El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, aceptó el lunes la renuncia del embajador en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), John Bolton, en lo que constituyó un nuevo declive del poder del ala más belicista del gobierno. Bolton presentó su renuncia menos de tres semanas después de que Bush hubiera enviado otra […]
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, aceptó el lunes la renuncia del embajador en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), John Bolton, en lo que constituyó un nuevo declive del poder del ala más belicista del gobierno.
Bolton presentó su renuncia menos de tres semanas después de que Bush hubiera enviado otra vez su nominación al Senado.
La reiteración del pedido al Congreso legislativo tenía el aparente objetivo de señalar al electorado del gobernante Partido Republicano que la línea del gobierno se mantendría, a pesar de la derrota que le infligió el opositor Partido Demócrata en las elecciones del 7 de noviembre.
Bush se mostró «profundamente desilusionado» porque «un puñado de senadores» impidieron la confirmación de Bolton en el cargo que ocupó sin aval legislativo durante 21 meses. El funcionario había sido designado aprovechando un receso del Congreso. «Eligieron obstruir su confirmación, aun cuando disfruta del apoyo mayoritario del Senado y aunque esa táctica perturba nuestro trabajo diplomático en tiempos delicados y trascendentes», agregó Bush.
Los enemigos de Bolton aplaudieron la decisión de la Casa Blanca de renunciar a la puja en el Senado y llamaron a Bush a nominar a una figura que pueda concitar apoyo de los dos grandes partidos estadounidenses.
«Con Medio Oriente al borde del caos y ante las crecientes amenazas nucleares de Irán y Corea del Norte, necesitamos un embajador en la ONU con pleno apoyo del Congreso, que pueda concitar la unidad de la comunidad internacional contra las serias amenazas con las que nos enfrentamos», dijo el senador John Kerry, el candidato presidencial demócrata de 2004.
«Quedó demostrado que el estilo de nacionalismo belicoso del (ex senador ultranacionalista) Jesse Helms ha retrocedido definitivamente», sostuvo Steven Clemons, director del Programa Estrategia Estadounidense de la New American Foundation, que participó en las gestiones contra la designación definitiva de Bolton.
«Esto debería ser considerado más como una victoria de los adversarios de Bolton que como un cambio de postura de la Casa Blanca, pero ofrece a Bush la oportunidad de recomenzar y enviar a la ONU a alguien que custodie los intereses estadounidenses y aun así ser consistente con los valores del Partido Republicano», agregó Clemons.
«Pero aún está por verse si Bush aprovechará la oportunidad», concluyó.
Entre los posibles sucesores de Bolton figuran el actual embajador en Iraq, Zalmay Khalilzad, y la neoconservadora subsecretaria de Estado (vicecanciller) para Asuntos Globales, Paula Dobriansky.
También figuran en la lista tres legisladores republicanos moderados derrotados en su intento por la reelección el mes pasado: el representante Jim Leach y los senadores Michael DeWine y Lincoln Chafee. En el caso de Chafee, sus posibilidades se reducen por su oposición a la nominación de Bolton.
El asesor del Departamento de Estado Philip Zelikow también fue considerado para el cargo, pero anunció hace dos semanas que dejará el gobierno.
Bolton, acusado de maltrato a sus subordinados y de manifestar su abierto escepticismo hacia la ONU, es un protegido de Helms que comenzó su carrera política en cargos de escaso destaque durante el gobierno de Ronald Reagan (1981-1989).
Al retirarse, Helms lo describió como «el tipo de hombre que me gustaría tener a mi lado en el Armageddón».
Es considerado el más unilateralista y menos diplomático entre los más altos funcionarios del servicio exterior del primer periodo presidencial de Bush (2001-2005). Bolton ocupó entonces el cargo de subsecretario de Estado (vicecanciller) para Control de Armas.
Desde el Departamento de Estado, Bolton intentó, con cierto éxito, de sabotear los esfuerzos de su superior, el entonces secretario de Estado (canciller) Colin Powell, ppor promover un diálogo con países enfrentados con Estados Unidos como Siria, Irán y Corea del Norte.
A pesar de que su rostro rubicundo, sus lentes y sus gruesos bigotes canosos le dan una imagen de tío simpático, Bolton es conocido por su carácter conflictivo, combativo y malhumorado.
A pesar de su inexperiencia respecto de los países en desarrollo, ocupó en el gobierno de Reagan varios cargos en la Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid) antes de convertirse en uno de los principales colaboradores del entonces fiscal general Edwin Meese.
Desde ese puesto, se resistió a todas las gestiones del Congreso para investigar el escándalo Irán-Contras y la entrega de armas a los contrarrevolucionarios en Nicaragua a mediados de los años 80.
Su eficacia en la tarea le deparó la promoción a subsecretario de Estado para Organismos Internacionales en el gobierno de George Bush –padre del actual presidente (1989-1993)–, al cabo del cual se incorporó a instituciones académicas neoconservadoras como el Instituto Manhattan y el American Enterprise Institute, del que fue presidente.
Desde ese centro de estudios fustigó la normalización de vínculos de Taiwan, territorio al que China considera una provincia renegada y de cuyas autoridades habría recibido dinero entonces, según el diario The Washington Post.
En 1994, en una mesa redonda, Bolton afirmó: «No existe eso que se ha dado en llamar ONU. Si el edificio de la ONU en Nueva York perdiera 10 pisos, no se notaría mucha diferencia.»
También defendió el retiro de Estados Unidos del Tratado de Misiles Antibalísticos y atacó otros acuerdos internacionales de desarme, así como se opuso a las supuestas amenazas a la soberanía de su país por parte de la ONU. En una ocasión, llegó a sugerir el cese de los pagos de Washington al foro mundial.
Bolton también integra hace mucho tiempo la Sociedad Federalista, organización nacionalista de abogados de extrema derecha opuestos a la aplicación del derecho internacional, al que consideran violatorio de la soberanía estadounidense.
El hoy renunciante embajador jugó un papel clave en la coalición de nacionalistas agresivos, cristianos de derecha y neoconservadores liderados dentro del gobierno por el vicepresidente Dick Cheney, quien, tras el cese de Powell, presionó a su sucesora, Condoleezza Rice, para que lo promoviera a subsecretario de Estado.
Rice rechazó la idea, pero accedió, como fórmula de concesión, a la nominación a la embajada en la ONU.