Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Justo después de que el senador Obama llegara a presidente hubo muchas discusiones y artículos sobre un EE.UU. post-racial. ¿Habíamos evolucionado hasta el punto de que EE.UU. estaba libre de preferencias raciales, discriminaciones y prejuicios? El 10 de agosto de 2008, The New York Times publicó un artículo de Matt Bai titulado «¿Es Obama el fin de la política negra?» La premisa del artículo era que en 2008, 60 años después de que Strom Thurmond dejara el Partido Demócrata por el tema de la integración de las fuerzas armadas y 45 años después del discurso «Yo tengo un sueño» del doctor King, el Partido Demócrata se preparaba para entregar su candidatura al más alto puesto de la nación a un afroestadounidense. El artículo de Bai preguntaba si la candidatura de Obama significaba de alguna manera el fin de la política negra.
La respuesta a la pregunta de Matt Bai es: por cierto que no. EE.UU. no puede estar más cerca de ser post-racial cuando un candidato tiene que realizar una campaña «des-racializada» para que las masas se sientan bien con la estética evidente. No nos encontramos en un EE.UU. post-racial si la tasa de desempleo de la comunidad afroestadounidense es más del doble del promedio nacional y la acumulación de riqueza de la familia promedio europea-estadounidense es más de 20 veces la de la familia promedio afroestadounudense. El peligroso texto subyacente de esa pregunta es es que ignora la lucha por la justicia y la igualdad que todavía enfrentan los afroestadounidense. También refuerza el punto de vista conservador de que el gobierno no debe seguir promulgando y haciendo cumplir la legislación que garantiza los derechos de minorías.
Mientras la economía estadounidense se ha estancado con un crecimiento de 1,3%, la cifra nacional de desempleo ha permanecido cerca de 8%, un 17% en la comunidad afroestadounidense. Casi 5,4 millones de personas han abandonado en mundo laboral y ahora los analistas y comentaristas empiezan a hablar de una «nueva normalidad». Se supone que los estadounidenses se tendrán que acostumbrar a las deprimentes tasas de crecimiento y al alto desempleo mientras el mercado bursátil crece vertiginosamente y las corporaciones estadounidenses consiguen beneficios récord. Según CNBC, los «saldos de caja (corporativos) han aumentado 14% y van hacia los 1,5 billones [millones de millones] de dólares para los 500 de Standard & Poor’s, según JPMorgan. Ambos niveles serían récords históricos».
Estos montos récord de dinero acumulado por las corporaciones no se «filtran» hacia la clase media y trabajadora. Los «creadores de puestos de trabajo» no los crean. Según el fundador de Pimco Investment, Bill Gross, «Es hora de reconocer que las cosas han cambiado y que seguirán cambiando durante los próximos, sí, los próximos 10 años y tal vez incluso durante los próximos 20 años». Es la «nueva normalidad y no es buena».
La solución propuesta por los conservadores y sutilmente apoyada por el presidente Obama para encarar la crisis financiera es la «austeridad». Austeridad es la política de recortar los déficits reduciendo los gastos mediante una reducción de las prestaciones y servicios del gobierno. En lugar de concentrarse en qué se puede ahorrar, discuten qué recortar.
En tiempos difíciles como estos, el gobierno debería invertir en la economía, no haciendo recortes. Las reducciones de los gastos del gobierno tienden a aumentar el desempleo, lo que aumenta las demandas a los programas sociales o programas de «red de seguridad». El aumento del desempleo también reduce los ingresos tributarios. Como durante la Gran Depresión, pueden necesitarse gastos gubernamentales a corto plazo, financiados por déficits para apoyar el crecimiento económico cuando consumidores y empresas no están dispuestos o en condiciones de hacerlo.
Cuando se empiezan a establecer vínculos entre la nueva normalidad y la austeridad, se ve un cuadro adicional. Se está creando una nueva clase social en este país. El profesor Guy Standing la denomina «precariado».
«A millones de trabajadores, en su mayoría jóvenes y educados, los están acostumbrando a una vida de trabajo inestable e inseguridad, una existencia precaria… El precariado es deseado por las multinacionales y numerosas corporaciones… porque la precariedad de su existencia los hace fáciles de explotar. Están cargados de deudas de los préstamos educacionales, realizan dos y tres trabajos con salarios de subsistencia sin atención sanitaria, sin pensión y sin sentido de permanencia o seguridad.
Mientras la comunidad afroestadounidense sigue asolada por tasas desproporcionadas de desempleo, pobreza, hambre, disparidad de la riqueza, tasas elevadas de encarcelamiento y otros males sociales, el desarrollo de una clase precaria resultará catastrófico. Los afroestadounidenses, y muchos otros, seguirán -como dico el doctor King en 1963- viviendo «en una isla isla solitaria de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material… angustiándose en los rincones de la sociedad estadounidense y siendo… exiliados en su propio país».
Si la clase inferior, la clase trabajadora y el precariado llegan a estar insatisfechos con su existencia, ¿qué harán? ¿Habrá un levantamiento de masas? ¿Qué hará el gobierno? ¿Cómo protegerá «sus» intereses el gobierno y repelerá el levantamiento interior?
Cuando se consideran las implicaciones del EE.UU. post-racial, la nueva normalidad, la austeridad y la clase precaria a través de un prisma más amplio, es fácil ver el EE.UU. que muchas fuerzas trabajan en conjunto por crear. La eliminación de leyes para proteger los derechos de los maltratados, la redefinición de las expectativas que tenemos de EE.UU. como el «país de la oportunidad», el alejamiento del gobierno de su misión de invertir en las minorías y la creación de una nueva clase de trabajadores manipulados por el gran capital, no benefician a un 99,9% de los estadounidenses. Preguntaos: ¿A quién benefician?
Cuando se vinculan estos hechos con un gobierno que se involucra en escuchas telefónicas sin mandato judicial, que pretende detener indefinidamente a ciudadanos estadounidenses, promulgar leyes para detener y cachear y un jefe del Departamento de Justicia de EE.UU. que declara que el presidente tiene la autoridad de asesinar a ciudadanos estadounidenses en cualquier lugar del mundo sin dictamen judicial, se obtiene un cuadro aterrador. El cuadro refleja una batalla entre la democracia y el fascismo, y la batalla por la democracia debería empezar ahora.
El doctor Wilmer Leon es productor y presentador del programa de radio de difusión nacional de llamados de radioescuchas «Inside the Issues with Wilmer Leon,» y asociado de enseñanza de ciencias políticas en la Universidad Howard en Washington, D.C. Contacto: www.wilmerleon.com y [email protected] .
rCR