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¿Cambio político en Estados Unidos? Como en Israel, los mismos perros con distintos collares

Fuentes: Rebelión

Cuando el anterior primer ministro de Israel, Sharon, fue conducido al hospital hace casi un año y su sucesor, Olmert, llamó a Peretz  para dirigir el Ministerio de Defensa, los comentaristas políticos ganaron dinero una vez más con sus artículos de prensa a favor de los poderosos mediante frases prefabricadas para estas ocasiones. Anunciaron un […]

Cuando el anterior primer ministro de Israel, Sharon, fue conducido al hospital hace casi un año y su sucesor, Olmert, llamó a Peretz  para dirigir el Ministerio de Defensa, los comentaristas políticos ganaron dinero una vez más con sus artículos de prensa a favor de los poderosos mediante frases prefabricadas para estas ocasiones. Anunciaron un futuro casi rosa en la política israelí de la mano de Peretz, pionero de «Paz Ahora» y destacado militante laborista que abogaba por un incremento en los gastos sociales y por impulsar las negociaciones con los palestinos. Ninguno de esos escritos hace al gobierno israelí menos culpable de crímenes contra la humanidad ni a sus autores menos responsables por su contribución a los mismos.

Rumsfeld dejó ayer de ser el ministro de defensa de Estados Unidos, cuyo gobierno es tan genocida como el de Israel, pero igual que sucedió con Sharon, este cambio puntual, o los que se derivan de unas elecciones, no resulta en modo alguno suficiente para el triunfo de la justicia. Un lugar en el banquillo ante un tribunal de crímenes de guerra y contra la humanidad debería ser su primera parada en el camino a una condena acorde con sus crímenes, si es que hay mente humana capaz de imaginar una que lo sea.

Los editorialistas y comentaristas de esta misma mañana, que suelen llamar errores políticos a los crímenes del presidente Bush y se refieren a sus víctimas en Oriente Medio y otros lugares como supuestos terroristas, vuelven a ganar dinero celebrando en sus escritos el cambio de ministro y el triunfo del Partido Demócrata en aquel país.

Parece que se trata de apostar siempre a caballo ganador y si es con los demócratas, con los laboristas o con los socialistas, mejor que mejor. Al fin y al cabo, los republicanos, los del likud y los populares que envían a sus ejércitos a invadir, destruir y ocupar naciones del Tercer Mundo, podrían incluso ser criticados si resulta oportuno, por ejemplo cuando fallan en su empeño imperialista, mientras que los otros son por encima de todo demócratas, progresistas y hasta izquierdistas, que aunque matan igualmente lo hacen mediante fuerzas de pacificación e intervención humanitaria.

El País del 9 de noviembre abre su editorial sobre la última matanza de palestinos con esta frase: «La matanza presumiblemente accidental de 18 civiles en Gaza.» Es claro que matanzas similares y peores continuamente realizadas durante los 40 años de ocupación sangrienta de Palestina, no impiden a quien desea apoyar a Israel la colocación de una duda en el lugar preciso, con el fin apenas encubierto de disminuir el impacto internacional de la enésima salvajada.

Cabe preguntarse si editoriales como éste y muchos otros sobre masacres de palestinos los escribe un ordenador programado para contribuir al fin sionista, es decir, expulsar a los palestinos de sus tierras como sea, vivos o muertos, para que sean ocupadas por judíos. No es creíble que la persona responsable de un editorial sobre lo ocurrido en Palestina oculte el historial asesino del ejército israelí, no mencione que ha sido denunciado cientos de veces por sus violaciones de la ley internacional, renuncie a informar de que ocupa ilegalmente tierra palestina, se calle que ataca con armas cuyo uso contra civiles está prohibido, no añada que aterroriza a la población, a la que mantiene bajo asedio, no haga saber que ningún militar es condenado en Israel por torturar y asesinar a palestinos civiles desarmados, niños y mujeres embarazadas incluidos. La principal diferencia entre el ordenador y  el editorialista es que aquél no cobra por su contribución a la causa sionista.

Que nadie se deje engañar: los estadounidenses no cambian de política. Sencillamente cambian de director de su política habitual. Sobre todo: no lo hacen porque piensen por un instante que su política en Irak y otros lugares es criminal, sino porque no les resulta rentable. Es fácil decir «misión cumplida» a los cuatro vientos cuando no ha habido gastos de importancia, pero es difícil hablar de muchos miles de millones de dólares literalmente quemados y de unos pocos miles de soldados muertos, cuando uno se ha convertido en el hazmerreír de otros países poderosos -Rusia y China- y hace sonrojar a los segundones y serviles países europeos, que se prometían parte del botín de guerra a cambio de dar la cara algo menos que su patrón. Por su puesto que no meto en la cuenta a los cientos de miles de víctimas árabes, sus muertes no figuran en ningún caso en el balance de sus verdugos.

Los estadounidenses no han castigado en modo alguno a Bush por sus crímenes apocalípticos en Irak, Palestina y Afganistán, simplemente le han echado en cara no haberlos cometido eficazmente, es decir, de manera rápida y barata. No se alzaron voces contra Bush cuando destruía un país entero mientras era aclamado por los aplausos de sus congresistas y de otras naciones -España incluida-, no se ha solicitado su comparecencia ante un tribunal por su responsabilidad en la violación abominable de los derechos humanos en Abu Grhaib, Guantánamo, etc. Lo único que los votantes estadounidenses le reprochan es no haber liquidado a los iraquíes como sus antepasados lo hicieron con los habitantes nativos de Norteamérica: en poco tiempo, con escaso esfuerzo y con menos dinero.

Ante un tribunal penal, Bush siempre puede decir que la mayoría de la nación estaba con él desde el principio de su guerra de agresión y casi hasta el final de su desarrollo, que sus votantes únicamente le abandonaron cuando se reveló como un presidente incapaz de imponer la política imperialista de Estados Unidos a los iraquíes, ni aun matando a cientos de miles.

Ante la seguridad casi absoluta de que los criminales no se sentarán en el banquillo de los acusados jamás, ante la seguridad completa de que los comentaristas encontrarán nuevas frases para llamar errores políticos a los asesinatos en masa de seres humanos, ante la certeza de que los antaño entusiastas votantes del Partido Republicano son hoy corridos votantes del Demócrata por sentirse decepcionados por su líder,  queda al menos el consuelo de observar que la resistencia ha hecho fracasar rotundamente los planes imperialistas y que la sangre de los mártires no ha sido derramada en vano.

Se mantiene también la esperanza de que el reciente éxito de la resistencia libanesa sea la guía de un movimiento que pase por Palestina e Irak y recorra el resto de naciones sometidas en busca de un mundo libre de los opresores y de sus escribas apologistas.