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El opusdeista Fernández Díaz detiene a más de una veintena de internautas

¿Cuál es el objetivo de la ofensiva contra internet del Ministerio del Interior?

Fuentes: Canarias-semanal.org

El Partido Popular está decidido a controlar la comunicación vía Internet. Desde hace meses, el Ministerio del Interior desata, de manera recurrente, auténticas campañas de amedrentamiento social en contra de la libre comunicación a través de la Red. Este tipo de operaciones resultan coherentes con los fenómenos que se están produciendo en la comunicación en […]

El Partido Popular está decidido a controlar la comunicación vía Internet. Desde hace meses, el Ministerio del Interior desata, de manera recurrente, auténticas campañas de amedrentamiento social en contra de la libre comunicación a través de la Red.

Este tipo de operaciones resultan coherentes con los fenómenos que se están produciendo en la comunicación en todo el planeta. Los medios de comunicación en papel se hunden en caída libre. Ya es tan sólo una exigua minoría social la que se decide a adquirir cotidianamente periódicos o revistas. La gente prefiere recurrir a fuentes informativas más fiables que las que proporcionan los medios convencionales, controlados por la banca y los grandes consorcios económicos. Y estas fuentes se encuentran en la Red

Con la vertiginosa innovación electrónica, las cadenas televisivas también están viendo invadidos sus hasta ahora indisputados territorios por la televisión vía Internet, en la que el control ideológico resulta cada día más difícil de imponer. De igual forma, a través de la comunicación interpersonal importantes sectores de la población mundial intercambian ideas, opiniones e iniciativas.

La comunicación constituye una herramienta imprescindible para el poder. A través de ella las clases dominantes construyen la opinión de importantes sectores sociales, a los que tratan de domeñar ideológicamente, utilizándolos para crear una suerte de nuevo «sentido común» que, mágicamente, logra que lo injusto parezca justo, los opresores, benefactores, y los oprimidos, gente peligrosa a la que hay que vigilar y castigar.

Contrariamente a lo que no pocos piensan, las persecuciones internáuticas ordenadas por el ministro del Interior, Fernández Díaz, en el curso de las últimas fechas, no son sólo la expresión de la vesania de los ultraconservadores del PP. Con el PSOE, o con cualquier otro partido que tenga como objetivo la preservación del orden establecido, habría sucedido lo mismo. Y es así porque quienes están situados en la trastienda del Sistema, es decir, la Banca y los grandes grupos económicos, se aperciben de que ya no resulta tan fácil reconducir a la opinión pública como lo era hace tan sólo unos pocos años.

Las ideas se transmiten a velocidad de vértigo a través de las redes sociales y los medios de comunicación alternativos al sistema. Las verdades incuestionables se van erosionando gradualmente. El temor a pensar de forma diferente se esfuma inexorablemente. ¿Alguien puede creer que eso pasa desapercibido para los think tanks del sistema?

Las clases hegemónicas son conscientes de que si llegan a perder la batalla ideológica se verán obligadas a defender sus privilegios de clase a través de la violencia. Y no es que tengan escrúpulos a la hora de desencadenarla, como ha mostrado la historia reiteradamente, pero desatar esa violencia contra una parte importante de la sociedad implica siempre riesgos severos para la preservación de los intereses intangibles de la burguesía. Esa es la razón, – y no la que pretexta el Ministerio del Interior – , de la inquietud que provocan en los gladiadores y custodios del Poder las nuevas formas de comunicación.

Pero para los trabajadores, para la mayor parte de la sociedad, empieza a resultar imprescindible un cambio de óptica en relación con los medios a los que solemos llamar «alternativos». Creemos que ha llegado la hora de que éstos dejen de ser meros transmisores de la «otra opinión». Ante la ofensiva que se avecina, se hace preciso que a partir de ahora empiecen a convertirse en núcleos que no sean solamente portavoces de colectivos, sino verdaderos vehículos para la organización social.

A estas alturas, cuando el poder se apresta a iniciar una intensa ofensiva en contra de la libre opinión expresada a través de Internet, resulta obsoleta la imagen de unos órganos de prensa digitales de clase constituidos tan sólo por los miembros que integran sus respectivas redacciones. Se hace perentoria la necesidad de articular a través de ellos tanto la resistencia como la ofensiva popular. Nos va en ello no solo la libertad para pensar y la posibilidad de transmitir ideas. Están en juego las escasas libertades formales todavía existentes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.