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Entrevista a Omar Barghouti

«Discutir las cuestiones difíciles en un cada vez más amplio movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS)»

Fuentes: al-Shabaka

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Introducción

Los ataques de Israel al movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) y a otras personas defensoras de los derechos humanos que viven bajo la ocupación, como el personal de [la organización de defensa de los derechos humanos de Ramala] Al Haq han copado los titulares en las últimas semanas, incluidas las amenazas directas de importantes altos cargos oficiales israelíes a activistas del BDS y en particular al cofundador de este movimiento, Omar Barghouti.

El movimiento sigue adelante al margen de estos titulares, como siguen adelante el debate y la discusión continuos para difundir el movimiento entre los palestinos que viven en el interior y en el extranjero, así como entre las personas activistas de la solidaridad en todo el mundo. Hay mucho que discutir y algunas cuestiones son difíciles, incluidas las cuestiones del marco. La directora ejecutiva de al-Shabaka Nadia Hijab habló sobre ello en una extensa entrevista a Omar Barghouti.

Omar empezó aclarando que todas las opiniones que expresa en esta entrevista son suyas exclusivamente y no reflejan necesariamente las opiniones del movimiento de BDS o de su dirección palestina, el Comité Nacional de BDS (BNC, por sus siglas en inglés).

-Omar, gracias por dedicarnos tiempo en este momento especialmente difícil (por decirlo suavemente) para el movimiento y para usted personalmente. Los objetivos del movimiento de BDS (autodeterminación, librarse de la ocupación, igualdad para los ciudadanos palestinos de Israel y derecho al retorno) comprenden los derechos palestinos según el derecho internacional. Pero sabemos que el movimiento de BDS por sí mismo no logrará los derechos palestinos. ¿Qué otros movimientos y que otras estrategias se necesitan?

-Históricamente los boicots han sido uno de los principales medios de resistencia de los que disponen los palestinos de todos los ámbitos de la vida y a día de hoy, en el terreno de la solidaridad internacional, el BDS es la forma más importante y estratégica de apoyo a nuestra lucha por la autodeterminación. El movimiento de BDS nunca ha afirmado ser la única estrategia para obtener todos los derechos palestinos según el derecho internacional ni tampoco es posible que por sí mismo logre los derechos palestinos. Otras estrategias son, por ejemplo, tanto la resistencia popular local contra el Muro y las colonias como las estrategias legales para hacer responsables a Israel y a sus dirigentes de los crímenes cometidos contra el pueblo palestino.

De hecho, una de las estrategias más importantes de las que disponemos y que apenas se ha seguido es el trabajo diplomático y político con parlamentarios y gobiernos de todo el mundo para aislar al régimen de ocupación, colonialismo de asentamiento y apartheid israelí, y para lograr que se le impongan sanciones similares a las que se impusieron al apartheid sudafricano. Quienes han bloqueado este camino son fundamentalmente los círculos oficiales palestinos, que carecen de un mandato democrático, de principios y de visión.

Un componente muy importante de la resistencia palestina al régimen de Israel son los palestinos en el exilio, que suponen la mitad del pueblo palestino. No hablamos solo de las comunidades de refugiados, que a todas luces son el componente más importante que hay que considerar, sino también de palestinos como los que integran la campaña neoyorquina de boicot (Adalah New York), los grupos de Estudiantes por la Justicia en Palestina (Students for Justice in Palestine), los movimientos sociales en Reino Unido o Chile, y sus equivalentes de comunidades palestinas en el exilio por todo el mundo, que desempeñan un papel fundamental para promover los derechos palestinos, incluidas las acciones relacionadas con el BDS.

Cuando se habla de la resistencia palestina a menudo se olvida a los ciudadanos palestinos de Israel, a pesar del papel crucial que desempeñan no solo por su determinación ante el régimen de asentamiento colonial sionista de Israel, sino también por su activa resistencia popular, académica, cultural, legal y política tanto al régimen como a sus estructuras y políticas racistas institucionalizadas y legalizadas.

No obstante, algunos palestinos en el exilio afirman que no quieren apoyar el BDS porque «los palestinos no ‘hacen’ solidaridad con su propio pueblo».

Pero en gran parte ha desaparecido el discurso político tradicional palestino de las décadas de 1960, 1970 y 1980. En Sudáfrica el movimiento de liberación nacional permaneció activo hasta el último minuto, pero por desgracia nosotros hemos perdido gran parte de lo que conformó el movimiento nacional de liberación en gran parte debido a los Acuerdos de Oslo. Los dirigentes palestinos, con el apoyo explícito o implícito de la mayoría de los partidos políticos palestinos, han renunciado a la mayoría de los derechos palestinos básicos y han aceptado las órdenes de Estados Unidos y la Unión Europea de adaptarse a la mayor parte del régimen de opresión colonial de Israel.

El pueblo palestino se encuentra ahora en un estado de pérdida y confusión. Ya no existe un «consenso nacional» palestino, si es que alguna vez lo hubo. Hasta los partidos políticos palestinos, de derecha y de izquierda, islamistas y laicos, casi sin excepción hablan de «independencia» y no de liberación nacional, olvidan a menudo a los refugiados y siempre omiten a los ciudadanos palestinos de Israel en su definición de pueblo palestino.

Es a todo el pueblo palestino a quien corresponde determinar su futuro y la solución a su conflicto colonial. Mientras tanto, cada individuo, coalición o grupo palestino debe esforzarse por debilitar el régimen de opresión israelí como condición previa para lograr los derechos palestinos según el derecho internacional. En el movimiento de BDS hemos optado por desarrollar una forma de resistencia palestina que tiene una larga tradición y es la forma más eficaz de solidaridad internacional con este pueblo basada en derechos y no en soluciones políticas.

Por supuesto, el movimiento de BDS reconoce que hay otras estrategias y otros planteamientos. Simplemente afirmamos que nosotros hemos elegido centrarnos en los derechos y no en las soluciones porque para que cualquier solución política que haya decidido la mayoría de los palestinos estén donde estén sea justa, integral y sostenible debe incluir nuestros derechos según el derecho internacional. Además, para ser eficaz hay que contar con algo próximo a un consenso palestino y para lograrlo hay que atenerse al común denominador menor que más se base en los principios y sea más estratégico, a los objetivos más significativos y menos controvertidos del pueblo palestino que prácticamente nadie puede discutir: acabar con la ocupación de 1967, acabar con el sistema de apartheid y respetar los derechos de los refugiados palestinos de retornar a sus hogares y propiedades de los que fueron expulsados durante la limpieza étnica de la Nakba y desde ella. Y nosotros nos atenemos estrictamente a estos principios.

Este planteamiento nos ha proporcionado un amplio apoyo del pueblo palestino. El BNC organizó hace poco una manifestación en Ramala que demostró el apoyo palestino al BDS. Personalmente no considero que este tipo de movilización en la calle sea un indicador decisivo del apoyo popular, pero mis compañeros insisten en que es lo necesitamos para demostrar al mundo el atractivo popular del BDS. Hubo más de 2.000 personas y muchos oradores de partidos políticos y movimientos y sindicatos de base, todos los cuales expresaron su firme apoyo al BDS. Uno de los resultados de aquella manifestación fue desmentir la idea que había en algunos círculos locales de que el BDS era «elitista».

Algunas personas no apoyan el movimiento no violento de BDS porque está «por debajo de su techo político». En mi opinión, ser revolucionario no consiste en gritar consignas «revolucionarias» que no se pueden hacer realidad y que, por consiguiente, tienen pocas posibilidades de contribuir a procesos cuyo objetivo sea acabar con la realidad de la opresión. Lo que es verdaderamente revolucionario es impulsar una consigna basada en principios y consecuente desde el punto de vista moral, pero que lleve a acciones sobre el terreno que puedan provocar un verdadero cambio hacia la justicia y la emancipación. Si no, uno se limita a ser un intelectual del salón.

-No obstante, la manera cómo a veces se presenta el movimiento de BDS hace que parezca que este movimiento, él solo, pudiera lograr realmente los derechos palestinos. Las frecuentes referencias a Sudáfrica transmiten esta impresión, sea intencionado o no.

-Nosotros, los palestinos, siempre comparamos nuestras estrategias y progresos con Sudáfrica y otros movimientos por la justicia, la autodeterminación y los derechos humanos, y sabemos que no abordamos pilares clave que fueron claves para su éxito.

En Sudáfrica, por ejemplo, la lucha que lideró el Congreso Nacional Africano identificó cuatro pilares básicos de la lucha para acabar con el apartheid: las movilizaciones de masas, la resistencia armada, un movimiento político clandestino y la solidaridad internacional (en particular en forma de boicots y sanciones). No existe una estrategia de «copia y pega» para lograr a liberación y los derechos humanos (cada experiencia colonial es diferente y tiene sus particularidades únicas). Nosotros hemos desarrollado nuestras propias estrategias palestinas que son adecuadas para nuestro entorno de lucha por la justicia y la dignidad.

En el caso de la lucha palestina, el pilar del movimiento clandestino se limita a Gaza, donde está aislado. El derecho internacional reconoce el derecho de cualquier nación bajo ocupación extranjera a resistir por todos los medios, incluida la resistencia armada, siempre que las propias formas de resistencia respeten el derecho internacional y los principios de los derechos humanos. Aparte de eso, como defensores de los derechos humanos, estamos obligados a considerar el coste y el beneficio de este pilar en este momento y a medir el coste humano de cualquier resistencia.

Por lo que se refiere a la movilización de masas, lo que podemos hacer en el territorio palestino ocupado en términos de resistencia popular, por ejemplo, contra el Muro, está muy limitado. Y esto no es verdaderamente un movimiento popular en el sentido en el que fue popular, por ejemplo, la reciente huelga de profesores o lo fueron la huelga contra el neoliberalismo del gobierno de Salam Fayyad o contra la ley de seguridad social.

Todo el problema de la eficacia de las diferentes formas de resistencia es clave y nosotros en el movimiento de BDS tratamos en cada paso la cuestión de la eficacia de nuestras estrategias no violentas y que acatan el derecho internacional.

-Otro asunto que preocupa es que algo del discurso del movimiento de BDS hace que parezca que los palestinos estuvieran a punto de lograr sus derechos. Esto se trasluce no solo en las frecuentes referencias al «momento» sudafricano, sino también en declaraciones que afirman que se ha llegado a un «momento crítico».

Sí, pero cuando hablamos de momento crítico queremos decir momento crítico solo en términos del pilar específico del aislamiento internacional. Lo que mide la eficacia es si se están logrando los objetivos o no. El BDS es una de las estrategias de resistencia interna y también es la estrategia internacional más importante. Nunca hemos afirmado otra cosa. Entonces, ¿por qué habría que hacer responsable al BDS de, por ejemplo, la incapacidad del pueblo palestino para alcanzar nuestros objetivos de autodeterminación y liberación nacional? Que se nos reconozca al menos el mérito de ser realistas.

-Hay muchas críticas, cada vez más, del marco del derecho internacional. ¿Plantea esto un problema al movimiento de BDS dado que se basa en el derecho internacional?

-Para ser eficaces a la hora de movilizar la presión internacional de grupos e individuos de conciencia contra el régimen de opresión de Israel y ser consecuentes desde el punto de vista moral debemos adoptar unos principios de derechos humanos lo más universales posible, así como un lenguaje que pueda llegar a personas de todo el mundo y llevarlas a actuar. Este es el lenguaje del derecho internacional. Conocemos bien los fallos inherentes al derecho internacional. Pero también sabemos que es o bien eso o la ley de la selva, y esta última no funciona para nosotros, en principio y en la práctica, puesto que somos, con mucho, la parte físicamente más débil.

No queremos retórica simbólica. Estamos hartos del apoyo retórico. Necesitamos acciones eficaces y estratégicas que tengan posibilidades de minar el sistema de opresión con el fin de que para el pueblo palestino sea más realista hacer realidad nuestros derechos reconocidos por la ONU. Lo mínimo que puede hacer la gente es acabar con su complicidad. Acabar con esta injusticia es una obligación legal y moral profunda, no es un acto de caridad.

¿Qué alternativas hay al derecho internacional? Es cierto que lo escribieron los imperios coloniales. Es cierto que no favorece a los pueblos del mundo, pero no es un dogma o un conjunto estático de leyes grabadas en piedra. Existe una visión simplista del derecho internacional que no lo considera algo dinámico, algo en cuya interpretación y aplicación podemos influir por medio de nuestra perseverancia y nuestra lucha de masas. A fin de cuentas no pedimos la luna, simplemente trabajamos para que se aplique a Israel el derecho internacional de manera consecuente y se acabe con su estatus excepcional de Estado situado por encima de la ley. Esta es una reivindicación simple aunque de largo alcance que exige años de lucha estratégica.

-Hay una falta de claridad en las directrices acerca de la normalización, que a menudo provoca tensión entre los activistas y especialmente entre los palestinos que pueden llevar a cabo actividades consideradas de «normalización» y a los que no les gusta que parezca que se pone en entredicho su nacionalismo.

-Las directrices acerca de la normalización son muy claras. El documento de referencia a este respecto se adoptó por consenso en la primera conferencia nacional de BDS celebrada en noviembre de 2007. En este contexto los árabes, incluidos los palestinos, entienden que la normalización es hacer que algo que es intrínsecamente anormal (como una relación de opresión colonial) parezca aparentemente normal. Según las directrices del BDS, existen dos principios para que una relación entre una parte palestina (o árabe) y una parte israelí no se considere normalización: la parte israelí debe reconocer todos los derechos palestinos según el derecho internacional y la relación en sí debe ser una relación de co-resistencia a la opresión y no de «co-existencia» bajo la opresión.

Lo principal es que estas relaciones no deben legitimar, camuflar o encubrir las violaciones de los derechos palestinos. Por poner un ejemplo que quizá no sea obvio de entrada, imaginemos que una organización de Estados Unidos organiza una conferencia y está patrocinada por Israel o por una institución israelí que sea cómplice de las violaciones de los derechos palestinos. E imaginemos que esta organización estadounidense quiere que en el panel de participantes se incluya a oradores palestinos para dar espacio a voces palestinas. En estas circunstancias participar significaría que, en efecto, se está normalizando el patrocinio israelí; en otras palabras, se está normalizando la violación de nuestros derechos. Es un precio demasiado alto para que se oiga nuestra voz, aunque esto sea importante dado que los medios dominantes la suprimen. Así que trabajamos estrechamente con nuestros socios con el fin de que presionen para que se rescinda ese patrocinio israelí y si eso no funciona, pedimos el boicot.

-Pero aún así hay zonas grises, ámbitos poco definidos, y es precisamente en ellas donde pueden surgir los problemas, especialmente cuando algunas personas asumen la tarea de hablar en nombre del movimiento de BDS y de establecer la norma cuando de hecho no tienen autoridad para hacerlo.

-Siempre quedan zonas grises. Diría que un 90 % de los casos que tratamos son, en efecto, grises. Cuando nos encontramos con una zona gris, acudimos a los principios y hacemos todo lo posible por cuantificar los beneficios y pérdidas. A fin de cuentas, el propósito del BDS no es ser un dogma, sino una estrategia eficaz para contribuir a nuestra lucha por nuestros derechos.

Algunos palestinos lo quieren todo, sin tener que elegir. Se permiten a sí mismos implicarse en proyectos y actividades que chocan claramente con las directrices contra la normalización adoptadas ya en 2007 por la mayor coalición de partidos políticos, sindicatos y redes de la sociedad palestina, aunque se niegan a que se caractericen esas actividades como normalización simplemente porque ellos son «patriotas» y «eso no se debería discutir». En el movimiento de BDS nosotros no discutimos el patriotismo de nadie, nunca ponemos etiquetas a nadie ni recurrimos a ataques personales, porque ello entraría en conflicto con nuestros principios como movimiento. También rechazamos toda supresión de la libertad de expresión y la descalificación simplista y perjudicial de quienes emprenden acciones de normalización como «traidores.»

El Comité Nacional Palestino de BDS (BNC, por sus siglas en inglés) simplemente moviliza una presión moral para sacar a la luz las actividades de normalización con el fin de minarla. Es vital contrarrestar las acciones de normalización porque son un arma clave que Israel ha utilizado contra el movimiento y, en general, contra la lucha palestina por los derechos.

Y a veces hacemos cosas que se consideran adelantadas a su tiempo o utilizamos un lenguaje que todavía no se ha aceptado. Por ejemplo, cuando afirmamos por primera vez que el apartheid era una faceta clave del régimen de opresión de Israel o en nuestro discurso internacional insistimos en el derecho al retorno, ambas cosas fueron mal vistas no solo por parte de la corriente dominante sino también en el caso de algunos círculos de solidaridad con Palestina en Occidente. También cuando en 2004 la PACBI (siglas en inglés de Campaña Palestina por el Boicot Académico y Cultural a Israel) mencionó el sionismo como una ideología racista que ha sido un pilar del régimen de asentamiento colonial de Israel, se discutió duramente en la mayoría de los círculos de solidaridad con Palestina en el periodo posterior a Oslo.

Es importante no confundir la oposición al sionismo y al régimen de opresión colonial y apartheid de Israel con una oposición a los judíos: no se trata de eso en absoluto. El movimiento de BDS ha rechazado sistemática y categóricamente toda forma de racismo, incluidos la islamofobia y el antisemitismo. El hecho de que, según una encuesta de 2014, el 46 % de los hombres judíos no ortodoxos estadounidenses mayores de 40 años apoyen el boicot total a Israel para acabar con su ocupación y con sus violaciones de los derechos humanos avala en parte el carácter inclusivo y antirracista del movimiento.

-¿Puede ponernos un ejemplo de lo que hacen cuando hay una zona gris?

-Cuando hay una zona gris nunca tomamos decisiones como miembros individuales del BNC o de su rama académica y cultural, la PACBI, sino que siempre decidimos colectivamente basándonos en los que se ha acordado según los principios y no basándonos en las opiniones e inclinaciones personales de cada uno de nosotros. Hasta que no llegamos a un acuerdo no damos nuestra opinión o recomendación. Si llegamos a un punto muerto, decimos a la persona que busca consejo que no tenemos un consejo claro que darle. Elegimos cuidadosamente nuestras luchas. No abarcamos todo e ignoramos muchos objetivos que se basan en cálculos de coste-beneficio.

No damos órdenes, sino consejos. Nunca decimos «harás tal cosa».

Y nunca utilizamos ataques ad hominem, nunca lo hemos hecho desde que se fundó el BDS en 2005. Atacamos posturas y declaraciones, pero no a las personas, y no creemos en listas negras ni en cualquier forma de McCarthyismo, de caza de brujas. Eso va en contra de nuestros principios, es un abuso de poder, además de contraproducente. Personalmente, nunca me he enfrentado con nadie que, por ejemplo, nos ataque afirmando que somos «agentes del imperialismo» o algún absurdo similar de la izquierda radical. Como he dicho antes, elegimos cuidadosamente nuestras luchas y mantenemos la vista en los verdaderos enemigos.

Cuando tratamos de detener una actividad de normalización nuestro objetivo principal siempre es convencer a la persona implicada para detenga la normalización. No se pueden usar ataques ad hominem y esperar que esa persona se ponga de tu parte. Y de hecho muchos palestinos que hace 10 años estaban involucrados en la normalización ahora apoyan el BDS y eso se debe en parte a que evitamos las descalificaciones personales. Es erróneo por principios y es erróneo desde el punto de vista pragmático.

Cuando alguien tiene una pregunta, recomendamos pedir consejo a la PACBI o al BNC, o a alguno de nuestros compañeros en un país dado, y tratamos de resolverlo por medio de un debate interactivo. Ahora tenemos unos mecanismos mucho mejores para implementar las directrices.

-Hay una zona gris que me pusieron como ejemplo de algo que no entienden los palestinos y que, de hecho, les parece problemático. Se trata de considerar normalización el hecho de que aquellas personas que tienen pasaporte árabe entren en Israel con un visado concedido por una embajada israelí. Se considera algo opuesto a conseguir un permiso concedido por los israelíes a petición de la Autoridad Palestina (AP). La gente no ve la diferencia porque es Israel quien concede ambos visados.

-Se trata de un asunto peliagudo y muy difícil. Después de amplios debates, encuentros con las comunidades y discusiones con muchos artistas y organizaciones culturales palestinos concluimos que cuando una persona con pasaporte árabe recibe un visado israelí está normalizando las relaciones árabes con el régimen de ocupación, colonialismo de asentamiento y apartheid al tratar a este régimen como si fuera normal. En cambio, no lo es obtener un permiso de las autoridades israelíes de ocupación a través de la AP, a pesar de la problemática naturaleza (por decirlo suavemente) del papel de la AP, porque los palestinos bajo la ocupación están en una relación coercitiva con Israel: los palestinos no pueden recibir a familiares o amigos del mundo árabe sin tratar con las autoridades israelíes. Pero este trato no reconoce per se al régimen de Israel como normal. No obstante, reconocemos que es una cuestión difícil y admitimos que no es una de nuestras directrices más sólidas o irrefutable.

Mi pregunta es, ¿por qué los palestinos, en casa o en el exilio, que son críticos con el BDS no nos escriben para aclarar las cosas o comparten sus críticas de forma constructiva para fortalecer nuestro movimiento colectivo? Diariamente recibimos cientos de correos electrónicos de activistas solidarios, pero muy pocos de palestinos. Pocos palestinos atacan el BDS sin molestarse en escribir primero al BNC y expresar su crítica de manera que pueda ayudar a hacer que este movimiento que ya es eficaz sea mejor y más capaz de manejar los muchos retos a los que se enfrenta. Estamos abiertos a ello y animamos sinceramente la discusión y el debate entre los palestinos de nuestras diferentes comunidades. Pido a aquellas personas que tienen preguntas, críticas o comentarios que comunicarnos que nos escriban a [email protected] o a [email protected]. A pesar del volumen de trabajo al que tenemos que hacer frente las personas que lo hacemos voluntariamente, haremos todo lo posible para responder a cada correo que recibamos, especialmente a los que vengan de una compañera o de un compañero palestino.

Fuente: https://al-shabaka.org/commentaries/bds-discussing-difficult-issues-in-a-fast-growing-movement/?utm_source=Al-Shabaka+announcements&utm_campaign=b381c4116b-Commentary_Barghouti_6_14_2016&utm_medium=email&utm_term=0_a9ca5175dc-b381c4116b-416238785

Esta traducción se puede reproducir libremente condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.