ha llamado la derecha conservadora norteamericana. Unos grupos que pueden confluir en ocasiones, como se ha visto en torno a la campaña a favor de Bush, mientras que en otros momentos se manifiestan sus diferencias.
En este nuevo mandato bajo Bush, se va a permitir que la agenda política y religiosa de la «derecha cristiana» vaya avanzando y asentando sus bases ideológicas en el sistema norteamericano. Aprovechando esta coyuntura, la Derecha Cristiana continuará en los próximos cuatro años su proceso de acceso e institucionalización.
Paralelamente tanto dentro del partido demócrata como dentro de las filas republicanas ya han comenzado a engrasar las maquinarias para buscar los próximos candidatos de cara a las presidenciales del 2008. Entre los republicanos algunas fuentes han apuntado al senador por Nebraska, Chuck Hagel, mientras que en el campo demócrata la postura que ha adoptado Kerry, el derrotado, puede indicar que tal vez aspire a una nueva confrontación en la próxima cita. De momento no se ha retirado de su labor política y ha creado algunos comités políticos y think thaks para reforzar su posición.
Y en cuanto a la política exterior de EEUU estos serán probablemente los ejes de la misma en los próximos cuatro años. El multilateralismo y sus defensores continuarán perdiendo peso en la escena internacional dominada por Washington. El Departamento de Estado y la CIA van a estar más controlados y por debajo del Pentágono y la oficina del vicepresidente.
La crisis económica y el endeudamiento llevarán a la administración a suspender buen número de ayudas y en todo caso enlazar las mismas a los intereses políticos y militares de Washington. La investigación en el campo militar y el reforzamiento del campo militar también se dará en estos años. Estados Unidos continuará buscando el control de los recursos energéticos por todo el mundo (África, Latinoamérica, Oriente Medio, Asia Central) , seguirá impulsando cambios de regímenes , bien sea a través de intervenciones militares, políticas o económicas, y entre sus objetivos están un sinfín de países, en palabras de algún analista, «desde Siria a Cuba».
Por otro lado, aquellos países que se perciban como una «amenaza» para la hegemocía de EEUU deberán soportar un importante número de maniobras desestabilizadoras y de obstáculos casi diarios (Irán, China, Corea del Norte).
En definitiva, que con estos pocos apuntes sobre la política exterior de Estados Unidos no debemos esperar «muchos cambios».