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Cambio climático y hambre: más de lo mismo

Fuentes: Público

El ritual de la cumbre del G8, celebrada de 7 al 9 de julio en Hokkaido (Japón), ha dejado pocas novedades. Frente a la situación de hambruna y de avance del calentamiento global, los líderes de las principales potencias se han limitado a promover las mismas políticas que han conducido a la situación de crisis. […]

El ritual de la cumbre del G8, celebrada de 7 al 9 de julio en Hokkaido (Japón), ha dejado pocas novedades. Frente a la situación de hambruna y de avance del calentamiento global, los líderes de las principales potencias se han limitado a promover las mismas políticas que han conducido a la situación de crisis.

La agenda de la cumbre venía marcada por tres temas de primer orden: economía mundial (aumento de los precios del petróleo y de los alimentos), cambio climático y desarrollo en África, principalmente. El tema de la deuda, una cuestión clave en pasadas ediciones ha quedado relegada al anonimato pese a seguir siendo una de las principales causas de empobrecimiento de los países del Sur. Las crisis económica, energética, alimentaria y ambiental han marcado la agenda en Japón.

Crisis alimentaria
A lo largo del 2008, hemos visto sucesivas revueltas en los países del Sur porque la gente no tenía acceso a los alimentos. El aumento exponencial del precio de estos, los ha convertido en inaccesibles para amplias capas de la población en África, América Latina y Asia que no tienen suficientes recursos para comprarlos, a pesar de que en la actualidad se produce más comida que nunca antes en la historia. El resultado: se calcula que hoy unos 950 millones de personas en todo el mundo pasan hambre.

Frente a esta situación, los líderes del G8 han instado a una mayor liberalización del comercio y han reprendido a aquellos países que están priorizando el consumo autóctono y reduciendo las exportaciones. Vietnam, India, Argentina, Filipinas, Costa de Marfil, Tanzania… han prohibido la exportación de arroz, trigo u otros alimentos para poder así atender las necesidades alimenticias de sus pueblos. De hecho, las medidas que promueven los líderes mundiales son, precisamente, las mismas que nos han conducido a la situación de hambruna: apertura indiscriminada de los mercados, intensificación y sobre producción agrícola destinada a la exportación, subvenciones a la industria agroalimentaria, etc.

Calentamiento global
En relación al cambio climático, se ha firmado un nuevo acuerdo en el que los miembros del G8 se comprometen a trabajar para reducir a la mitad sus emisiones de CO2 (el principal causante del calentamiento global) para el año 2050. Pero, ¿nuestro planeta puede esperar hasta esta fecha? Y, ¿qué credibilidad nos merece este comunicado cuando no se ha precisado el año base para el cálculo de las reducciones y ni siquiera Estados Unidos ha suscrito el protocolo de Kyoto? No podemos olvidar que la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero provienen de estos países.

Para acabar con el cambio climático, el G8 ha puesto al Banco Mundial al frente de esta empresa otorgándole un papel preeminente en la financiación e inversión en tecnologías y desarrollo «limpio». Como afirmaban desde Amigos de la Tierra, parece ser que «el zorro cuidará del gallinero». El Banco Mundial es uno de los principales acreedores de las industrias de combustibles fósiles, financiando extracción petrolera, de carbón, gas… con un fuerte impacto ambiental y social en los países del Sur. Además, las principales compañías beneficiarias de estas inversiones tienen su sede central en los países del G8.

Palabras vacías y soluciones reales
Como viene siendo habitual en estas cumbres, en Hokkaido, los líderes de los países más ricos del mundo se han limitado a pronunciar declaraciones de buenas intenciones vacías de contenido y a realizar gestos de impacto mediático. Los compromisos reales parecieran no tener cabida en una cumbre donde priman los eslóganes y las fotografías de familia. Ya en el año 1999, en Colonia, el G8 se comprometió a anular el 90% de la deuda bilateral y multilateral de los 42 países más endeudados del planeta. Pero las cifras reales, setenta mil millones de dólares, equivalían tan solo a un 3% de la deuda total de los países del Sur. Sin ir más lejos, en la cumbre de Gleneagles, en el 2005, los jefes de estado aseguraron aumentar la ayuda para África hasta 50 mil millones de dólares para el 2010. Según informes recientes, se calcula que esta cifra difícilmente se va alcanzar. Podríamos poner otros ejemplos, porque el ritual se repite año tras año. Las declaraciones bienintencionadas acaban siempre en papel mojado.

Los movimientos sociales que han salido a la calle en motivo de la cumbre, como Jubileo Sur, el Comité por la Abolición de la Deuda Externa, Vía Campesina… lo han dejado bien claro al afirmar que la solución pasa porque se prohíba la especulación en los precios de los alimentos, se respeten los esfuerzos de los países del Sur por revertir las políticas que han conducido a la situación de crisis, se deje de financiar proyectos que contribuyen al cambio climático y se cancelen, de una vez por todas, las deudas ilegítimas.

Los gobiernos del G8 tienen en su mano la posibilidad del cambio, por algo se encuentran al frente de las principales potencias políticas, económicas y militares a escala global. Pero, como decíamos anteriormente, se encuentran faltados de voluntad política. Evidentemente, quien sale ganando nunca renunciará a la gallina de los huevos de oro.

*Esther Vivas es autora de «En pie contra la deuda externa» (El viejo topo, 2008).

**Artículo aparecido en Público, 15/07/2008.