En un discurso en Tampa el 16 de Julio, George W. Bush apuntó sus cañones -su boca- a Cuba acusándola de promover el turismo sexual. «El régimen de La Habana, que ya es uno de los mayores violadores de los derechos humanos en el mundo, suma otros crímenes. El dictador da la bienvenida al turismo […]
En un discurso en Tampa el 16 de Julio, George W. Bush apuntó sus cañones -su boca- a Cuba acusándola de promover el turismo sexual. «El régimen de La Habana, que ya es uno de los mayores violadores de los derechos humanos en el mundo, suma otros crímenes. El dictador da la bienvenida al turismo sexual», dijo Bush en la Conferencia Nacional de Entrenamiento para Combatir el Tráfico de Personas, y el trabajo, sexo y servicio militar forzados.
Scott Lindlaw, reportero de Associated Press (16 de Julio), situó apropiadamente el comentario de Bush en la columna de «alcahueteando votos». «Al combinar el tema del tráfico de personas con su retórica de línea dura contra Castro, Bush espera apuntalar su posición con los cubano-americanos del estado que decidió la elección del 2000. El viaje del viernes fue el número 23 de Bush como presidente a la Florida y las encuestas recientes demuestran que va empatado con Kerry».
Bush, el ex-consumidor de bebidas y drogas, ahora fastidiosamente moralizante, dijo a la audiencia de Tampa que «Hemos tomado medidas para impedir que turistas norteamericanos participen del abuso sexual de niños en Cuba o en cualquier otra parte del mundo… Pero no podemos sacarlos del negocio a no ser que nos enfrentemos al problema de la demanda. Y por eso vamos a perseguir a los adultos inescrupulosos que abusan de los jóvenes y de los inocentes».
Yo no podía creerlo. Si Bush habla en serio, la policía arrestará a miles tanto en la Convención republicana como en la demócrata. En el 2000, la policía calculó que varios miles de prostitutas están listas para dar servicio a los delegados de ambos partidos en sus respectivas convenciones. La policía no revisó su identificación para determinar si eran mayores de 18 años, pero algunas a mí me parecieron sin dudas que eran menores de edad.
Me imagino que Fidel se reirá a carcajadas ante la idea de que él o cualquier otro cubano cuerdo den la bienvenida al turismo sexual. El pueblo que hizo la revolución a fines de los años 50 recuerda bien a tipos como Bush -antes de su conversión cristiana, por supuesto. John F. Kennedy, en sus días pre-presidenciales como calavera, utilizó regularmente la mansión del embajador de EEUU en La Habana para tener sus encuentros con desinhibidas profesionales cubanas. El senador de Massachussets resumía el lado beneficioso del turismo sexual: los hombres ricos de países como Estados Unidos se aprovechan de jóvenes mujeres y hombres (a menudo menores de edad) porque se pueden dar el lujo de pagarles.
Kennedy, al igual que el actual presidente, era un producto de las universidades del Este. Tanto Harvard como Yale fueron fundadas como escuelas de teología. Pero con el tiempo, como demuestran nuestros recientes graduados de esas universidades (Kennedy, Clinton, los dos Bush), lo divino se ha mezclado en exceso con lo terrenal.
El actual presidente puede que tenga sus pies sobre el campo de golf, pero su cabeza parece que no es capaz de traducir en palabras una sensibilidad crítica, esa característica que permite a una persona aplicar sus propias normas más allá de su objetivo inmediato de conveniencia política. Bush regañó a Castro por promover a las cortesanas cubanas cuando las describió como «las prostitutas más limpias y educadas del mundo», como si de alguna manera Castro pretendiera atraer a los respetables norteamericanos a Cuba y alejarlos de Las Vegas.
Bush dijo que Castro ha convertido a Cuba en un gran destino para el turismo sexual, el cual es «una fuente vital de divisas para mantener a flote a su corrupto régimen». ¿Se atreverá Bush a discutir el tema del turismo nacional y extranjero con Las Vegas y otros destinos de juego y sexo de Nevada? Es más, el notorio Rancho Mustang (es decir, casa de putas), se ha hecho famoso mundialmente y se anuncia como tal en el país y en el extranjero.
En Cuba antes de la revolución, Meyer Lansky ocupaba una suite en el Hotel Nacional de La Habana, desde donde dirigía el juego y otras empresas criminales relacionadas con el turismo y el sexo. Es más, La Habana y Las Vegas se habían convertido en las dos vacas de caja de la Mafia.
En la actualidad Nevada mantiene la misma actitud hacia el sexo y el juego que Cuba tenía antes de la revolución. Es más, Bush usó una cita de Castro fuera de contexto, un intento de 1992 por explicar al Parlamento que la prostitución, proscrita varios años después de que la revolución llegara al poder, había reaparecido con fuerza como resultado del descenso económico en la era post-soviética. Castro estaba tratando de minimizar un tema grave; Bush lanzó una grave acusación mientras minimizaba su evidencia.
Es más, como pueden atestiguar los visitantes a Cuba a mediados de los años 90, las mujeres de la noche eran ubicuas en las áreas turísticas. Es más, alrededor de los hoteles de La Habana uno podría haber visto casi 20% del número de tales profesionales que se podrían encontrar en áreas similares o más pequeñas de Las Vegas.
En las concurridas calles de Las Vegas, jóvenes mexicanos distribuyen volantes que anuncian con fotos explícitas las muchas posibilidades de entretenimiento excéntrico antes de que los turistas pierdan su dinero en los casinos. Pero algunos de los propietarios de casinos y de clubes de baile pertenecen no solo al Partido Republicano, sino también al grupo de grandes donantes de esa organización de elite. Así que su depravación moral no recibe el regaño desde el púlpito que Bush usa para provocar a Castro. Ni tampoco es probable que Bush castigue a los comerciantes de pecado de Las Vegas por perpetuar sus vicios.
¿Se imaginan ustedes que al tomar su periódico en la mañana vean los titulares: «Bush suprime toda ayuda federal a Las Vegas»? «Prohibidos todos los vuelos comerciales con destino al Aeropuerto de Las Vegas». Automáticamente el servicio de Correos inspeccionaría todas las cartas en busca de cheques enviados a familiares necesitados en la ciudad del pecado de Nevada.
La asociación de proxenetas, propietarios de moteles, hoteles y casinos no toleraría tales acciones después de todo el dinero que ha donado para la campaña de Bush.
Bush trató de poner en contexto sus acusaciones de turismo sexual al prometer que «Mi administración está trabajando en busca de una solución total a este problema: la rápida y pacífica transición a la democracia en Cuba». Lo que él quiere decir es que él puede buscar votos y espera que nadie presente en la audiencia piense en cuán poco ha hecho su Departamento de Justicia por detener el comercio sexual -incluido el que se hace con niños- en Estados Unidos.
Es más, el propio informe que Bush citó en sus acusaciones contra Castro (el informe de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, realizado por su Proyecto de Protección enfocado a los derechos humanos legales) decía que los traficantes llevan a Estados Unidos hasta 17 500 personas cada año, para obtener ganancias por realizar actos sexuales como parte de su servicio. Algunas son llamadas trabajadoras domésticas. En otras palabras, Estados Unidos sufre del tráfico sexual más que Cuba.
Al día siguiente de que Bush saliera en los titulares relacionando a Castro con el turismo sexual, el periódico Sidney Morning Herald reportó que el Primer Ministro de Irak nombrado por Bush ejecutó sumariamente a seis sospechosos de insurgencia en una estación de policía de Bagdad. Paul McGeogh escribió que Iyad Allawi, poco antes de asumir su cargo de Primer Ministro, despachó a los supuestos «terroristas» disparándoles a la cabeza mientras estaban esposados y con los ojos vendados. Aproximadamente una docena de policías iraquíes y cuatro norteamericanos del equipo de la seguridad personal de Allawi «miraban en sorprendido silencio». La oficina de Allawi negó las acusaciones.
La noticia de Irak debiera ayudar a la gente a comprender las últimas vituperaciones de Bush hacia Castro, intelectualmente superior a él. Las acusaciones de sexo desvían la atención del público del abrumador tema de derechos humanos de nuestro tiempo: Irak.
Bush sabe que los medios distraerán a los ciudadanos, ya sea que él esté discurseando acerca del sexo ilícito en Cuba o que los conductores de programas noticiosos «interrumpan este programa» para decir las últimas noticias acerca del juicio por asesinato de Laci Peterson, el muchacho en la cama de Michael o la mujer en la habitación de hotel de Kobe. La atención del público debe estar en Bush que lanzó una guerra agresiva; como consecuencia lógica siguieron la muerte y la tortura.
La estrategia de la campaña de Bush busca utilizar el sexo en Cuba o el mal manejo de documentos clasificados por parte de Sandy Berger, Asesor de Seguridad Nacional de Clinton -supuestamente salió del Archivo Nacional con documentos que no debía haber tomado-, a fin de distraer la atención del público de los abarcadores temas de la guerra y la paz.
Castro pudiera responder a las acusaciones de Bush de promover el turismo sexual imitando el reciente comportamiento del Vicepresidente Dick Cheney en el Senado y diciéndole a Bush que se vaya a tomar por el c… Es más, Fidel podría decirle a Bush que tome sus acusaciones de tráfico sexual y se las meta por el mismo lugar. ¡O que trate de vender ese «sermón de turismo sexual en Las Vegas!
El nuevo libro de Landau es El negocio de Estados Unidos: cómo los consumidores han sustituido a los ciudadanos y de qué manera se puede invertir la tendencia. Landau es miembro del Instituto para Estudios de Políticas y es profesor de la Universidad Cal Poly Pomona.