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Convirtiendo a Ahmadinejad en el enemigo público Nº 1

Fuentes: Salon.com

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

La visita del presidente iraní Mahmud Ahmadinejad a Nueva York, para hablar en la Asamblea General de Naciones Unidas se convirtió en un circo mediático. Pero la controversia no parte de las razones citadas usualmente.

Los medios se concentraron en el debate de si se le debía permitir que hablara en la Universidad Columbia el lunes, o si su visita a la Zona Cero, el sitio del ataque del 11-S en el sur de Manhattan, debía ser aceptada. Su solicitud fue rechazada, a pesar de que Irán expresó condolencias a EE.UU. después de esos ataques y de que los iraníes realizaron vigilias a la luz de velas por las víctimas. Irán consideró que había sufrido junto contra otras poblaciones chiíes a manos de al Qaeda. y que podría haber ahora una oportunidad para una nueva apertura hacia EE.UU.

En cambio, el Departamento de Estado de EE.UU. denunció a Ahmadinejad como si fuera él mismo poco más que un terrorista. Críticos también citaron sus declaraciones sobre el Holocausto o sus esperanzas de que el Estado israelí colapse. Ha sido descrito como una especie de Hitler que se propone matar a judíos israelíes, a pesar de que no es comandante en jefe de las fuerzas armadas iraníes, nunca ha invadido a otro país, niega que sea antisemita, nunca ha llamado a que se mate a algún civil israelí, y que permite que los 20.000 judíos de Irán tengan representación en el Parlamento.

Existe, en los hechos, notablemente poca sustancia en los debates que actualmente se avivan en EE.UU. sobre Ahmadinejad. Su extraña personalidad, su propensión a dichos ultrajantes, y su populismo combativo representan difícilmente preocupaciones para la política exterior. La utilización de críticas fáciles contra un populista pendenciero como Ahmadinejad es en realidad una manera de expresar otra ansiedad más profunda: el temor ante la creciente posición de Irán como potencia regional y su desafío al statu quo estadounidense e israelí. La verdadera razón por la que su visita es controversial es que la derecha estadounidense ha decidido que EE.UU. debe ir a la guerra contra Irán. Ahmadinejad es modelado por lo tanto como un jefe de Estado enemigo.

Los neoconservadores incluso afirman que EE.UU. ha estado en guerra con Irán desde 1979. Como señala Glenn Greenwald, esta afirmación es absurda. En los años ochenta, el gobierno de Reagan vendió cantidades sustanciales de armas a Irán. Algunos de los que baten los tambores de la guerra con más fuerza ahora, como la rata de think-tank Michael Ledeen, fueron intermediarios en las ventas inconstitucionales de armas del gobierno de Reagan a Teherán. Las ventas habrían sido una forma de traición si en realidad EE.UU. hubiera estado en guerra con Irán en esos días, así que Ledeen al parecer se acusa a sí mismo de traición.

Pero la derecha ha decidido que está en guerra con Irán, por lo que una visita rutinaria por el presidente ceremonial de Irán a la Asamblea General de la ONU, ha provocado chispas. El porrista más destacado a favor de ese punto de vista en el Congreso es el senador Joseph Lieberman, independiente de Connecticut, quien recientemente presionó al general David Petraeus sobre la conveniencia de bombardear Irán a fin de anticiparse al contrabando de armas a Iraq desde ese país (utilizando así astutamente una guerra de elección para fomentar otra).

Los halcones belicistas estadounidenses están agitando ruidosamente a favor de la guerra porque están cada vez más frustrados con el curso de los acontecimientos. Están insatisfechos ante la ausencia de entusiasmo entre los europeos y en Naciones Unidas por impedir el programa de investigación de energía nuclear de Teherán. Mientras el gobierno de Bush insiste en que dicho programa tiene el objetivo de producir una bomba, el Estado iraní sostiene que es para propósitos de energía pacífica. Washington quiere sanciones más duras contra Irán en Naciones Unidas pero es poco probable que las obtenga a corto plazo debido la renuencia rusa y china. El gobierno de Bush puede intentar la creación de una «coalición de los dispuestos» de boicoteadores de Irán afuera del marco de la ONU.

Washington también está descontento con Mohammad ElBaradei, jefe de la Agencia Internacional de Energía Atómica. No ha podido encontrar evidencia verosímil de que Irán tenga un programa de armas, y declaró a la televisión italiana esta semana: «Irán no constituye una amenaza clara e inmediata para la comunidad internacional.» Subrayó que no se ha encontrado ninguna evidencia de instalaciones subterráneas de producción o sustancias radioactivas ocultas, e instó a declarar un período de espera de tres meses antes de que el Consejo de Seguridad de la ONU saque conclusiones negativas.

ElBaradei intervino para llamar a la calma después de que el Ministro francés de exteriores, Bernard Kouchner, dijo la semana pasada que si las negociaciones sobre el programa de investigación nuclear de Irán no tenían éxito, ese hecho podría llevar a la guerra. Kouchner aclaró posteriormente que no llamaba a atacar a Irán, pero sus observaciones parecen haber sido tomadas en serio en Teherán.

Kouchner hizo las observaciones después de considerable especulación en la prensa de EE.UU. de que halcones impacientes alrededor del vicepresidente de EE.UU., Dick Cheney, buscan un pretexto para un ataque de EE.UU. contra Irán. Steven Clemons de la New America Foundation concluyó probablemente de forma correcta en Salon la semana pasada que el propio presidente Bush ha decidido por el momento contra una guerra con Irán. Pero a Clemons le preocupa que Cheney y los neoconservadores, con sus aliados israelíes, sean perfectamente capaces de montar una provocación que conduciría de grado o por fuerza a la guerra.

David Wurmser, hasta hace poco un asesor clave de Cheney sobre asuntos de Oriente Próximo y coautor del infame libro blanco de 1996 que llamó a una guerra contra Iraq, reveló a su círculo que Cheney había considerado que se hiciera que Israel ataque instalaciones de investigación nuclear iraníes y que luego se utilizara la reacción iraní como pretexto para una guerra de EE.UU. contra ese país. El destacado y bien relacionado especialista en Afganistán, Barnett Rubin, también reveló que una fuente bien informada del gobierno le dijo que habría un «despliegue bélico iraní» de los cheneyitas durante otoño de este año.

También debería subrayarse que algunos elementos en el cuerpo de oficiales de EE.UU. y la Agencia de Inteligencia de la Defensa ansían evidentemente un conflicto con Irán porque los nacionalistas chiíes apoyados por Irán en Iraq constituyen un importante obstáculo para la dominación de EE.UU. en ese país. Aunque muy pocos soldados estadounidenses en Iraq son muertos por chiíes, portavoces militares han estado tratando de dar la impresión de que Teherán ordena ataques contra tropas de EE.UU., un obvio casus belli. Las campañas de desinformación que acusan a Irán de tratar de desestabilizar al gobierno iraquí dominado por chiíes – un gobierno que en realidad es apoyado por Irán – podría crear el fundamento para una guerra. Del mismo modo, al comenzar ahora los militares de EE.UU. a patrullar la frontera Irán-Iraq, se refuerza la posibilidad de que un incidente hostil se salga fuera de control.

Los iraníes han respondido a toda esta belicosidad con un cierto desplante propio, hasta las últimas horas antes de la visita a EE.UU. de Ahmadinejad. El gobierno iraní declaró el sábado la «Semana Nacional de Defensa», iniciándola con un gran desfile militar en el que mostró los nuevos misiles Qadr-1 de Irán, con un alcance de 1.770 kilómetros. Antes de dejar Irán hacia Nueva York el sábado por la mañana, Ahmadinejad inspeccionó tres tipos de aviones caza fabricados en Irán, señalando que era el aniversario de la invasión de Irán por Iraq en 1980 (que la prensa iraní atribuyó a incitación estadounidense, aunque esto es poco probable).

La exhibición de este equipo militar fue acompañada por un montón de garantías por parte de los ayatolás, políticos y generales iraníes de que están totalmente dispuestos a desplegar los misiles y aviones si eran atacados. Un alto consejero militar del Jurisprudente Supremo Ali Khamenei declaró el sábado a la Agencia Noticiosa Mehr: «Hoy en día, EE.UU. debe saber que sus 200.000 soldados en Iraq y Afganistán están dentro del alcance del fuego de Irán. Cuando los estadounidenses estaban lejos de nuestras costas, no se encontraban dentro de nuestro alcance, pero hoy nos es muy fácil asestarles golpes.» Khamenei, el verdadero comandante en jefe de las fuerzas armadas, también intervino, reiterando que Irán nunca atacaría primero, pero prometiendo que: «Aquellos que profieren amenazas deben saber que un ataque contra Irán en la forma de una incursión relámpago no será posible, y que si algún país invade a Irán enfrentará consecuencias extremadamente serias.»

La amenaza de atacar a soldados de EE.UU. y Afganistán y la presentación del Qadr-1 no fueron agresivas en su intención, sino hechas para subrayar que Irán también puede usar la estrategia «demencial» de Richard M. Nixon, que lleva a actuar de modo tan desaforado como para convencer al enemigo de que se es capaz de cualquier cosa. Normalmente se podría esperar que un pobre país no-nuclear del tercer mundo se mostrara apático ante un ataque de una superpotencia. Pero, como advirtió Mohammad Reza Bahonar, vicepresidente del Parlamento iraní: «Cualquier ataque militar contra Irán incendiará toda la región.»

A fin de cuentas, no se puede decir que sea el tipo de conflagración que EE.UU. debiera posibilitar. Si se prende una chispa, no contribuirá a ninguno de los cuatro intereses de EE.UU. en Oriente Próximo: petróleo, mercados, Israel y hegemonía.

El Oriente Próximo tiene dos tercios de las reservas de petróleo probadas del mundo y cerca de la mitad de su gas natural, y sus yacimientos son mucho más profundos que en otros sitios del mundo, de modo que su importancia aumentará para EE.UU. y sus aliados. Los petrodólares y otras riquezas hacen que la región sea un mercado importante para la industria de EE.UU., especialmente la industria de armamentos. Israel es importante tanto por motivos de política interna y porque representa el poder de EE.UU. en la región. Con «hegemonía» quiero decir el deseo de Washington de dominar los resultados políticos y económicos en la región y de impedir que rivales como China la conviertan en su esfera de influencia.

El gobierno iraní (en el que Ahmadinejad tiene un rol débil, análogo al de los vicepresidentes de EE.UU. antes de Dick Cheney) representa un desafío al programa de EE.UU. en Oriente Próximo. Irán, a diferencia de la mayoría de los países de Oriente Próximo, es grande. Geográficamente tiene cuatro veces el tamaño de Francia, y tiene una población de 70 millones (más que Francia o el Reino Unido). En su calidad de Estado petrolero, le ha ido muy bien con los altos precios del petróleo de los últimos años. Ha estado negociando acuerdos energéticos a largo plazo con China e India, para gran molestia de Washington. Suministra apoyo financiero a los palestinos y a los chiíes libaneses que votan por el Partido Hezbolá en el Líbano. Al derrocar a los gobiernos de Afganistán e Iraq, y al lanzar a ambos países al caos, EE.UU. ha capacitado inopinadamente a Irán para que emerja como un poder regional potencial, que podría desafiar a Israel y Arabia Saudí y proyectar un poder tanto blando como duro en el estratégico Golfo Pérsico y el Levante.

Y ahora el partido de la guerra estadounidense, impertérrito ante el cenagal en Iraq, convencido de que su modelo de Nuevo Imperio funciona, está ansioso por pasar de nuevo a la ofensiva. Todavía puede encontrar un pretexto para lanzar a EE.UU. a otra guerra. La visita de Ahmadinejad a Nueva York de este año no incluirá su visita a la Zona Cero, porque es un suelo sagrado para el patriotismo estadounidense y se le presenta no sólo como crítico de EE.UU. sino como líder de un Estado enemigo. Su visita puede, sin embargo, ser la zona cero para la próxima gran conflagración militar de EE.UU. en Oriente Próximo, que realmente haría que Iraq llegue a parecer un paseo.

Juan Cole enseña historia de Oriente Próximo del sur de Asia en la Universidad de Michigan. Su libro más reciente: «Napoleon’s Egypt: Invading the Middle East» (New York: Palgrave Macmillan, 2007) acaba de ser publicado. Ha aparecido ampliamente en televisión, en la radio y en páginas de opinión editorial como comentarista sobre asuntos de Oriente Próximo, y tiene una columna regular en Salon.com. Ha escrito, editado, o traducido, 14 libros y escrito 60 artículos. Su weblog sobre el Oriente Próximo contemporáneo es Informed Comment.

http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=67&ItemID=13872