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Después del 20N, los tiempos que vienen

Fuentes: Rebelión

  Los resultados del 20N han mostrado el apoyo de la mayoría de los electores a un proyecto de regresión histórica para las condiciones de vida de la mayoría de las capas subalternas. A cambio de recuperar alguna de las condiciones que han caracterizado el período de prosperidad relativa de la economía y la sociedad […]


 

Los resultados del 20N han mostrado el apoyo de la mayoría de los electores a un proyecto de regresión histórica para las condiciones de vida de la mayoría de las capas subalternas. A cambio de recuperar alguna de las condiciones que han caracterizado el período de prosperidad relativa de la economía y la sociedad española, sostenido con el recurso al masivo endeudamiento y la masiva producción de suelo urbano y construcción de viviendas residenciales.

En la construcción y mantenimiento de esa infraestructura económica se ha articulado un bloque social inmobiliario rentista a cuyo servicio se han sucedido los gobiernos en España desde la dictadura. En el actual escenario de crisis económica capitalista, manifestada en España por el estallido de la burbuja inmobiliaria, el PSOE no solo no ha sido capaz de construir las bases de un nuevo bloque histórico sino ni siquiera de impulsar la emergencia de un sector económico que sustituyera a la construcción en su papel de locomotora del crecimiento económico ni, tan siquiera, de restablecer las condiciones de recuperación del negocio inmobiliario y de la construcción, lo que parece haberle enajenado las simpatías de la componente popular de ese bloque que parecen haberle confiado esa tarea al PP.

El restablecimiento de tales condiciones no se hará sin un proceso de reestructuración del marco de relaciones laborales y sociales y sobre la liquidación del conjunto de derechos y garantías del Estado social, en una deriva del régimen político que iniciada con la reforma del art 135º de la Constitución, supondrá un cambo sustancial en el régimen político del 78 y, por tanto, cercenará las posibilidades de mantenimiento de un mínimo Estado del Bienestar y del pacto social fordista keynesiano que habitualmente lo ha sustentado. El nuevo «pacto social» ofertado por el capital financiero y el PP consiste en trabajar más por menos a cambio de, si eso permite alcanzar tasas de beneficio atractivas para los inversores, crear empleos, por supuesto con niveles e protección más reducidos que los que han caracterizado al pacto fondista. Minijobs, empleos de mierda que muy a duras penas permiten la supervivencia y que deben ser complementados por el recurso al endeudamiento, recobrando así una vieja práctica soportada por las clases populares en España, la usura, una forma de encadenamiento vitalicio a cambio de la alimentación y los medios elementales de reproducción ela vida biológica.

No podemos engañarnos al respecto, la componente popular del electorado que mayoritariamente ha apoyado al PP lo ha hecho sabiendo lo que estaba votando. No es ello la expresión, en mi opinión, de una derechización de la mayoría del electorado. Se trata, más bien, de un voto «racionalizado» que, una vez descartado el voto al PSOE como inútil para salir de la agobiante situación actual recuperando la confianza de los mercados y la consiguiente reducción en el peso de la deuda, la vuelta de lo «inversores oportunistas» a las inversiones financieras «normales «y, con ella, el flujo del crédito, la recuperación de las inversiones productivas y los ansiados empleos. Empleos que, otra vez, volverán a ser de escasa calificación, inadecuados para absorber la oferta de trabajo de las generaciones más y mejor calificadas de la historia de nuestro país, para beneficio de las empresas que podrán elegir entre una oferta sobrecualificada, en buena medida sobre la inversión pública en educación de las últimas décadas.

Naturalmente la asunción de tal discurso sobre el círculo virtuoso expresa el triunfo de un «sentido común de época», el de la austeridad como único camino para la recuperación. La hegemonía de este sentido común no se ha asentado solo sobre el efecto y la influencia de la presión mediática del pensamiento de derechas sino, en buena medida, sobre la inocuidad de las políticas desempeñadas por el PSOE. La idea de que la izquierda solo puede gobernar y promover derechos en época de bonanza económica pero su condición despilfarradora le incapacita para gobernar en época de crisis económica parece haber calado hondo en esta parte del electorado. El próximo congreso del PSOE se va a enfrentar a la disyuntiva histórica de mantenerse como partido de gobierno (para gobernar ese proyecto histórico de desposesión de derechos y conquistas de los de abajo que impulsa el capital financiero) ó, por el contrario, alumbrar un proyecto de renovación de la socialdemocracia. La tragedia del PSOE y de las posiciones socialdemócratas que aún quedan en su seno es que las mismas han dejado de ser necesarias para reproducir la a acumulación capitalista.

Con sus sustitución del salario por la deuda, el capital financiero cree poder prescindir de la necesidad de un pacto con el trabajo, porque acaricia el viejo sueño de todas las burguesías de hacer dinero sin trabajadores de los que extraer plusvalía, acortar el ciclo D-M-D´ reduciéndolo al ciclo D-D´. Una salida de la crisis consistente en deprimir sin fin los costes salariales y sociales, proletarizar sin salarizar, tiene un límite. Un capitalismo que ha reposado sobre el consumo de masas presenta claros rasos de inviabilidad con estas características de depresión salarial y social, por mucho que se pretenda impulsar el endeudamiento de las capas subalternas

El capitalismo español se enfrenta así a una contradicción inmediata, producir tasas suficientes de plusvalía para lo que necesita una clase obrera potente y calificada cuya existencia siente como una amenaza para sus fines, y realizarlas, para lo que precisa niveles de demanda solo posibles a partir de un nivel suficiente de consumo de masas.

La resolución de esa contradicción, ya vivida desde el final de la década de los 70 del pasado siglo, ha tomado formas diversas que pueden ser agrupadas bajo el rótulo general de la terciarización. Presentada como una opción económica, la desindustrialización, la deslocalización, una descalificación enmascarada por el alargamiento de los estudios, todo ello en el entorno de una monstruosa expansión del sector inmobiliario y de la construcción, ha sido antes que nada una estrategia del capital para quebrar la llamada rigidez del «mercado de trabajo» y para debilitar la capacidad contractual de la clase obrera.

Nada nuevo pues en cuanto a la estrategia el capital desde hace cuatro décadas. Lo nuevo en su aplicación es que se despliega en un contexto de crisis del capitalismo producida por la aplicación continuada de esas «recetas», lo nuevo es que, para aplicarlas, las clases dominantes y dirigentes europeas parecen estar dispuestas no sola revisar el pacto del 45, sino a reducir la esfera de los asuntos teóricamente decidibles por el electorado y a prescindir de la presencia de algunos actores, como los sindicatos, que parecía consustancial a la escena política. Esta estratégica apuesta que forma parte d e la oferta con la que el PP ha ganado las elecciones y que se concreta en la primacía de la empresa como ámbito privilegiado de negociación colectiva, por cuanto supone de merma y debilitamiento del papel que la constitución reconoce a los sindicatos de trabajadores, no dejará de tener efectos en la propia configuración del régimen político y el equilibrio de fuerzas que debe sustentarlo, aún más asimétrico del consagrado en la Constitución del 78.

Las políticas de austeridad y cumplimiento del déficit a toda costa en la que se ha comprometido Rajoy con sus socios del PP europeo, hoy gobernante en la mayoría de los países de la UE, suponen una agresión aún más dura que la sufrida por la gente trabajadora desde mayo del 2010. Las clases dirigentes europeas parecen haber optado por un camino de regresión que amenaza alas capas subalternas, sobre todo del países de la periferia, con la caída en un régimen de neoservidumbre del que les será harto difícil salir.

La subordinación de los Estados nacionales a los designios del capital financiero («los mercados») hace desaparecer el espacio en el que se habrán basado las esperanzas de las democracias nacionales y de los Estados del Bienestar. No son solo los derechos y conquistas sociales los que pueden desaparecer para varias generaciones sino la posibilidad misma de democracia, incluso en su versión capitalista ES ese un terreno propicio para un duro enfrentamiento social en el que podría comenzare a fragmentarse por su base social el bloque que mayoritariamente acaba de respaldar el acceso al gobierno del PP

Pero ello no ocurrirá de forma mecánica, como consecuencia de la decepción causada en los sectores populares que votaron al PP por el despliegue de sus políticas. La experiencia histórica enseña sobradamente que los sectores populares que han apoyado a gobiernos reaccionarios, incluso cuando las políticas de esos perjudican explícitamente sus intereses, tienden a estrategias de adaptación que solo abandonan cuando se perfilan proyectos alternativos con grados suficientes de viabilidad como para inducir cambos de lealtades. No sirve de nada hacer protestas morales al respecto, en la vida real la mayor parte de la gente trabajadora está suficientemente ocupada en sobrevivir como para planearse opciones éticas.

La construcción de un bloque histórico alternativo al dominante y soporte de todos los gobiernos en las últimas décadas es una exigencia imprescindible si se quiere batir a la derecha (y, no digamos, si se pretende levantar un proyecto anticapitalista digno de tal nombre). Situándose como mera alternancia, el PSOE renuncia a construir algo distinto del bloque dominante (que es, no puede olvidarse, el armazón de intereses sociales agrupados en torno a un cierto paradigma socioeconómico (en el actual, la cultura del ladrillo) y acepta su condición de actor político subalterno. Esta aceptación es coherente con la ausenta e un proyecto estratégico cualitativamente distinto del de la derecha, a pesar de las múltiples declaraciones sobre la necesidad de un proyecto socialdemócrata para el siglo XXI.

Desborda las pretensiones de este artículo ensayar a identificar los componentes esenciales de un proyecto histórico como el postulado. Por lo demás, ese su carácter histórico prohíbe anticipaciones a lo que sea el resultado de las luchas y el proyecto de hegemonía en que potencialmente pueda fraguarse el bloque. En realidad, la construcción de un bloque histórico alternativo a dominante supone toda una empresa histórica de refundación nacional y, desde luego, de refundación del Estado. Va resultando cada vez más evidente que el Estado español heredado del régimen franquista y remozado por la Constitución del 78 presenta síntomas claros de agotamiento, tanto en su dimensión territorial como en la de sus funciones principales y los contenidos de sus prestaciones.

Es muy conveniente tener lo anterior en cuenta pues la tarea de construcción de un bloque histórico para la superación del capitalismo no podrá ser abordada o siquiera pensada si no se hace simultáneamente con la de elaborar un proyecto de «nueva estatalidad», todo un proceso constituyente reiteradamente frustrado a lo largo del pasado siglo en nuestro país que debe tomar en cuenta la diversidad nacional y cultural de los pueblos que forman parte del actual Reino de España y sus derechos a la autodeterminación, la primacía de la salvaguardia del conjunto de sus bienes comunes y el radical compromiso con los objetivos de libertad e igualdad para sus gentes.

Contra el proceso de transformación del régimen del 78 en sentido regresivo, como se ha dicho ya iniciado bajo gobierno del PSOE, el 15M ha protagonizado la mayor y más sostenida movilización democrática de las últimas décadas. No ha sido un movimiento originariamente anticapitalista sino reivindicativo de la coherencia democrática y con el contenido de la Constitución. No obstante lo cual, como todo movimiento real, el 15M ha cubierto un espacio de reivindicaciones y exigencias en el curso del cual ha podido enfrentarse a aspectos nucleares, no solo del régimen político sino del propio sistema capitalista, si bien esto último de forma aún embrionaria y con formulaciones de acusado acento ciudadanista.

Es una incógnita saber el papel que va a desempeñar el 15M en el escenario político abierto con el gobierno del PP y el despliegue de sus políticas de ajuste, continuadoras de las iniciadas en Mayo del 2010 pero con un plus de legitimidad de las que carecía el gobierno del PSOE que a buen seguro animará a sus gestores al máximo rigor en su aplicación. Se trata de un escenario de conflictos potencialmente muy duros en los que el 15M puede encontrase con actores como UGT y CCOO con los que, hasta ahora, había coincidido solo esporádicamente como en el caso del conflicto de la enseñanza pública o la lucha contra la privatización del Canal de Isabel II en la Comunidad de Madrid. Junto a las razones de elemental sentido común de sumar y agrupar fuerzas frente al monopolio de las instituciones de gobierno del PP, creo que sería muy saludable para ambos actores-sindicatos y 15M- compartir experiencias comunes de movilización. Los primeros lo están necesitando como agua de mayo, a juzgar por la apatía que parece haberse adueñado de sus cuadros (salvo los d enseñanza) tras el fracaso de sus últimas convocatorias y los efectos de los recortes en su dotación de efectivos liberados.

Al 15M no le viene mal «aterrizar» en problemas más concretos que los que hasta ahora han ocupad su atención preferente, sin por ello olvidar su orientación inicial, dónde reside atractivo y su potencia. Una parte del movimiento hace tiempo que está comprometida y en primera línea con este tipo de problemas, como los que protagonizan la luchas contra los desahucios y los problemas de la vivienda en general ó los que hacen frente a las racistas redadas policiales contra la población inmigrante. Pero si ahora entran en juego los empleados públicos contra los más que posibles recortes en sus retribuciones, ó plataformas ciudadanas en defensa de los servicios públicos amenazados por las políticas del PP y CiU, el 15M puede tener la ocasión de concretar el destino de sus críticas a la oligarquización del régimen político, al tiempo que proporciona una caja de resonancia muy útil a estas luchas sectoriales.

Un movimiento político de la amplitud y potencialidades del 15M constituye el ecosistema ideal para la difusión de las ideas y propuestas anticapitalistas cuya ausencia se advertido en los discursos de la sesión de investidura. Con paciencia y disposición a escuchar y aprender, las ideas y anticapitalistas pueden encontrar en el movimiento la acogida que no han encontrado en las urnas. Ya en sus manifestaciones la consigna «a-anticapitalista» es de la que más entusiasmo despierta entre los más jóvenes y decididos.

¡La que se nos viene encima! (pero podemos combatirla)

21/12/2011

Postscriptum

Terminando este artículo se celebra el debate de investidura en el que será proclamado el candidato del PP. Ninguna novedad en el contenido de los discursos y las posiciones que se prefiguran para la legislatura. Un discurso muy de derechas por parte del candidato, acompañado por la ornamentación moralizante y la propuesta de pacto fiscal de la derecha catalana, un buen discurso de Rubalcaba situado entre la condición de partido de gobierno y la nostalgia de las políticas socialdemócratas que no s hicieron cuando estaban en el Gobierno, la presentación en sociedad de la izquierda plural en el Congreso con resultados dudosos para la credibilidad de la coalición y, en fin, las expectativas despertadas la vuelta de la izquierda abertzale a los bancos del Congreso, saldadas con un buen discurso de su portavoz y la sorpresa de su abstención en la votación de investidura.

Por supuesto que hay muchos otros aspectos que comentar pero me importa señalar sobre todo que, de ninguno de estos discursos puede desprenderse un mínimo de esperanza para ese sector de la población trabajadora castigado y atemorizado por los efectos de la crisis capitalista, por nadie señalada como tal. Y no se trata de declaraciones dogmáticas sino de identificación de la verdadera naturaleza de la crisis y de las posibilidades reales, para ese sector, de abandonar la situación de incertidumbre, pobreza y postración en que se ve sumido con una salida de la crisis que no altere sustancialmente las reglas de funcionamiento del sistema capitalista.

No, tampoco en esta legislatura parece que habrá una voz que señale las responsabilidades del sistema del capital en el sufrimiento y la desposesión de millones de conciudadanos y conciudadanas. Es esta una verdadera tragedia porque, por mor de la eficacia y el realismo, la ciudadanía se queda privada de conocer un diagnósticos sobre la crisis que nunca aparece entre los que se mencionan en los medios sistémicos. El cerco de los medios del sistema sobre este tipo de diagnósticos y no digamos sobre las propuestas anticapitalistas estrecha la escena política y la reduce a las necesidades de reproducción del sistema en el momento en el que su crisis justifica el conocimiento y difusión de alternativas al mismo

Y hablando de tal, un dato que no deja de llamar la atención: escasas y decepcionantes las referencias en el debate a los problemas de la crisis ecológica. Jorge Riechman lo resaltaba hace unos días entre los militantes anticapitalistas. En absoluto consuela confirmarlo entre los representantes de los partidos parlamentarios; tal parece que, una vez más, estos problemas deberán esperar a tiempos mejores para que los políticos le presten la atención que merecen. Es un síntoma, solo un síntoma, del olvido del sistema político para con los bienes comunes, de su ceguera e incomprensión de la gravedad d e los factores que la amenazan. Y de la necesidad de una verdadera revolución en el cuadro de valores para la defensa de esos bienes comunes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.