Pese a que los candidatos presidenciales en Estados Unidos lucharon por apoderarse de la idea de «cambio», muchos fuera de las fronteras de ese país son escépticos de que un nuevo ocupante de la Casa Blanca genere diferencias radicales en la actitud de ese país hacia el mundo. «¿Cómo la elección de una persona puede […]
Pese a que los candidatos presidenciales en Estados Unidos lucharon por apoderarse de la idea de «cambio», muchos fuera de las fronteras de ese país son escépticos de que un nuevo ocupante de la Casa Blanca genere diferencias radicales en la actitud de ese país hacia el mundo.
«¿Cómo la elección de una persona puede implicar un cambio de política del país más poderoso del mundo?», dicen algunos que creen poco en las promesas de los candidatos.
Incluso algunos ciudadanos de Estados Unidos dudan de las continuas menciones al cambio que los candidatos hacen en sus actos de campaña.
«Cuanto más hablan de cambio, más pienso que las cosas no van a cambiar», escribía en un foro de discusión en internet un votante.
La aparición de una figura radicalmente diferente a lo que el mundo se había acostumbrado a imaginar como presidente de Estados Unidos -un afroamericano, hijo de un inmigrante keniata- parece haber despertado expectativas del comienzo de una nueva era en la historia de Estados Unidos.
«El mundo no debe hacerse demasiadas ilusiones sobre Barack Obama. Es -está a punto de ser- simplemente el nuevo presidente de los Estados Unidos», escribía hace pocos días en su columna de la revista colombiana Semana, el analista Antonio Caballero, sugiriendo que, al fin y al cabo, el cargo supera a la persona que lo ocupe y lo que ésta piense.
«Barack Obama es gringo. Político gringo. O sea, con las características de un político profesional, de un senador, de un presidente gringo: hipócritamente religioso, militarmente patriotero, inevitablemente imperialista. (…) Los imperios son imperialistas. Y Barack Obama es -está a punto de ser- emperador del imperio actualmente imperante», opinaba Caballero.
Expectativas
«Creo que hay una expectativa excesiva de que el presidente que resulte elegido en estas elecciones va a hacer cambios muy radicales», señaló a BBC Mundo Mariano Aguirre, analista del instituto de investigación madrileño FRIDE.
«Los cambios, si llegan a ocurrir, van a ser realmente muy lentos. Las políticas no se definen sólo por la figura del presidente. Se definen por una relación muy compleja entre la Agencia Central de Inteligencia, el Pentágono, las Fuerzas Armadas, el Congreso, e incluso la influencia de los medios, los lobbys de presión y la relación con las fuerzas locales», dice.
Según explicó a BBC Mundo Armand Peschard, del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales en Washington, sí se notará al menos una diferencia de actitud.
«Obviamente, con un nuevo presidente habrá un cambio de visión», dice Peschard. «Pero ese cambio depende de otros factores como la composición en el Congreso. Otro factor importante es la crisis económica».
Crisis
Peschard cree que la actual crisis financiera y el daño que le ha infligido a la estabilidad económica de Estados Unidos será un factor más poderoso en el momento de definir una nueva política que la identidad de quien ocupe la Oficina Oval.
«Van a tener que desempeñar una política exterior con mucha más humildad, que estará basada en gran parte en las limitaciones económicas: será mucho más selectivo en cuanto a sus aportes en asistencia internacional o en cuanto al uso de la fuerza en zonas conflictivas «, asegura Peschard.
Las decisiones sobre escenarios claves como Medio Oriente, además, no parece que serán realmente diferentes a lo que ha pasado hasta ahora.
«El cambio no será profundo. Obama tiene una actitud más propensa al diálogo, incluso con los enemigos. Pero, por ejemplo, ha buscado el apoyo del sector más conservador de la comunidad judía en Estados Unidos y es posible que en el conflicto palestino-israelí mantenga una posición similar a la del actual gobierno», dice Aguirre.
En escenarios de conflicto armado, como en Irak y Afganistán, son otros factores los que determinarán un cambio de estrategia, como explica Aguirre.
«Hay una presión muy fuerte y cada vez mayor de la sociedad estadounidense para salir de Irak, y cualquiera de los dos candidatos que gane va a tratar de responder».
Realidad
Algo parecido es lo que podría suceder en Afganistán: según Aguirre, más allá de las posiciones políticas del candidato que gane, ya está en preparación una nueva estrategia para el país -mezcla de negociación y aumento del número de tropas- y esto podría implementarse incluso antes de que el próximo presidente asuma.
Peschard insiste en que será la situación económica la que determine cuál será la nueva actitud militar de Estados Unidos.
«Gane quien gane, EE.UU. ya no está en la situación económica como para mantener una política exterior como la de estos últimos años y tener estas aventuras militares», asegura.
¿Y en cuanto a América Latina? ¿Realmente se abrirá un nuevo capítulo en las relaciones con la elección de este martes?
«Yo pienso que el ganador va a tener que desarrollar una política más inteligente y equitativa en cuanto a un equilibrio entre los intereses de la región y los intereses de los Estados Unidos. Esta prepotencia que se ha visto yo pienso que ya ha llegado a un límite», opina Peschard.