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Ciudadanía: el gran negocio de la banca

Fuentes: Rebelión

Durante esta semana hemos asistido a un nuevo atraco perpetrado «al alimón» por la banca privada y las instituciones europeas. La operación se ha perpetrado a dos bandos y en un lapso de tiempo tal, que nos puede hacer sospechar acerca de la sincronización de estos acontecimientos. El día 29 de Febrero, el BCE inyectó, […]

Durante esta semana hemos asistido a un nuevo atraco perpetrado «al alimón» por la banca privada y las instituciones europeas. La operación se ha perpetrado a dos bandos y en un lapso de tiempo tal, que nos puede hacer sospechar acerca de la sincronización de estos acontecimientos.

El día 29 de Febrero, el BCE inyectó, en dos sesiones, más de un billón de euros (1 millón de millones de euro) a la banca privada, a unos intereses más que atractivos; de hecho, muchos editoriales han destacado la operación como si de un bufé se tratara. Éstos -los bancos- han podido adquirir tales fondos faraónicos a un interés del 1% y con un cómodo plazo de devolución de tres años. Las entidades españolas (y esto es ironía, pues hay que entenderlas como apátridas que sólo sirven a sus consejos de administración y a los grandes grupos de poder) han pedido entre 120.000 y 150.000 millones. Entre ellas figuran BBVA (12.000 millones), Santander (similar a la anterior), Bankia (casi 20.000 millones), etc. El Presidente del BCE, Mario Dragui (ex Goldman Sachs), concibe dicha subasta ante las reiteradas negativas del gobierno alemán para que el BCE compre bonos en el mercado de segunda mano. De esta manera, la banca privada adquiere dinero a un 1% para invertirlo en bonos españoles o italianos a intereses más elevados, consiguiendo así una ganancia fácil e indirectamente una relajación de las primas de riesgo. En el caso de las entidades anteriormente citadas, se prevé que inviertan parte en deuda española, garantizándose unos dos puntos porcentuales de margen financiero.

Abiertamente y en muchos foros se comenta la jugada con total impunidad. Dinero público, que sale de las arcas de una institución europea que supuestamente pertenece a toda la ciudadanía, es utilizado de esta forma para que la banca arroje nuevos dividendos.

La segunda fechoría se produce simultáneamente el mismo día. Debido al gran problema de liquidez por el que atraviesan los ayuntamientos y comunidades españolas, se han dejado de cumplir las obligaciones contraídas con todo tipo de proveedores. Esto ha provocado que muchas empresas, cuyo volumen central de negocio dependía de las administraciones públicas, se hayan visto abocadas al cierre o hayan tenido que reducir drásticamente sus plantillas. Pues bien, la banca privada se ha ofrecido a dar crédito a ayuntamientos y gobiernos autonómicos al 5% de interés y con un plazo máximo de 5 años. Es más, el Ejecutivo ya ha solicitado 40.000 millones de euros para entes locales y comunidades. En este caso se aprietan más las tuercas. Casi el 4% de margen porcentual. Formidable negocio el de estas entidades, cuyo proveedor, que a su vez es mercado, les garantiza tales ganancias y sin riesgos a correr, pues como ha ocurrido, en caso de pérdidas, éstas se socializan.

Mientras tanto, desde el mismo lugar en el que se ha perpetrado el atraco, se conmina a los gobiernos a ajustar sus déficits, a llevar a cabo reformas laborales que sesgan derechos adquiridos durante siglos o a abocar a la pobreza y a la miseria a millones de personas. El número de desempleados aumenta vertiginosamente y el Estado, que hasta ahora actuaba como sostén, queda paulatinamente desmantelado. Los recortes se suceden bajo el amparo de gobiernos contumaces de ideario neocon, intransigentes e inhumanos; y a este ritmo, lo dejarán todo como un solar. Este simple razonamiento matemático pasa desapercibido y se incide en la falta de competitividad e iniciativa del trabajador, en su carencia de compromiso y en su deslealtad para con su patrón. El atolondramiento colectivo y el miedo inducido les sirve de máscara perfecta para, ante nuestras narices, desmantelar un estado de bienestar ya cojo. Y mientras tanto, la ciudadanía se ha convertido en el gran negocio donde lucrarse. El mercado perfecto para hinchar los bolsillos nunca satisfechos.

¿Qué más tiene que ocurrir? ¿Cuántas cifras más estamos dispuestos, como ciudadanía, a asumir? ¿Hasta dónde debemos transigir?

Cabría preguntarse si no es momento de asumir nuevas ideas, nuevas políticas y nuevas formas de hacer economía. Más justas, lógicas y sostenibles. Políticas económicas que no dañen los intereses de una inmensa mayoría en beneficio de una minoría absoluta que responde al nombre de plutocracia.

Y para empezar, los estados europeos deben plantearse la necesidad de retomar las riendas de sus propias decisiones económicas y para ello, se hace urgente la figura de una banca pública que evite estos expolios y sirva, en todo momento, a la ciudadanía que lo sustente y no a los grupos de poder que se esconden tras estas entidades, públicas o privadas. No es el único argumento que como sociedad hemos de blandir, sin duda, pero la banca pública se presenta como una reivindicación impepinable e imprescindible, y como piedra angular sobre la que edificar un futuro menos oscuro y tenebroso que el que se cierne sobre nosotros.

Jorge Alcázar González. Colectivo Prometeo de Córdoba.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.