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Cinco cámaras captan la cambiante naturaleza de la lucha palestina

Fuentes: The National

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos




A quienes han visto el documental de Emad Burnat Cinco cámaras rotas* [5 Broken Cameras] quizás les recordó al personaje icónico de dibujante de cómics palestino Naji Al Ali, Handala, un niño descalzo cuyo papel en los cómics de Al Ali es estar de pie y dar testimonio de la tragedia que se desarrolla ante él.

Handala tiene las manos cruzadas a la espalda y rara vez participa en el siempre conmovedor mensaje del artista, pero es un componente fundamental de la historia, su rebeldía es una expresión palpable de la rebeldía de su pueblo. Se calcula que Al Ali dibujó unos 40.000 cómics políticos antes de ser asesinado en Londres en agosto de 1987.

Las cámaras de Burnat (cinco, para ser exactos), fueron el Handala de un pueblito palestino, Bil’in, a 12 kilómetros al oeste de Ramala en Cisjordania. Tras un viaje que duró casi ocho años Burnat (que se enfrentó varias veces a la muerte durante las 700 horas de rodaje) ha estado esta semana en Los Angeles con su mujer y su hijo Gibreel, nominado al Oscar al mejor documental.

No es fácil desentrañar la inmensa complejidad de experiencias personales, sociales, políticas y de otro tipo que llevaron hasta los Oscar a Burnat, un agricultor de un pueblo aislado de 1.800 habitantes.

Sin embargo, los límites de un relato que no es de ficción y que el hombre narra con un lenguaje sencillo aunque sincero y un acento característico de esta parte de Cisjordania se amplían para incluir toda la experiencia palestina bajo la ocupación israelí. Los propios personajes (intrigantes colonos, soldados armados hasta los dientes, habitantes del pueblo que piden acceder a sus tierras) se mezclan todos ellos con el mismo paisaje ominoso de confiscación de tierra, construcción de colonias y con las incontables gotas de lágrimas y de sangre que hay que arrancar para garantizar que se logra un resultado siempre predecible: la limpieza étnica de más palestinos.

Además de la originalidad de la idea que sustenta el documental en el que las cámaras son actores y víctimas reales, Bil’in también se planifica dentro de contextos políticos que se superponen, lo que en sí mismo hace particularmente apto el viaje de Burnat a los Oscar.

En 1995 el pueblo quedó bajo la administración de la Autoridad Palestina (AP), lo que se celebró como una victoria para el proceso de paz iniciado en Oslo dos años antes. Aquella supuesta liberación de Bil’in y de muchos otros pueblos similares no duró mucho. De hecho, parece que todo el ejercicio de entregar la jurisdicción de Bil’in a los palestinos fue más un ejercicio imaginario de falsa soberanía que un verdadero acontecimiento político.

Al igual que ocurrió en muchos otros pueblos palestinos, las colonias judías ilegales continuaron con su febril expansión a expensas del pueblito. La colonia de Modi’in, a la que el gobierno israelí concedió el estatuto de ciudad en 2008, se hizo tristemente célebre por las tácticas violentas de sus habitantes cuyo objetivo era robar más tierra de Bil’in. La película de Burnat documenta muchos de estos hechos, algunos de los cuales son demasiado sobrecogedores para verlos.

De hecho, los altos cargos de la AP aparecen fugazmente en el documental de Burnat, donde algunos aparecen elegantemente vestidos y escoltados por guardaespaldas para hacer una exaltada declaración u otra y desaparece después rápidamente.

El destino de Bil’in (como un microcosmos de un paisaje político mucho más amplio) se deja a su pueblo cuyo valor se contrapone constantemente con la brutalidad del ejército israelí.

Resulta de lo más elocuente que Bil’in haya luchado prácticamente solo, armado únicamente con la tenacidad de sus habitante y su amor a su tierra. El hecho de que ninguna de las palabras de moda vinculadas al «proceso de paz» de Oslo y a todas sus manifestaciones pareciera tener relevancia alguna para el drama que se estaba desarrollando en Bil’in era testimonio suficiente de la realidad que subyace en Palestina, donde la gente trata de sobrevivir al voraz colonialismo israelí mientras las elites políticas palestinas llevan casi veinte años envueltas en el mismo inútil escapismo político. No ha cambiado en absoluto la relación de la AP con Bil’in: en el mejor de los casos, Bil’in es la ocasión de hacerse una oportuna foto de promoción

A pesar de las grandes dificultades Burnat, al que la historia de su propio pueblo le confirió poder, logró «sacar adelante la historia», una infatigable petición palestina a lo largo de los años. Algunos de los adorables personajes de su película murieron o fueron encarcelados mientras se estaba rodando, con lo que se les negó la posibilidad de participar en lo que debe de haber sido un momento triunfal para los habitantes de Bil’in, aunque Cinco cámaras rotas no lograra un Oscar.

Sin embargo, mientras Burnat y su familia caminaban sobre la alfombra roja, lo que debe de haber sido una rara oportunidad de huir de la incesante lucha de su pueblo, toda Cisjordania era un grito de protesta por la muerte del preso palestino Arafat Jaradat, un trabajador de una gasolinera de 29 años originario de Hebron Al Khalil.

Según altos cargos palestinos, los resultados de la autopsia demostraron que Jaradat, padre de dos hijos, había sido torturado hasta morir en la prisión de Megiddo a manos de los israelíes que le estaban interrogando.

La muerte de este joven se produce en un momento en que varios presos palestinos mantienen largas huelgas de hambre y unos pocos de ellos, entre los que se incluye Samer Issawi, están la borde de la muerte. Lo que en las calles palestinas se ha denominado el «levantamiento de los presos» acentúa aún más la cada vez mayor falta de relevancia de la política oficial palestina, la lucha entre facciones y todas las demás disputas entre Israel y la AP.

La distancia cada vez más grande entre los dirigentes palestinos y los palestinos ordinarios se hiuzo aún más evidente en la respuesta dada a la muerte de Jaradat. Su trágico fin cruzó rápidamente el umbral de la ira por las torturas y muerte de un palestino, al que se acusaba de arrojar piedras, hasta incluir todos los motivos de queja de la mayoría de los palestinos desde hace años.

Según informó el 25 de febrero el diario israelí Haaretz, en respuesta a la agitación generalizada provocada por la muerte de Jaradat, el presidente de la AP Mahmoud Abbas se reunió con sus «jefes de seguridad en Ramala y les dio órdenes de imponer la calma en Cisjordania».

En efecto, a lo largo de los años el papel de la AP se ha reducido a distribuir salarios y asegurar la calma. Mientras que el presupuesto de la AP es insuficiente para satisfacer las necesidades económicas de los palestinos, perder su capacidad de garantizar la «calma» simplemente significa que ya no se necesitan los servicios para los que se creó y apoyó con el consentimiento de Israel y el apoyo de Estados Unidos a lo largo de las dos últimas décadas. También significa que los palestinos están completamente solos, lo mismo que se dejó solo a Bil’in defendiendo cada olivo y cada dunum de su tierra frente a colonos y soldados armados.

Y como Bil’in, el resto de la comunidad palestina debería desarrollar su propia estrategia, al margen de todas las promesas rotas, del inexistente «proceso de paz» y de las dádivas internacionales.

La dura batalla a la que se enfrentan los palestinos es más difícil esta vez. Hacer frente al enemigo exterior requiere también derrotar al enemigo interno. La batalla de Bil’in no fue necesariamente victoriosa a pesar del hecho de que un tribunal israelí devolviera algo de la tierra a sus habitantes mientras que otorgaba el resto a los colonos.

Pero lo que demostró Bil’in es que si un solo pueblo es capaz de luchar por sus derechos durante los años que le costó a Burnat rodar este documental, entonces la sociedad palestina en su conjunto es igualmente capaz de soportar semejante batalla. Y si Bil’in lo ha hecho sin el consentimiento o las bendiciones de la AP o de ninguna facción, también los palestinos pueden por fin recuperar su independencia como colectivo.

Al final de Cinco cámaras rotas nos enteramos de que Emad Burnat consiguió una sexta cámara, lo que no solo es un testimonio de la resistencia de un agricultor palestino padre de cuatro hijos, sino también un indico de que la lucha de Bil’in todavía no ha terminado ni tampoco la lucha mayor que finalmente unirá a los palestinos. 

* N. de la T.: En este enlace se puede ver el documental subtitulado en castellano: http://www.youtube.com/watch?v=piFAPLsPmuA

Ramzy Baroud (ramzybaroud.net) es un periodista que publica en diferentes medios internacionales y editor de PalestineChronicle.com. Su último libro es My Father was A Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story.

Fuente: http://www.thenational.ae/thenationalconversation/comment/changing-nature-of-palestines-struggle-caught-on-five-cameras