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Desalojo en Barcelona; la violencia legalizada

Fuentes: Rebelión

Desalojo en Barcelona; la violencia legalizada. Por desgracia ya es una imagen habitual la de la policía desalojando la calle, ya sea de los que protestan contra el G-8, cualquier otro g, contra la guerra, contra los gobiernos… Son tan comunes que empiezan a parecernos todas iguales, con la misma reacción y la misma consecuencia: […]

Desalojo en Barcelona; la violencia legalizada. Por desgracia ya es una imagen habitual la de la policía desalojando la calle, ya sea de los que protestan contra el G-8, cualquier otro g, contra la guerra, contra los gobiernos… Son tan comunes que empiezan a parecernos todas iguales, con la misma reacción y la misma consecuencia: ninguna.

El desalojo de las calles en Barcelona fue un acto indignante. Originalmente los políticos, que no querían quedar mal ante la prensa internacional, usaron la estrategia del agotamiento. Pensaron, y pensaron mal, que estos manifestantes se aburrirían y terminarían por volver a casa tarde o temprano. Los perros se quedaron en sus jaulas y los políticos se sentaron a esperar. Estrategia cada vez más habitual.

Pero no ocurrió así y los políticos se desesperaron. Trataron de introducir en las plazas a los provocadores habituales capaces de crear el caos y la confusión, pero no consiguieron nada. Por lo tanto, aceptaron la peor opción y la más estúpida de las excusas: la limpieza y la higiene.

¿No será que quieren la plaza libre para celebrar un campeonato de fútbol? ¿Por qué anuncian ahora que en Madrid van a hacer lo mismo? Los políticos de Madrid, del PP, de derechas, se sienten ya con tal seguridad ante las elecciones que vienen que se pueden dar el lujo de la mala prensa sea cual sea, o eso han de pensar. El pasado 17 de mayo, en el intento de desalojo de la Puerta del Sol, los indignados gritaban «No a la violencia» mientras la policía les empujaba, tiraba y trataba de sacar de la calle. Esa es la clave: no dar a los policías una excusa para usar la violencia y así dejar a los políticos sin argumentos. Los videos del desalojo de Barcelona hablan por sí solos; policías dando golpes a jóvenes indefensos y pacíficos, policías que tendrían que estar ya ante un juez por usar una violencia que no les permite la ley. Pero la ley son ellos y los que les mandan. Los jueces, los fiscales que deberían actuar de oficio al verlas, que están obligados a actuar de oficio al verlas, miran hacia otro lado y callan, disimulando la vergüenza, cómplices de un sistema amaestrado.

Vemos a los policías golpeando sin importarles que las imágenes den la vuelta al mundo o lleguen a un juzgado, porque saben que la impunidad es el escudo con el que realmente trabajan.

¿Han tratado alguna vez de denunciar a un agente de policía por abuso de autoridad o por agresión? Puedo hablar por experiencia propia, y decir que de entrada los jueces por lo general no admiten pruebas de video y siempre dan la razón de antemano a «la autoridad» que viene acompañada de testigos falsos o argumentos ridículos. Por no decir que un procedimiento judicial pude durar años entre recursos y averiguaciones. Los antidisturbios van enmascarados y sin identificación visible. Son anónimos y denunciarles es meterse en un laberinto sin salida. Es prácticamente inútil. Se llama: impunidad. ¿Por qué no llevan los policías un número enorme en su uniforme para saber quién es quién en caso de un problema legal o una denuncia? Pero si un ciudadano es denunciado por la policía por agresión, ya puede tener un notario que de fe de su inocencia porque el juez le aplicará la pena máxima. Se llama: sistema.

¿Deberían dimitir de su cargo los responsables del desalojo en Barcelona? Sí. Sin duda alguna. Se han cometido delitos y se han dado órdenes fuera de la legalidad. Pero como nunca pasa nada, siempre habrá una buena excusa para tapar los errores.

Hace tiempo que los gobiernos y los que gobiernan se dieron cuenta de que ya todo da igual, de que pueden hacer lo que les dé la gana sin que haya la más mínima consecuencia. Es la herencia y legado que nos dejó la guerra de Irak, la verdadera guerra de Irak, es decir, la que la sociedad civil decidió tomar contra los gobiernos, y la perdió. Hace tiempo que las protestas ya están encasilladas, etiquetadas, transformadas por el poder mediático en algo lejano, en actos abstraídos de la sociedad, aislados y sin sentido. Un movimiento descabezado, violento, desordenado… Jóvenes sin nada mejor que hacer. Usted ciudadano, no se mezcle, no se meta.

Si en Barcelona, ciudad supuestamente civilizada de un país supuestamente primermundista, europeo y de izquierdas barrieron a los pacíficos «indignados» de las calles a golpes y con brutalidad policial desmedida digna de la dictadura más retrógrada, ¿cómo habrá sido la represión en Siria? ¿En Egipto? Estas imágenes demuestran que nuestro mundo globalizadito y primermundista, realmente, no es tan diferente al de dictadores y gobiernos tercermundistas.

Las imágenes de Barcelona son indignantes. Dan ganas de gritar ¡BASTA! , dan ganas de gritar ¡SE ACABÓ! De salir a la calle, de arrastrar a toda la gente posible a las calles, de tomar todas las plazas de nuevo, con tanta gente que no haya policías suficientes. Pero estas imágenes no son peores que las de cualquier otra protesta de estas revoluciones, de esta gran revolución del siglo XXI.

El poder está globalizado. El G-8 que hoy se reúne cómodamente, a disfrutar de su banquete vive lejos, muy lejos de la realidad, que por desgracia, ellos mismos inventan para su beneficio personal.

Yo estaba en Cibeles, en Madrid, cuando la primera gran manifestación en contra de la guerra de Irak, justo en la valla que puso la Policía Nacional de Aznar, para impedir el paso de los manifestantes al Paseo de Recoletos. La valla estaba flanqueada por policías en un visible estado de nervios viendo la gran cantidad de gente que se acumulaba minuto a minuto frente a ellos. De pronto, llegó un policía acompañado de un señor de corbata diciendo: «No hay cascos suficientes, no hay material antidisturbios suficiente. Nos retiramos». En cuestión de segundos todos los uniformados apartaron las vallas y se fueron en sus furgones. Mi pregunta desde entonces es ¿Y si hubiera habido cascos suficientes? ¿Se habrían atrevido a cargar contra un millón de personas?

Quizá sea esa la estrategia; salir todos a la calle, salir tantos, que no haya policía suficiente capaz de parar los acontecimientos. Saquemos a la calle todas las cámaras posibles junto a esos manifestantes, como única defensa ante la violencia policial. Que las cámaras den fe de la verdad y tapen la boca a esos que tratan de manipular la información.

Que la libertad guíe las voces y los actos, que nadie ataque a nadie, que se identifique a todos esos provocadores infiltrados y los expulse, los neutralice, los inutilice. Que sin romper una rama, una ventana, ni pintar una esquina, sin devolver ningún golpe, se recupere la libertad de la calle, la de soñar, la de protestar. Ocupar cada metro de acera y parar todo, hasta que los políticos se den cuenta de su grave error.

Que no haya cascos, ni garrotes, ni gases suficientes. Que se retire la policía, imposibilitada. Que sientan y se den cuenta de que la impunidad de sus actos violentos ya no es excusa ni razón. Razón que nunca han tenido.

Al ver esas imágenes, dan ganas de gritar, de volver a esas calles desafiando la soberbia de los políticos, el silencio cobarde de los legisladores, la fuerza bruta de sus represores. Dan ganas de mostrar a la gente, a todo el mundo, qué clase de perros son aquellos que a la voz de su amo muerden el derecho más básico del hombre. Un casco y un uniforme no es ley. Un casco y un palo no son la razón, ni lo serán nunca.

Que el desalojo no se pueda llevar a cabo, porque no tengan calles accesibles. Que no puedan llegar a las plazas de tanta gente acumulada. Calles libres, libres de censura y de violencia. Calles libres, dando vía libre a la protesta, sin fecha de caducidad ni día de cierre. Sin horarios ni programa. Que sea la claudicación de todos estos políticos corruptos la que marque el final de la protesta y no los golpes. Que sea la policía, la que por fin haga su trabajo y detenga a los corruptos, que investigue y persiga a aquellos que saquean los países, no a los que protestan.

Viendo las imágenes dan ganas de tantas cosas… Será por eso que realizan tantos esfuerzos para evitar que salgan esas imágenes por medio alguno.

La prensa es tratada a golpes porque los policías aborrecen las cámaras. En el fondo, les tienen miedo.

La derecha ha despojado a la izquierda de su democracia moderna, ha expulsado a los que piensan en libertad y a los que quieren un mundo mejor. El neoliberalismo salvaje ha extirpado y tirado a la calle todas las ideas sociales, todas las propuestas humanas, toda posibilidad democrática de lograr gobierno. Se han quedado con los escaños, los sillones y los tronos, cómodamente sentados se reparten un pastel que hemos pagado entre todos. Que se los queden. Ahora, los indignados deberían hacer de esta calle el último refugio y el primer paso hacia una libertad reconquistada. Quizá deberían ser estas protestas, apenas un principio y no una anécdota.

La revolución del 2011, estas revoluciones que a nivel internacional corren ahora mismo por las calles, es mucho más fuerte y profunda que la del 68. Tendrá  que recordarse como la revolución que consiguió metas, y no como simples jóvenes dramáticos con ganas de llevar la contraria. No hay que dejar que los que escriben la historia marquen estas revoluciones como simples protestas sin sentido ni razón y distorsionen, como siempre, todo su significado.

Esta revolución del 2011 tiene más trascendencia que la del 68, más profundidad, más sentido y, por consiguiente, muchas posibilidades de lograr objetivos. De alcanzar metas, de tumbar dictadores y sistemas.

Videos: http://www.youtube.com/watch?v=Geg_6Xoy04s&feature=player_embedded

http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=3nLjjIo9nFA

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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