Se dice que Estados Unidos es un cementerio de lenguas. La presencia del italiano en Nueva York, del polaco en Chicago, del francés en Nueva Orleáns es asunto del pasado. La dominancia del inglés se sobrepone indefectiblemente sobre las lenguas de los grupos de inmigrantes llegados en diferentes épocas y en diferentes lugares. Se supone […]
Se dice que Estados Unidos es un cementerio de lenguas. La presencia del italiano en Nueva York, del polaco en Chicago, del francés en Nueva Orleáns es asunto del pasado. La dominancia del inglés se sobrepone indefectiblemente sobre las lenguas de los grupos de inmigrantes llegados en diferentes épocas y en diferentes lugares.
Se supone que sucederá otro tanto con el español. Los hijos de inmigrantes hispano-latinos prefieren hablar en inglés entre ellos y sólo utilizan el español para comunicarse con sus padres e incluso lo hacen con reticencia. En la tercera generación el idioma originario de los abuelos se pierde irremisiblemente. Más aún, los de la segunda generación suelen manejar un lenguaje con vocabulario limitado, casero, y no suelen leer o escribir en español. Son muy pocos los que pueden dominar los dos idiomas en sus varias dimensiones: hablar, entender, leer y escribir.
Según el Centro Hispánico Pew, 95 por ciento de los latinos nacidos fuera de Estados Unidos habla español en su casa, mientras entre los nacidos en Estados Unidos sólo lo hablan 60 por ciento. De manera concomitante 89 por ciento de los latinos nacidos en Estados Unidos hablan bien inglés.
Es el flujo de inmigrantes latinos a lo largo de todo el siglo XX lo que ha dado presencia y difusión a la lengua española. Si este flujo se detiene, o se reduce significativamente, como parece estar sucediendo en el siglo XXI, la presencia del idioma español va a disminuir de manera paralela. Hoy día el crecimiento de la comunidad latina en Estados Unidos (54 millones) se da principalmente por la vía natural y no por inmigración.
No sólo se trata de la fuerza del idioma nativo que se impone sobre las otras lenguas, sino de la hegemonía que tiene el monolingüismo en Estados Unidos. Se dice que el que habla inglés no necesita hablar otro idioma, el mundo entero se adapta a esta situación.
A escala global se estima que 413 millones de personas tienen como lengua materna el español, concentrados geográficamente en América Latina y España. Pero sólo 15 millones hablan el español por haberlo aprendido, por lo general en un contexto bilingüe o fronterizo. No obstante, en las últimas décadas se ha incrementado notablemente el aprendizaje del español como lengua extranjera en las escuelas y universidades.
Una decisión de política pública relevante es la que se hizo en Brasil en 1991 para el aprendizaje del español en las escuelas. Ese impulso inicial implicaba desafíos enormes, por la necesidad de formar o contratar a cerca de 200 mil maestros. De ahí que se empezara con la secundaria y en 2005, finalmente se instituyó como una materia obligatoria en todas las escuelas públicas y privadas. Fue el mercado, el Mercosur, el que finalmente inclinó la balanza y ahora en Brasil el español es más popular que el inglés, además de que es más fácil aprenderlo por la cercanía entre ambas lenguas. El impacto de esta política puede ser mayúsculo dada la dimensión poblacional de Brasil (200 millones), pero, sobre todo, por la dinámica de la migración intrarregional en Sudamérica.
Como quiera, el futuro del español se afianza en el continente americano con las políticas inclusivas de Brasil y por la presencia masiva de migrantes hispanohablantes en Estados Unidos. Si bien se reconoce la fuerza expansiva del inglés a escala mundial, también se reconoce la resistencia del español en varios contextos, donde se suponía que estaba predestinado a desaparecer.
Quizá el ejemplo más relevante sea Puerto Rico, colonia estadunidense, que a lo largo de más de un siglo se ha resistido a utilizar el inglés como lengua franca. Para los puertorriqueños de la isla el español es un bastión cultural a defender y el idioma inglés no ha podido imponerse, como sí lo hizo en otros contextos coloniales (Filipinas y Hawai). Se dice que Puerto Rico no se va a integrar como un estado más de Estados Unidos, precisamente porque sería incorporar a la población de un estado que mayoritaria y diariamente habla en español.
El otro contexto de fuerte presencia del idioma español es Miami, donde primero los cubanos y los latinoamericanos en general han desarrollado un mundo de negocios en español. Miami se ha transformado en los útlimos 50 años al dejar de ser balneario de blancos retirados y pasar a ser una gran metrópolis global, que sirve como cabeza de puente para vincular a Estados Unidos con el Caribe y Latinoamérica. La banca, el comercio y las comunicaciones juegan un papel central, pero también se ha avanzado para situar a Miami como centro cultural, donde convergen artistas destacados en diversas discipinas.
Los Ángeles sigue siendo otro bastión latino relevante, aunque en las últimas décadas ha dejado de crecer. Mejor dicho, se ha expandido hacia los estados vecinos, muy especialmente a Nevada, Oregon y Washington que hoy en día tienen una presencia de latinos importante. No obstante, la dispresión de la ciudad, o más bien, de las ciudades que la conforman, diluye el impacto que podría tener el español y el bilingüismo.
Nueva York y Chicago son otras dos metrópolis donde el español se escucha hablar en las calles y en los vagones del Metro y donde los latinos tienen alta representación. Latinos de diferentes nacionalidades viven en los mismos barrios y muchas veces comparten trabajos donde la lengua franca es el español.
Es posible que la excepción a la regla del cementerio de lenguas sea el español. Por lo pronto han sido los inmigrantes, el comercio y los medios de comunicación los que han acrecentado y fortalecido la presencia del idioma de Cervantes en un país anglófono. Falta ver qué hacen los estados, especialmente México y España para difundir, preservar e incentivar el uso del español en Estados Unidos. No sólo se trata de un asunto cultural, tiene profundas implicaciones políticas y económicas que hay que tomar en cuenta.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/11/29/opinion/024a2pol