Bush II pretende manifiestamente emprender su mandato bajo el doble auspicio de la prosecución del redespliegue imperial de los Estados Unidos y de la ampliación de sus alianzas diplomáticas. El mensaje ha sido claramente expresado en el discurso presidencial anual sobre el «estado de la nación», el 8 de febrero. Pertrechado de su demostración de […]
Bush II pretende manifiestamente emprender su mandato bajo el doble auspicio de la prosecución del redespliegue imperial de los Estados Unidos y de la ampliación de sus alianzas diplomáticas. El mensaje ha sido claramente expresado en el discurso presidencial anual sobre el «estado de la nación», el 8 de febrero.
Pertrechado de su demostración de fuerza en Irak, G.W.Bush confirma su objetivo de un «Gran Medio Oriente» colocado bajo su tutela. Lo que pasa por un aumento de la presión sobre los estados que simbolizan, a sus ojos, en esta región tan deseada por sus inmensas reservas energéticas, el famoso «eje del Mal»: Irán y Siria. «Para promover la paz en Medio Oriente, explica, debemos enfrentarnos a los regímenes que continúan abrigando terroristas e intentan dotarse de armas de destrucción masiva». La amenaza de futuras intervenciones militares ni siquiera queda velada, sobre todo cuando el jefe de la primera potencia del planeta advierte: «Durante los cuatro próximos años, mi administración va a continuar construyendo coaliciones para vencer los peligros de nuestra época». Su nueva secretaria de estado, Codoleeza Rice, no dice otra cosa cuando, desde Jerusalén, en sus primer desplazamiento oficial, afirma tajantemente: «Irán es claramente un problema para el sistema internacional
«.
En un primer momento, este discurso belicista parece sin embargo tener por principal objetivo hacer presión sobre los estados de la región, a fin de llevarles a adoptar su visión del futuro. Es así como el inquilino de la Casa Blanca, tras haber vigorosamente denunciado a Teherán y Damasco, interpela en estos términos a las demás capitales del mundo árabe: «El gobierno de Arabia saudita puede mostrar su liderazgo en la región aumentando el papel de su pueblo en la definición de su futuro. La gran y orgullosa nación de Egipto, que ha mostrado la vía de la paz en Próximo Oriente, puede ahora mostrar el camino de la democracia en Próximo Oriente. Reformas plenas de esperanzas están ya empezándose a realizar en un arco que va de Marruecos a Jordania y Bahrein».
La «vuelta a la diplomacia», proclamada por Condoleeza Rice con ocasión de su entrada en funciones, procede de este planteamiento. Con las peores dificultades para estabilizar Irak, incluso tras unas elecciones que parecen anunciar nuevas conclusiones, Washington no puede proseguir su ofensiva más que a condición de salir de un aislamiento político al que le ha llevado el unilateralismo de su guerra de marzo de 2003. La visita de la secretaria de estado a Ariel Sharon y Mahmoud Abbas en los primeros días de febrero, seguida de su gira por Francia y el continente europeo, las palabras pacificadoras del jefe de la administración republicana sobre el objetivo de «dos estados democráticos, Israel y Palestina, que vivan uno al lado del otro en paz» (sin decir nada, evidentemente, del futuro de las colonias israelíes de Cisjordania y de la soberanía reconocida al estado palestino.), su próximo desplazamiento a Bruselas donde se reunirá con los jefes de estado y de gobierno de la Unión Europea: otras tantas señales que intentan reconstituir el «lazo trasatlántico» roto cuando Francia y Alemania se negaron a seguir a los EEUU a la conquista de Bagdad.
El objetivo no tiene misterios. Se trata de llevar a las potencias occidentales rivales de los EEUU, en contrapartida de su vuelta a la mesa de negociaciones diplomáticas sobre el futuro de una zona eminentemente estratégica, a financiar las expediciones coloniales actuales o futuras, y a complementar al Imperio en una serie de terrenos. Jugando con su aplastante supremacía, la Casa Blanca puede razonablemente esperar ser compensado. No sin razón , si se tiene en cuenta las prisas de Jacques Chirac en aceptar participar en la formación de las futuras fuerzas armadas irakís (aunque esta asistencia se desarrolle fuera del teatro del conflicto) o por la solemnidad de la acogida reservada por Francia a la Sra. Rice, el 8 de febrero.
Nuestro combate contra las ocupaciones, por la justicia y la democracia, por la autodeterminación de los pueblos parece que va a ser largo.