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Carta de agradecimiento a la consellera de Educación del gobierno Puigdemont

Fuentes: Rebelión

Distingida, benvolguda consellera: Empecé a trabajar a los 13 años, a mediados de 1968. A los 15, después de estar en dos hoteles y tres oficinas, ingresé como botones, grum se decía entonces (muchos hombrecitos en general en el puesto, muy pocas jovencitas-adolescentes como yo), en Banca Catalana, entonces presidida por Florenci Pujol, el de […]

Distingida, benvolguda consellera:

Empecé a trabajar a los 13 años, a mediados de 1968. A los 15, después de estar en dos hoteles y tres oficinas, ingresé como botones, grum se decía entonces (muchos hombrecitos en general en el puesto, muy pocas jovencitas-adolescentes como yo), en Banca Catalana, entonces presidida por Florenci Pujol, el de la «herencia», un socio de largo historial financiero y también, de facto, por Jordi Pujol. No hace falta que le dé referencias de este ultimo. Ha sido, como sabe, el gran manipulador y defraudador de Cataluña durante unos 35 años. Nada menos… ¡y sigue teniendo seguidores por supuesto! Como si, por ejemplo, los tuviera Luis Bárcenas o F. Camps.

En 1981 abandoné el banco e hice oposiciones de secundaria. Tuve suerte, no me fue mal. Y aquí sigo, hasta «la lucha final». Por el momento, unos 36 años, con 48 de vida laboral completa. Me queda poco. Empiezo a tener un pie en el estribo.

El profesorado, los enseñantes (me sigue gustando el término que solía utilizar el malogrado compañero Pere de la Fuente) mayores de 55 años, mi caso como ha deducido, teníamos una pequeña mejora social: la reducción de dos horas lectivas de nuestro horario. No era mucho pero tenía su lógica social: las fuerzas empiezan a fallar. Por mil motivos; el cansancio, a veces el agotamiento, y la salud entre ellos.

De hecho, no fueron propiamente dos horas a partir de la política «de pocos cuidados» (digámoslo así) que su predecesora, con el acuerdo entusiasta del ex president, el hijo político del que fuera presidente de Banca Catalana, acordó y ordenó. Todo en beneficio del país. Por supuesto. Además del incremento de guardias, dos horas más por semana. Dos menos y dos más, se nos dejaba igual, en 18 horas (las otras compañeras -también los compañeros- llegaban a las 20).

Pues bien, parece se que a su departamento se le ha ocurrido la brillante idea, genial incluso, de suprimir esta reducción y a partir del próximo curso 2016-17 se nos suprimen esas dos horas de reducción. Nada, una pequeña tontería, un incremento del 11% de nuestro horario lectivo. Si somos 2.000, pongamos por caso, las profesoras y profesores en estas circunstancias, unas 4 mil horas en total, como si se incrementara la plantilla en unos 200 profesores/as. No está mal, pero que nada mal. Y sin contratar a nadie, sin oposiciones… y sin rendir ninguna explicación pública. ¿Para qué? ¡Una maravilla de la economía creativa, de la emprenduría como se dice o dicen ahora! Muevo un dedo, cambio una cifra y ya está, un incremento indirecto de plantilla. ¡A otra cosa, que hay mucha tarea pendiente!

Pues nada, que le estamos todas muy pero que muy agradecidas. Este debe ser un ejemplo, un ejemplo más, del nuevo país del que se nos habla por babor y estribor, día y noche, desde todos los medios del país, de la Cataluña del futuro, la de los besos, la de la perfección en estado puro, una magnífica demostración de su apoyo y el de su gobierno al Estado de Bienestar. Adelante, consellera, siempre adelante. ¡Fuera privilegios! Puestos en materia: ¿y si el curso 2017-18 nos incrementara dos horas lectivas? ¿Quién se va a quejar? Si apenas es nada… Una caricia más bien. ¿Quién tiene miedo, quién se opone a las caricias?

Bravo, bravo, bravo, bravissimo, señora consellera, como si estuviéramos en el turno de aplausos en el Liceo, después de deleitarnos con «La flauta mágica»… o mejor, con el Turandot. Nessum dorma!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.