Uno de los caciques principales en la tribu petrolera de Bush es Dick Cheney. Las encuestas revelan que cuenta con un mínimo arrastre popular y algunos asesores del tonto de la Casa Blanca le aconsejaron que se deshiciera de él en esta campaña para poder recaudar más votos. Pero es Papá Bush quien apoya a […]
Uno de los caciques principales en la tribu petrolera de Bush es Dick Cheney. Las encuestas revelan que cuenta con un mínimo arrastre popular y algunos asesores del tonto de la Casa Blanca le aconsejaron que se deshiciera de él en esta campaña para poder recaudar más votos. Pero es Papá Bush quien apoya a Cheney pues conoce bien a su hijo, sabe de su demostrada incompetencia y no ignora que sin Cheney al timón, el gobierno de su hijo se precipitaría en un colapso caótico.
Cheney es un desvergonzado oportunista financiero que ha incitado a la expoliación de Irak para beneficiar a las compañías de las cuales es accionista, como la Halliburton y la Brown & Root. Ambas han sido investigadas por el Congreso por su suministro a sobreprecio de abastecimientos y petróleo para el ejército. Cheney le ha sacado lasca hasta a las construcciones de las celdas para talibanes que se construyeron en el campo de concentración de Guantánamo y a la instalación de campamentos militares yanquis en Kosovo. Solamente en 2003 Brown & Root ganó 2,200 millones de dólares. Cheney es un auténtico mercader de la guerra.
Pues ahora Cheney, el verdadero poder detrás del trono, ha impuesto a su candidato, Porter Goss, como nuevo jefe de la CIA. Goss es un representante del partido republicano, de la Florida, que preside el Comité de Actividades de Inteligencia de la cámara baja. Fue agente de la CIA durante once años antes de ingresar al Congreso.
El anuncio del nuevo nombramiento fue realizado en las primeras horas del martes 10 de agosto y significa una victoria del Vicepresidente en la lucha interna del equipo de Bush. Goss ha sido por largo tiempo un amanuense político de Cheney, un lacayo blando, un peón en el rejuego político-financiero del Vicepresidente.
Porter Goss informará directamente a Cheney, y no a Condoleezza, y pondrá a Powell en el tercer lugar de sus prioridades. Dentro de la CIA representará el triunfo de los políticos por encima de los técnicos. Hará todo lo posible, en los meses terminales de la campaña presidencial, por beneficiar la imagen de Bush, fortaleciendo la superchería de que el Presidente fue mal informado por Tenet sobre las armas de destrucción masiva (ADM) en Irak. O sea, se trata de descargar en el destituido director de la CIA todos los errores cometidos por el equipo de Bush: el clásico chivo expiatorio. Goss será el encargado de fortalecer el perjurio.
En lo sucesivo los analistas profesionales de la CIA tendrán que doblegar su criterio ante las necesidades electorales. Los expertos que aún confían en la exactitud y seriedad de sus observaciones tendrán que deponer esa precisión para halagar los oídos de los votantes favorables a Bush, lo cual puede inducir a los Estados Unidos a cometer errores aún más graves.
Existe la posibilidad de que Goss pueda «descubrir» en el mes de octubre, treinta días antes de las elecciones, un bien construido arsenal de ADM, con lo cual Bush ganaría credibilidad por su decisión de agredir Irak, que ya una porción mayoritaria de electores está poniendo en duda.
Hasta ahora la principal oponente de Tenet era Condoleezza, quien no cesó en sus ataques sesgados contra el desahuciado director de la CIA, alegando que fueron sus informes erróneos los que condujeron a la colosal mentira de las ADM. Numerosos testimonios y libros aducen que la administración Bush llegó a la Casa Blanca con el bien concebido plan de apropiarse del petróleo del Oriente Medio, para lo cual había que urdir las excusas necesarias. El atentado del 9/11, ha sido sugerido por algunos, fue parte de esa fabricación interesada. Pero aún si no fuere así, le vino muy bien a quienes estaban determinados en ampliar el aprovisionamiento energético norteamericano.
El nombramiento de Porter Goss, que aún debe ser ratificado por el Congreso, ampliará la esfera de influencia del mayor granuja que jamás haya ocupado un alto cargo electivo en Estados Unidos: Dick Cheney.