El Congreso [de los Estados Unidos] nos ha obsequiado con un estupendo regalo de Acción de Gracias cuando nos hemos enterado de que los «superhéroes» del Supercomité [el Comité Selecto Conjunto para la Reducción del Déficit] colgaban la capa. Mientras mucha gente de los medios de comunicación continuaba con la historia de un Congreso disfuncional […]
El Congreso [de los Estados Unidos] nos ha obsequiado con un estupendo regalo de Acción de Gracias cuando nos hemos enterado de que los «superhéroes» del Supercomité [el Comité Selecto Conjunto para la Reducción del Déficit] colgaban la capa. Mientras mucha gente de los medios de comunicación continuaba con la historia de un Congreso disfuncional que no podía conseguir hacer nada, lo cierto era justamente lo contrario. El Supercomité consistía en encontrar una puerta trasera para recortar la seguridad social y Medicare, y crear una pantalla que bastara para ocultar que el Congreso se salía con la suya.
Es importante recordar los datos básicos del presupuesto y la economía. Al contrario de lo que se da generalmente por sabido, es fácil mostrar (echando un vistazo a la página digital de la Oficina Presupuestaria del Congreso) [1] que no tenemos un problema de déficit crónico. En 2007, antes de la explosión de la burbuja financiera y el consiguiente hundimiento económico, el déficit se cifraba en sólo un 1.2% del PIB.
La proyección del déficit indicaba que permanecería en torno a ese nivel en un futuro inmediato, aunque no caducaran los recortes de impuestos de Bush, tal como estaba originalmente programado en 2011. Si se permitía que vencieran los recortes de impuestos, la proyección indicaba que retornaríamos al superávit.
Todo esto cambió cuando el estallido de la burbuja inmobiliaria hundió la economía. La historia es sencilla, la burbuja inmobiliaria generó más de un 1 billón de dólares de demanda anual al estimular niveles inéditos de construcción y provocar una explosión de consumo impulsada por la inflación de activos inmobiliarios. Esta demanda desapareció al estallar la burbuja y esto es lo que creó los grandes déficits que ahora estamos viendo.
Los déficits por encima del billón de dólares están substituyendo a la perdida demanda del sector privado. Quienes quieren déficits más reducidos también quieren un desempleo más elevado. Puede que no lo sepan, pero ésa es la realidad, puesto que los empresarios no van a contratar a más gente porque el gobierno haya reducido su gasto o despedido a empleados públicos. El mundo no funciona así.
Mientras que la realidad es ésta, el Supercomité se centraba en darle la vuelta a la realidad para ponerla cabeza abajo. En lugar de entender que el problema se cifra en un Congreso que es demasiado corrupto y/o incompetente para frenar la clase de excesos de Wall Street que han quebrantado la economía, lo que nos dicen es que el problema lo representaba un Congreso que no podía habérselas con el déficit presupuestario.
A fin de afrontar este problema inventado, el Supercomité creó una artimaña evasiva para burlar el proceso normal del Congreso. Se trata de un sueño largo tiempo acariciado por la gente a la que financia el banquero de inversiones Peter Peterson. [2] Su estrategia se derivaba de la conclusión de que no sería posible llevar a cabo recortes importantes en la seguridad social y Medicare a través del proceso usual del Congreso, debido a que estos programas son demasiado populares.
Ambos programas gozan de un enorme apoyo en todo el espectro político. Hasta una inmensa mayoría de gente que se autodefine conservadora y republicana se opone a los recortes del seguridad social y Medicare. Por esta razón es por lo que se ha querido establecer un proceso especial que lograra aislar al Congreso de la presión política. Se esperaba que ambas partes pusieran su firma en los recortes de estos programas, para que de este modo los votantes no pudieran hacer nada.
Sin embargo, este esfuerzo quedó hecho fosfatina esta semana. Buena parte del mérito debemos concedérselo al movimiento de Ocupa Wall Street (OWS): OWS y la respuesta que ha generado en todo el país han alterado considerablemente el debate, al poner en el centro del debate nacional la desigualdad y la increíble redistribución hacia arriba de la renta en las últimas tres décadas. En este contexto, se hacía imposible que el Congreso respaldara un paquete que incluía en su núcleo central recortes a la seguridad social y Medicare, a la vez que rebajaba en realidad los impuestos al 1% más opulento, tal como exigían los miembros republicanos del Supercomité.
Ahora que ha fenecido el Supercomité, hay que obligar al Congreso a encarar la verdadera crisis: los 26 millones de personas sin trabajo, subempleados o fuera del contingente laboral, lo cual no sería difícil si tuviéramos un Congreso funcional.
La tasa de desempleo adolescente está en un 25%, la de los jóvenes afroamericanos, en un 45%. Un programa de empleo juvenil que pusiera simplemente a los jóvenes a trabajar limpiando parques y edificios abandonados podría dar empleo a muchas de estas personas. Si consiguiéramos la financiación adecuada para los gobiernos locales y de los estados, no andarían dando el finiquito a 30.000 trabajadores al mes.
Tenemos una imperiosa necesidad de reconstruir nuestras infraestructuras. Los proyectos de envergadura llevan su tiempo, pero, por desgracia, tiempo tenemos: no hay proyección que muestre una recuperación de la economía por lo menos hasta 2016 o 2017. En estas circunstancias, podemos promover el trabajo compartido, que alentaría a los patronos a mantener a la gente en sus puestos de trabajo, en lugar de ponerla en las listas del paro.
Ese tipo de cosas son las que debería estar discutiendo ahora mismo el Congreso. Tal como siguen diciéndonos los mercados financieros, el presupuesto del déficit no es un problema: de no ser así, los tipos de los bonos a diez años del Tesoro no estarían al 2%.
Hay un problema a largo plazo con el déficit, pero como sabe cualquier analista, es una historia que tiene que ver con la atención sanitaria. Si los EE. UU. reparan su sistema de salud, no será entonces el déficit un problema principal. Si no lo arreglamos, entonces nuestro destartalado sistema sanitario arruinará la economía sin que importe lo que hagamos de Medicare, Medicaid y otros programas de atención sanitaria del sector público.
Así pues, que todo el mundo disfrute de su Acción de Gracias, congratulándose de que el pavo del Supercomité haya pasado a mejor vida. Si el 99% puede mantener la presión, el Congreso volverá a la realidad después de la festividad.
Notas:
[1] Véase http://www.cbo.gov/ftpdocs/89xx/doc8917/Chapter1.5.1.shtml#1071044
[2] Véase www.pgpf.org , página de la Peter G. Peterson Foundation