Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
El prisionero británico Shaker Aamer lleva más diez años encarcelado en la Bahía de Guantánamo, pero aún no ha sido acusado de delito alguno ni sometido a juicio. Se ha aprobado su liberación pero allí sigue aún detenido. Y es uno de los más de cien presos retenidos en Guantánamo que han iniciado una huelga de hambre.
Aamer habló recientemente con su abogado Clive Stafford Smith, que es el director ejecutivo de una asociación benéfica de carácter jurídico, Reprieve, con sede en el Reino Unido. Smith presentó una declaración ante un tribunal estadounidense con la información que Aamer le había transmitido.
Ayer, este blog cubrió los malos tratos a que Aamer y otros presos están siendo sometidos por participar en protestas no violentas. Aamer le describió a Smith cómo una Fuerza de Respuesta para Emergencia (ERF, por sus siglas en inglés) estaba sacando a la fuerza a los prisioneros de las celdas. Describió su situación en la celda de aislamiento a la que le han trasladado y en la que resulta imposible dormir, y de cómo el turno de noche en la prisión se ha convertido una pesadilla porque los guardas se dedican a hacer ruidos muy fuertes para mantener despiertos a los presos. Aamer le dijo también a Smith que los guardias están ahora utilizando la práctica de ponerle una correa de perro a los presos (Léase el escrito completo aquí) .
Ahora, a partir de la declaración , y para poder conocer más datos de la huelga de hambre que empezó a primeros de febrero, centrémonos en lo que Aamer le dijo a Smith acerca de que el ejército estadounidense está tratando de ocultar el alcance de la huelga de hambre.
El 19 de marzo, Aamer informó que dos «generales» visitaron el Campo Cinco, donde Shaker se encuentra. No estaba seguro pero pensaba que uno de los dos individuos podría haber sido el General John F. Kelly, que es el jefe del Mando Sur de EEUU. Iba «rodeado de un séquito» y, antes de su llegada, «prepararon una ambulancia con doctores, enfermeras y una camilla dentro. Iban con ropas de civiles. Llevaban todo tipo de equipamiento, incluido un tanque de oxígeno».
En la camilla habían colocado a un hombre con «apenas barba y que no era uno de los detenidos» [énfasis no añadido]. Este detenido no llevaba «esposas». Le sujetaron a la camilla para evitar que se cayera. Y fue conducido hasta la «ambulancia delante de los generales» y después llevado al hospital.
«Fue toda una actuación en un intento por impresionar a los generales de lo bien que estaba marchando todo», afirmó Aamer. Él creía que en caso de que «se hubiera cuestionado», los militares podrían decir que había sido un «simulacro».
«Cada dos o tres días» llegaban visitantes al campo. Aamer cree que esto es parte del esfuerzo para «convencer a la gente de que se trata bien a los prisioneros». Por el día todo «está más tranquilo» pero «los peores abusos tienen lugar por la noche».
Aamer añadió otro aspecto del esfuerzo para ocultar lo que realmente está sucediendo y que implica un cambio en la forma de abordar los temas relativos a las comidas:
«… Normalmente, informa Shaker, la comida que no se consume se saca fuera. Ahora, se deja en la sección metida en recipientes para ocultar el hecho de que los detenidos se están negando a comer. Puede que esto se esté haciendo, piensa él, para conseguir que el olor de la comida tiente a los prisioneros y vuelvan a comer. Después, todos los alimentos rechazados se tiran a la basura, para que los civiles que preparan los alimentos vean que los contenedores vuelven vacíos y así no pueda informarse de la cantidad de comida que no se está tomando…»
Nadie, que tenga una posición de autoridad, está trasladando las quejas de los prisioneros, aunque Aamer ha pedido ver al oficial responsable en múltiples ocasiones. ¿Podría ser ésta una forma de ocultar el alcance de las denuncias? Los oficiales, si no escuchan y no saben nada, pueden negar lo que está pasando.
El Pentágono reconoce que al menos hay 30 prisioneros que están haciendo huelga de hambre. Según Carol Rosenberg, del Miami Herald, esta cifra es reflejo del hecho de que el ejército sólo define que un preso está «en huelga de hambre si ha ‘perdido bastante peso corporal’ y se ha saltado al menos nueve comidas consecutivas».
Aamer y los abogados defensores de los presos de Guantánamo tienen que depender de una definición que no se diseñó para encubrir el nivel de resistencia en la prisión. Tanto Aamer como los abogados han informado de que hay 130 prisioneros en huelga de hambre.
Aamer añade que de los 66 prisioneros del Campo Cinco, se ha reconocido que hay 45 que están en «huelga». A Aamer sólo recientemente se le reconoció que estaba en «huelga». También, según su testimonio, hay muchos prisioneros que tienen problemas con los niveles de azúcar en sangre y siete prisioneros más que están en el hospital.
Las autoridades juegan con el peso de los presos y ahora están utilizando una «gran escala». A los presos se les pesa con «grilletes» y a menudo después de que les han hecho beber «una gran cantidad de agua». No se les deja ver el peso para que no sepan lo que están escribiendo. Según Aamer, se han producido «milagros»; por ejemplo, un preso que pesaba 57,6 kilos la pasada semana, tras una semana sin comer, al pesarle de nuevo le dijeron que ahora pesaba 63,5 kilos.
Rosenberg informaba el 1 de abril de que «a once de los cautivos se les estaba alimentando suplementos nutricionales mediante tubos que iban serpenteando desde la nariz hasta el estómago. Dos estaban hospitalizados con goteo intravenoso, así como con tubos de alimentación. El viernes, el ejército contó 37 cautivos en huelga de hambre».
Aamer le dijo a Smith que hay entre seis y diez presos que están «cayendo» cada día debido a que sus niveles de azúcar en sangre son demasiado bajos. El ejército, en vez de alimentarles a la fuerza con el método del tubo y una silla, los está atando a una tabla. Entonces se les dice que «tomen una mezcla de agua con miel» o les dejarán en la tabla «durante varias horas hasta que se la tomen».
Aamer pesa alrededor de 71,6 kilos. Ha perdido 14,5 kilos. Ahora pueden verse las costillas en su pecho y, debido a que su cuerpo ha sufrido inmensamente durante los últimos años, está tomando «dos o tres cucharaditas de miel al día para tratar de aminorar el peor impacto de la huelga de hambre». (Nota: No parece que el ejército le esté forzando a tomar la mezcla de agua con miel.)
Todo lo anterior se está haciendo para tratar de convencer al mundo que todo marcha estupendamente y que quien esté preocupado puede quedarse tranquilo. El Pentágono no quiere que se sepa que la mayoría de los presos están participando en la huelga de hambre. Por tanto, se inventan una definición que pueda imposibilitar averiguar que los presos están ofreciendo resistencia ante el planteamiento de la detención indefinida.
¿Cómo puede compararse esta actitud con la forma en que el Pentágono ha manejado anteriores huelgas de hambre?
En 2002, los prisioneros hicieron huelga de hambre. Aún no conocemos la fecha oficial de su comienzo. El Pentágono no ha publicado todavía esta información. Ha hecho lo mismo en este caso, haciendo que los periodistas tengan que ofrecer dos cifras en sus relatos: las estadísticas del Pentágono y las estadísticas de los abogados defensores de los presos, que son siempre mucho más altas.
En 2005, durante una huelga de hambre, según el Centro para los Derechos Constitucionales , que cuenta con abogados que están representando a los prisioneros, el Departamento de Defensa organizó «visitas engañosas de exhibición del centro de detención en la Estación Naval de la Bahía de Guantánamo para los senadores estadounidenses. Había alrededor de 200 presos en huelga de hambre. Pero a los senadores ‘se les prohibió que hablaran directamente con los detenidos’. Eso dejó a los senadores con una idea bastante inexacta de las condiciones de vida de los detenidos y de cómo se les trataba». Por ejemplo, el senador Pat Roberts (republicano por Kansas) afirmó el 11 de julio de 2005: «Todo lo que vimos es consistente con lo que el Comité de Inteligencia del Senado nos había informado acerca de las operaciones en curso de supervisión en GITMO». También dijo: «Realmente me cuesta imaginar que en este país pudiera darse un trato mejor que el que se le está dando a ese tipo de gente. Son tratados de forma humana y respetuosa».
Ese «tipo de gente» estaban todos viviendo en el Campo Cuatro, «donde un pequeño número de prisioneros vestidos con monos de color blanco» estaba «cooperando con los interrogadores». El ejército no estaba permitiendo que la gente accediera al Campo Cinco, que albergaba casi 100 prisioneros; ni siquiera a los representantes políticos.
Aunque desde hacía más de un mes había en marcha una huelga de hambre, el portavoz del Pentágono, el Comandante de Marina Flex Plexico afirmó el 20 de julio de 2005: «Que no tenía información de que hubiera ninguna huelga de hambre en Guantánamo». El Pentágono se negó a informar de los hechos relativos a la huelga de hambre pero tuvo que admitir finalmente que había prisioneros que estaban participando en la misma porque -al igual que sucede con la actual huelga de hambre- los abogados de los prisioneros estaban revelando lo que sucedía en la prisión.
El 16 de marzo, CBS News informaba : «Dos portavoces del Departamento de Defensa, el Teniente Coronel Todd Breassale, del Pentágono, y el Capitán Robert Durand, de la base de Guantánamo, negaron que en la prisión militar se hubiera una huelga de hambre». Breassale dijo: «No hay nada concreto sobre un huelga de hambre masiva, eso es una total invención» y «Algunos que afirman estar haciendo huelga están en realidad comiendo puñados de frutos secos y otros alimentos. Están ingiriendo un montón de calorías».
Después, el Pentágono sólo admitiría que había 14 prisioneros en huelga de hambre y que la cifra incluía a cinco o seis individuos que llevaban «años haciéndola de vez en cuando» y se les estaba sometiendo a alimentación forzosa por nariz mientras les mantenían atados a una silla.
Jason Leopold, de Truthout, publicó el 1 de abril una comparación entre la huelga de hambre que se produjo en 2006 y la que está teniendo lugar ahora. Ambas se desencadenaron por «contrabando» en las inspecciones de los Coranes. «Esos registros fueron una respuesta a los cinco intentos de suicidio de mayo de 2006, y la muerte, el pasado septiembre, de Adnan Farhan Abdul Latif , un preso de alto nivel, que, según un médico del ejército, se había quitado la vida ingiriendo una dosis letal de medicamentos antipsicóticos».
Los investigadores del NCIS, según Leopold, dicen que Latif escondió medicamentos en su Corán, «en concreto, en el forro del libro sagrado». Volviendo al 18 de mayo de 2006, se encontró a un prisionero «inconsciente en su celda, a quien le salía espuma por la boca, dentro del ahora cerrado Campo 1. Al parecer, el prisionero había ingerido pastillas que no se le habían prescrito. Por eso, el comandante de GTMO en aquella época, el Almirante Harry Harris, ordenó ‘que se registraran exhaustivamente las celdas’ y dijo que había encontrado las pastillas escondidas en el ‘forro del sagrado Corán’ y otros lugares, como en la pierna ortopédica de uno de los prisioneros». (Tres prisioneros que habían estado en huelga de hambre se suicidaron en junio de 2006).
Truthout ha presentado una solicitud en función del Acta de Libertad de Información (FOIA, por sus siglas en inglés) de «una amplia gama de documentos pertenecientes a quienes están en huelga de hambre y sobre el trato dado a los prisioneros». Es parte del esfuerzo para contrarrestar el secretismo que el Pentágono trata de establecer acerca de lo que está realmente sucediendo en la prisión.
De alguna forma, la operación puesta en marcha el Pentágono no ha tenido éxito porque los abogados están compartiendo lo que los prisioneros les están contando, aportando sombrías estadísticas sobre la huelga de hambre que cuestionan lo que el Pentágono está haciendo público. Por otra parte, en los medios estadounidenses no se ha prestado mucha atención al tema. En febrero, la prensa ignoró prácticamente las afirmaciones de los abogados de que había muchos prisioneros haciendo huelga de hambre tras la negativa dada por el Pentágono. Y, hasta el 14 de marzo, cuando se reconoció que había 14 presos en lo que el Pentágono considera huelga de hambre, las noticias que cubrían la misma no aumentaron de forma apreciable.
Aamer es padre de cuatro niños . Es uno de los 86 presos que, en la revisión efectuada por una comisión interagencias, se declaró que había que liberar , y que el Presidente Barack Obama autorizó mediante orden ejecutiva. La revisión fue llevada a cabo por «60 profesionales de carrera, incluidos analistas de inteligencia, agentes para el reforzamiento de la ley y abogados, y participaron en su preparación el Departamento de Justicia, el Departamento de Defensa, el Departamento de Estado, el Departamento de Seguridad Interior, la Agencia Central de Inteligencia, el Buró Federal de Investigación y otras agencias de la comunidad de inteligencia». Realizaron un «examen riguroso» y valoraron «la amenaza que suponía cada detenido, la fiabilidad de la información subyacente y los intereses de la seguridad nacional».
A pesar de lo que dijo recientemente en el aire Mark Phillips, de CBS News -que el caso de Aamer es de locos, como muchos de los casos de Guantánamo, porque ningún secretario de defensa estadounidense puede garantizar que Aamer no constituirá un riesgo para la seguridad de EEUU una vez liberado-, no hay absolutamente ninguna razón para sostener de forma justificada que Aamer supondría un riesgo para la seguridad si se le dejara libre. No hay ningún riesgo en absoluto de que el hecho de devolverle al Reino Unido, uno de los principales aliados de EEUU, suponga riesgo alguno para EEUU.
De forma destacada, en noviembre de 2011, su abogado, Smith, informó que Aamer «no esperaba que el Presidente Obama mejorara la actuación de su predecesor, el Presidente Bush». No creía que los presidentes fueran mejores que «los poderes que les rodean», y afirmó «la Casa Blanca es como una camisa de fuerza que te obligan a ponerte».
Estaba leyendo «1984» de Orwell y le dijo a Smith: «Debes leer este libro para entender lo que está sucediendo aquí, en Guantánamo. La tortura es la tortura, el sistema es el sistema». También dijo: «Por favor, que me torturen a la antigua. Aquí destruyen a la gente mental y físicamente sin dejar señales».
Kevin Gozstola es un reconocido escritor y director de documentales, que suele publicar sus artículos en diversos medios OpEdNews y Open Salon.