Muchas veces cuando se habla de cómo el país ha rebasado la época más difícil del Periodo Especial suelen ponderarse las cuestiones materiales, pero esas mejorías hubieran sido imposibles sin la revitalización de la voluntad y la confianza del pueblo que, inmerso en la más aguda crisis económica, salió a defender la Revolución por todas […]
Muchas veces cuando se habla de cómo el país ha rebasado la época más difícil del Periodo Especial suelen ponderarse las cuestiones materiales, pero esas mejorías hubieran sido imposibles sin la revitalización de la voluntad y la confianza del pueblo que, inmerso en la más aguda crisis económica, salió a defender la Revolución por todas las vías posibles, y las profundas garantías sociales que se alcanzaron durante décadas.
Hace ya 10 años, en agosto de 1994, el Segundo Secretario del Comité Central del Partido, General de Ejército Raúl Castro, convocó públicamente a desterrar de nuestras mentalidades, fraseología y modo de actuar, la actitud cobarde y simplista que entraña el «no se puede», la inercia, la dejadez, la justificación a flor de labios y hasta la pasividad con que algunos, cruzados de brazos, esperaban a que un milagro viniera a resolver los problemas que solo con trabajo, tesón y sacrificios pueden ser resueltos(1).
A una década de aquella exhortación de Raúl, vale releer sus palabras como parte de la actual Batalla de Ideas. El Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros llamó igualmente a «desterrar la apología y la autocomplacencia; no se trata de describir cuánto hemos hecho, sino de analizar con sinceridad cuánto de lo que se hizo dio realmente resultados y qué debemos hacer para que nuestro trabajo sea mejor».
«Hay que volar en pedazos -agregaba- la mentira por insignificante o inconsciente que sea, no solo por el poder corruptor que tiene una conducta erigida sobre la esencia degradante que la propia mentira entraña, sino porque fue sobre la base de la honestidad más absoluta que se hizo esta Revolución y que Fidel, con su ejemplo insuperable, nos ha educado, hasta llegar al extremo de exigirnos que ni siquiera al enemigo se le debe mentir, para que respete nuestras opiniones cuando las exponemos.»
La supervivencia de la Revolución en estos años duros se debe a su histórica y profunda base popular, a la confianza del pueblo en sus líderes, a la activa participación de los ciudadanos en cada uno de los asuntos fundamentales de la vida pública, la legitimidad de las instituciones revolucionarias y el reconocido papel del Partido como vanguardia organizada de la nación.
Esa identificación de intereses de las estructuras políticas, estatales y de Gobierno con la sociedad civil, lejos de conducir al conformismo, al estancamiento o a la subvaloración de problemas y desafíos, confiere al país una elevada aptitud para el perfeccionamiento sistemático.
Son prerrogativas del pueblo porque ganó y mantiene el poder político. No obstante, en lo cotidiano no se realizan de manera automática: el conformismo, la burocracia, la indiferencia, el «no buscarse problemas», ponen a diario múltiples murallas que debemos combatir con fuerza en todos los escenarios, incluido el que ofrece la sociedad civil socialista, en la que existen más de 2 200 organizaciones sociales y de masas, científicas, técnicas, profesionales, deportivas culturales, artísticas, de amistad y solidaridad. Todas con pleno amparo legal para la realización de sus actividades específicas, según fija la Ley de Asociaciones (No. 54).
No solo tienen trascendencia las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), con las cifras más elevadas de afiliados, como las que reúnen a los vecinos (CDR), a los trabajadores (la CTC con 19 sindicatos) a las mujeres (FMC), a los pequeños agricultores (ANAP) y a los estudiantes en dos federaciones (FEU y FEEM); también poseen vida propia e independiente y contribuciones importantes otras numerosas asociaciones u ONG de membresía más pequeña.
Entre estas últimas hay 175 científicas, 1 101 fraternales, 142 de amistad, 395 deportivas, 356 de interés social y 52 culturales, igualmente protegidas tanto por la Constitución como por la Ley de Asociaciones y su Reglamento(2).
Además, más de 10 ONG cuentan con la condición de Entidad Consultiva del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC); ese es el caso, por ejemplo, de la FMC, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), la Unión Nacional de Juristas, la Asociación Nacional de Economistas y Contadores (ANEC), el Centro Félix Varela, la Asociación Cubana de las Naciones Unidas y la Sociedad Cultural José Martí.
Fueron precisamente las organizaciones sociales y de masas que agrupan a la mayoría del pueblo, las que en el 2002 solicitaron a la Asamblea Nacional la realización de una reforma constitucional para dejar expreso en la Carta Magna el carácter irrevocable del socialismo en Cuba. La iniciativa legislativa, respaldada por la firma voluntaria de más de ocho millones de electores, tuvo lugar en momentos de fuertes amenazas del Gobierno de Estados Unidos.
Para la nación resulta esencial la existencia y desarrollo de una sociedad civil cada vez más activa, capaz de llevar adelante con éxito sus tareas y funciones específicas en la construcción del proyecto político, económico y social defendido por la abrumadora mayoría del pueblo.
Al imperialismo y a sus asalariados internos les angustia y desespera que esa sociedad civil sea defensora del socialismo, de la unidad entre todos sus integrantes y del acatamiento consciente de que el Partido es garante supremo de los intereses de todo el pueblo, así como que cada vez tengan mayor participación en todos los ámbitos de la vida nacional con una concepción invariable: contra la Revolución nada, por la Revolución todo.
1 Intervención de Raúl Castro el 3 de agosto de 1994 en las sesiones de la Asamblea Nacional, publicada en Granma el 5 de agosto de ese año.
2 Datos extraídos del tabloide especial Cuba y su defensa de todos los derechos humanos para todos, La Habana, marzo del 2004.
Agosto/2004