Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Carlos Martínez y revisado por Manuel Talens
17 de abril de 2006
Honorable George W. Bush
Presidente de USA
1600 Pennsylvania Avenue
Washington, DC 20500
Estimado señor presidente:
Tanto el New Yorker como el Washington Post han afirmado en fechas recientes que el Pentágono y la Casa Blanca están considerando seriamente el uso de armas tácticas nucleares contra Irán. Los abajo firmantes, miembros de la profesión que inventó las armas nucleares, le pedimos que evite dicha acción, que tendría graves consecuencias tanto para Usamérica como para el mundo.
Mil ochocientos de nuestros físicos han firmado ya una petición en la que se oponen a las nuevas políticas usamericanas sobre armas nucleares, que abren la puerta a su utilización en situaciones tales como la de Irán. Estas políticas, en palabras de Linton Brooks, director de la Administración Nacional de Seguridad Nuclear, representan una «giro radical respecto a las anteriores». De hecho, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Usamérica ha venido considerando que las armas nucleares eran un «recurso del pasado» que sólo podría utilizarse si la supervivencia de nuestra nación o de una nación aliada estaban en juego o bien en casos de extrema necesidad militar. Ahora, las nuevas orientaciones de Usamérica sobre armas nucleares han rebajado perceptiblemente el umbral de dicho uso potencial, tal como queda patente por el hecho de que lo nuclear se esté considerando como herramienta para destruir instalaciones subterráneas «demasiado profundas» y lejos del alcance de las armas convencionales. Se trata de es un cambio importante y peligroso en las condiciones teóricas que aconsejan el uso de armas nucleares. Ya lo dijo el difunto Joseph Rotblat, premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para prevenir la guerra nuclear: «El peligro de esta política es tan incalculable que cualquier exageración se queda corta».
Las armas nucleares son únicas entre las armas de destrucción masiva: liberan la enorme energía almacenada en el minúsculo núcleo de un átomo, una energía que es un millón de veces superior a la almacenada en el resto del átomo. La explosión nuclear lanza una inmensa cantidad de ráfagas de energía y de radiación térmica y nuclear, con efectos inmediatos y retardados -ambos mortales- sobre el organismo humano. Unas 100.000 personas murieron en la explosión de Hiroshima y los arsenales nucleares actuales equivalen a 200.000 bombas de Hiroshima.
El uso o la simple amenaza de utilizar de forma preventiva un arma nuclear contra un adversario que no la posee es un claro aviso a los 182 países signatarios del Tratado de No Proliferación Nuclear de que su adhesión a dicho tratado no les ofrece garantía alguna contra un ataque nuclear por parte de una nación con capacidad nuclear. Es probable que muchos países abandonen el tratado, con lo que el acuerdo de no proliferación nuclear quedará aún más maltrecho de lo que ya está, con consecuencias desastrosas para la seguridad de Usamérica y del mundo.
No existe una línea divisora entre pequeños y grandes misiles nucleares «tácticos» ni tampoco entre misiles nucleares que apuntan a instalaciones o a ejércitos o a ciudades. Hace ya sesenta años que no se han utilizado misiles nucleares. Una vez que Usamérica use de nuevo un arma nuclear aumentarán las probabilidades de que otros también lo hagan. En un mundo donde otras muchas naciones poseen el arma nuclear, una vez eliminado el «tabú» ahora existente contra su uso se multiplicará el riesgo de que los conflictos regionales degeneren en una guerra nuclear global, que podría destruir toda nuestra civilización.
Constituye una grave irresponsabilidad el que Usamérica, la mayor superpotencia, esté considerando medidas que podrían conducir a la destrucción generalizada de la vida en el planeta. Lo instamos a que anuncie públicamente que Usamérica ha decidido renunciar a la opción nuclear frente a todos sus adversarios sin capacidad nuclear, presentes y futuros, y alentamos a nuestro pueblo a que haga oír su voz en este sentido.
Atentamente,
Philip Anderson, Michael Fisher, David Gross, Leo Kadanoft, Joel Lebowitz, Anthony Leggett, Eugen Merzbacher, Douglas Osheroff, Andrew Sessler, George Trilling, Frank Wilczek, Edward Witten, Jorge Hirsch (con firmas manuscritas ilegibles acompañantes)
Títulos, direcciones e información de contacto de los autores:
Frank Wilczek: Herman Feshbach Professor of Physics, Department of Physics,
Texto original: http://physics.ucsd.edu/petition/physicistsletter.pdf