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Donald Trump, el bufón útil del sistema norteamericano

Fuentes: Sputnik

«Sírvete de lo aparente como indicio de lo inaparente» – Solón de Atenas, 640 a.C.-558 a.C. Los latinoamericanos que tuvimos que emigrar alguna vez a los Estados Unidos sabemos perfectamente lo que significa el racismo y la discriminación, tanto abiertos como encubiertos, es decir, conocemos por ejemplo cuándo los políticos usan como chivos expiatorios a […]

«Sírvete de lo aparente como indicio de lo inaparente»

– Solón de Atenas, 640 a.C.-558 a.C.

Los latinoamericanos que tuvimos que emigrar alguna vez a los Estados Unidos sabemos perfectamente lo que significa el racismo y la discriminación, tanto abiertos como encubiertos, es decir, conocemos por ejemplo cuándo los políticos usan como chivos expiatorios a las minorías para oscuros fines.

Donald Trump obliga a sus contrincantes a hablar de política migratoria Igualmente, ni el tiempo, ni el espacio pueden borrar la sensación de humillación que siente uno al acordarse de la advertencia de algún vecino anglosajón: «You would better go where you came from» (Mejor regresa al lugar de donde has venido) o «Watch your back, do not forget that you are foreigner» (Cuida tu espalda, no olvides que eres un extranjero). Estas ofensas se esperan, tanto de un blanco de escasos recursos económicos como de un multimillonario, así como lo hace el duodécimo precandidato republicano a la presidencia Donald Trump.

Nada de este individuo es propio, con su consigna prestada de Ronald Reagan «Make América Great Again» (Haremos América Grande de Nuevo) el multimillonario magnate inmobiliario, de 69 años de edad, arremete contra los inmigrantes mexicanos acusándolos de ser responsables de prácticamente todos los problemas que están afectando a Norteamérica actualmente. Dijo que «México no es amigo de EEUU México manda a su gente pero no manda lo mejor… Están trayendo drogas, el crimen, a los violadores», etc, etc. Entonces la solución, según «The Donald», como le gusta que lo llamen, sería deportar a los 11 millones de inmigrantes indocumentados, la mayoría de los cuales, en su ignorante percepción, son mexicanos.

La cuestión de la deportación de los inmigrantes indocumentados no es nada nuevo en la historia de Norteamérica. El actual presidente afroamericano, Barack Obama, el hijo del inmigrante keniano Barack Obama Sr., batió el record presidencial al expulsar del país a más de dos millones de inmigrantes durante sus seis años en que viene gobernando el país. Mucho antes durante la Gran Depresión (1929-1934) más de un millón de inmigrantes mexicanos residentes en EEUU o ya sus ciudadanos fueron repatriados a su país de origen desde California, Texas y Colorado bajo el pretexto de no gastar el erario público en su ayuda económica.

En 2005 el Estado de California emitió The Apology Act (El Documento de Disculpa) por repatriar forzosamente cerca de dos millones de mexicanos, 1,2 millones de los cuales eran ciudadanos norteamericanos.

Lo curioso en la retórica agresiva antiinmigrante, racista y xenofóbica de «The Donald» consiste en el hecho que su autor no toma en cuenta que el mismo es hijo de inmigrantes. Su madre era de origen escocés y sus abuelos paternos eran inmigrantes alemanes. Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) más de 15,000 ciudadanos alemanes fueron detenidos y trasladados a los campos especiales y otros 15,000 fueron clasificados como potenciales enemigos de Norteamérica. La actual esposa de «The Donald» Melania Knauss es una modelo eslovena, pero para la gente como Trump los inmigrantes blancos no entran en la categoría de los deportables o no deseables que es de exclusividad de las personas del color canela, café o negro.

Lo peligroso de la retórica demagógica y prepotente antiinmigrante de Trump consiste, de acuerdo al profesor de la Universidad de Oregon, Randy Blazak, en el uso del «racismo conveniente» que se basa en la idea de que EEUU perdió su grandeza después de la adjudicación de la igualdad a las minorías étnicas, mujeres y a los homosexuales. Por eso no es de extrañar que al precandidato Trump le gusta pronunciar sus discursos antimexicanos en estados tradicionalmente racistas como Arizona o Alabama donde su consigna «inmigrantes ilegales son asesinos y violadores», recibe un apoyo casi incondicional.

Su retórica antiinmigrante ya está contagiando a otros precandidatos republicanos que empiezan a competir con «The Donald» en su xenofobia tratando de conseguir apoyo de los elementos extremos de la base del Partido Republicano. Las ideas de Trump de deportar a los indocumentados y construir un gran muro en la frontera sur de EE.UU. ya infectaron a Mario Rubio, a Scott Walker-actual gobernador de Wisconsin, a Chris Christie- gobernador de New Jersey y algunos otros de los 12 precandidatos republicanos. Sin embargo, este contagio racista ya está produciendo unas grietas dentro del partido republicano donde el ala moderada tiene serio peso político.

Los políticos republicanos saben perfectamente que ninguno de sus candidatos podría llegar a la presidencia sin obtener en las elecciones de 2016 un 47 por ciento de los votos de los hispanos, según el think tank «Latino Decisions». Entonces surge la pregunta sobre las razones que empujan a «The Donald» a alienar peligrosamente el voto hispano en detrimento al Partido Republicano. Trump no es simplemente un magnate excéntrico y showman narcisista sino es un hombre de negocios con el capital de más de cuatro mil millones de dólares. Es un político astuto que quiere «siempre ganar», sabe perfectamente que Washington no tiene los recursos para deportar a 11 millones de indocumentados.

Se calcula que cada deportado costaría al erario federal no menos de 50,000 dólares para localizar, detener y deportar a cada detenido y que en total el gobierno tendría que gastar no menos de 500 mil millones de dólares. La extensión del muro en la frontera sur de 1,123 kilómetros actuales a 3,185 kilómetros y su mantenimiento costaría también no menos de 50 mil millones de dólares. En las actuales condiciones de crisis económica, el país simplemente carece de estos recursos. Entonces la risible retórica de Trump es completamente dogmática en su contenido y provocativa respecto a la unidad republicana. Ya el presidente del Comité Nacional del Partido Republicano Reince Priebus declaró que las declaraciones de Trump «no ayudan al Partido». Los únicos beneficiados con las payasadas del magnate inmobiliario son los demócratas y en especial su candidata de mayor peso Hillary Clinton.

Hispanos de EEUU rechazan a Trump, pero no al resto de los republicanos, según sondeo

En realidad Estados Unidos está administrado por las corporaciones y el gobierno está actuando según los intereses de los grupos económicos más poderosos. Aparentemente Trump es un simple instrumento al servicio del clan Clinton ligado a los más poderosos hedge funds (fondos financieros de alto riesgo) contra los cuales tanto arremete «The Donald». Es un actor que está cumpliendo una función parecida a la del candidato independiente multimillonario Ross Perot cuando se lanzó en 1992 al ruedo electoral con una agenda populista ultraconservadora en la cual llegaba a proponer que el ejército saliera a las calles para proteger a los ciudadanos del crimen. Ambos tienen similitud en la riqueza y su ego. En junio 1992 las encuestas le daban a Perot un 39 por ciento de los votos adelantando a George H.W. Bush y Bill Clinton.

Igual como Ross Perot desafiaba los programas electorales de George H. W. Bush y Bill Clinton, ahora Donald Trump arremete contra Hillary Clinton y Jeb Bush. Sin embargo, durante las elecciones en noviembre de 1992 dos tercios de los votantes de Bush en 1988, optaron por Perot, lo que aseguró la victoria de Bill Clinton. Actualmente según la encuesta del mes pasado de la ABC/The Washington Post, Hillary Clinton superaba a Bush 50-46, pero con la participación de Trump la diferencia era 46 por ciento del voto para Clinton, 30 por ciento para Bush y el 20 por ciento para Trump. También Perot y Trump se parecen en la categoría de sus votantes: más voto masculino que femenino, los empleados mal remunerados y los ultraconservadores. A la vez, el tercio del voto para Perot perteneció a las personas con preparación universitaria mientras que la mayoría de los votantes de Trump son personas más desinformadas que no prestan atención a la política.

De la noche a la mañana y sin dar mayor explicación, Ross Perot renunció a su candidatura y su burbuja política desapareció rápidamente. Algo así pasará con la de «The Donald» cuando sus partidarios «se den cuenta», según el senador republicano Rand Paul, de que «su agenda no es tan antagónica como sus electores lo esperaban»…la gente estaría diciendo que sus discursos amargos y enojados les gustaron pero no se dieron cuenta que igual como Obama, Trump es partidario del control de armas, del programa de salud de Obama, incremento de impuestos y la toma de la propiedad privada (por el dominio eminente)». Trump, como se expresó hace poco el ex portavoz del presidente Reagan, Ari Fleischer, «es un accidente en la carretera. Todo el mundo se detiene para ver el desastre. Y Trump cree que es un entretenimiento. Pero aspirar a la presidencia es algo serio».

Lo que no se atrevió a agregar Fleisher fue que la presidencia de Estados Unidos no está administrada por el presidente elegido por el Colegio Electoral del país sino, como lo afirmó Samuel Huntington, «por una fuerza que no se ve pero se siente. El poder es fuerte mientras se mantiene en la oscuridad; expuesto al sol su fuerza empieza a evaporar».

En estas condiciones Donald Trump, Hillary Clinton, Jeb Bush y el resto de los precandidatos son simples actores de un show organizado y dirigido por los ricos y poderosos del país en su propio beneficio. De acuerdo a uno de los últimos pensadores alternativos norteamericanos que ya no está con nosotros, Howard Zinn, «en el poder están los que no deben y los que deben no están en el poder».

Fuente: http://mundo.sputniknews.com/firmas/20150902/1040983030.html#ixzz3kt4zUJr7