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Namibia

Condones prohibidos en las prisiones

Fuentes: IPS

Una ley de casi 30 años que penaliza en Namibia la sodomía entre hombres parece un blanco más apropiado para activistas gays que para quienes trabajan contra el sida. Pero en las prisiones de este país, la norma supone prohibir el uso de condones. La Ley de Procedimientos Criminales de Namibia, de 1977, impide distribuir […]

Una ley de casi 30 años que penaliza en Namibia la sodomía entre hombres parece un blanco más apropiado para activistas gays que para quienes trabajan contra el sida. Pero en las prisiones de este país, la norma supone prohibir el uso de condones.

La Ley de Procedimientos Criminales de Namibia, de 1977, impide distribuir condones en las cárceles, pues hacerlo equivaldría a consentir el sexo anal entre hombres, contraviniendo la norma, aunque tuviera el beneficio de reducir la transmisión del VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida), dice el gobierno.

«Dándoles condones (a los prisioneros), se les está diciendo ‘sigan adelante, háganlo'», dijo a IPS Ignatius Mainga, portavoz del Ministerio de Seguridad y de los servicios de prisiones.

Mainga no negó que la sodomía fuera característica de la vida en las prisiones, pero sostuvo que no ocurría con regularidad y en general se daba entre quienes ya tenían una relación antes de ingresar al centro de reclusión. Ninguna instancia de violación fue reportada jamás a las autoridades carcelarias, aseveró.

«Creo que la mayoría de los casos (de relaciones sexuales) son consentidos, y la información que obtenemos es que los reclusos están en contra de los condones en la prisión. Son hombres casados y comprometidos que no quieren que se piense que tienen sexo con otros hombres», señaló.

Mainga dijo que se estaban implementando programas para enseñar a los reclusos cómo evitar el contagio de VIH. Sin embargo, dado que las últimas estadísticas oficiales revelan una prevalencia nacional de 19,7 por ciento, activistas como Michaela Hübscle preferirían un enfoque más práctico en la prevención del sida en las cárceles.

Ex vicetitular del ahora inexistente Ministerio de Prisiones y Servicios Correccionales, Hübscle es una firme defensora de la distribución de condones en los centros de reclusión y de la despenalización de la sodomía.

«No es que quiera promover la sodomía, pero en la prisión tenemos una subcultura, nos guste o no. Las personas tienen compañeros (sexuales), especialmente quienes soportan condenas largas. Después de todo, son seres humanos y no pueden masturbarse para siempre», afirmó.

En contraste con la aseveración de Mainga en cuanto a que los prisioneros consideran tabú el uso de preservativos, Hübscle señaló que durante su periodo en el Ministerio los reclusos hicieron varios pedidos de condones. Pero le resultó imposible convencer al gobierno de que distribuir profilácticos no equivalía a promover la sodomía, pese a recibir algún apoyo del Ministerio de Salud y Servicios Sociales.

«Estamos sentados sobre una bomba de tiempo. La prevalencia aumentará si no protegemos a quienes ingresan a la cárcel sin el virus», concluyó Hübscle, quien ahora dirige la organización no gubernamental Criminals Return Into Society (CRIS, Criminales Vuelven a la Sociedad).

IPS no logró obtener estadísticas oficiales sobre el grado de contagio de sida en las cárceles.

Harold Kamatuka, un ex preso que ahora trabaja en CRIS, discrepó con las afirmaciones de Mainga, especialmente con el alegato de que en las cárceles no hay violaciones.

«En la prisión hay cantidad de agresiones», dijo. «Las personas están traumatizadas. Si se implementaran visitas conyugales disminuiría la rabia de los reclusos y eso ayudaría a la resolución de conflictos», opinó.

Kamatuka cree que el comité parlamentario sobre asuntos legales debería ser obligado a visitar las cárceles, para que los legisladores vean por sí mismos que los condones son necesarios.

«Por miedo a la intimidación, los prisioneros no se levantarán a demandar condones. Necesitamos personas iluminadas que implementen modernas políticas de penitenciarias», opinó.

Otra corriente sostiene que es necesaria una acción legal.

Ian Swartz, director de The Rainbow Project (TRP, El Proyecto Arcoiris), una organización que presiona por los derechos de las minorías sexuales, cree que el gobierno debería ser enjuiciado por la ley que prohíbe la sodomía entre hombres.

«¿Cómo es que, con una historia como la nuestra en la que el pueblo fue deshumanizado, 15 años después de la independencia todavía el gobierno decide con quién tendría que tener sexo uno, y criminaliza el comportamiento sexual entre dos adultos que consienten» tener relaciones entre sí?, preguntó.

Namibia obtuvo su independencia en 1990, más de dos décadas después que la Organización del Pueblo de África del Sudoeste (SWAPO) comenzó una lucha de liberación contra la ocupación del régimen segregacionista sudafricano del apartheid. Otrora, el país fue llamado África Sudoccidental.

Se necesita más honestidad en torno al sexo masculino también para lidiar con el abuso en las prisiones, agregó Swartz.

«Sabemos que el sexo y las violaciones ocurren en prisión. Aunque no podemos confirmarlo, oímos historias horribles de guardianes que ‘venden’ a reclusos más jóvenes a los de más edad. Esto tiene que convertirse en un tema constitucional», dijo.

Pero, como prueba de cuán delicado es el asunto de la sodomía y la homosexualidad en Namibia, el TRP no quiere ser la organización que inicie el camino judicial.

«No queremos que se establezca ese vínculo entre la sodomía y el TRP. En 2006 veremos en la coalición de derechos humanos del país lo que somos capaces de hacer, pero como TRP solos no hay chances de que peleemos por (derogar) la ley», señaló Swartz.

La sodomía es ilegal en Namibia. La homosexualidad no lo es, pero está muy mal vista.

El no gubernamental Centro de Asistencia Legal, con sede en Windhoek, adoptó una posición igualmente cautelosa.

«Reclamar la eliminación de la ley de sodomía nos pondría en peligro (a la hora de) presionar por otros derechos y libertades», dijo el director del Centro, Norman Tjombe. «Es frustrante, porque hay tantas cosas que tenemos que contrarrestar; en cierto modo es derrotista».

Sin embargo, Tjombe coincide con otros activistas en que las prisiones son un caldo de cultivo para el VIH, y que los condones ayudarán a contener la epidemia del sida en las cárceles.

«En los casos en que el acto sexual es consentido, ya sea dentro o fuera de prisión, el Estado tiene que permitir que los adultos tomen sus decisiones», dijo Tjombe. (FIN/2006)