Una delegación de legisladores y funcionarios estadounidenses marchó tiritando por la helada tundra costera de Alaska para evaluar un proyecto de extracción de crudo en el prístino Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico, alentado por Washington. Sin embargo, el grupo no contactó a los más firmes opositores locales a la iniciativa. Cinco senadores, dos […]
Una delegación de legisladores y funcionarios estadounidenses marchó tiritando por la helada tundra costera de Alaska para evaluar un proyecto de extracción de crudo en el prístino Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico, alentado por Washington. Sin embargo, el grupo no contactó a los más firmes opositores locales a la iniciativa.
Cinco senadores, dos ministros y un funcionario de la Casa Blanca recorrieron el 5 de este mes la Pendiente Norte de Alaska y lograron reunirse con líderes de una aldea inupiat, pero no con la comunidad gwich’in de Villa Ártica.
Los gwich’in son inflexibles en su rechazo a la explotación del Refugio, basados, entre otras razones, en el temor de que se ahuyente a los caribúes (Rangifer tarandus) que cazan desde tiempos ancestrales.
«Pedimos al senador (Pete) Domenici que trajera a la delegación a la comunidad gwich’in, pero nunca nos respondió. Sentí que ya habían tomado una decisión, y eso lastimó mi corazón», dijo a Tierramérica Luci Beach, directora ejecutiva de la Comisión Directiva Gwich’in.
La Cámara de Representantes estadounidense ha aprobado varios proyectos para autorizar la extracción de petróleo en el Refugio, pero el Senado nunca los aceptó.
Ahora el gobernante Partido Republicano ha urdido un nuevo intento de autorizar las perforaciones: incluir la previsión de ingresos por concesiones para explotar el Refugio en una próxima resolución presupuestaria, que requiere mayoría simple y no podría ser obstruida por el opositor Partido Demócrata.
«El presidente (George W. Bush) lo pidió, y tratamos de hacer lo que pidió», explicó a periodistas, en relación con esa iniciativa, el presidente republicano de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Representantes, Judd Gregg.
La explotación petrolera del Refugio es una parte central y pendiente de la política energética de Bush, quien según los críticos ignora la conservación y la sustentabilidad, para centrarse de modo casi exclusivo en el uso de combustibles fósiles.
Estados Unidos tiene sólo tres por ciento de las reservas de petróleo del mundo, pero consume 25 por ciento de la producción global del hidrocarburo.
De acuerdo al estatal Centro de Investigación Geológica estadounidense, la probabilidad de que el Refugio ártico contenga 5.700 millones de barriles (de 159 litros) de petróleo es 95 por ciento, y hay cinco por ciento de probabilidad de que contenga 16.000 millones de barriles.
Pero la planicie costera también es el hogar del caribú, el toro almizcleño (Ovibos moschatus), el oso polar (Thalarctos maritimus) y otras especies árticas.
«El caribú es un don que se nos dio y que no tomamos a la ligera. Es algo frágil, con lo que no queremos experimentar», sostuvo Beach.
Aunque no en su aldea, Beach y otros activistas sí lograron reunirse con la delegación cerca de una hora en la ciudad de Anchorage, Alaska, antes de su regreso a Washington el 7 de este mes.
«Nos dieron respuestas políticas, pero no creo que realmente les importen los derechos humanos de los gwich’in», opinó la dirigente indígena.
Michael Musante, portavoz de Poder Ártico, el principal grupo de presión por la actividad petrolera en Alaska e integrante de la delegación, aseguró a Tierramérica que los inupiat con los que se reunieron cazan en la misma zona que los gwich’in y «sienten que el proyecto (de explotación petrolera del Refugio) es absolutamente necesario» para mejorar sus vidas.
Arguyó además, que «la infraestructura de extracción ocuparía de 2,4 a 3,2 hectáreas», de las 607.000 que tiene el Refugio.
Pero varias grandes firmas petroleras, incluyendo a BP, ConocoPhilips y ChevronTexaco, ya se retiraron de Poder Ártico y una fuente del Poder Ejecutivo aseguró que esas compañías no irían al Refugio «aunque el gobierno les regalara las concesiones», según el diario The New York Times.
Hace dos años, Alaska ofreció concesiones para explotación petrolera en una franja de plataforma continental de unos cinco kilómetros frente al Refugio ártico, y no hubo interesados.
Sin embargo, para Ed Porter, gerente de investigaciones del American Petroleum Institute, hay suficientes incentivos para invertir en el Refugio.
«Me sorprendería que la mayoría de las compañías no se presentaran a una licitación, pues (el Refugio) es el mayor territorio potencialmente explotable en América del Norte. El precio del barril de petróleo está por encima de 50 dólares, y dudo que eso disminuya su interés», dijo Porter a Tierramérica.
En los últimos 30 años, además, hubo avances en la tecnología de extracción como la perforación horizontal, que permite explotar varios yacimientos con una sola boca de salida primaria, y eso reduce en forma significativa el impacto ecológico, alegó.
Musante reconoció que ExxonMobil es la única transnacional que permanece en Poder Ártico, pero alegó que las petroleras no pueden tomar decisiones «hasta que el Congreso actúe», lo que espera que ocurra «pronto».
Russ Roberts, portavoz de ExxonMobil, admitió en diálogo con Tierramérica que «información crítica, como la sísmica, es casi inexistente, y eso dificulta elaborar interpretaciones y previsiones significativas» sobre el proyecto.
Pero Exxon cree que el Refugio puede ser explotado «con escaso riesgo para la ecología de la planicie costera», en parte mediante el uso de técnicas de mapeo tridimensional que permiten a los ingenieros ubicar los yacimientos, incluso cuando los datos geológicos son muy complejos, afirmó.
El presupuesto para 2006 del Poder Ejecutivo toma como un hecho consumado la aprobación de la explotación de gas natural y petróleo en el Refugio, y asume que el país recibirá por ello 2.400 millones de dólares.
Un cálculo que cuestiona Lydia Weiss, experta en relaciones con el gobierno de la organización Defensores de la Naturaleza.
Para lograr esa suma, «el Refugio debería arrendarse a precios de 10.000 a 15.000 dólares por hectárea, y el precio promedio en la Pendiente Norte en los últimos 20 años es unos 123 dólares por hectárea», adujo Weiss.
Esperamos que «los presidentes de las comisiones presupuestarias del Congreso no se involucren en ardides para aprobar una idea tan controvertida, a la que se opone la mayoría de los estadounidenses», comentó.
Pero si esa explotación es aprobada, «la comunidad ambientalista peleará contra cada paso del proceso», alertó.
* La autora es editora para América del Norte y El Caribe de IPS. Publicado originalmente el 12 de marzo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.