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Proceso en Cataluña

Aún es posible el diálogo

Fuentes: Rebelión

«El Parlament de Catalunya declara solemnement l’inici del procés de creació d’un estat català independent en forma de república» Bulletí Oficial del Parlament de Catalunya, dilluns 9 de novembre de 2015 ¡España se rompe! Lo dicen a voz en grito los rompedores de la «España eterna». Hacen grandes alharacas que prueban su terrible incapacidad para […]

«El Parlament de Catalunya declara solemnement l’inici del procés de creació d’un estat català independent en forma de república»

Bulletí Oficial del Parlament de Catalunya, dilluns 9 de novembre de 2015

¡España se rompe!

Lo dicen a voz en grito los rompedores de la «España eterna». Hacen grandes alharacas que prueban su terrible incapacidad para asumir los valores democráticos, es decir republicanos. Su irresponsable desprecio por la soberanía de los pueblos nos ha llevado hasta esta tremenda situación. Por lo tanto, el Parlamento catalán se ha visto obligado a iniciar un proceso de independencia, de difícil e incierto recorrido, a fin de recuperar su soberanía.

Lo intenta mediante un proceso constituyente que conduce a la creación de un estado catalán independiente en forma de república. Asume pues el riesgo que comporta el inicio de una revolución democrática en solitario, que incluye un ambicioso plan de rescate social. Revolución pacífica provocada por la incapacidad del régimen de la transición para articular una salida dialogada a esta grave crisis.

Proceso de decantación

Los valores democráticos nunca tuvieron gran arraigo entre los amos de este pintoresco cortijo llamado «Marca España». Prueba de ello es la trágica historia del imperio español: solo trajo penalidades a los desgraciados pueblos sometidos. Por ello el anhelo de recuperación de la soberanía popular, secuestrada por la dictadura y aún no devuelta a los ciudadanos, está decantando al electorado en dos grandes polos antagónicos.

Por un lado el monárquico -llamado púdicamente dinástico o unionista- que perplejo ante la gravedad de la situación preconiza reformas ridículas que acabarían acelerando el derrumbe del sistema. Por el otro una pléyade de líderes sociales que, conscientes del fracaso del régimen, orientan al electorado hacia una ruptura democrática que posibilite un proceso constituyente.

Militares y proceso constituyente

Prueba del dinamismo de este proceso social es la valerosa decisión del Teniente General Julio Rodríguez, ex-Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), integrante de una lista electoral de PODEMOS. Es una buena noticia y desde aquí le envío mi más cordial enhorabuena.

Durante los últimos años de la dictadura un grupo de militares demócratas, inspirados por la llamada «revolución de los claveles», fundó la Unión Militar Democrática (UMD). Tuve el honor de ingresar en aquella organización clandestina que lideraba el carismático Comandante Luis Otero, hoy Coronel (r) del Ejército, de cuya amistad me honro. Anhelábamos, estimulados por la generosidad y el valor que da la juventud, contribuir a la devolución de la soberanía a los pueblos y naciones que integran nuestra Patria.

Pese al riesgo que ello comportaba, Julio Rodríguez contribuyó a difundir con su actitud los valores democráticos que la organización preconizaba. Después vino la detención y encarcelamiento de los compañeros de la UMD, los consejos de guerra, los últimos asesinatos del franquismo, la autodisolución de nuestra organización, una falsa amnistía, una constitución monárquica impuesta, el golpe del 23 de febrero de 1981, etc. Hoy este ilustre militar ha dado un nuevo «paso al frente». Tal vez su trayectoria personal no esté exenta de contradicciones, como la de muchos de nosotros, como la vida misma. Sin embargo es obvio que su decisión es fruto de los valores democráticos que siempre defendimos.

Las raíces fascistas del sistema

En el siglo pasado, un general monárquico, cuyo padrino de boda fue Alfonso XIII, urdió, junto a otros generales, un golpe militar fascista contra el gobierno legítimo del Frente Popular, que derivó en la Guerra de España. Se llamaba Francisco Franco: un militar genocida, admirador de Hitler y de Mussolini.

Por aquellos años del siglo XX, el bisabuelo de Felipe VI -el rey Alfonso XIII- alentaba aventuras coloniales en Marruecos, siendo el responsable máximo del Desastre de Annual que costó la vida a miles de militares españoles. Después, a fin de reprimir el malestar generado como consecuencia de aquella tragedia -y temeroso de la ascendente lucha de clases- avaló la dictadura del general Primo de Rivera, padre del fundador del fascismo español. Esta terrible situación dio lugar al pacto de San Sebastián, que hizo posible la proclamación de la II República.

Alfonso Borbón se vio obligado a partir hacia el exilio desde donde conspiró contra la democracia española. Hoy se sabe que negoció la compra de armamento en la Italia de Mussolini: un material de guerra destinado al genocidio que el general, apadrinado por él, perpetró.

Iniciada la Guerra de España, Juan Borbón, hijo de Alfonso XIII, abuelo de Felipe VI y padre de Juan Carlos I, ofreció sus servicios a los sublevados contra el gobierno legítimo de la República. Más tarde acrecentaba su historial de oprobio y de traición enviando a su hijo a las órdenes del dictador para que éste dirigiese su «educación». Ese pacto monárquico-franquista trajo como consecuencia que Juan Carlos Borbón se convirtiese en rey, es decir en el Jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas, por la voluntad del dictador. Quedaba «todo atado y bien atado».

Desde aquel trágico 1 de Abril de 1939, día de la victoria de los sublevados, la soberanía popular -que había sido rescatada pacíficamente un gozoso 14 de abril de 1931- fue secuestrada de nuevo por la fuerza de las armas. Transcurridos más de 75 años aún no ha sido devuelta a los ciudadanos. Todo esto imposibilita un diálogo esperanzador entre los pueblos y naciones que integran nuestra Patria. Mientras tanto la soberanía popular sigue mediatizada por el ciudadano Felipe Borbón, cuya única razón de ser es la de mantener el legado de la dictadura franquista: «todo atado y bien atado».

Cárcel de pueblos

El golpe del 23F, como todo el mundo sabe, fue una farsa urdida por un grupo de generales monárquicos, apadrinados por el rey. Su única finalidad era afianzar la corona haciendo aparecer al rey Juan Carlos como nuestro salvador. Fue una tragicomedia que ha caído definitivamente en el más completo descrédito.

Durante aquellos años el régimen de la transición colaboró con la dictadura militar argentina, bajo la mirada atenta de la Administración de EE.UU. Ello constituyó un escándalo internacional aún no suficientemente aclarado.

Toda esta serie de violaciones de las libertades democráticas y de los derechos humanos forzaron la entrada de España en la OTAN, organización criminal en la que seguimos peligrosamente atrapados. También llegó el terrorismo de los aparatos de estado, que enquistó y radicalizó a la organización armada ETA, hoy prácticamente extinguida.

Casi todo lo que es necesario saber para entender el porqué de aquel golpe militar está magistralmente explicado en «La gran desmemoria». La veterana periodista Pilar Urbano, miembro del Opus Dei y próxima a la reina Sofía, contribuyó con su libro a dar un «último aviso» al rey Juan Carlos a fin de que abdicase en su hijo Felipe. Fue otra conspiración palaciega que, avalada por las cúpulas de los llamados partidos dinásticos, pretendía frenar el deterioro de la corona. Una corona guardiana de las esencias franquistas y candado de una constitución que se ha convertido en una auténtica cárcel de pueblos.

La OTAN y Felipe V

Las razones que Pilar Urbano esgrimió y precipitaron la abdicación del rey Juan Carlos no quedan limitadas a este personaje, sino que alcanzan al conjunto de la institución monárquica. Una institución históricamente desacreditada por su corrupción y sus crueles aventuras coloniales. La deriva militarista de la saga borbónica ha sido corroborada una vez más por la entusiasta adhesión de Felipe VI a la organización imperialista OTAN. Esta alianza criminal entraña costes inaceptables para nuestro país. En particular el riesgo de «vitrificación» de capitales densamente pobladas tales como Cádiz, Madrid y Zaragoza.

Los tambores de guerra no redoblan en vano. Si continúa la deriva de la OTAN hacia una confrontación con Rusia y China, España corre él grave riesgo de quedar totalmente destruida tras una conflagración nuclear, pues los combates más encarnizados se desarrollarían en nuestro territorio. Esto ha quedado meridianamente claro tras las gigantescas maniobras «Trident Juncture 2015».

Una grave responsabilidad histórica

Todo este largo periodo de secuestro de la soberanía popular -desde 1939 hasta nuestros días- muestra a las claras que el franquismo, travestido de democracia, no es reformable desde dentro. Es pues inaplazable un pacto republicano que haga viable la ruptura democrática. Ese pacto es, a mi juicio, el único camino razonable para hacer brotar con fuerza el deseo y la firme voluntad de seguir juntos por otra España.

Manuel Ruiz Robles es Capitán de Navío retirado de la Armada, miembro de Anemoi y de «Amis des Républicains Espagnols»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.