Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens.
Los asesinatos en 1970 de cuatro estudiantes por miembros de la Guardia Nacional de USA durante una manifestación pacífica contra la guerra en la Universidad Kent State han sido desenmascarados ahora como asesinatos oficiales premeditados a sangre fría. Pero la prueba definitiva de esta monumental realidad histórica no vale, al parecer, un análisis o comentario significativo en los medios dominantes de nuestros días.
Después de 37 años de desmentidos y encubrimiento oficiales, evidencia grabada en cinta, que ha existido durante décadas y ha estado en posesión del Buró Federal de Investigación (FBI) fue finalmente publicada.
La grabación prueba lo que «teóricos de la conspiración» han argumentado desde 1970: que hubo una orden militar directa que condujo al asesinato no provocado de estudiantes desarmados. Documentos de la Ley de Libertad de la Información (FOIA) muestran la colusión entre el gobernador de Ohio, James A. Rhodes y el FBI que apuntaba a aterrorizar a los manifestantes contra la guerra y a las furiosas protestas que se extendían por toda la nación.
Es difícil exagerar el impacto político y cultural de la matanza de los cuatro estudiantes de Kent State y las heridas causadas a otros nueve el 4 de mayo de 1970. Los campus de la nación estaban en llamas por la ilegal invasión de Camboya por Richard Nixon. Numerosas universidades habían sido desgarradas por manifestaciones de masas y huelgas estudiantiles. El edificio del ROTC [Cuerpo de Capacitación de Oficiales de la Reserva de USA] fue incendiado. La vasta mayoría de los campus universitarios estadounidenses fueron clausurados posteriormente, sea por huelgas de estudiantes o edictos oficiales.
Nixon fue elegido presidente en 1968 afirmando que tenía un «plan secreto» para terminar la guerra en el Sudeste Asiático. Pero la revelación de que en realidad estaba escalando la guerra con el bombardeo ilegal de lo que había sido una pacífica nación no-combatiente fue más de lo que los estadounidenses podían aguantar.
A medida que la ferocidad de la oposición se extendía profundamente en la base, el vicepresidente de Nixon, Spiro Agnew, replicó con una serie de discursos. Se refirió a los manifestantes estudiantiles como «camisas pardas» nazis y sugirió que los administradores de las universidades y las fuerzas del orden debían «actuar correspondientemente.»
El 3 de mayo de 1970 – el día antes de que la Guardia Nacional bajo su responsabilidad abriera fuego en Kent State – Rhodes se hizo eco de las observaciones de Agnew refiriéndose a los manifestantes estudiantiles como «el más fuerte y bien entrenado grupo militante revolucionario que jamás haya sido reunido en USA. Son peores que los camisas pardas y el elemento comunista y los «Night Riders» [término que se usaba en el sur de Estados Unidos para designar a los miembros del Ku Klux Klan, N. del T.] y los vigilantes. Es la peor gente que haya en USA.»
Rhodes declaró a un periodista que la Guardia Nacional de Ohio permanecería en Kent State «hasta que nos libremos de ellos» refiriéndose a un grupo demográfico en su abrumadora mayoría blanco, de clase media y en la universidad.
El día siguiente, Rhodes, el gobierno y el FBI enviaron a esos estudiantes un mensaje letal.
Rhodes era el mensajero perfecto. Arrogante y mediocre, con una larga historia de relaciones con el hampa, Rhodes era un devoto admirador de Nixon, y del director del FBI, J. Edgar Hoover. Los archivos públicos revelan que Rhodes fue un virtual títere del FBI por los archivos de la agencia que vinculaban directamente a Rhodes con el crimen organizado.
Cuando fue incendiado el edificio del ROTC de Kent el 2 de mayo bajo circunstancias sospechosas (los manifestantes estudiantiles no pudieron encenderlo hasta que un «motociclista» misterioso apareció con un bidón de gasolina) se suministró la cobertura perfecta para que Rhodes enviara la Guardia Nacional.
Pero contrariamente a la ley, se les suministró munición de guerra. El 4 de mayo, en presencia de una reunión pacífica, no amenazante, alinearon a la Guardia a lo largo de una cresta a 100 metros de la masa de los manifestantes. Antes, piedras e insultos habían sido lanzados contra la Guardia. Pero ninguna de las numerosas investigaciones y procedimientos judiciales en relación con lo que sucedió después ha afirmado alguna vez que los estudiantes estuvieran armados, o que la Guardia haya estado bajo amenaza de daño físico en el momento del tiroteo.
Durante 37 años la historia oficial de cobertura ha sido que hubo un tiro misterioso y que los despavoridos jóvenes miembros de la Guardia dispararon directamente a la «turba» de estudiantes.
Esta semana, se demostró definitivamente que esa historia de cobertura fue una mentira.
Antes del tiroteo, un estudiante llamado Terry Strubbe colocó un micrófono en la ventana de su dormitorio, que estaba sobre la manifestación. Según Associated Press,
la cinta de 20 segundos de duración está repleta de «manifestantes gritando contra la guerra a lo que siguió el ruido de los tiros.»
Pero en una versión amplificada de la cinta, también se escucha a un oficial de la Guardia gritando: «¡Atención! ¡Listo! ¡Apunten! ¡Fuego!»
El sonido de tiros sigue a la palabra «¡Fuego!» Pronto hubo cuatro estudiantes muertos. Dos días después, dos más murieron en Jackson State University, cuando la policía disparó sin provocación hacia un dormitorio.
Strubbe entregó una copia de la grabación de Kent al FBI poco después del tiroteo (guardó el original en una caja de fondos). Ocho miembros de la Guardia fueron posteriormente juzgados por violaciones de los derechos cívicos, y absueltos. Ni sus oficiales, ni Nixon, ni Agnew, ni Rhodes, ni el FBI fueron jamás procesados. Pero masivos volúmenes de investigación – incluyendo un épico estudio de James A. Michener y «Four Dead in Ohio» de William Gordon – implican fuertemente una conspiración explícita para intimidar al movimiento nacional contra la guerra.
Después de 37 años, la grabación fue escuchada por primera vez ante el público en general durante la semana pasada. Hace seis meses, Alan Canfora, de 58 años, uno de los nueve estudiantes de Kent heridos, supo que había sido entregada a los archivos de la Universidad Yale. La semana pasada la presentó a un grupo de estudiantes y periodistas en un pequeño teatro de la universidad.
El que la Guardia haya recibido órdenes directas de prepararse, apuntar y disparar contradice directamente la historia oficial de cobertura de que reaccionó por pánico a un tiro al azar disparado contra ellos, o que se estuviera defendiéndose de algún tipo de ataque estudiantil.
En realidad, parece extremadamente probable que no se haya hecho ningún disparo antes de la orden de disparar. Tampoco podía pretender la Guardia, que mató a un estudiante que estaba a hasta 300 metros del mitin, que haya sufrido algún ataque serio de los estudiantes.
Actualmente los asesinatos de Kent State son mencionados en forma destacada en virtualmente todo libro de historia de USA utilizado en escuelas estadounidenses. Los informes incluyen a menudo la famosa foto de Mary Ann Vecchio angustiada pidiendo ayuda junto al cuerpo muerto del estudiante manifestante Jeffrey Miller. (Estaban a 80 metros del sitio desde el que fue disparado el tiro que mató a Miller.) Llevada a la canción en el clásico «Ohio» de Neil Young, hay pocos momentos más definidores en la historia de esta nación.
Pero, misteriosamente, ni hay ningún análisis significativo de las implicaciones de esta grabación en los medios estadounidense. Associated Press divulgó una historia ampliamente reproducida sobre la aparición de esta evidencia, así como National Public Radio. Pero el Columbus Dispatch, en la capital de Ohio, sepultó el informe en la página A-5 bajo el inocuo titular «Víctima comparte grabación en cinta sobre los tiroteos en Kent State.» Ha falta virtualmente en los principales medios de USA un examen concertado del hecho de que la piedra base en esta monumental saga estadounidense haya cambiado.
Porque ahora sabemos que por cierto se dio una orden premeditada, no provocada, a la Guardia Nacional de disparar munición de guerra contra pacíficos estudiantes estadounidenses desarmados, matando a cuatro de ellos. La orden ilegal de armas a la Guardia con munición de guerra, para comenzar, sólo podía provenir del gobernador de Ohio. La aprobación muy sonora, muy pública de disparar a algunos estudiantes «camisas pardas» en alguna parte para enfriar el masivo levantamiento estudiantil contra la guerra en el Sudeste Asiático fue escupida a través de todos los medios nacionales por el segundo oficial por su rango en el gobierno de USA.
Ahora la magnitud del impacto de Kent State en la política y la cultura estadounidenses, que ya era inmenso, ha sido significativamente profundizada.
Alan Canfora tiene la intención de utilizar la grabación para reabrir las investigaciones sobre lo que sucedió en Kent State hace 37 años.
Pero la falta aparente de interés de los medios por la confirmación de la orden oficial de realizar estos asesinatos, puede contener un simple mensaje: que debemos prepararnos para que vuelvan a ocurrir.
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El próximo libro de Bob Fitrakis: «THE FITRAKIS FILES: COPS, COVERUPS AND CORRUPTION,» con más información sobre antecedentes respecto a James A. Rhodes, se encuentra en www.freepress.org, donde apareció por primera vez este artículo.
Harvey Wasserman, asesor sénior de Greenpeace USA desde 1990, es autor de «Solartopia: Our Green-Powered Earth, A.D. 2030,»