Claramente Biden cambió de antagonista principal respecto del elegido por Trump: Rusia sustituyó a China.
La imprecisa deriva norteamericana de los últimos años en el ámbito internacional parece no tener fin. Como se recordará, Donald Trump tomó algunas decisiones importantes en dicho plano durante su período como Presidente. Probablemente las más relevantes fueron el constreñimiento de las relaciones comerciales con China, que abolló los vínculos preexistentes entre ambos países, y la cancelación de la participación de Estados Unidos en la Asociación Transpacífica (Transpacific Partnership), que era algo así como un emblema del pujante desarrollo de la globalización, con su fundamentalismo de mercado sin límites geográficos ni políticos y su librecambio sin restricciones. A lo que debe añadirse el retiro de su país de la Asociación Transatlántica (Transatlantic Partnership), cuya construcción se encontraba en trámite. Todo lo cual era congruente con el que fuera el lema principal de su campaña electoral: América Primero (America First).
Joseph Biden, por su parte, cambió de enfoque. Esto quedó patentizado en una entrevista que concedió a George Stephanopoulos, corresponsal jefe en Washington de la ABC News, el 17 de marzo de 2021, en la que se despachó a gusto. Entre otras cosas dijo que a fines de enero de ese año había tenido una comunicación telefónica con Vladimir Putin en la que le dijo: “Te conozco y tú me conoces. Si establezco que esto ocurrió, entonces prepárate”. Se refería a la probable intromisión rusa en las elecciones presidenciales del 3 de noviembre de 2020, que habría buscado favorecer a Trump. Como bien se sabe ganó Biden, que fue catapultado a la Casa Blanca, no obstante los berrinches de Trump y la agresión de sus seguidores al Capitolio.
El entrevistador le preguntó luego al flamante Presidente si creía que Putin era un asesino, a lo cual Biden respondió con un escueto “sí”. Y aseguró que aquél “pagaría un precio” por lo hecho. Desde luego, el novel habitante de la casa presidencial norteamericana –aunque no lo dijo en el reportaje– estaba convencido de que habían existido manipulaciones electorales rusas en favor de su antagonista.
A comienzos de abril anunció medidas contra el gobierno ruso, incluida la expulsión de diez diplomáticos por la presunta intención de intervenir en las elecciones presidenciales. También sancionó a varias empresas rusas aplicadas al desarrollo tecnológico supuestamente por proporcionar ayuda al programa cibernético de los servicios de inteligencia de su país. Inmediatamente después la Unión Europea expresó su solidaridad con Estados Unidos.
Ahora bien, antes de lo que se acaba de enunciar y muy pocos días después de su asunción como Presidente –20 de enero de 2021– dispuso, el 2 de febrero, que dos poderosos cruceros norteamericanos ingresaran al Mar Negro: el USS Donald Cook y el USS Porter, ambos con un poderoso arsenal misilístico. En abril proliferaron los vuelos militares de reconocimiento sobre al antedicho mar. A fines de junio se iniciaron las maniobras y ejercitaciones aeronavales Sea Breeze, también en el Mar Negro, que reunieron una amplia cantidad de buques de los países de OTAN y de otros como Ucrania, y de aviones de guerra. Cumplía de este modo con lo que le había anunciado a Stephanopoulos.
Curiosamente, hasta ese momento Estados Unidos y sus aliados se mantenían en guerra también en Afganistán. Recién el 14 agosto comenzó allí el repliegue, que finalizó el 30 de ese mes. Hubo un claro apuro por poner en marcha y desarrollar los desafíos de Washington, la OTAN y otros socios hacia Rusia, que tomaban la forma de una incitación o de un alarde. Era evidente que Biden le estaba pasando a Putin la factura que le había anticipado en la conversación sostenida entre ambos en marzo. Como se sabe, las provocaciones en el Mar Negro continuaron, las conversaciones entre ambos mandatarios sostenidas a comienzos de 2022 fracasaron y estalló entonces la guerra entre Rusia y Ucrania, aún en curso, que por delegación le endilgaron a Putin la gran potencia del norte y otros países de la alianza atlántica.
Biden y China
Claramente Biden cambió de antagonista principal respecto del elegido por Trump: Rusia sustituyó a China. Pero no se le escapaba al actual Presidente norteamericano la importancia de la competencia tanto económica como geopolítica con Pekín que había instaurado Trump.
El actual habitante de la Casa Blanca puso en acción el llamado AUKUS (acrónimo de Australia, Reino Unido y Estados Unidos, en inglés), alianza formada en septiembre de 2021 con el propósito de marcar presencia y operar militarmente en la región del Indo-Pacífico. Sobrevino luego la visita de Nancy Pelosi a Taiwán, que rompió los acuerdos tácitos negociados hacía bastante tiempo atrás entre Washington y Pekín relativos a no interferirse y extralimitarse en lo que se refiriera a dicha isla. La respuesta china fue airada y movilizó en represalia, como se recordará, un amplio despliegue aéreo y naval sobre el Estrecho de Formosa.
Hoy en día, afortunadamente, las cosas han cambiado un poco. Biden y Xi Jinping mantuvieron el pasado 14 de noviembre una reunión presencial, en Bali, que duró tres horas. No es mucho lo que ha trascendido. Biden apreció la posibilidad de “gestionar las diferencias para evitar que la competencia se convierta en conflicto”. Xi, por su parte, instó a “encontrar la dirección correcta” en beneficio de la relación bilateral de ambas potencias. Añadió, además, que “el mundo ha llegado a una encrucijada… y espera que ambos países puedan gestionar adecuadamente su relación”. Los dos mandatarios destacaron la conveniencia de evitar cualquier clase de conflicto entre sus respectivos países. Biden incluso mencionó la posibilidad de una cooperación mutua. Y hubo coincidencias en evitar el uso de armas nucleares en Ucrania. Hasta aquí se trató de un intercambio de buenos modales. Pero también hubo una variedad de asuntos en los que no estuvieron de acuerdo. Entre otros, Xi mencionó que Taiwán era la primera línea roja que no debería cruzarse entre ambos países, una sutil crítica a la visita de Pelosi a esa isla. Trascendió, asimismo, que conversaron sobre Corea del Norte sin hallar mayores coincidencias más allá de enunciar alguna preocupación mutua respecto de su tendencia a aumentar su armamento nuclear. En fin, podría decirse que la relación se ablandó un poco en comparación con la tensión que había desatado la descomedida actitud de la Presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos.
Final
Algunos analistas han indicado que la actual relación entre la gran potencia del norte y China hace recordar a la llamada trampa de Tucídides, que se refiere al siguiente pasaje de su Guerra del Peloponeso (siglo V a.C.). Dice allí: “Fue el ascenso de Atenas y el temor que eso inculcó en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable”. Obviamente, quien asciende hoy es China, en tanto que el más poderoso y al mismo tiempo receloso es Estados Unidos. Es curiosa, sin embargo, la circunstancia por la que atraviesa el mundo. Por un lado hay una guerra en curso entre Rusia y Ucrania, que es asistida por los Estados Unidos y la OTAN. Y por otro hay también un enfrentamiento de la gran potencia del norte con China, aunque Biden lo minimice en su afán de ir por Rusia.
Este escenario, en fin, no condice con la frase de Tucídides. Sencillamente porque no hay un antagonismo sino dos, conforme a lo examinado más arriba. Con el agravante de que los tres países concernidos poseen arsenales atómicos numerosos y terriblemente destructivos. De donde surge una mutua destrucción asegurada si se apela a esos sistemas de armas, razón por la cual hay una tendencia a inhibir su uso. Así las cosas, la antedicha trampa –que dicho sea de paso no ha sido mencionada por el militar, historiador y político ateniense sino inferida por algunos de sus lectores– flaquea en los casos de las grandes potencias. Algo es algo.
Fuente: https://www.elcohetealaluna.com/tres-potencias-en-pugna/