Vista desde la perspectiva del siglo XX, la historia de la emergencia de Estados Unidos en tanto que geopotencia está marcada por su geografía: ninguna de las grandes catástrofes del siglo pasado se escenificó en su territorio.
Durante la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos atizó y capitalizó el conflicto entre las naciones europeas. Después fue el sostén económico principal del ascenso del fascismo en Italia y Alemania, en aras de dividir y polarizar al viejo continente. Todavía es difícil entender su alianza con la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial; acaso Adolfo Hitler le representaba una amenaza más severa que Moscú. Una vez que se percató de que en la guerra del Pacífico no podían lidiar con Japón por medio de una guerra convencional, recurrió al exterminio: dos bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki lo constataron. Se omite con frecuencia el hecho de que ha recurrido a las estrategias de exterminio tantas veces como se ha visto arrinconada.
Ya en la posguerra, las economías de Japón y Europa se recuperaron del todo sólo hasta fines de los años 70. Y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas fijó a un adversario político, pero nunca económico. En suma: a lo largo del siglo XX Estados Unidos no tuvo ningún contendiente entre las grandes potencias, ya sea porque se encontraban en guerra o en medio de sus propias ruinas.
Todo cambió en la década de los 90. La Unión Europea se consolidó como polo industrial y cultural. Japón devino la segunda economía del mundo. A principios del siglo XXI, Rusia ordenó su casa y se afirmó, una vez más, como potencia militar y sobre todo nuclear. La gran sorpresa fue China, país al que en los años 60 se le deparaba un destino similar al de las sociedades de América Latina, que está a punto de sobrepasar el PIB estadunidense.
A diferencia de lo que aconteció en el siglo XX, Estados unidos enfrenta hoy un mundo lleno de competidores de todo tipo. Aunque no como antes, el PIB y las exportaciones chinas continúan creciendo. En Ucrania, Rusia ha mostrado que puede lidiar con una guerra convencional y un centenar de sanciones que la desacoplan del mundo occidental. Y la Unión Europea en su conjunto cuenta con una riqueza mayor que la estadunidense.
Frente a un orden en que está obligado a competir, Estados Unidos parece haber perdido la brújula. Su primera reacción fue apropiarse de los energéticos de Cercano Oriente. Ya fracasó. Su segundo paso contundente ha sido enfrentar, una vez más, a los europeos entre sí. Éste y no otro es el cometido de su intervención en Ucrania. Lo que han descubierto los europeos es que Washington ya no los puede sostener económicamente. Todo lo contrario. Está provocando un proceso que ellos mismos llaman de desindustrialización. Al parecer, tampoco logra doblegar a Vladimir Putin. Y China e India, una vez levantadas las medidas antipandemia, se aprestan a la competencia.
Enfrascado en paradigmas que pertenecen al siglo XX, Estados Unidos se niega a aceptar la condición multipolar del mundo actual. ¿Cuáles son estos paradigmas?
El primero y más evidente reside en su manera de hacer frente a sus propias crisis internas. Una y otra vez la lógica estadunidense recurre a la producción de armas (keynesianismo militar) para sortear sus colapsos. La ayuda a Ucrania no significa más que financiar hasta el delirio a su aparato industrial-militar. Pero nada indica que esto funcione como antes. No se puede lograr por medio de las armas lo que no se consigue a través de la economía. Los europeos descubrieron que Washington no los puede apoyar como en el siglo XX.
En segundo lugar, su productividad ha descendido abismalmente. Amazon, por ejemplo, es un negocio que se dedica básicamente a distribuir productos de China, India e Indonesia. Ali Baba, su inmediato competidor chino, está a punto de superarlo.
En tercer lugar, existen extensas áreas de los mercados mundiales que ya no admiten el dólar como moneda en curso. Ello significa que la banca estadunidense está dejando de ser el sinónimo de la banca mundial.
Si continúa el ritmo actual, en 15 años, sólo dos países del grupo del G7 pertenecerán a ese selecto grupo: Estados Unidos y Japón. Los demás se llamarán China, India, Indonesia y Sudcorea.
El mayor error de la clase política mexicana en las últimas cuatro décadas fue colocar todas sus apuestas en el vecino del norte. Y sustraerse a los servicios del espionaje estadounidense –selfie– en un elevador no cambia este rumbo.
Fuente: https://www.jornada.com.mx/2023/01/19/opinion/015a2pol