Paul Pillar, quien entre 2000 y 2005 fue el máximo analista en asuntos de Medio Oriente de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, acusó al gobierno de George W. Bush de distorsionar y politizar la inteligencia en el período previo a la guerra en Iraq.
En un artículo publicado en la revista Foreign Affairs, el analista, quien renunció a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) el año pasado, también acusó a la administración Bush de ignorar buena parte del análisis preparado por los expertos del servicio secreto, incluyendo predicciones del caos que siguió a la invasión de Iraq en marzo de 2003.
Pillar afirmó que el gobierno transformó el modelo tradicional de separación de funciones entre los expertos en inteligencia y los políticos, quienes toman las decisiones en base a investigaciones de hechas por los primeros.
«La administración no usó la inteligencia para tomar decisiones, sino para justificar una decisión ya tomada. Fue a la guerra sin pedir ninguna evaluación de inteligencia estratégica sobre ningún aspecto de Iraq», escribió.
El experto afirmó que, como jefe de la Oficina de Inteligencia Nacional para Medio Oriente y Asia meridional, recibió el primer pedido del gobierno para una evaluación sobre Iraq un año después de la invasión.
Las acusaciones de Pillar, contenidas en su nota publicada el día 10, son las más graves desde que se filtró el llamado «Memorándum de Downing Street» al periódico londinense The Sunday Times, en mayo de 2005.
Se trata del acta de una reunión del gabinete de guerra del primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair, en julio de 2002.
El documento cita al jefe de inteligencia británico Alastair Campbell, quien acababa de regresar de un viaje a Washington, informando que Bush «quería sacar a Saddam Hussein a través de la acción militar» y que, para ese fin, «la inteligencia y los hechos estaban siendo organizados en torno a la política».
La divulgación del memorando desató una ola de quejas entre varios funcionarios de inteligencia estadounidenses retirados que ya se habían manifestado en contra de la guerra, y puso a la defensiva a la administración Bush y a los legisladores del gobernante Partido Republicano en el Comité de Inteligencia del Senado.
Los congresistas republicanos lograron estancar toda iniciativa de sus pares del opositor Partido Demócrata en el Comité para pedir una investigación sobre el uso de la información de inteligencia antes la guerra.
El hecho de que Pillar, un testigo de alto rango, se haya unido públicamente al coro de críticas al gobierno representa un serio contratiempo para Bush.
El líder de la minoría demócrata del Senado, Harry Reid, exigió una investigación inmediata. «La evidencia de que la Casa Blanca manipuló y desclasificó selectivamente información de inteligencia para hacer una campaña de relaciones públicas antes, durante y después de la invasión a Iraq crece cada día», afirmó.
Es probable que las acusaciones de Pillar sean más difíciles de refutar a la luz de nuevas revelaciones.
El jueves pasado trascendió que el ex asesor en seguridad nacional del vicepresidente Dick Cheney, I. Lewis «Scooter» Libby, acusado de mentir a las autoridades federales sobre su papel en un operativo de la CIA, testificó que fue «autorizado» por el propio Cheney y otros funcionarios de la Casa Blanca a filtrar información clasificada a periodistas en el período previo a la guerra.
El propósito de esas filtraciones, que continuaron luego de la invasión, según la revista The National Journal, fue «construir apoyo público» para ir a la guerra.
Libby también habría actuado como nexo entre la Casa Blanca y unidades especiales del Pentágono a cargo del ex subsecretario (viceministro) de Defensa, Douglas Feith.
Esas unidades evaluaron la «inteligencia básica», en especial relacionada con presuntos vínculos entre el entonces presidente iraquí Saddam Hussein (1979-2003) y la red terrorista Al Qaeda, y la enviaron a la oficina de Cheney y a la Casa Blanca sin someterla a veto de analistas de inteligencia profesionales.
En su artículo, aunque evita dar nombres, Pillar identifica al Grupo Político de Evaluación Antiterrorista, de Feith, como responsable de distorsionar el normal proceso de inteligencia de varios modos. Por ejemplo, estableciendo presuntos vínculos entre Al Qaeda y Hussein y presentando «informes que acusaban a los servicios de inteligencia de hacer análisis defectuosos por no ver esa supuesta alianza».
«Que el gobierno llegara a una solución política tan diferente indica que su decisión de derrocar a Saddam Hussein fue inducida por otros factores, a saber: el deseo de sacudir las anquilosadas estructuras de poder de Medio Oriente y acelerar la expansión de una política y una economía más liberales en la región», escribió.
Antes de la guerra, según Pillar, la comunidad de inteligencia también consideró los principales desafíos que enfrentaría cualquier autoridad luego de la invasión en Iraq y pronosticó «una sociedad iraquí profundamente dividida» que pudiera estallar en un «conflicto violento» a menos que el poder ocupante «estableciera la seguridad y pusiera a Iraq en el camino a la prosperidad en las primeras semanas o meses después de la caída de Saddam Hussein».
También predijo que la guerra y la ocupación «impulsarían al Islam político e incrementarían la simpatía por los objetivos de los terroristas, y que Iraq se convertiría en un imán para extremistas de cualquier parte de Medio Oriente».
Pero esta evaluación fue realizada solamente por la propia iniciativa de la comunidad de inteligencia. El gobierno nunca solicitó tal análisis, según Pillar.