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Abundan las oportunidades imperiales

Consejos a un joven constructor en tiempos difíciles

Fuentes: Znet

Lo sé, los tiempos son realmente difíciles. Aquí, en los Estados Unidos, parece que el mercado de la vivienda va a explotar. En este país las compañías de construcción están despidiendo trabajadores y los constructores se preguntan de dónde van a salir sus próximos proyectos. Pero aún queda una esperanza que puede sacarse del siguiente […]

Lo sé, los tiempos son realmente difíciles. Aquí, en los Estados Unidos, parece que el mercado de la vivienda va a explotar. En este país las compañías de construcción están despidiendo trabajadores y los constructores se preguntan de dónde van a salir sus próximos proyectos. Pero aún queda una esperanza que puede sacarse del siguiente consejo: ¡Vete al Este (u Oeste), joven constructor, en todo caso, abandona el país!

Después de todo, los americanos están armando un gran revuelo en todos los demás lugares del planeta. Por ejemplo, recientemente, un desesperado Departamento de Estado solicitó -y recibió- permiso del gobierno iraquí para mantener en Bagdad a un completo contingente de 2.000 trabajadores de la construcción extranjeros (la verdad es que se trata de ciudadanos empobrecidos del Tercer Mundo, evidentemente en condiciones para nada maravillosas) para acabar de construir la madre de todas las embajadas. Estamos hablando de un complejo destinado a embajada estadounidense que lleva construyéndose estos últimos años y que ha de servir para alojar a 1.000 diplomáticos, espías y militares (junto a un número no revelado de guardias de seguridad privados, personal de servicio y sabe dios quién más). Operará en la ampliamente fortificada Zona Verde de la capital iraquí como si fuera nuestra primera colonia lunar. Según escribe William Langewiesche en Vanity Fair, contendrá «sus propios generadores de energía, pozos de agua, planta de tratamiento de agua potable, planta depuradora, estación de bomberos, sistema de irrigación, uplink de Internet, intranets seguras, central telefónica (área del código de Virginia), red de telefonía móvil (área del código de Nueva York), servicio postal, depósitos de combustible, almacenes de alimentos y provisiones, garajes de reparación de vehículos, y talleres.»

De momento la «embajada», de 21 edificios y con un tamaño cercano al del Vaticano, está sin acabar y bastante retrasada respecto a lo programado. Es lo que pasa, por supuesto, cuando insistes en rediseñar tu despensa para servir no sólo un almuerzo, sino tres comidas al día, y … oh, sí … quieres que sea un complejo a prueba de bombas, granadas y misiles, con un coste extra de 27,9 millones de dólares . En algunos de los sistemas de cableado de la embajada ya se ha quemado algún fusible; sus 252 remolques de la guardia se han llenado de gases formaldehídos, y «durante una prueba reciente del sistema de aspersores de la embajada, «explotó todo» (un poco preocupante, si una granada bien dirigida llegara a iniciar un incendio). Y para añadir el insulto a la injuria, el proyecto ha rebasado ya en 144 millones los alrededor de 600 millones que el Congreso aprobó en el presupuesto (y se espera que cuando sea plenamente operativo costará otros 1,2 miles de millones de dólares al año). Un portavoz del Departamento de Estado, Sean McCormack, rechazando los cargos de supervisión inadecuada, ofreció la siguiente aclaración sobre la situación financiera actual de la embajada: «No es cuestión de exceso de costes. Es la necesidad de contratación adicional». Es cierto que la adjudicación de la construcción se deslocalizó en favor de los talentos locales del Oriente Medio —- el primer contratista fue la First Kuwaiti General Trading & Contracting. Así que seguramente llegues demasiado tarde.

El cielo es el límite en Irak

Pero, joven constructor, no desesperes. Cuando se trata de los proyectos de construcción americanos en Irak, el cielo realmente es el límite. Recientemente el corresponsal de la Defensa de la Radio Pública Nacional, Guy Raz, pasó algún tiempo en la Base Aérea de Balad, a unos 70 kilómetros al norte de Bagdad. Como ya informaba Thomas Ricks del Washington Post allá por 2006, Balad es esencialmente una pequeña ciudad estadounidense, tan grande que tiene barrios y rutas de autobús – y su tráfico aéreo rivaliza con el Aeropuerto Internacional O’Hare de Chicago. Según Raz, la base alberga actualmente a 30.000 soldados americanos, así como a seguramente otros 10.000 mercenarios. Tiene establecimientos de Pizza Hut, Burger King, comidas rápidas Subway, bien fortificados, dos PXs que son tan grandes como los K_mart, y aceras reales (que … observa, joven constructor, alguien habrá de construir). Los informes hablan de que se han invertido miles de millones en Balad, una de las cinco mega-bases que el gobierno de Bush ha construido en el país (sin contar la embajada, que funcionalmente es otra base más) — y, nos cuenta Raz, «se están gastando miles de millones en reformas y mejoras».

Pero es su descripción más general de la base lo que debería hacer palpitar tu corazón, joven constructor. Después de todo, si consigues una migaja de actividad constructora, tendrás un chollo que podría durar años en el futuro. Pues justamente el otro día, el anterior comandante general del Centcom John Abizaid, el hombre que denominó «la larga guerra» a la Guerra Global contra el Terrorismo del Presidente, sugirió que los soldados estadounidenses bien podrían seguir destinados en Oriente Medio aún medio siglo más. («No deberíamos pensar ni un minuto que en los próximos 25-50 años los militares americanos puedan volver a casa, relajarse y tomárselo con calma»).

Sobre Balad, Raz escribe:

«La base es un gigantesco proyecto de construcción, con nuevas carreteras, aceras y estructuras que se erigen a lo largo de las 16 millas cuadradas de fortaleza en el centro de Irak, todo con la vista puesta hacia las próximas décadas … En la base, los sonidos de la construcción y el zumbido de los generadores parecen perseguir a los visitantes por doquier. Visto desde el cielo en la noche, la base parece Las Vegas: Mientras que los pueblos iraquíes de alrededor reciben unas 10 horas de electricidad al día, las luces nunca se apagan en la Base Aérea de Balad.»

No quiero que pienses, sin embargo, que Balad es la única oportunidad de grandes obras en Irak que te queda. Considera, por ejemplo, la Base Aérea de al-Asad, otra de nuestras megabases de miles de millones. Esta está alejada, en el desierto occidental iraquí. Cuando el Presidente «visitó» Irak a principios de septiembre, fue aquí donde aterrizó – y una cohorte de reporteros aterrizó en la base con él (una base, imagínate, que se supone que tiene un perímetro de 19 millas) consiguiendo no contarnos casi nada al resto de nosotros. Afortunadamente, un cabo de la Reserva de la Marina estadounidense (y escritor ocasional para el Weekly Standard y el National Review) Matt Sanchez, ha estado viajando por Irak, junto con los marines estadounidenses, ofreciendo recientemente una atípica y vívida descripción.

Nos cuenta que Al-Asad es conocido entre los americanos como «Camp Cupcake» («una base militar en donde puedes conseguir helados cuando te apetece, nadar en una piscina cubierta con aire acondicionado, tomar café lattes a las tres de la madrugada e incluso asistir a clases de yoga en el gimnasio»). Actualmente, según Sanchez, aloja a unas 17.000 personas («la mayoría de las cuales ni siquiera trabajan para los militares») y tiene, por supuesto, sus propios Starbucks. Habiendo llegado allí desde alojamientos más rústicos, la experiencia le desorientó bastante.

«Con aceras, carreteras limpiamente pavimentadas y farolas que funcionaban (una combinación poco habitual en las ciudades iraquíes), había veces en las que me sentía como en una pequeña ciudad de Arizona en lugar de una en el Triángulo Sunní. Al-Asad es el único sitio que conozco en la provincia de Anbar en donde los conductores son multados por exceso de velocidad y los vehículos son remolcados por aparcar incorrectamente».

Sin olvidar el tradicional menú de «bistéc y bogavante» de los jueves en la cantina o los «Ugandeses» — personal de seguridad privada ugandés, que generalmente se encargan de los controles en torno a la base. Y además, joven constructor, toma nota: Alguien construyó esto, y todavía no han acabado las construcciones.

Lo sé, lo sé …. Las obras de estas bases gigantes han ido a parar mayormente a las corporaciones amigas conectadas al gobierno de Bush y sin duda que es bastante difícil para un joven constructor abrirse camino en el boom de la construcción en Irak (¡Y los iraquíes, no te pienses, tienen el mismo problema!) Quiero decir que entiendo tu punto de vista. ¿Cómo consigue una pequeña empresa como la tuya entrar en el nivel de base de las subcontratas en un lugar como Irak? Bien, todo lo que puedo decirte es: ten ánimo. Después de todo, las bases están brotando como setas en Irak Considera por ejemplo la base con el llamativo nombre de «sensacional puesto de vigilancia». Se encuentra a tan solo unos provocativos siete kilómetros de la frontera iraní, y prácticamente es nada. Una pura nadería de base en avanzadilla, pensada para bloquear lo que según las denuncias del gobierno de Bush es un flujo de armas mortales iraníes. Surgió prácticamente de la noche a la mañana con un modesto presupuesto de 5 millones de dólares. Y es una «base» tan modesta, perfecta para que un constructor novato del imperio se estrene -pensada para unos 100 soldados de la República de Georgia (a sueldo de la menguante Coalición de la Voluntad), unos 70 soldados norteamericanos, y unos pocos patrulleros de fronteras de Estados Unidos (que al parecer pueden ser destinados a cualquier frontera del planeta, no sólo a una de nuestras dos fronteras nacionales). Es tan pequeña que ni siguiera va a tener una pista de aterrizaje para aviones convencionales, requisito de cualquier base de mayor rango.

Oportunidades en Afganistán

A finales de septiembre, cuando las noticias del «sensacional puesto de vigilancia» irrumpieron de repente en el Wall Street Journal, causó una leve marejadilla mediática (pero un ciego como tú seguramente lo pasaría por alto). Después de todo, no parecía ser otra cosa que otra bofetada simbólica más al rostro de los iraníes, en el noble propósito de prevenir una Tercera Guerra Mundial. Mucho más digno de atención desde tu punto de vista sería algo que, sin embargo, nadie discute jamás aquí en los Estados Unidos: Parece evidente que el Pentágono puede construir bases en donde le apetezca. Parece que ni siquiera se preocupó de consultar a los funcionarios de la administración iraquí antes de anunciar que el sensacional puesto de vigilancia ya estaba en fase de proyecto, quizá tampoco al Congreso. Esta es la forma de funcionar cuando te constituyes en Departamento de Defensa de la mayor parte del planeta; cuando tienes ya 737, o 850, o incluso 1.000 bases e instalaciones similares fuera de los Estados Unidos; cuando posees suelo desde Alemania, Rumanía, la isla de Diego García y Kirguizistán a Corea del Sur, Guam y Australia, y aún sigues oteando las pocas páginas en blanco que quedan, como por ejemplo África.

Por cierto, no pierdas de vista África. Podría ser el próximo continente estrella para la construcción de bases. El gobierno de Bush ha constituido recientemente el Africom, una nueva autoridad global para cubrir ese inmenso territorio. Puede que sea la última autoridad de ese tipo que constituya -a no ser que algún día resulten viables Russiacom y Chinacom. Se sabe que el Pentágono está buscando en África lugares para posicionar lo que les gusta llamar «setos florales», unas bases fundamentalmente pequeñas, relativamente espartanas que apenas llaman la atención (y por tanto no despiertan tan fácilmente la animadversión y resistencia locales). Ahora mismo lo único que Estados Unidos tiene es un pequeño «seto floral» junto a Djibouti, en el cuerno de África, pero estate atento.

Naturalmente no estamos haciendo más que arañar la superficie de las oportunidades. Todo lo que necesitas es una corporación con buenos contactos que te eche unas cuantas migajas imperiales. Quiero decir, ¿qué te parece la contrata de 53,4 millones de dólares adjudicada a ITT Federal Services International Corporation of Colorado Springs, Colorado? Por cierto, ¿no vives cerca de allí? – para la «Base de Operaciones y Servicios de Seguridad de la Base As Sayliyah» en el emirato de Qatar, para terminar hacia 2012. Apostaría a que hay trabajos de construcción para pillar allí! O imagínate consiguiendo las ricas sobras de esas contratas de 23,4 millones de dólares para construir nuevos «almacenes de alimentos» para nuestras bases en Livorno, Italia, o Chievres, Bélgica. (¡Los viejos eran tan «pequeños»!). Claro que el Pentágono los regaló a empresas locales europeas, cosa que hay que hacer de vez en cuando. Ya sabes, son aliados, y todas esas cosas.

Pero ¿y qué pasa con Afganistán? El sitio es un caramelito de miel para ti – otro de esos territorios de los cuales los planificadores americanos no acaban de vernos salir pronto. Allí no encontrarás muchas empresas locales a las que regalar buenos proyectos de construcción americanos, desde el punto de vista de la construcción son buenas noticias para ti: Las cosas están yendo realmente mal en Afganistán –lo que significa que el número de nuestros soldados no para de aumentar. Actualmente estamos en 25.000 y, por supuesto, tenemos que meterlos en alguna parte. En consecuencia, la antigua base soviética que ocupamos en 2001, la base aérea de Bagram, va a ser ampliada en una tercera parte. En donde una vez hubo estacionados 3.000 soldados americanos, ahora hay 13.000, y más que vendrán. Es decir: nuevas carreteras, nuevos barracones, lo que se te ocurra. Se va a convertir en un cuerno de la abundancia para la construcción.

Prisiones en el extranjero: un área de especialización

Aquí otra pequeña sugerencia: como joven constructor con un futuro en el extranjero, deberías considerar el especializarte, y una de las superáreas son las prisiones en el extranjero. Por supuesto que deberás prestar especial atención a las páginas interiores de un gran número de periódicos para hacerte una idea del boom en que esta área va a convertirse –y, vista la crisis hipotecaria de las subprime, debo suponer que has tenido otros problemas en la cabeza. Así que permíteme que te inicie rápidamente. La población reclusa iraquí en las prisiones americanas ha crecido como la espuma y los equipos de construcción andan sin aliento intentando aguantar el tirón. Por ejemplo, Camp Cropper, dentro de nuestra megabase Camp Victory, en las afueras de Bagdad, ha experimentado constantes ampliaciones. Comenzó siendo un puñado de tiendas de campaña, pero para 2006 se había convertido en una prisión paradigmática de 60 millones de dólares–y no ha cesado de crecer desde entonces. En abril de 2007, por ejemplo, los militares estaban solicitando ofertas para «proyectos constructivos» en la base de hasta 5 millones de dólares. Perfecto, ¿no?

La polvorienta base de Bucca, en el sur de Irak, era la pariente pobre hasta fechas recientes. Pero -buenas noticias a la vista- están a punto de caer unos 110 millones de dólares para ampliar sus superpoblados alojamientos que pronto saltará de 20.000 a 30.000. Las obras incluyen «reformar 13 complejos existentes añadiendo caminos de hormigón para evitar la construcción de túneles, mejorar las áreas de segregación y mejorar las duchas y letrinas», así como la construcción de «15 nuevas torres de vigilancia, tres unidades médicas y obras en dos complejos «supermax» con los máximos niveles de seguridad».

Si, por otra parte, cayera en tus manos una pequeña parte de los trabajos a realizar en la Base Aérea de Bagram, no pierdas de vista nuestra extensa red de prisiones en Afganistán, en donde, por ejemplo, se rumorea que la prisión de «Pul-i-Charki» está a punto de una vasta ampliación, posiblemente para convertirse en el nuevo Guantánamo. Por cierto, no te olvides del propio Guantánamo. La actividad constructora en esa joya de la corona de nuestras prisiones extranjeras semeja a la febril actividad de una colmena. Ni siquiera te preocupes por los 10-12 millones de dólares que ya se han gastado para crear una ciudad de tiendas de campaña semipermanente en una carretera abandonada en la que los militares estadounidenses tienen previsto celebrar consejos de guerra para algunos de los prisioneros; concéntrate en su lugar en la base de 16,5 millones de dólares que se va a construir en alguna otra parte para alojar a los «10.000 inmigrantes caribeños» –sólo por si acaso pasa algo, presumiblemente, en la Cuba postcastrista. Y eso podría ser sólo un aperitivo para comenzar. El plato principal podría ser un contrato de 110 millones de dólares para construir un segundo «complejo» que alojaría a otros 35.000 «inmigrantes».

Y ten en cuenta que, siendo un joven constructor, si tienes aun la menor de las apetencias posibles de ver el mundo, entonces este planeta puede ser potencialmente una ostra para ti –o un pingüino. Gánate a la gente adecuada y no habrá ningún sitio al que no puedas ir por cuenta de los militares estadounidenses, ni siquiera la Antártida. La Marina ha estado construyendo un punto de observación científica en ese gran continente helado desde la década de 1950. Hasta la fecha la estación McMurdo tiene más de 60 edificios –¡y está empezando a hacer más calor! Así que cuenta con que va aumentar ese número.

Volando por debajo del radar imperial

Ten en cuenta que estamos hablando de la punta del iceberg; tan sólo lo que se puede adivinar, que no es mucho, sobre la construcción de bases americanas en el extranjero, desde un medio que no le presta gran atención al tema.

Sin embargo, es obvio que nuestros infatigables castores imperiales no descansan –y tú podrías ser uno de ellos. Unos pocos otros países tienen una o dos bases en el extranjero, pero aquí tenemos una estadística de la que puedes estar orgulloso: Se estima que ¡el 95% de las bases extranjeras en el planeta son nuestras! Esto no es un pequeño farol. Detente sólo a pensar en Okinawa, una pequeña isla japonesa, más pequeña que la isla Kauai en Hawai. Los EE.UU. tienen allí 38 bases que cubren el 19% del territorio principal de la isla. Esto sí es un récord.

No me sorprende que esto te resulte novedoso. Aquí lo más extraño: «Nosotros, los americanos, tenemos fortificaciones por todo el globo en una forma que ningún otro pueblo tuvo anteriormente –ni los antiguos romanos con sus fortificaciones desde el Norte de África hasta la remota Bretaña; ni siquiera los británicos en el siglo diecinueve con sus estaciones que suministraban carbón para la flota naval. Nuestras fortificaciones alrededor del mundo son nuestra versión de la «diplomacia del fusil» y el colonialismo revueltos en una sola cosa. Funcionalmente son nuestro «modus operandi» en el planeta. Todo el mundo fuera de aquí lo sabe, pero muy pocos estadounidenses son conscientes de este hecho.

Cantidades ingentes de miles de millones, por ejemplo, han ido a parar a esas megabases de alto nivel de Irak, y un montón de más pequeñas, desde que Bagdad cayó en abril de 2003. Son presencias, hechos palmarios de primer orden. No importa quién decía qué en Washington en ningún momento, ellas nos hablan de permanencia, del deseo de quedarse en Irak para siempre y un día; y sin embargo el debate sobre Irak en los medios de estos últimos años apenas los ha mencionado seriamente alguna vez. Puedes encender tu televisor y ver a los periodistas americanos en algún lugar de Camp Victoria, informando sobre diversos temas. Pero ¿cuándo te han enseñado por dentro alguna megabase?

El hecho es el siguiente: En Irak, en Afganistán, y en cualquier otra parte, nuestros campamentos siempre escapan al radar americano. Imagínatelo, quizá, como una forma de tener un pastel y comérselo a la vez. Conseguimos tener una presencia imperial en el planeta sin necesidad de que nos recuerden jamás que somos parte de un imperio, una identificación que en Estados Unidos va contracorriente.

Ser americano implica, funcionalmente, no tener que decir nunca «lo siento». Sólo menciono esto incidentalmente, porque si sigues mi consejo, amasarás gran cantidad de dinero, pero escaparás también al radar.

Tom Engelhardt, director del Nation Institute’s Tomdispatch.com, en donde este artículo se publicó por primera vez, es co-fundador de the American Empire Project. Su libro, The End of Victory Culture (University of Massachusetts Press), ha sido actualizado a fondo en una nueva edición que trata de la cultura de la victoria y las secuelas del arrasa y quema en Irak.