Obama ha bombardeado siete países (más que Bush), deportado un número récord de inmigrantes, mató la reforma migratoria por negligencia, socavó los acuerdos de cambio climático en Copenhague en el 2009, atacó a los sindicatos de maestros, abandonó la legislación de «card-check» que ayudaría a los sindicatos, y solo fue retórica la subida de los […]
Obama ha bombardeado siete países (más que Bush), deportado un número récord de inmigrantes, mató la reforma migratoria por negligencia, socavó los acuerdos de cambio climático en Copenhague en el 2009, atacó a los sindicatos de maestros, abandonó la legislación de «card-check» que ayudaría a los sindicatos, y solo fue retórica la subida de los salarios.
Hay una crítica generalizada del sistema político estadounidense que aparentemente explica por qué las ideas de derecha impulsan la agenda nacional, incluso cuando los demócratas controlan la Casa Blanca: el Partido Demócrata no lucha por nada mientras los republicanos son el partido de los ideólogos.
Los seis años de la presidencia de Obama son la prueba A para este caso. Durante su campaña ganadora en el 2008, Obama se presentó como una pizarra en blanco, con promesas amorfas como «esperanza y cambio». Su campaña cautivó a los votantes que veían en Obama a un candidato de transformación que sería capaz de terminar con las guerras sangrientas de Estados Unidos, reactivar la economía con un Green New Deal, crear un espacio abierto para la organización del trabajo, resolver la crisis de la inmigración, y tomar medidas audaces para mitigar el cambio climático.
En su lugar, Obama ha bombardeado siete países (más que Bush), deportado un número récord de inmigrantes, mató la reforma migratoria por negligencia, socavó los acuerdos de cambio climático en Copenhague en el 2009, atacó a los sindicatos de maestros, abandono la legislación de «card-check» que ayudaría a los sindicatos, y sólo fue retórica la subida de los salarios.
Obama, sin embargo, no escatimó esfuerzos para rescatar a los yates que se estaban hundiendo. En octubre del 2009 el New York Times señaló que los rescates iniciados el año anterior fueron alimentando una «nueva era de la riqueza de Wall Street.»
Estas cosas formaran su legado: la tasa real de desempleo se encuentra todavía en un 12 por ciento, y desde el año 2008, 5,5 millones más de estadounidenses viven en la pobreza y el ingreso medio de los hogares ha disminuido un 4,6 por ciento. Los beneficios empresariales están en su nivel más alto desde el mantenimiento de registros que comenzó en 1929, la tasa impositiva corporativa efectiva es inferior a cualquier punto desde que Hoover era presidente, y los trabajadores están llevando a casa la menor proporción del ingreso nacional en 65 años.
Obama y los líderes del Partido Demócrata han pasado por alto pocas oportunidades para golpear a sus votantes en la cara. Abandonan a sus partidarios en el instante en que algo se convierte en tema polémico, como limitar las emisiones de carbono, el financiamiento federal para la salud reproductiva, o la legislación antisindical. Por el contrario, los republicanos mantienen sus armas en la búsqueda de una agenda ideológica de la redistribución de la riqueza hacia arriba, el aumento de la policía y la fuerza militar, y las políticas sociales reaccionarias.
Es por esto que los republicanos están a punto de conseguir una mayoría en el Senado de Estados Unidos en las elecciones legislativas el cuatro de noviembre. Luchan por algo y movilizan a sus bases. Obama, sin embargo, ha hecho muy poco por los trabajadores estadounidenses después de la reforma de salud aprobada a principios de 2010.
Pero es hora de repensar la noción de que los demócratas carecen de principios. Tienen una agenda clara y son en realidad más ideológicos que los republicanos. Demócratas como Obama están dispuestos a perder el poder con tal de llevar a cabo la agenda neoliberal. Desde la era de Clinton, los demócratas han sido los arquitectos más eficaces de las políticas que aumentan la riqueza y el poder de los de la parte superior de la pirámide económica. Ahora, el neoliberalismo es a menudo considerado como sinónimo de privatización, desregulación y liberalización del comercio y del capital, pero el Estado descartará estas políticas y ofrecerá ayudas económicas corporativas el momento en que las élites se metan en un lío auto-infligido, como la caída de Wall Street.
Esto ha dejado al Partido Demócrata en un aprieto. Ello se basan en los votos de grupos sociales como las mujeres, miembros de sindicatos, negros, latinos y ambientalistas que favorecen las políticas redistributivas como la equidad de género en el ingreso, un salario mínimo más alto, costos de salud más bajos, mayor protección del medio ambiente y más derechos de los inmigrantes. Al mismo tiempo, los demócratas necesitan miles de millones de dólares para participar en las elecciones y su maquinaria de partido político. Van sombrero en mano a las corporaciones y les prometen más recortes de impuestos y más bienestar corporativo a cambio. Pero los demócratas nunca pueden ser tan comprometidos con la ideología de libre mercado como los republicanos. Los demócratas necesitan satisfacer algunas de las necesidades de su base social, mientras que los republicanos pueden mover sus metas cada vez más a la derecha y esperar a que los demócratas se pongan al día con las propuestas.
Para resolver esta contradicción, los demócratas como Obama y probablemente la futura candidata presidencial para el 2016, Hillary Clinton, dicen que van a gestionar la economía de filtración o de goteo de manera más eficiente. Esto aumentará los impuestos a cambio de una modesta redistribución basada en el mercado en forma de cuidado de la salud, vivienda y subsidios de educación superior, y exenciones de impuestos para los trabajadores pobres. Es el mismo papel que juegan muchos partidos tradicionales de izquierda en otros países. Los demócratas ofrecen un poco más de financiación, minúscula en comparación con el gasto militar y el bienestar de grandes empresas, para los cupones de alimentos, la falta de vivienda, y asistencia de energía. Pero el compromiso con el neoliberalismo deja a los programas vulnerables. Obama ya recortó decenas de miles de millones de dólares en asistencia social para apaciguar a los republicanos que se quejan de una deuda nacional de $ 17900 millones. Obamacare es parte de esta idea. Mientras que extendió la cobertura a millones sin seguro médico, el objetivo es reducir costes a través de la intensificación de la reestructuración neoliberal, que está reduciendo la calidad general de la atención sanitaria.
Los republicanos optan por la lucha de clases sin tapujos, como los enormes recortes de impuestos a los ricos bajo las administraciones de Reagan y Bush Jr. Pero la casta de los republicanos de extrema derecha que entró en el Congreso en 1994 prefieren jugarán a no hacer nada con la economía si eso sirve a sus intereses de poder, como lo hicieron en varias ocasiones al cerrar el gobierno y dañar la calificación crediticia de Estados Unidos.
Al carecer de una visión progresista, los demócratas siguen la línea del Partido Republicano en materia política económica, moviéndose del centro a la derecha. La mayoría de los medios de comunicación tienen poco interés en conocer las condiciones históricas que forman la actual política, prefiriendo los chismes acerca de la personalidad, los valores, los gustos y los linajes de los candidatos. Sin embargo, es la contradicción histórica en que los demócratas están atrapados que explica cómo y por qué Bill Clinton y Obama persiguen una agenda neoliberal que mató las esperanzas de sus partidarios, lo que resultará en la mayor pérdida en las elecciones de mitad de mandato en el Congreso de cualquier presidente en la era moderna. También explica por qué los demócratas probablemente perderán el Senado de Estados Unidos en noviembre de 2014.
Bill Clinton hizo campaña como un «Nuevo Demócrata»: duro contra el crimen, fiscalmente responsable, y severo con receptores de asistencia social. Clinton cumplió efectivamente la Revolución de Reagan destruyendo la asistencia social, ratificando el TLCAN, desregularizando las telecomunicaciones y el sector financiero, y apoyó el aumento gradual de espionaje del gobierno, la policía, y la detención de inmigrantes. Clinton podía conceder la lista de deseos a la derecha porque la base demócrata estaba condicionada a apoyar cualquier acuerdo no importa lo malo que sea, porque los republicanos supuestamente eran peores. Sin embargo, Clinton necesitaba republicanos para aprobar el TLC porque los demócratas controlaban el Congreso. Sacó a millones de mujeres y niños pobres de la asistencia social para apuntalar su flanco derecho antes de la elección de 1996. Pero ese cálculo cínico era innecesario, Clinton derrotó al débil candidato republicano, Bob Dole en una elección que nunca estuvo en duda. Y la desregulación ocurrió en el segundo mandato de Clinton, cuando no tuvo preocupaciones electorales.
Obama ha repetido el mismo patrón. Él es más agresivo que Bush en política exterior. En el 2011, antes de las revelaciones explosivas sobre la NSA sobre espionaje y nuevas guerras de Obama en Siria e Irak, Glenn Greenwald señaló: «Obama ha continuado las políticas de terrorismo de Bush / Cheney, alguna vez duramente denunciadas por los demócratas, como la detención indefinida, las entregas, las cárceles secretas, y doctrinas secretas violatorias. Él ha ido más lejos que su predecesor por librar una guerra sin precedentes contra los denunciantes, aprovechando el poder de asesinar a ciudadanos estadounidenses sin el debido proceso, lejos de cualquier campo de batalla, la escalada de los ataques con aviones no tripulados de forma masiva en varias naciones, e imponer la autoridad para llevar adelante unilateralmente una guerra (en Libia) incluso desafiando la votación del Congreso en contra de autorizar la guerra».
Debido a que Obama se enfrenta a un Partido Republicano hostil que a veces se presenta como un desquiciado mental, la mayor parte de la base demócrata es complaciente. El resto se desmoralizó, al igual que en la era Clinton, poniendo muy poca oposición a las políticas de derecha. Sorprendentemente, Obama ha sido menos agresivo que Bush en la persecución del delito de Wall Street. Algo muy significativo, en enero del 2009, días antes de su toma de posesión, Obama dijo al Washington Post que convocaría una «cumbre de responsabilidad fiscal» para la «reforma» de la Seguridad Social y Medicare. Pero en lugar de utilizar su histórica victoria y la mayoría demócrata en el Congreso para impulsar la redistribución progresiva, Obama estaba diciendo que quería diezmar a los dos programas de base del fondo de jubilación para pagar por la épica corrupción de Wall Street. Si Obama hubiera tenido éxito, y la única razón por la que no tiene hasta ahora es porque la derecha es tan extrema, habría destruido lo que queda de ayuda social y la base del Partido Demócrata. (Clinton también trató de debilitar los programas de jubilación en los años noventa.)
Además, numerosos observadores, incluido yo mismo, señalamos en diciembre del 2008 que no era un secreto que el Estímulo Gubernamental sería un fracaso. El plan de $ 800 billones que se aprobó fue de apenas el 2 por ciento del PIB hasta el año 2011, mientras que la brecha, debido a la depresión económica, llegó a un 7 por ciento en un momento dado. La Oficina de Presupuesto del Congreso estima que el Estímulo produjo de 500.000 a 3,3 millones de puestos de trabajo a tiempo completo, pero más de 8 millones de puestos de trabajo a tiempo completo se perdieron y en general más de 13 millones de trabajadores perdieron su trabajo, se retiraron de la fuerza laboral o fueron obligados involuntariamente a trabajar tiempo parcial.
El Estímulo Gubernamental puede haber impedido una repetición de la Gran Depresión, pero al aplicar curitas a heridas abiertas, Obama concedió el derecho a retratarlo como un fracaso y al gobierno como el problema. Pasar Nuevos Programas de acuerdo que habría sido difícil, pero Obama capituló antes de comenzar, perdiendo la oportunidad de un Estímulo Gubernamental y de Redistribución más fuertes.
Con Obama entrando en el ocaso de sus poderes y relevancia, la atención se desplazará en el Año Nuevo a la carrera de caballos del 2016. Los demócratas seguirán devotos a cuidar el estado de acuerdo a los intereses de los ricos y poderosos. Es por eso que los demócratas son los verdaderos ideólogos. Hillary puede ganar las elecciones hablando ideas de izquierda, pero una vez en la Casa Blanca ella sacrificará fácilmente a la base demócrata para permanecer fiel al proyecto neoliberal.
El consuelo es el «centro extremo», como Tariq Ali lo describe, que ha abierto espacios en países como España, Islandia y Grecia, en donde partidos de izquierda lo han utilizado para la movilización de masas. Hay destellos de esperanza en los Estados Unidos con el candidato socialista alternativo Kshama Sawant superando a los demócratas en Seattle y el candidato del Partido Verde a gobernador Howie Hawkins, dando dolores de cabeza el gobernador de Nueva York Andrew Cuomo en las próximas elecciones. Pero hay un largo camino por recorrer.