Los enemigos del Imperio celebran ya sin disimulo el triunfo de Jorgito, su mejor aliado, en Noviembre próximo. Nueva York, sitiada y asediada, invadida por policías y soldados dedicados a matar a batacazo limpio cualquier intento de protesta, es la ciudad del miedo: hoy el gringo tiene miedo de Al Qaeda, de todos y cada […]
Los enemigos del Imperio celebran ya sin disimulo el triunfo de Jorgito, su mejor aliado, en Noviembre próximo. Nueva York, sitiada y asediada, invadida por policías y soldados dedicados a matar a batacazo limpio cualquier intento de protesta, es la ciudad del miedo: hoy el gringo tiene miedo de Al Qaeda, de todos y cada uno de los musulmanes que alguna vez buscaron refugio en USA, de sus compatriotas porque son negros, blancos, cobrizos, amarillos o pálidos, de sus propios hijos porque los niños gringos de diez años matan a tiro limpio a papá, mamá y algún amiguito que les faltó al respeto, de Dios porque saben que es justo y del diablo porque por fin parece haberlos abandonado. Y lo mismo sucede en el país todo. Es el apogeo del Rey Jorge.
El mejor aliado de Al Qaeda no es el diablo, pero la mitad de la gente pensante en el Imperio (apenas un puñado) lo tiene por tal. La otra mitad lo tiene por Dios: comenzó a gobernar como servidor de Dios, siguió gobernando como la Voluntad de Dios y termina sus primeros cuatro años convencido de que es Dios…Gracias a los cientos de fanáticos seudo-cristianos que le rodean y lo alaban a pesar de que el mundo sabe ya que es un redomado idiota.
Entre las maravillas al revés que ha hecho este ex alcohólico de lengua trabada debemos contar el milagro que le asemeja a Moisés: si el israelita partió los mares para guiar a su pueblo, el Rey de los Terroristas ha dividido de tal modo a su pueblo que sólo existe un antecedente para tal prodigio, la Guerra de Secesión, esa Guerra Civil que costó al Imperio más muertos que todas sus guerras juntas. Hoy los gringos están profudamente divididos y separados en dos grande segmentos que tiene una sola cosa en común, un fanatismo cerrado y bruto que es producto de su centenaria ignorancia y les impide hallar la menor oportunidad de diálogo. Ese fanatismo a ultranza es otra obra del mejor aliado de Al Qaeda. «O conmigo, o contra mí», dijo Jorge el Torturador en su momento, negando toda capacidad de razonar a las masas. Las masas de su Imperio lo niegan e ignoran todo el proceso; una multitud disminuida (los que votan) le ha obedecido al pie de la letra y hoy lo odian a morir o lo siguen hasta matar.
Pero lo que más alegra a los enemigos del Imperio es la certidumbre de que tendrá otros cuatro años para concluir su obra e iniciar el Milenio Plutócrata Totalitario… o acelerará vertiginosamente la destrucción del Imperio.
Las mismas razones que le hicieron Presidente a pesar de que los que le conocen sabían de sus defectos monstruosos explican su próximo triunfo en Noviembre: los Poderes Invisibles han decidido que su segundo gobierno es una necesidad que la Historia demanda. Su derrota electoral sería la derrota de esos Poderes (ese club industrial militar del que hablara ya Eisenhower) y tal derrota es imposible. Más fácil sería que se apagara el sol.
Para evitar que se apague los «dioses» eligieron como su circunstancial competidor a otro hombre de pensamiento nublado, lengua trabada y cara de pecado mortal. Este hombre tiene tan pocas cualidades personales que más de un gringo se decidió por Bush antes de permitir que «eso» llegara a gobernar. No es, sin embargo, un idiota redomado ni parece carecer de principios hasta el grado que sufre el Presidente. Lo que pasa es que supo su misión desde el día primero: deberá perder de modo convincente.
Eso es lo que John Kerry ha estado haciendo desde que su equina nariz atacara por primera vez a la televisión. Tres décadas de discursos como senador le han dado la experiencia que hoy le permite aparecer como un tontín despistado apenas abre la boca. La manía de sacar la lengua cada vez que contesta una pregunta o mirar como si esperara que le salte la liebre y la actitud de un poste que parece estar yendo hacia la izquierda cuando en realidad marcha para la derecha lo hacen intragable para las masas ciudadanas. Tanto es así que, a 60 días de las elecciones, ingentes cantidades de gringos lo juzgan como una peste peor que el Presidente. La mitad de los electores, que no son muchos pero dividen y polarizan el país, lo ven con menos cualidades que George, lo cual le hace infrahumano. Esto es, está cumpliendo su misión con la habilidad que de Kerry se esperaba.
Quien demuestra y traiciona ese plan es su compañero de fórmula, el bueno de John Edwards, un político de trayectoria ultra-veloz que es por eso mismo todavía verde para los viejos profesionales.
Edwards se hizo de un nicho entre los televidentes al hablar de las dos Américas, la de los plutócratas y la de los miserables. Era un muchacho simpático lleno de vitalidad, fe y entusiasmo… hasta que le hicieron candidato a la vicepresidencia y se apagó como una vela bajo la pata derecha de un perro: cuando Kerry le contó su «plan secreto», Edwards apenas pudo tragarse semejante horror, se desinfló y hoy es un fantasma de sí mismo que ya no atrae ni a sus papás. No ha tenido tiempo para desarrollar el cinismo de los grandes políticos.
Además de tales oponentes que cavan día a día su propia fosa, el mejor aliado de Al Qaeda tiene otros naipes en la manga: Florida, California, Texas. Si ganara en esos tres estados y los que todos suponen que ya tiene en el bolsillo, la cosa sería un paseo para el Rey Jorge.
En Florida fue donde dio su golpe de estado hace cuatro años con la complicidad de la Corte Suprema y de su hermano Jeb, de la colonia cubana y de otros tipos de los mismos kilates que se robaron las elecciones impidiendo que muchos negros y latinos votaran y manipulando la votación. Esa exitosa experiencia ha dado mucho optimismo a Jeb, que piensa repetir el plato y demostrar que él también es digno de la Presidencia (2008).
En California, Jorge tiene al fenomenal Schwarzenegger, cuyas habilidades histriónicas y falta de principios le han permitido meterse el estado en un bolsillo demostrando de paso sus increíbles cualidades de demagogo: dice que Bush es el Presidente de los ilegales y que los chanchos vuelan.
Texas es Republicano y reaccionario desde que Jesús era cadete. Hoy los Demócratas no sólo brillan por su ausencia en el Ejecutivo y el Legislativo tejano, sino que simplemente son una especie política extinta. No existen ya Demócratas en Texas.
Por si algo le fallara, El mejor aliado de Al Qaeda tiene otros ases en la manga.
Uno son las máquinas digitales que se usarán el 2 de Noviembre para votar: tienen la ventaja de no dejar huellas de papel. Ya se demostraron muy «útiles» en Maryland y California ante sonoras protestas, pero nadie piensa en cambiarlas. Como nadie podrá probar por quien votó, las autoridades (Republicanas) decidirán la votación. Dirán que voté por Bush y no podré negarlo.
Otro es la ínfima cantidad de gringos cuya inteligencia les alcanza para votar: de 290 millones de habitantes, votará un 15%. Tómese como ejemplo las elecciones del 2000 en Nueva York: votaron 1.3 millones por Gore y 0.34 millones por Bush. De 16 millones de habitantes de Nueva York, votaron sólo un millón y medio. Esta vergüenza nacional, el feroz ausentismo que distingue a las elecciones en el Imperio desde hace décadas, es más álgida que nunca.
Los políticos conocen la cara, los gustos, los caprichos y las idioteces que distinguen a cada ciudadano capaz de votar y que vota. Es para ese miembro de la minoría selecta que se hace el gran espectáculo «político» del Imperio, las convenciones, los debates y tutti cuanti.
Uno de cada dos de esos ciudadanos que votan es tan idiota que no ha logrado entender hasta hoy que ha perdido sus derechos civiles, que le han capado la Constitución, que está perdiendo su Seguro de Salud, que vive en un país políticamente tan bárbaro como Rusia y que cuatro años más de la misma dosis convertirán a esa ex-democracia formal en una plutocracia totalitaria que dejará a la Alemania Nazi como un cuento para bebés.
Bin Laden y sus muchachos terroristas (una banda de chunchos como los de Cochise de hace 200 años) deben estar que se mueren de gusto: si hasta hoy ha logrado Jorge convertir al Imperio en un aterrado país en constante e ilegal estado de sitio, no pueden imaginar siquiera lo que hará W. (su socio comercial ayer, hoy y siempre) durante sus próximos 1500 días de terrorismo desde la Casa Blanca.
En cuanto el resto del mundo: ¿cuántos son los muertos de Irak desde que comenzó la guerra hasta esta fecha? ¿Se ha molestado alguien en contarlos? Esa es la suerte que espera al mundo, porque los fanáticos cristianos de Jorge prefieren ser la única especie de fanáticos existentes… y disponen de los instrumentos para darse el gusto. Ha llegado la hora de poner nuestras barbas en remojo porque nuestro pecado es haber nacido pobres y somos, por tanto, enemigos del buen Rey Jorge.
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