En la actualidad, Estados Unidos tiene problemas de todos los tamaños, formas y colores. Hay problemas económicos. El dólar sigue perdiendo terreno como moneda internacional de reserva. Hay graves problemas sociales. Los inmigrantes indocumentados siguen en un limbo que parece eterno, el seguro médico es inaccesible para millones de personas y el sistema de seguridad […]
En la actualidad, Estados Unidos tiene problemas de todos los tamaños, formas y colores. Hay problemas económicos. El dólar sigue perdiendo terreno como moneda internacional de reserva. Hay graves problemas sociales. Los inmigrantes indocumentados siguen en un limbo que parece eterno, el seguro médico es inaccesible para millones de personas y el sistema de seguridad social se encuentra en quiebra. Hay problemas políticos. Los partidos están muy lejos de ser organizaciones democráticas. Son complejas maquinarias electorales donde la gente no tiene ningún tipo de protagonismo.
En este ambiente de crisis generalizada que viven los Estados Unidos, uno de los problemas más graves es el de la crisis del sistema público de educación. Los bajos índices en el rendimiento académico y el fracaso en los exámenes estandarizados por parte de decenas de miles de estudiantes de las comunidades pobres y marginadas se combinan con los recortes presupuestarios constantes y las corrientes privatizadoras del sector educativo público. A todo esto se le agrega un problema de fondo. La educación en los Estados Unidos responde a un modelo educativo que funciona como una mercancía; es decir, algo que se puede vender o comprar. Sin embargo, no hay ninguna alusión seria al desarrollo del estudiantado como seres humanos integrales que respondan a una serie de valores como la honestidad, la cooperación y la solidaridad. Lamentablemente, el modelo educativo estadounidense da pena ajena; ya que fomenta el individualismo, la arrogancia y el desinterés.
Recientemente se publicaron los resultados de los exámenes de inglés y matemáticas de tercero a octavo grado del estado de Nueva York. El 47% de los estudiantes no aprobó el inglés y el 40% no aprobó las matemáticas, según el Departamento de Educación. Estos resultados se agravan cuando vemos los resultados de los estudiantes de las comunidades más pobres y marginadas de Nueva York, donde alrededor del 65% no aprobó la prueba de inglés y un 70% no aprobó matemáticas. El problema está en adoptar los exámenes como un fin en sí mismo y convertirlos en el centro de la actividad académica de las escuelas. Lamentablemente, estos resultados de los exámenes son la consecuencia directa de un sistema educativo público burocratizado, examen-céntrico y desconectado de las realidades particulares de la gente.
Una situación que se deriva del fracaso escolar es la medida del cierre de escuelas. El gobierno federal tiene a disposición de los estados la jugosa suma de $3 mil 500 millones de dólares para subvencionar el «cambio» de las escuelas de bajo rendimiento. Mientras más escuelas de bajo rendimiento se cierren, mucho más dinero reciben los estados. Cambio aquí significa reemplazo del director, despidos masivos de maestros, cierre de la escuela, envío de los estudiantes de pobre rendimiento a otras escuelas, apertura de escuelas «charters» reguladas por organizaciones educativas privadas, etc.
En la ciudad de Nueva York se iban a cerrar 19 escuelas de las peores en rendimiento académico este año. Este plan del alcalde Bloomberg fue bloqueado por una corte. El estado de Nueva York iba a recibir una millonada de dólares por el cierre de estas escuelas. Desafortunadamente, los estudiantes hispanos y afroamericanos son la mayoría en las escuelas fallidas. Un triste ejemplo es la secundaria Norman Thomas de Manhattan, que tiene un 67% de hispanos y un 27% de afroamericanos; es decir, el 94% del alumnado, y con un exiguo 37% de rendimiento académico. Todo esto se combina con que los jóvenes estudiantes de estas escuelas proceden de las comunidades más pobres, marginadas y excluidas de la ciudad. Este ambiente de fracaso escolar, cierre de escuelas y pobreza extrema en las comunidades hispanas y afroamericanas es el caldo de cultivo que propicia la reproducción de la desigualdad, la desesperanza y violencia en estas comunidades. Es una bomba de tiempo.
El cierre de las escuelas para obtener fondos federales no es la solución al fracaso escolar. Una educación de calidad para todos es un derecho. Las comunidades pobres y marginadas de Nueva York deben organizarse cada día más para dejar de pagar los platos rotos de la crisis. Los estudiantes, los padres, los maestros, la administración de la escuela y la comunidad en general deberían tomar parte en la búsqueda de las soluciones para elevar el bajo rendimiento escolar de las escuelas. Poco o nada son tomados en cuenta. Las soluciones frías y enlatadas que vienen desde el Departamento de Educación son excluyentes y antidemocráticas. Estados Unidos está en la peor crisis estructural de su historia. Un reflejo concreto de dicha crisis es el limbo en que se encuentra la educación con sus grandes déficits presupuestarios y más de 30.000 escuelas con bajo rendimiento académico a nivel nacional. Una parte de la solución es que la gente de las comunidades se convierta en los protagonistas de su propio destino.
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