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Crisis norteamericana

Fuentes: Progreso Semanal

«Los negocios son delitos.» Esa sencilla declaración aparece en la obra clásica de 1939 Delito de cuello blanco del sociólogo Edwin Sutherland. La aseveración de Sutherland era hiperbólica –no todos los negocios se dedican al delito– pero está basada en un realidad empírica, específicamente en la investigación que el autor realizó en los años entre […]

«Los negocios son delitos.» Esa sencilla declaración aparece en la obra clásica de 1939 Delito de cuello blanco del sociólogo Edwin Sutherland. La aseveración de Sutherland era hiperbólica –no todos los negocios se dedican al delito– pero está basada en un realidad empírica, específicamente en la investigación que el autor realizó en los años entre las dos guerras mundiales. Con ese estudio, Sutherland descubrió que la vasta mayoría de las grandes compañías norteamericanas se había comportado de manera que violaban las leyes y regulaciones pertinentes, incluyendo tanto violaciones criminales como civiles.

Sutherland murió en 1950, pero si en la actualidad estuviera vivo y realizando investigaciones tendría una base de datos muy amplia para trabajar. El escándalo Enron de hace algunos años casi palidece cuando presenciamos hasta donde llega la mala conducta y en algunos casos la criminalidad que ha estado sucediendo tanto en Wall Street como en las calles principales de todo EEUU donde se hacen transacciones de hipotecas. Y quizás un escándalo mayor que el comportamiento francamente ilegal es lo legal, por ejemplo, la gigantesca compensación que reciben año tras año los altos ejecutivos de compañías que han estado perdiendo dinero y apretando a los trabajadores

Sutherland descubrió sus datos estudiando actas de juicio y documentos de agencias regulatorias, pero hoy habría encontrado montones de datos solo abriendo el periódico o buscando en Internet. «Ganancias de Wall Street Eran Espejismos, Pero las Enormes Regalías Eran Reales», decía un gran titular de un artículo en primera plana en la edición del 18 de diciembre de The New York Times. Junto al titular había esta noticia: «Escándalo de Fraude Sacude la Industria de Bienes Raíces». Además, los intentos de reforma hasta ahora han demostrado ser dudosos. «Límites al Pago de Ejecutivos Puede que Sean Ineficaces; Lagunas en las Disposiciones del Rescate Hace Dudar de la Puesta en Práctica». (Washington Post, 15 de diciembre.).

Recientemente la atención se ha centrado en el gigantesco fraude perpetrado por el financiero de Nueva York Bernard L. Madoff, quien usó una pirámide o fraude de Ponzi para robar un estimado de $50 mil millones. Según The New York Times, «Casi ningún segmento de la industria de bienes raíces de Nueva York se salvó en el escándalo Madoff, la cual puede que sea el truco Ponzi más largo de la historia: grandes y pequeños corredores comerciales, urbanistas poco conocidos y familias prominentes…» El periódico cita a Robert J. Ivanhoe, abogado de diez urbanistas que perdieron de $5 a $50 millones de dólares en la estafa de Madoff. «El nivel de devastación, tanto financiero como a nivel humano», es asombroso».

A pesar de su vastedad, la estafa piramidal de Madoff parece ser un microcosmos de lo que ha sucedido en el sistema financiero en su conjunto, y la devastación resultante está afectando un vasto segmento de la economía norteamericana, especialmente la fuerza de trabajo que sufre ahora de niveles crecientes de desempleo y falta de crédito.

Sin embargo, el dolor seguramente no lo sienten los que en Wall Street se embolsaron miles de millones en regalías durante los últimos años. En 2006, por ejemplo, Merrill Lynch entregó de $5 a 6 mil millones en regalías. Ese año la compañía reportó una ganacia récord de $7,6 mil millones

Las ganancias de Merrill, dice The Times, «resultaron ser un espejismo… Desde entonces la compañía ha perdido tres veces esa cantidad, principalmente debido que perdieron valor las inversiones en hipotecas que supuestamente impulsaron esos valores. Sin embargo, a diferencia de las ganancias, las regalías no han dado marcha atrás».

Ahora, debido a una fisura en el rescate federal del sistema financiero, las compañías que recibieron dinero federal pueden continuar entregando regalías extravagantes aunque sus acciones se desplomen y sus empleados sean despedidos. «Las débiles restricciones a compensaciones a ejecutivos en la ley original casi han desaparecido», dijo a The New York Times Charles E. Grassley, el republicano del mayor rango en el Comité Senatorial de Finanzas.

Estados Unidos está inmerso simultáneamente en una serie de crisis –financiera, económica, de liquidez– pero la peor de todas puede que sea la crisis de ética y de moralidad. Cada día se descubre un nuevo escándalo que ejemplifica la omnipresencia de la corrupción en los negocios. Resulta que hasta el Servicio de Inversionistas de Moody, que se supone que realice investigaciones y análisis financieros objetivos, supuestamente está influido por las mismas compañías que vendían inversiones en hipotecas sujetas a las tasas de Moody. «Los negocios son delitos», escribió Edwin Sutherland. «La avaricia es una buena cosa», declaró Gordon Gekko, interpretado por Michael Douglas en el filme de Hollywood Wall Street (1987). Como todos pueden ver ahora, en años recientes en Wall Street y más allá, la realidad ha estado imitando ek análisis sociológico y la ficción fílmica. Es hora de un cambio profundo. Esperemos que comience el 20 de enero.