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Declaraciones de Bill Bennett, secretario de Instrucción en el gobierno de George Bush padre

«Bastaría con abortar cada niño negro de este país y la tasa de criminalidad descendería»

Fuentes:

Hoy casi nadie cuestiona la barbarie que significó para el mundo el fascismo. Sesenta años de historia, de estudios sociológicos y testimonios, sesenta años de películas y obras de teatro, de novelas y documentales se han ocupado de dejarnos bien claro el salvajismo y la irracionalidad de esa ideología. Nos parece increíble y casi fantástico […]

Hoy casi nadie cuestiona la barbarie que significó para el mundo el fascismo. Sesenta años de historia, de estudios sociológicos y testimonios, sesenta años de películas y obras de teatro, de novelas y documentales se han ocupado de dejarnos bien claro el salvajismo y la irracionalidad de esa ideología.

Nos parece increíble y casi fantástico que tantos hombres y mujeres se hayan enrolado en las filas genocidas del fascismo. «¿Cómo pudieron…?»: Nos preguntamos cuando vemos las re-creaciones cinematográficas de la vida en los campos de concentración, de las vejaciones a los judíos, de las torturas a los prisioneros de guerra, de los exterminios masivos, las violaciones, la carnicería humana de que fueron capaces los que militaron en las filas del Nationalsozialistiche Deutsche Arbeiter-Partei.

Pero, sin lugar a dudas, nos parece igualmente increíble que en pleno siglo XXI, viviendo el futuro «democrático» por el que murieron millones de personas, nazcan y se desarrollen gobiernos que roben, violen, torturen, desaparezcan y asesinen a miles de seres humanos en nombre de la libertad.

Este concepto, además, significa de acuerdo al diccionario republicano, torturas a cientos de personas en la ilegal base naval de Guantánamo, asesinatos de miles de niños en Irak y al mismo tiempo el encarcelamiento de un elevado por ciento de la población negra, latina y luchadores sociales de la condición de Leonard Peltier, quien lleva más de 27 años en prisión, y el periodista afronorteamericano Mumia Abu-Jamal.

La agenda política de este gobierno se rige por las oportunidades. En esta nueva coyuntura Bush está obteniendo jugosos beneficios del Katrina, según las últimas acusaciones de fraude y hurto a empresas relacionadas directamente con el partido republicano, las cuales se favorecieron de enrarecidos contratos superiores a los 100 millones de dólares.

Por homología podríamos recordar cómo las hordas de Hitler aprovechaban los cadáveres, convirtiéndolos en jabón, esponjas u otra pieza de intercambio comercial. Era un negocio redondo. Tal como lo demuestra Bush en la reconstrucción de la ciudad del jazz.

El presidente tenía a quien salir. Su fascismo es genético. El abuelo George W. Bush era un activo financista del partido nazi. Otro de los magnates republicanos Karl Rove también está marcado por la cruz gamada. Su abuelo ayudó en la construcción del campo de exterminio de Birkenau.

En días recientes fiel a la tradición fascista del clan Bush se sumaron las declaraciones de Bill Bennett, secretario de Instrucción en el gobierno de George Bush padre, el cual, emotivamente expresó: «Si queremos reducir el crimen, si ello fuera nuestro único objetivo, bastaría con abortar cada niño negro de este país y la tasa de criminalidad descendería», en el curso de la transmisión del programa «Morning in America» emitido por Salem Radio Network.

Para justificarse después de sus patéticos comentarios explicó «esto sería imposible, ridículo y moralmente intolerable, pero la tasa de criminalidad descendería».

A las espontáneas declaraciones del funcionario republicano se le agregan recientes reportes del Observatorio de Derechos Humanos. Los documentos exponen nuevos abusos cometidos por las tropas invasoras contra prisioneros en Irak y pruebas de que se extendieron más allá de los límites de Abu Ghraib, en Bagdad.

La organización de Derechos Humanos revela las golpizas y torturas de marines de Estados Unidos a prisioneros en Afganistán e Irak y comprueba que las torturas de los militares estadounidenses fueron constantes y estaban autorizadas por los mandos superiores

Como para dar el tiro de gracia al septiembre negro de los republicanos, el Gran Jurado en Texas, abrió una causa contra Tom Delay, líder del partido en la Cámara de Representantes. Lo acusan de asociación ilícita y lavado de dinero.

Igualmente hizo pública otra investigación contra Bill Frist, jefe de la mayoría en el Senado.

Al parecer, según las investigaciones del Departamento de Justicia norteamericano, Bill Frist, líder de los republicanos en el Senado, obtuvo «información interna» cuando decidió poner a la venta las acciones de la cadena de hospitales más grande del país, de la cual es socio, junto a su familia.

En Estados Unidos la venta de acciones tras obtener información privilegiada sobre el estado económico de la empresa es un delito que puede llevar a prisión.

A estos infortunios políticos se le suma la creciente resistencia en Irak donde sigue causando numerosos decesos al agresor. Vale recordar que estas bajas son los jóvenes de los sectores más pobres de la sociedad norteamericana. La misma que hoy enfurecida, llora la pérdida de sus hijos en las aguas del Katrina.

La guerra enquistada junto a la mala gestión gubernamental signada por los continuos escándalos de corrupción, trazan el camino para el actual descalabro político. De acuerdo a una encuesta reciente del diario The Washington Post, sólo el 38 por ciento de los estadounidenses apoyan a la actual administración.

Al parecer la corrupción se convierte en característica principal de este gobierno. Desde su primer mandato hasta los recientes descubrimientos de un manejo oscuro en la reconstrucción de Nueva Orleáns.

De acuerdo a estos últimos acontecimientos podemos aseverar que le será difícil al partido republicano presentarse en las elecciones del 2008 como alternativa viable para resolver los problemas del pueblo norteamericano.

Ahora, solo falta que al igual que lo hizo en los años sesenta contra la contienda en Vietnam, la opinión pública estadounidense se movilice para dar la última y mortal estocada a un gobierno que se asfixia en su propia descomposición.