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Cuba, Economía revolucionaria: Entre lo perdurable y lo pendiente

Fuentes: Juventud Rebelde

Ciertos exégetas del mercado sin riendas, fuera y dentro del país, pretenden convencernos de que el fracaso mayor de la Revolución Cubana, a 50 años, es la economía. Los menos recalcitrantes entre esos objetores, llegan a reconocerle a Cuba logros sociales como la salud pública, la educación, y un valioso capital humano. Pero se revuelven […]

Ciertos exégetas del mercado sin riendas, fuera y dentro del país, pretenden convencernos de que el fracaso mayor de la Revolución Cubana, a 50 años, es la economía. Los menos recalcitrantes entre esos objetores, llegan a reconocerle a Cuba logros sociales como la salud pública, la educación, y un valioso capital humano. Pero se revuelven y le niegan la sal y el agua, cuando se menciona la obra económica de estas cinco décadas.

¿Podría explicarse, solo por argumentos y habilidades de la política, que esta isla en medio siglo, atenazada y bloqueada, haya sobrevivido a tantos cismas, y haya tenido tanta capacidad de readaptarse a circunstancias disímiles y escenarios internacionales tan complejos? ¿Por qué los cubanos, aún con muchísimos problemas, dificultades e insatisfacciones, siguen aferrados a su tabla de salvación, en medio de las tempestades de este inicio de siglo?

Sería tonto pensar en una tozudez a ultranza; o que quienes han vivido las verdes, las maduras y hasta las podridas en este país, lo han hecho narcotizados como ratas por un flautista de Hamelin, o amedrentados como corderitos. Sería una ofensa mayor a la inteligencia y la sensibilidad del cubano.

Lo que ha sostenido el consenso y el apoyo mayoritario a la Revolución no puede explicarse sin tener en cuenta los efectos de la economía, esa armazón que sostiene la política, aun cuando esta, como bien dijo Carlos Varela, «no cabe en la azucarera».

La Revolución Cubana no solo subvirtió sistémicamente el viejo orden económico y social del capitalismo, signado por las asimetrías, inequidades e injusticias; sino que fue creando, entre los escombros del sistema astillado, una obra imperfecta pero tangible, de administrar y hacer producir un país para beneficio de las grandes mayorías, sin exclusiones.

Claro que no ha sido un proceso lineal y expedito. Tropezones a la orden del día, bandazos, cerrazones, aperturas y más cerrazones, errores, voluntarismos, extremismos, idealismos y otros ismos se han dado la mano, en medio de tiranteces y acechanzas internacionales muy fuertes que le cortan a diario el agua y la luz a la Isla, en primer lugar la cacería del vecino norteño. Cuba en estos 50 años ha ido buscando su camino, no sin retrocesos, para encontrar otros atajos por donde conducir el afán de construir el socialismo.

Pregunta para el brindis

¿Cuál es la realización esencial y perdurable de la Revolución Cubana en materia económica en estos 50 años? Esta fue la primera interrogante que JR lanzó a reconocidos investigadores y estudiosos de la economía cubana. A esa pregunta, con la que pudiéramos brindar el 31 de diciembre a las 12 de la noche y abrazar todo lo querible, el Doctor Juan Triana, del Centro de Estudios de la Economía Cubana, respondió rotundo: «Haber puesto el mejoramiento del ser humano como la premisa y el objetivo principal de cualquier estrategia, y haber sido consecuente con esa premisa-meta durante estos 50 años».

Y mencionó otras de similar importancia para él: «Haber logrado readaptarse a dos cambios traumáticos de «centro económico cíclico» (en 1959 con respecto a Estados Unidos, y en los 90 con la extinta URSS). Y haber creado un recurso altamente competitivo: el cubano con conocimiento; y mantener, a pesar del rigor de la última crisis, la capacidad para seguir produciéndolo».

La inmensa dimensión social de la economía revolucionaria como uno de los pilares de la obra, fue mencionada por varios de los encuestados. Una economía que privilegia la justicia social.

Para el Premio Nacional de Economía, el Doctor Manuel Castro Tato, ello se expresa en el gran desarrollo alcanzado en la educación y la salud pública, y en la cooperación prestada en tal sentido a decenas de países hermanos en África y América Latina. Y el Doctor Omar Everleny, del Centro de Estudios de la Economía Cubana, pondera como algo distintivo de es-tos 50 años en Cuba, un fenómeno que es rara avis en este mundo: la estrecha vinculación entre crecimiento económico y beneficio social.

La Doctora Luisa Íñiguez, del Centro de Estudios de Salud y Bienestar Humano, percibe esa dimensión social en «la permanente preocupación por lograr que los efectos positivos del desarrollo económico llegasen a todos los espacios poblacionales del país, y redujeran los desequilibrios territoriales, al tiempo que eliminaran las profundas injusticias sociales heredadas».

La reivindicación de la justicia social como premisa de cualquier transformación económica es una de las realizaciones perdurables de la Revolución, según el Doctor Julio A. Díaz Vázquez, del Centro de Investigaciones de la Economía Internacional. Es para él haber cimentado las bases para la independencia, la soberanía y el florecimiento de una genuina cultura nacional y un capital humano formado en la entrega al desarrollo económico-social de la nación y la solidaridad con otros pueblos del mundo.

Mientras, Roberto Verrier, presidente de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba, considera que el gran pivote ha sido la planificación, «que, aunque sigue siendo perfectible, ha posibilitado mantener y privilegiar la equidad en el país».

En las opiniones de los encuestados, sobresale de una u otra forma el componente de justicia social, siempre moviendo los hilos de la economía cubana en estos 50 años. Y ese situar a las grandes mayorías en el centro, en medio de serias tensiones y restricciones, de factores exógenos y endógenos muy cambiantes, y de vuelcos y bandazos, ha constituido un serio desafío para la eficacia de nuestro sistema productivo y de servicios, que no siempre ha podido responder a las elevadas expectativas de un pueblo que tomó las riendas de sus destinos. Ese conflicto no lo tienen las sociedades de mercado, con su darwinismo económico, que salva solo a los más fuertes e invulnerables.

Una pregunta para la resaca del 1ro. de Enero

Si injusto y sesgado sería enjuiciar la praxis económica cubana desde un laboratorio puro de gestión, descontextualizándola de muchos de los condicionamientos que han gravitado sobre ella; torpe sería no focalizar sus debilidades y falencias a lo largo de este medio siglo de tanteos y replanteos. Identificar sus puntos rojos ayuda a enmendar el camino futuro.

Por eso, incitamos a los encuestados a que concluyeran este festejo de tantos compromisos respondiendo otra sana interrogante: ¿Cuál es el componente más vulnerable, la asignatura pendiente de la economía cubana a lo interno, en la que menos se ha avanzado más allá de acechos y condicionamientos exteriores?

Omar Everleny considera que hay muchas tareas por completar en esa asignatura pendiente que es la economía cubana. Y cita el racionamiento de productos esenciales, durante un período tan largo, que si bien responde al objetivo de justicia social de nuestro proceso, revela al mismo tiempo la insuficiente producción. Otras rémoras son los deficientes niveles de construcción de viviendas, el pobre papel del salario en la motivación hacia el trabajo, y en general el bajo nivel de eficiencia o rendimientos en los activos productivos del país.

Para Armando Nova, un estudioso del agro en el Centro de Estudios de la Economía Cubana, «el aspecto más evidente y de mayor vulnerabilidad mantenida a través del tiempo, es la insuficiente producción nacional de alimentos y la alta dependencia de la importación de los mismos». Y todo ello, contradictoriamente, con una holgada disponibilidad de tierras cultivables que se mantiene ociosa, y podría constituir el 30 por ciento del área agrícola total; teniendo un elevado capital humano, desarrollo científico y tecnología. Nova entiende que el gran reto es definir las causas que motivan esta situación y las posibles soluciones. Y señala otras debilidades como son la vivienda, el deterioro de la infraestructura, el envejecimiento de la población, la migración, salarios insuficientes, baja productividad y la aún insuperada dualidad monetaria.

Por su parte, Luisa Íñiguez señala como el mal mayor la exigua producción de bienes de consumo de primera necesidad. «Resulta evidente que mecanismos de gestión productiva y de comercialización de productos alimenticios han sido ineficientes. La imposibilidad de restablecer el aseguramiento de alimentos vitales que aún importamos como el arroz y los frijoles».

Castro Tato mira hacia los años por venir, y está convencido de que no se puede extraviar el tiempo sin desarrollar definitivamente la industria y la agricultura, especialmente en productos exportables que permitan continuar elevando el nivel de vida de la población.

Roberto Verrier apunta hacia un asunto malsano, que desata ramificaciones: la carencia del control económico, y la falta de prioridad que le conceden muchos directivos a los equipos financieros y contables; así como la no utilización del análisis económico para la toma de decisiones. Todo eso se paga con indisciplinas financieras, y al final con la ineficiencia.

Triana conceptualiza como la asignatura pendiente la no diferenciación entre lo estatal y lo social, el suponer que la propiedad estatal garantiza per se el sentido de la propiedad social. Él considera que debe lograrse un modelo de funcionamiento incluyente, que aproveche de forma sinérgica la capacidad productiva creada y las diferentes formas de propiedad necesarias en el tránsito al socialismo.

Otras urgencias, para él, son resolver en la práctica el lugar de la planificación y el mercado y continuar en el camino de la eliminación de la dependencia de un solo producto y un solo mercado. Sigue pendiente lograr la congruencia entre la mejora social, el crecimiento económico y los incentivos individuales; como continúa aguardándose por la productividad, la eficiencia y la capacidad exportadora de nuestras empresas. Y la diversificación efectiva de la industria y la infraestructura.

Julio A. Díaz Vázquez piensa que la vulnerabilidad de la economía cubana, tensada por cambios estructurales y de conceptos, y por la necesidad «de cambiar todo lo que debe ser cambiado», encara varios desafíos: en lo inmediato restañar rápidamente las pérdidas dejadas por los fenómenos climáticos; y estratégicamente asumir que la ineficiente gestión ha sido el talón de Aquiles de la economía. Otro reto es tomar lo positivo del mercado y limar sus efectos perversos. Algo muy urgente es definir las líneas estratégicas de desarrollo del país, tarea que exige de un fuerte liderazgo del Partido, con el pueblo nucleado a su alrededor.

Estos ilustres estudiosos, comprometidos con los destinos del país, no creen tener la verdad absoluta ni mucho menos. Pero saben que la celebración de medio siglo de la Revolución Cubana no es ocasión para la complacencia y el acomodamiento. Sí, hay que brindar por lo alcanzado, y también por lo pendiente. El amor y el sentido de pertenencia es también mirarnos las manchas, e ir pensando cómo borrarlas entre tanta luz. Para que el socialismo siga alumbrando nuestros días.