A medida que pasan las horas se confirma el temor de que la economía de Estados Unidos deba confrontar un desafío al vencer este lunes el presupuesto federal y ante la falta de acuerdo en el Congreso para substituirlo con un nuevo plan. En ese caso, el gobierno federal deberá comenzar por la suspensión sin […]
A medida que pasan las horas se confirma el temor de que la economía de Estados Unidos deba confrontar un desafío al vencer este lunes el presupuesto federal y ante la falta de acuerdo en el Congreso para substituirlo con un nuevo plan.
En ese caso, el gobierno federal deberá comenzar por la suspensión sin pago (furlough) de casi un millón de sus empleados. Los efectos seguirán agravándose con el transcurso de los días, aunque la mayoría de los estadounidenses no sentirá cambios inmediatos. En efecto, presupuestos como los destinados al mantenimiento de las fuerzas armadas en su mayoría se renuevan automáticamente, así como los de educación y salud pública, entre otros.
Pero la magnitud del efecto puede crecer si el país proyecta al mundo – y a sus propios consumidores – la imagen de un país en crisis en donde el liderazgo político ya no puede, por sus profundas discrepancias, ponerse de acuerdo en ningún tema.
Las repercusiones de esa realidad -el enfrentamiento político- serán aún más patentes si el Congreso no aprueba, antes del 17 de octubre, otra resolución: la de aumentar el tope máximo de la deuda del gobierno para pagar contratos ya firmados y cuyos servicios ya se le han suministrado. El cese de pagos necesariamente llevará a las agencias principales de análisis crediticio mundial a bajar la calificación de Estados Unidos, lo que a su vez aumentará la tasa de interés que se le cobra a este gobierno para operaciones financieras y será un fuerte golpe al liderazgo estadounidense.
Adicionalmente, ante la falta de efectivo para ello, Estados Unidos podría potencialmente caer en suspensión de pagos o default, aunque son muy pocos los que ven esta posibilidad extrema como probable.
La raíz de la crisis se halla en la profunda división dentro del partido Republicano, que tiene mayoría en la Cámara de Representantes, mientras que los demócratas controlan el Senado, y obviamente, la presidencia.
La facción republicana conducida por el el movimiento populista Tea Party está decidida a no ceder en su intento de que la nueva reforma de cuidado médico no se ponga en efecto. Para ellos, se trata de una «batalla épica» de «proporciones históricas» que se debe dar «ahora o nunca».
La ley fue aprobada por el Congreso y refrendada por el Presidente Obama en 2010, pero los pasos implementados hasta ahora -permitir a un hijo permanecer bajo el seguro de los padres hasta los 26 años o prohibir a las aseguradoras privadas negarse a registrar a alguien solo por su condición médica- no fueron tan polémicos. Pero ahora se inicia una etapa decisiva en la implementación de esta importante reforma, que intenta ampliar la cobertura de salud a casi todos los estadounidenses. Este martes 1 de octubre se abrirá al público la inscripción para los nuevos programas de cobertura privados, antesala a que alrededor de veinte millones de estadounidenses que actualmente no tienen seguro médico lo adquieran.
La oposición a lo que se da en llamar Obamacare es masiva en las áreas de influencia del movimiento Tea Party y existe una fuerte presión desde abajo para que los políticos republicanos insistan en evitar su puesta en marcha a cualquier costo.
A esto se agrega que años de enfrentamiento de esta facción a todo lo que haga o represente el Presidente Obama llevó a un cambio en la cultura política en donde para éstos las palabras «compromiso» o «flexibilidad» son traducidas a «capitulación» y «rendición». Por ello, en recientes votaciones, varios congresistas y senadores que se atrevieron a contradecir las directivas populistas fueron depuestos en las primarias de su partido y reemplazados por candidatos más intransigentes.
Por otra parte, el liderazgo tradicional del partido Republicano, que en las anteriores crisis – que iniciaron desde la toma de posesión de Obama en enero de 2009 – se plegó totalmente a los dictados de su ala más dura, se encuentra bajo inmensa presión del sector financiero para que esta vez cambie de actitud. Así, en los últimos días se han dado más escaramuzas de políticos del partido Republicano entre sí que con los demócratas o independientes.
En concreto, la Cámara de Representantes votó por aprobar el presupuesto este domingo pero a condición de que Obamacare se posponga en un año y que se anule de aquella ley un nuevo impuesto a dispositivos médicos. La propuesta será debatida por el Senado este lunes con la seguridad de que será rechazada y reemplazada por una simple aprobación de la continuación de gastos, sin condiciones políticas.
La semana pasada, una ronda similar tuvo lugar cuando la Cámara Baja votó por continuar los pagos, a condición de que el gobierno cancele totalmente Obamacare, lo cual fue rechazado por el Senado en un voto en el que 19 senadores republicanos se aliaron a la totalidad de la representación demócrata de 54 miembros.
Los dirigentes del Tea Party en el Congreso, liderados por el senador Ted Cruz de Texas, anunciaron que no renunciarán a su demanda de concesiones respecto a Obamacare. La próxima etapa, según analistas, podría ser que cuando la Cámara de Representantes reciba la nueva decisión (que se espera este lunes) del Senado, los republicanos traten de que a cambio de continuar el funcionamiento gubernamental al menos se cancele el beneficio de cobertura para los mismos miembros del Congreso estadounidense y sus asesores.
En este complejo laberinto de fuerzas políticas podría cumplir una función el presidente de la Cámara Baja, el republicano de Ohio John Boehner. Boehner hasta el momento y como otros en el liderazgo tradicional de su partido, se ha plegado a los dictados del grupo militante, con tal de evitar que la crisis dentro de la agrupación estalle y pase a primer plano. Con ese objeto y utilizando su poder de decisión de la agenda parlamentaria, no ha sometido a debate y votación del plenario ningún proyecto que no sea de antemano apoyado por la mayoría de su bancada republicana.
Esta actitud ha creado una situación extraña, en donde probablemente exista una mayoría que vote por evitar el cierre del gobierno – entre los tradicionales republicanos y los representantes demócratas – pero no se les da la posibilidad de votación a favor o en contra de la moción del Senado.
Si Boehner llevase la propuesta del Senado a votación tal cual, ésta pues podría aprobarse. Pero en ese caso él sería inmediatamente censurado por la facción del Tea Party, la que buscaría sustituirlo en su papel. Además, en noviembre del próximo año Boehner pedirá la reelección en su distrito en Ohio y podría ser derrotado y alejado del Congreso si el Tea Party y los multimillonarios elementos que lo financian así lo deciden.
En cuanto a la Casa Blanca, después de incontables intentos de compromiso y de lograr el apoyo de algunos representantes y senadores republicanos, y de llegar a acuerdos que permitan el funcionamiento del gobierno, el Presidente Obama ha prometido que esta vez no cederá a lo que denominó «chantaje» en todo lo relacionado a la Reforma de Salud que ya fue debatida y aprobada por la mayoría. También indicó el Presidente que será intransigente al respecto, ya que si acepta una vez más un compromiso, será nuevamente compelido a renuncias políticas a cambio de aprobación de presupuestos en el futuro, en diciembre y en marzo próximo.
Anteriormente a la presente confrontación, este tipo de resoluciones eran consideradas de rutina y aprobadas sin condicionamientos políticos, durante los términos de tanto presidentes demócratas como republicanos.
Asimismo se supo que contrariamente a otras veces, no existen en este momento negociaciones entre políticos de ambas agrupaciones para llegar a un consenso.
¿Y la solución? Dentro de los círculos políticos del Tea Party se cree que finalmente, y como antes, Obama cederá, lo que dará a la agrupación y sus representantes un gigantesco triunfo político. Y por parte del otro bando – la Presidencia y el Senado – la esperanza es que de una vez por todas la crisis dentro del partido Republicano se ponga de manifiesto y suficientes voces – de políticos republicanos temerosos que el público culpe a este partido de la situación – se levanten para un acuerdo conjunto que evite la renovada crisis, y en donde el Tea Party será derrotado.