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Cómo hundieron a Naval Gijón

Fuentes: Rebelión

La construcción naval se encuentra en auge, los transportes marítimos consumen mucha menos energía que cualquier otro medio y cuando se habla de mercancías entre continentes, obviamente, no tiene competencia posible. Por esta razón el futuro del sector naval es y sigue siendo prometedor. El año 2000 es el comienzo del fin de Naval Gijón, […]

La construcción naval se encuentra en auge, los transportes marítimos consumen mucha menos energía que cualquier otro medio y cuando se habla de mercancías entre continentes, obviamente, no tiene competencia posible. Por esta razón el futuro del sector naval es y sigue siendo prometedor.

El año 2000 es el comienzo del fin de Naval Gijón, 200 eventuales son despedidos y otros 200 prejubilados. Fernando León de Aranoa en «Los lunes al Sol» da una buena referencia de lo sucedido. Maximino García, Alberto Rubio y Antonio Pino de CCOO y por parte de UGT Eduardo Donaire y Justo Rodríguez Braga negocian la debacle laboral y, no sólo los 400 puestos de trabajo directos, si no que además firman, inexplicablemente, la cesión de los 22.000 m2 a Naval Gijón que los entrega a Pymar (Pequeños y medianos Astilleros en Reconversión) quién los hipoteca. Estos terrenos estaban vinculados -pertenecían- a los trabajadores del astillero para garantizar y asegurar las indemnizaciones económicas en caso de cierre, quiebra o cualquier otra contingencia.

El PSOE e IU controlaban -y controlan ahora- el Gobierno autonómico y municipal pero, el auge urbanístico del momento no conocía límites y nada se podía interponer a un recalificación urbanística, aunque el Ayuntamiento de Gijón y sus concejales juraran que no había intereses especulativos sobre el astillero.

En 2005, una nueva vuelta de tuerca y 71 trabajadores, con Cándico y Morala a la cabeza, son despedidos mediante una prejubilación forzosa. Pero, como siempre, y aunque ya resulte un tópico, CCOO y UGT lideran y firman la liquidación de los puestos de trabajo dando un paso más hacia el cierre del astillero.

En diciembre de 2008 la historia toca a su fin en una nueva maniobra en la que 54 trabajadores son también despedidos, debiendo acogerse a la prejubilación, y otros 40, con menos de 52 años y algunos con más de 30 de cotización, también son despedidos con la promesa de ser recolocados. Y, al mismo tiempo, estos dos sindicatos firman el cierre definitivo del astillero para el 31 de mayo 2009. La jugada maestra de los dirigentes de CCOO y de UGT es pactar y firmar despidos, prejubilaciones e, incluso, el cierre del astillero, todo en el mismo lote, sin olvidar la necesaria participación desde el gobierno regional y municipal del PSOE y de IU.

Los prejubilados, lo mismo que los despedidos, ya no tienen la garantía que les aseguraban de los terrenos «regalados» en el 2000 por CCOO y UGT al proyecto de la especulación municipal. Las prestaciones avaladas entonces por Naval Gijón quedan ahora al descubierto con su desaparición, como es lógico. Así, en esta situación, se encontraban los 71 prejubilados de 2005 vinculados al 100% con Naval Gijón y los 54 de 2008 que lo están al 50%, puesto que el otro 50% lo tienen externalizado.

En estas circunstancia, el 6 de mayo, medio centenar de prejubilados, junto con tres de los 40 despedidos y media docena de ex compañeros del astillero, en un gesto de solidaridad, inician un encierro indefinido para conseguir que las pensiones sean cubiertas. La única exigencia es el depósito irrevocable del dinero necesario y una póliza suficiente que garantice la cobertura de los sueldos hasta los 65 años.

Pymar, controlada por el Consejero de Industria, Graciano Torre, y por el Ministerio de Industria, de quien depende Naval Gijón, son los que ha de dar la solución a lo acordado en estas prejubilaciones en 2005 y en 2008.

El Delegado del Gobierno, Trevín, es el encargado del «diálogo» mediante una absurda y abusiva represión y de hostigar tanto a los encerrados como a los que desde afuera los apoyaron.

Mientras, en otro frente, la Alcaldesa de Gijón, Fernández Felgueroso, en mitad del encierro afirmaba que todo estaba resuelto y que la rebeldía de los prejubilados carecía de sentido. Lo mismo que decían CCOO, UGT e incluso los 40 despedidos que repudiaron de palabra el encierro, sin atreverse a más, cuando podrían haber tenido una solución satisfactoria para ellos mismos con sólo sumarse al encierro.

El día 25 de mayo, y con más presión todavía por parte del Delegado del Gobierno Trevín, Naval Gijón -como portavoz de Pymar- y los dos sindicatos dicen que todo está resuelto, pero como ya nada es creíble, los encerrados no se dejan engañar. Sólo la día siguiente, el día 26, cuando la empresa Naval Gijón, las «autoridades» y sus sindicatos ven que no tienen otra salida, depositan los 21 millones de euros y suscriben la póliza con Vida Caixa.

Todos abandonan el encierro, disparan los 38 cohetes que aún tenían y logran que las pensiones de los 50 prejubilados encerrados queden garantizadas.

Pero eso sí, la victoria es amarga, miles de puestos de trabajo, por los que tanto habían luchado, desparecen bajo la bota de la especulación del poder político y sindical de «izquierdas»

Se dice que Roma no paga a los traidores, pero aquí habría que añadir que Roma sí paga a los insolidarios y a los cómplices. Unos 75 prejubilados «consiguieron» la garantía de su pensión a pesar de oponerse e, incluso, de insultar a los encerrados, pero, en cambio, ahora no renunciarán a lo que para ellos han obtenido.

El servilismo y la insolidaridad también tienen su premio, cómo no, pero sólo por esta vez y para su vergüenza, pero no es lo normal. Y no lo es para los 40 despedidos a los que, creyéndose a las puertas de la recolocación, éstas se cerraron a los pocos días cuando el astillero Juliana se declara en suspensión de pagos.

El éxito del encierro estuvo muy amenazado porque no es fácil cubrir y resistir 21 interminables días y noches en los puestos de vigilancia, en las grúas, en los puntos clave, rodeados por la policía antidisturbios, policía secreta y hasta la policía municipal, dispuestos seguramente a cortar de raíz la «sublevación».

Todo este cerco con tres veces más de encerrados se hubiera resuelto rápidamente y con más seguridad, amén de haber podido garantizar la recolocación de los 40 despedidos, que en su insolidaridad tienen ahora una bien ganada plaza en el INEM, mientras les dure.

Epílogos

Uno. Queda por describir lo más sustancial de esta larga lucha por el salario y por un puesto de trabajo pero, sobre todo, por el mantenimiento de los puestos de trabajo. Esto es con certeza lo más singular de la lucha que durante décadas ha mantenido la CSI (Corriente Sindical de Izquierda) que son los que ahora dieron la campanada del encierro y lograron su penúltima victoria, porque nunca se podrá saber cuál puede ser la última, es imprevisible.

Dos. Pasadas las elecciones del 7-J queda por saber porqué la policía judicial se molestó en tomar tantas fotos y para qué tanta vigilancia y control a unos trabajadores sexagenarios o a punto de serlo, que llevan toda su vida en el astillero.

Nadie sabe -se teme- si habrá represalias para los encerrados. Últimamente los conflictos laborares, con frecuencia, van por la vía penal cuando no se le suma la del terrorismo, aunque, como en este caso, todo se redujo a garantizar sus derechos laborales.

Pero también lo lograron otros 75 prejubilados cómplices, sólo en los en los beneficios, pero sin haber arriesgado nada e incluso descalificando a los encerrados siguiendo las directrices del sindicalismo vertical.

Tres. Sería ejemplar, para este modelo de doble rasero, que se abrieran diligencias a los prejubilados encerrados, mientras que a los advenedizos espectadores, igualmente beneficiados del encierro sin arriesgar nada, tengan ahora garantizada su pensión gracias a los compañeros a los que tanto han vilipendiado.

Cuatro. Amarga victoria para cualquier ciudadano, cuando la tradición de un siglo de construcción naval y de miles de profesionales, de expertos, se está convirtiendo en superflua especulación a manos de la monárquica izquierda gobernante.

Cinco. En ningún caso, un patrimonio tan valioso como son las dársenas, diques y demás instalaciones que sólo pueden estar en donde ahora están, sean convertidas en urbanizaciones que podrían ubicarse en cualquier parte de la geografía local o regional, pero no al contrario, diques y dársenas han de estar necesariamente al lado del mar, y no en cualquier sitio, sino en donde haya calado, abrigo y otra serie de condiciones que son las que reúne Naval Gijón. Tanto más cuando la infraestructura necesaria existe y es válida.

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