Como parte de una intensa y extensa campaña mediática que involucró a un grupo de funcionarios estadounidenses acreditados como diplomáticos en la Embajada de su país en La Habana con unos extraños ataques acústicos cuyo origen y actores no se han podido identificar, Washington decidió reducir el personal de su representación en Cuba, con una […]
Como parte de una intensa y extensa campaña mediática que involucró a un grupo de funcionarios estadounidenses acreditados como diplomáticos en la Embajada de su país en La Habana con unos extraños ataques acústicos cuyo origen y actores no se han podido identificar, Washington decidió reducir el personal de su representación en Cuba, con una importante afectación para las relaciones consulares, políticas y turísticas entre los dos países.
Ante la evidente imposibilidad de descubrir el origen e identificar a los culpables del fenómeno, fue ganando discreta fuerza la idea de que pudo tratarse de una acción maliciosa más contra Cuba de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de EEUU.
Pero recientemente, coincidiendo con la entrada en el ruedo del ultra reaccionario y tenebroso diplomático y político John Bolton, nombrado en el cargo de Asesor Nacional de Seguridad de Trump con la predicción de que próximamente se convertirá en el poder detrás del trono en la Casa Blanca, la prensa comenzó a resucitar el tema de los ataques sónicos, incrementándose el número y la extensión de los trabajos periodísticos sobre el tema.
Fue muy llamativo un reportaje de Jon Lee Anderson en The New Yorker que sirvió de preludio a la reanudación de la campaña de los «ataques acústicos».
Casi simultáneamente, el diario Globe and Mail, de Ottawa, informó que los diplomáticos canadienses cuyas familias, por decisión de su gobierno, tuvieron que abandonar la embajada en La Habana por los supuestos eventos sónicos, estaban protestando públicamente, alegando que Global Affairs, la cancillería de Canadá, les había dado las espaldas.
Los diplomáticos canadienses se quejaban de que, a diferencia de la actuación del Departamento de Estado de Estados Unidos, había dicho muy poco sobre el asunto en público y no parecía estar haciendo de su caso una prioridad sin la cual les resultaba difícil conseguir atención médica especializada.
«No esperábamos que nos abandonaran, o más precisamente, que nos sacrificaran, así es cómo nos sentimos ahora», expuso un vocero del grupo al periódico Globe and Mail. Varios de los afectados creen que Ottawa ha dicho poco en público porque quiere mantener relaciones amistosas con Cuba, escribió el diario.
Adam Austen, portavoz de la oficina de la Ministra canadiense Chrystia Freeland, apenas dijo que «seguiremos haciendo todo lo que podamos para proporcionar consejo y apoyo a los afectados», provocando criterios de que «los diplomáticos canadienses afectados por la no identificada enfermedad en Cuba se sienten abandonados y sienten que el gobierno canadiense encubre algo, o es indiferente a un problema que a alguien en Washington le interesa magnificar.
Titulares como el de «diplomáticos canadienses afectados por extrañas dolencias en Cuba se sienten abandonados» proliferaron en aquellos países donde la información es influida decisivamente por los consorcios estadounidenses.
Téngase en cuenta que las investigaciones han sido desde el inicio entorpecidas por circunstancias misteriosas. Primero porque la parte estadounidense no permitió a peritos acreditados de cualquier nacionalidad acceso clínico a los afectados, ni a los médicos militares estadounidenses que pudieron verlos dentro de un espacio de tiempo próximo a la afectación, aduciendo que los pacientes eran personal que laboraba en tareas de inteligencia, obligados por ello a respetar estrictas reglas de secretismo por el perfil de sus tareas.
Sigo pensando que la búsqueda de un autor intelectual de los ataques entre personas o gobiernos enemigos de EEUU pasa por alto la posibilidad de que ésta haya recaído en autoridades de la comunidad de inteligencia estadounidense en la ejecución de ensayos de algún programa clandestino o arma secreta, que por algún motivo cayó en manos oportunistas como las del Senador Rubio con el inescrupuloso respaldo de Bolton.
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