Aun cuando un día formalmente mejoraran las relaciones entre Cuba socialista y el imperio, no por ello cejaría ese imperio en su idea de aplastar a la Revolución Cubana, y no lo oculta, lo explican sus teóricos, lo explican los defensores de la filosofía del imperio. Hay algunos que afirman que es mejor realizar determinados […]
Aun cuando un día formalmente mejoraran las relaciones entre Cuba socialista y el imperio, no por ello cejaría ese imperio en su idea de aplastar a la Revolución Cubana, y no lo oculta, lo explican sus teóricos, lo explican los defensores de la filosofía del imperio. Hay algunos que afirman que es mejor realizar determinados cambios en la política hacia Cuba para penetrarla, para debilitarla, para destruirla, si es posible, incluso, pacíficamente; y otros que piensan que mientras más beligerancia le den a Cuba, más activa y efectiva será Cuba en sus luchas en el escenario de América Latina y del mundo. De modo que algo debe ser esencia del pensamiento revolucionario cubano, algo debe estar totalmente claro en la conciencia de nuestro pueblo, que ha tenido el privilegio de ser el primero en estos caminos, y es la conciencia de que nunca podremos, mientras exista el imperio, bajar la guardia, descuidar la defensa (APLAUSOS).
Lo digo porque tal vez algunos se puedan preguntar si no sería mejor dedicar esas energías, esos esfuerzos y esos recursos a la construcción del socialismo, al desarrollo del país, y yo respondo y cualquiera puede responder que sí, que sería mejor poder dedicar esos fondos, esas energías y esos recursos al desarrollo del país, pero no dejaría de ser más que una ilusión, una grave ilusión, una criminal ilusión, porque ese es el precio que tiene que pagar nuestro pueblo por su Revolución, por su libertad, por su independencia, por sus más sagrados derechos; es el precio que, incluso, a lo largo de la historia han tenido que pagar muchos pueblos por su derecho a existir. Y, en este caso, no solo para existir, sino existir por algo y para algo.
No podemos ignorar las realidades, y no creo que pueda perdonarse jamás nuestro pueblo, ni podría dejar de pagar un altísimo y fatal precio, si algún día se olvidara de esta realidad. Y no es que seamos pesimistas, somos simplemente realistas; no es que estemos contra la paz y la distensión; no es que estemos contra la coexistencia pacífica entre distintos sistemas políticos y económico-sociales, es que somos y tenemos que ser sencillamente realistas, y el realismo nos indica que mientras exista el imperio y mientras exista un pueblo digno en esta isla, un pueblo revolucionario en esta isla, habrá peligros para nuestra patria, a no ser que un día nos rebajemos tanto o seamos tan indignos como para renunciar a nuestra independencia, a nuestra libertad, a nuestros más sagrados y hermosos derechos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «¡No!», Y DE: «¡Fidel, Fidel!», Y DE: «¡Fidel, seguro, a los yankis dales duro!»).
*Discurso en el acto por el XXXII aniversario del desembarco del Granma, fundación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y proclamación de la Ciudad de La Habana «Lista para la defensa en la primera etapa», 5 de diciembre de 1988 en la Plaza de la Revolución «José Martí».