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Una reflexión sobre la escuela, el poder y la violencia

Dejen a los niños en paz, solo son un espejo

Fuentes: Rebelión

Desde los púlpitos mediáticos llevamos no poco tiempo escuchando que las escuelas son, más o menos, campos de batalla en los que sufridos profesores ven a diario como sus alumnos afectados por una especie de «síndrome del salvajismo» no conocen límites a la hora de incordiar, molestar, agredir o vejar. L@s alumn@s más interesados en […]

Desde los púlpitos mediáticos llevamos no poco tiempo escuchando que las escuelas son, más o menos, campos de batalla en los que sufridos profesores ven a diario como sus alumnos afectados por una especie de «síndrome del salvajismo» no conocen límites a la hora de incordiar, molestar, agredir o vejar.

L@s alumn@s más interesados en dar palizas y grabarlas con el móvil que en estudiar, necesitan, por lo visto, mano dura.

Y en mitad de ese discurso aparecen decretos de «convivencia», sanciones, expedientes, inspectores y una apuesta decidida por fomentar la educación privada…. que no parecen estar dando respuesta al problema puesto que, lejos de desaparecer, se está convirtiendo paulatinamente en parte del paisaje escolar y la crónica diaria.

En este problema, como en tantos otros, surge la pregunta que repiten televisados expertos, sesudos tertulianos… ¿Qué está fallando en el sistema.?

Sin embargo, creo que existe una pregunta previa, silenciada y fundamental…. ¿De verdad está fallando.?

¿Es cierto que no funciona el sistema escolar.?

La respuesta a esta pregunta depende fundamentalmente de los objetivos que se hayan marcado para dicho sistema. Es absurdo quejarse de que el congelador no calienta, de que la ducha no aspira bien o de que la pecera no cambia de canal. Es absurdo porque no fueron diseñados para esos menesteres.

Si todo el andamiaje de la educación primaria, secundaria, formación profesional, universidad, etc… está orientado a la formación de ciudadanos libres, responsables, cultos, felices y solidarios como parecen asegurar los preámbulos de las leyes que rigen la educación , entonces la respuesta evidentemente es que si, que está fallando estrepitosamente. La alta conflictividad en la comunidad educativa, la proliferación de centros de reforma para menores, el incremento de la violencia social que vivimos cada día, el adelanto en la edad de inicio del consumo de drogas o el escaso interés de la juventud por el conocimiento y la cultura que se desprenden de numerosos informes, parecen dejar claro que esos objetivos no se estarían alcanzando ni de lejos.

Puede argumentarse que el objetivo es más bien el de ofrecer simplemente un formación técnica que permita a l@s jóvenes competir en el mercado laboral. Triste objetivo sería este que relega a un segundo plano aquello de vivir en un mundo mejor, pero es que ni por esas. Cerca de un 30% de fracaso escolar, un altísimo grado de absentismo o unos resultados académicos que son la risa de Europa según informes de la UE, son indicadores de que tampoco este objetivo se está cumpliendo.

Podríamos, en cambio, atender a los maquiavélicos empeños de miles de educadores encuadrados históricamente en trayectorias como la escuela nueva, las pedagogías libertaria o socialista, autores con nombres propios reconocidos mundialmente en el campo de la pedagogía como Ferrer y Guardia, Robin, Freinet, Illich o Reimer , sociólogos y filósofos como Bourdieu, Passeron, o Althusser parecen señalar que los objetivos de los sistemas escolares de los regímenes capitalistas son otros muy distintos.

Si analizamos las instituciones escolares en las que dejamos a nuestros hijos e hijas, su funcionamiento y organización, sus formas cotidianas, etc… es posible que avancemos algo en esta cuestión.

Si el objetivo es hacer partícipes de la vida en sociedad a personas buenas, con un fuerte sentido democrático, ilustradas, con inquietud intelectual y espíritu crítico, capaces de desarrollar al máximo todas sus potencialidades, el entorno entonces, eso que se da en llamar «comunidad educativa» debería constituir un marco referencial, un modelo del que alumnas y alumnos pudieran tomar buena nota.

Un entorno democrático, participativo, pedagógico, integrador… estimulante.

Si el objetivo propuesto fuera el de extraer de las personas lo mejor de sí mismas, el de acompañar y facilitar el desarrollo personal y educativo de tod@s por igual, la actividad educativa giraría en torno al alumnado, a sus características y demandas, aprovechando la curiosidad de éstos para mediar entre la escuela y la vida. En un contexto así, el profesor pasaría a un segundo plano, su figura sería más la de un facilitador que estimula y provoca, que la de un cura que adoctrina y castiga.

Sin embargo, el entorno cultural escolar está mediado por núcleos de poder (profesores, libros de texto cuyos contenidos trataremos a continuación, reglamentos de régimen interno formados por normas impuestas y nunca consensuadas, etc…) que impregnan la educación y la cultura de ideología. Una ideología que establece la máxima de bienestar igual a consumo. Una ideología que propugna que tendrá más capacidad para consumir el que más títulos acumule. A la larga, una maquina de fabricar frustrad@s.

En ese papel de sumos sacerdotes, abundan prácticas pedagógicas que niegan la bidireccionalidad de la educación y que se asientan sobre estructuras piramidales de poder de manera que en este medio queda claro el mensaje.

Alguien es más que alguien.

¿Y cómo se define la posición social en la escuela? Por el lugar que uno ocupa en la institución, por el reconocimiento social que la institución hace de tal o cual alumno (generalmente basado en las calificaciones y el grado de acatamiento del reglamento de régimen interno.) y entre el grupo de iguales por el nivel económico y el grado de ostentación del mismo (De ahí la obsesión por el móvil más caro, el cordón de oro o las zapatillas último modelo.)

También por el grado de coincidencia que haya entre el universo simbólico de un alumno determinado y el universo simbólico dominante, esto es, por el grado de «normalidad» sin olvidar que este último concepto es fruto del consenso social del grupo normativo.

En general, cuanto más se parezca un alumno a la gente que sale en las series de Tv. o en los anuncios, mayor será su grado de integración en la escuela, es decir, su «popularidad».

De tal manera que en el escalafón más bajo encontraremos, o no encontraremos debido al absentismo, a aquellos alumnos/as que con un nivel económico escaso, cuyas pautas culturales hay que buscar en los límites del sistema, su música, amistades, formas de relación y conversaciones serán diametralmente opuestas a las del perfil que antes mencionábamos, quedará claro para estos muchachos (aún no siendo conscientes de ello) que la escuela no está hecha para ellos. Que no encajan. Que ese no es su lugar.

Pero hace tiempo que la educación no sólo es un derecho sino una obligación, y habrán de asistir a esa escuela en la que no caben, les guste o no.

De lo contrario un buen número de recursos para controlar el absentismo escolar se pondrán en marcha.

La característica básica de estos recursos es que van dirigidos al alumno absentista y como mucho a su familia, no tocan a las administraciones públicas, ni a los ayuntamientos, no exigen responsabilidades al profesorado, los centros de enseñanza ni a la Comunidad Autónoma que dedica alrededor de 60 céntimos por alumno a la prevención del absentismo en algunos municipios de Madrid.

A pesar de que entre la comunidad educativa es más que sabido que el fenómeno del absentismo y posterior abandono escolar, es un fenómeno poliédrico de múltiples y distintas causas.

En palabras de Mª Teresa González González Ponente de la Universidad de Murcia en las terceras Jornadas sobre absentismo escolar celebradas en Aranjuez en Marzo de 2007: «Los alumnos pueden estar en situaciones de riesgo, pero los contextos escolares pueden ser en sí mismos entornos de riesgo.» Y habla de factores institucionales tales como: » Condiciones Organizativas que generan un clima escolar inhóspito para los alumnos; contenidos curriculares academicistas y fragmentados; aburrimiento de los alumnos ante una enseñanza poco retadora para ellos; preeminencia de estrategias de enseñanza limitadas y rígidas; textos y otros materiales didácticos inadecuados o poco ajustados a las características y necesidades de los estudiantes; expectativas bajas en relación con alguno de ellos; actitudes no siempre positivas por parte del profesorado ante determinados alumnos y sus familias; tutorías y apoyos que no siempre responden a las necesidades académicas y sociales de los alumnos; inexistencia de un proyecto mínimamente compartido del centro escolar como una organización que ha de promover el aprendizaje para `todos´ los alumnos diferentes y diversos como son, etc…«

Y es que el proceso educativo cada vez tiene menos que ver con educar y más con adoctrinar, con recitar unas materias desenganchadas de la vida en movimiento y alejadas de lo que debería ser una obsesión para cualquier sistema educativo público, esto es, educar para la vida. Situar al joven frente a la realidad social que le rodea objetivándola para que esta pueda ser interpretada y si él mismo considerase necesario modificarla, fuera capaz de hacerlo.

La realidad del día a día en la inmensa mayoría de los circuitos educativos va, exactamente, en sentido contrario. No puede sorprenderos por tanto, que much@s adolescentes tengan graves dificultades para convivir con otr@s e integrar sus expectativas y deseos en las aulas de forma respetuosa con las expectativas y deseos de los demás.

Otra muestra de cómo el interés de la administración en lo tocante a educar se aleja del interés de las personas, es la relativa a los libros de texto.

Es imposible imaginar que a nadie en todo el entramado que organiza la escolarización se le haya pasado por la cabeza que tal vez no sea necesario que cada familia desembolse año tras año 300 € por hijo y curso cuando sería sencillo que los centros tuvieran un banco de libros de texto o bien que estos no caducaran en nueve meses. Aquí quien gana son las entidades editoriales, muchas veces conectadas con grupos mediáticos (como es el caso de el Grupo Santillana, que engloba las actividades de PRISA en educación, edición y formación.) que prestan cobertura ideológica en sus medios a los partidos políticos, los cuales a su vez generan un pingüe negocio a estos grupos económicos. Aunque sea a costa de buena parte de la renta familiar. ¿Educación o negocio?.

Pero… ¿Qué cuentan esos libros pagados a precios de incunables que las familias están obligadas a comprar cada comienzo de curso.?

En un artículo de la escritora Belén Gopegui titulado «Informe sobre la carta robada», se analizan los resultados de un informe elaborado por ecologistas en acción y que realizaron veinte personas durante tres años. Se analizaba precisamente esta cuestión, que cuentan, y que no cuentan los libros de textos.

La autora explica que: «Cuando en un libro de matemáticas se pone un ejercicio sobre cuánto cuesta el equipo de montar en bici de Roberto, equipo que, por cierto, cuesta, sin contar la bici, 156,87 euros, y cuando la gran mayoría de problemas aritméticos versan sobre compras de ese tipo, no sólo se cuenta cómo se suman euros. También se cuentan cosas que tienen que ver con el sentido de lo necesario, lo útil,lo raro, lo normal

Entre lo que cuentan encontramos perlas como estas: «Los coches funcionarán dentro de muy poco con agua y así no contaminarán el medio ambiente» (Lengua), «Los expertos dicen que todos van a tener acceso a Internet en el año 2020» (Inglés), «La tecnología debe aportar los medios necesarios para satisfacer las necesidades humanas» (Economía), «El teletrabajo permitirá disfrutar de más tiempo libre» (Historia), «Gracias a la clonación se podría conseguir un aumento de la producción y así se podrían paliar deficiencias alimenticias de una parte de la población humana» (Biología y Geología), «Durante la Guerra del Golfo, los soldados de EEUU y de otros países aliados pudieron tomar todas sus comidas en las trincheras, calentitas y en cualquier momento, gracias a la tecnología» (Física y Química).

Lo que esconden estas frases es que las soluciones al hambre en el mundo, a la pobreza, a la escasez de tiempo libre, no son un problema técnico sino político. No dependen de la evolución tecnológica sino del resultado de la lucha de clases sociales. Hoy ya existe la posibilidad de hacer el triple de automóviles con la mitad de personas en el mismo tiempo, el problema es que los beneficios obtenidos no se emplean en mejorar la calidad de vida de la humanidad sino en engordar las cuentas de las empresas automovilísticas.

Los autores de este informe señalan que los silencios, aquellas cuestiones de las que no se habla en estos libros son, si cabe, aun más llamativos ya que en esas ideas no expuestas se encuentran algunas claves que permitirían a l@s alumn@s descifrar el mundo complejo en el que viven para así poder manejarlo.

Los silencios a los que aluden tienen que ver con: «las multinacionales [con la excepción de dos libros], el reparto del poder, las culturas arrasadas, las aportaciones de las mujeres, los sindicatos…, los movimientos alternativos (aunque sí las ONG de ayuda), la autosuficiencia, los proyectiles reforzados con uranio, las aficiones de bajo impacto ecológico…, los bancos, la pérdida de soberanía alimentaria, el modo en que se impone la comida basura, las patentes de semillas…, las soluciones colectivas, los dueños y los daños de la televisión…, las cargas de la policía, las mentiras de los libros de texto…».

Además de actuar como un mecanismo reproductor de las clases sociales, el sistema escolar funciona como transmisor de valores y creencias que se corresponden con el sistema y que no sirven ni de lejos a los intereses del conjunto de la sociedad sino a los intereses de una pequeña parte de esta: La minoría privilegiada que acapara el dinero, el poder, y que decide como debe organizarse toda nuestra existencia.

En Castilla y, muy especialmente en Madrid, la educación juega un papel muy relevante en la defensa del capitalismo, el nacionalismo español, la monarquía y la constitución del 78.

Podrá argumentarse que esa constitución es nuestra norma superior y su conocimiento es fundamental para los niñ@s y jóvenes, pero una cosa es dar a conocer una norma y otra muy distinta es hacer apología acrítica y manipuladora sobre niñas y niños.

Redacciones sobre lo mucho que debemos al rey, cuadros con la imagen de sus majestades sobre las pizarras, murales ensalzando las muchas virtudes de la constitución, visitas a instalaciones de las fuerzas de seguridad del estado o a centros comerciales, constituyen actos de adoctrinamiento por los que pasan los escolares sin que nadie proponga una visión crítica, alternativa, del papel y funciones de estas normas e instituciones.

De nuevo silencios clamorosos, por ejemplo en lo relativo al hecho castellano en la asignatura de Historia. No más de 20 líneas dedican la mayoría de los libros de texto a la guerra de los comuneros (Señalada por Marx y Engels como el primer intento de revolución moderna en Europa) o a la desconexión de Madrid del resto de Castilla en el año 1983, creando un ente artificial que rompía la unidad de un pueblo y que a la postre se ha convertido en bastión del españolismo más rancio y de la derecha más extrema. Las cuatro menciones a la cultura castellana son presentadas como propias de España, fragmentadas, inconexas.

Podría explicarse a estos mismos jóvenes, que el rey fue nombrado por franco a dedo, que la constitución se aprobó tras una dictadura militar de 40 años y la amenaza de una posible regresión al pasado, que nuestro ejército está encuadrado en instituciones supranacionales como la OTAN responsable de masacres a civiles desarmados o que muchos centros comerciales triplican beneficio gracias a horas extras impagadas, contratos precarios y favores políticos.

O mejor aún, no habría que explicarles ni lo uno, ni lo otro, sino fomentar el interés por estas cuestiones, proporcionar instrumentos que permitan informarse libremente a los jóvenes, investigar los orígenes y trayectorias de los acontecimientos y procesos sociales e impulsar un debate entre las generaciones que van a vivir con normas e instituciones que ellos no han elegido, sobre las que no se les ha consultado y que tal vez deseen modificar puesto que les van a afectar y condicionar de forma inevitable.

Lamentablemente el proceso de construcción masivo de identidades asociales que explica los desordenes en la convivencia que saltan a los telediarios, no acaba ni empieza en la escuela. Los colegios e institutos se ven atravesados por multitud de variables que tienen lugar fuera, más allá de los muros, en las familias y las vidas del alumnado. La debilidad económica de muchas familias que hace aumentar el tiempo de trabajo y renunciar al de cuidados, el precio de la vivienda, unos medios que bombardean a pequeños y mayores con valores machistas, individualistas, de poco esfuerzo y éxito rápido o la imposición de la cultura de salsa rosa y politono, están dando lugar a un individuo que muchos han dado en llamar «El individuo light» caracterizado por la ruptura de lazos comunitarios, por un autismo social intenso y por el desentendimiento del hecho político como regulador de la vida en común.

En palabras de Agustín Morán: «El despliegue de una economía de mercado requiere la producción de una sociedad de mercado y de una persona de mercado…un individuo que debe mirar hacia sí mismo, hacia sus intereses y no hacia los demás. Esta propuesta irracional y perversa no sólo describe sino que también prescribe el modelo de persona considerado decente: la persona egoísta que se atiene a buscar su beneficio particular dentro de las leyes del mercado.»

Este modelo de persona, encuentra su satisfacción a través de vías eminentemente individuales y consumistas y presenta graves dificultades para gestionar sus emociones y los conflictos inherentes a la vida con otr@s.

El discurso de la escuela de calidad y la excelencia responderá no obstante, que la escuela no puede ser el marco en el que resolver los problemas sociales, que perderíamos a los mejores alumnos por bajar el nivel para los demás o que los profesores no dan abasto ni es su función hacer de trabajadores sociales.

Sin embargo, si la escuela no está para forjar personas que construyan un mundo más justo y solidario…. ¿Para que sirve la escuela.? No es una pregunta superficial.

De entrada, parece que tampoco está sirviendo a los objetivos de crear supercerebros. El informe PISA sitúa a la educación española en los últimos puestos del pelotón europeo.

Los alumnos de la escuela española son los últimos en aprobados, en conocimiento matemático, etc….Los profesores, según el mismo informe, son los más desmotivados de Europa y el 90% de las bajas que sufren tienen que ver con trastornos psicológicos.

Todo esto habría que engarzarlo con el tremendo atraso tecnológico que sufre el estado español, con una productividad ridícula en comparación con el resto de países de la unión europea y con un atraso tecnológico y de I+D monumental que obliga a que la locomotora económica española se mueva gracias a unas tasas de precariedad laboral en las que, aquí sí, ganamos a cualquiera.

Claro, si el capitalismo español es incapaz de ganar por la maña, ganará por fuerza. Flexibilización del mercado de trabajo a través de sucesivas reformas laborales, abaratamiento de despidos, horas extras impagadas, compra de sindicatos a base de subvenciones millonarias, etc…

Pero para ganar por fuerza es necesario tener una masa de trabajadores poco cualificados, sin muchas opciones y cuanto más ignorantes e individualistas mejor. Ya tenemos respuesta a la pregunta.

La escuela está proporcionando a través del abandono escolar una ingente cantidad de jóvenes alienados dispuestos a trabajar en los trabajos peor pagados, sin capacidad ideológica de resistencia ni referentes sociopolíticos que enfrenten esta situación.

No obstante, buena parte de esta juventud precarizada que ha sido incapaz de funcionar en un sistema escolar de las características aquí expuestas, tendrá mayores dificultades de integrarse en un mundo laboral aun más jerarquizado y exigente. Aquí entraran en contacto con el mercado negro, el tráfico de drogas, etc…que ofrece la posibilidad de beneficios rápidos y sin esfuerzos frente a la alternativa de trabajar como peones largas jornadas por 800 euros. La trampa está servida.

Afortunadamente la Historia no está escrita, es el resultado de luchas sociales, y muchas madres y padres, profesores y alumnos se resisten a esta dinámica excluyente. Constituyen ell@s sí, lo mejor del sistema educativo, precisamente por que trabajan contra él. La realidad es contradictoria y maravillosa y también desde dentro del enemigo, la resistencia florece.

Educadores y educadoras empeñados en empoderar a los alumnos, devolverles la capacidad de ser protagonistas de sus vidas e influir con su acción en el curso de los acontecimientos y estimular en ese contexto la investigación del conocimiento histórico, científico, artístico, filosófico, político, etc…teniendo en cuenta las desiguales posiciones en las que parten los alumnos que llegan a la escuela, reconociendo la diferencia para integrarla en una práctica pedagógica que no se desentiende del compromiso ético con los alumnos : Con todos los alumnos. Debemos estarles agradecidos.

Emilio Delgado es educador Social y miembro de la plataforma Comuner@s.